jueves, 4 de febrero de 2016

MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA

MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA


MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA



Como prometiera, acá va la primera travesura del libro escrito por Wilhelm Busch en 1865, sobre estos pícaros chicuelos, “Una historieta en siete travesuras”




         A las aves de corral
         se las mima, en general:
         el huevo de la gallina
         es el rey de la cocina,
         y el que menos corre, vuela,
         por un pollo a la cazuela;
         las plumas, para acabar,
         se pueden utilizar
         de relleno en los colchones,
         almohadillas y edredones.
          
        
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
Aquí está la viuda Blume,
         que de frío se consume.
          
        
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
Estas son sus tres gallinas
         y un gallo de Filipinas.
         Max y Moritz, al acecho,
         del dicho pasan al hecho.
         Con un pedazo de pan
         fraguan un astuto plan:
         burla, burlando, los mozos
         lo parten en cuatro trozos
         y los atan luego en cruz,
         veloces como la luz.
          
        
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
La pareja va y los deja
         en el patio de la vieja.
          
        
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
Cuando los divisa el gallo,
         canta y convoca al serrallo:
         «¡Por allá, no, por aquí,
         tac, tac, tac, quiquiriquí! ».
          
        
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
Como el pan es de su agrado
         se lo tragan de un bocado;
          
      
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
   y a la hora de marcharse
         ya no hay forma de soltarse.
          
        
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
Una tira, la otra afloja,
         sin encontrar vuelta de hoja.
          
        
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
Alza el vuelo el gallinero
         con singular desespero,
          
       
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
  hasta que, desventuradas,
         quedan de un árbol colgadas,
         cacareando a degüello
         mientras les resiste el cuello.
          
        
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
Aún ponen huevos, por suerte,
         y se las lleva la muerte.
          
        
La viuda Blume, su ama,
         las oye desde la cama.
          
     
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
    Presintiendo lo peor,
         sale de la casa, ¡ay, qué horror!
          
     
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
    «¡Ojos que los veis, llorad,
         volad nostalgias, volad!
         ¡Mis sueños penden en vano,
         de la rama de un manzano! »
          
        
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
Con el corazón doliente
         latiéndole amargamente,
         la viuda, cuchillo en mano,
         corta aquel nudo gordiano,
          
      
MAX Y MORITZ: PRIMERA TRAVESURA
   y con un mudo lamento,
         se reintegra a su aposento.
         La primera fue fatal,
         la segunda, otra que tal...


 Danke, Wilhelm Busch!


Traducción: Mercedes Neuschäfer-Carlón: Danke!!!

miércoles, 3 de febrero de 2016

MAX Y MORITZ

MAX Y MORITZ


MAX Y MORITZ


Es una historieta en siete travesuras de Wilhelm Busch, escrita en 1865.

Max y Moritz no es tan solo un gran clásico de los libros infantiles. En Alemania y otros países de habla germánica puede considerarse un monumento nacional por todos respetado, admirado y sobradamente conocido.
Todos los niños alemanes han crecido con el Max y Moritz y hasta lo recitan soportablemente cuando se hacen mayores. En España e Iberoamérica, en cambio, sigue siendo una obra muy poco conocida.
El Abuelo Rudy, que la leyó en alemán, les hará llegar toda la obra.
He aquí el prologo

Prólogo.

 

 

            ¡Ay, los niños revoltosos
            suelen ser los más famosos!
            Max y Moritz, por ejemplo:
            dos pícaros como un templo.
              
            Nunca quisieron ser buenos,
            ni oír consejos ajenos,
            de educarlos no hubo modo,
            se burlaban, sí, de todo.
            ¡Una pareja infernal,
            dispuesta a sembrar el mal!
            Atormentar a las ranas,
            robar peras y manzanas,
            hacer rabiar al sufrido
            es mucho más divertido
            que estarse quieto en la escuela
            o ir a misa con la abuela.
            «¡Ya os llegará la hora aciaga,
            que el que la hace, la paga!»
            Y este binomio terrible
            tuvo un final previsible.
            Por eso y para escarmiento,
            sus hazañas pinto y cuento.


domingo, 17 de enero de 2016

LAS PLUMAS DEL ZORRO

LAS PLUMAS DEL ZORRO


LAS PLUMAS DEL ZORRO

LEYENDA TOBA


Y cuando ya pasó mucho tiempo de este acontecimiento, nuevamente aparecieron aquellos hombres con forma de ave que se habían retirado hacia la montaña por un tiempo. Cada mañana descendían, durante el día pescaban, y a la tarde regresaban a sus casas.
En ese momento arribó el zorro sagaz, persona muy mañosa. Se encontró con los pescadores una mañana y se acercó con la intención de acompañados. Les preguntó sobre su origen y los hombres respondieron que provenían del cielo, a donde regresarían esa misma tarde. El zorro sagaz quiso ir con ellos, pero enseguida le advirtieron que no tenía alas y por lo tanto no podría ascender. Sin dudar, él les pidió que le preparasen algunas plumas para colocárselas; los hombres lo pensaron: le contestarían más tarde. Pero el zorro insistió, incansable, hasta que obtuvo un resultado satisfactorio. Cada uno de ellos se sacó una pluma y se la entregó. Una a una, las acomodó y formó un par de alas.
Aseguró que los acompañaría mientras brincaba, intentando volar.
De repente, en un salto, se elevó y giró por encima de los hombres sin dejar de observarlos. Aterrizó con rapidez, orgulloso de su triunfo.
Después del largo día de pesca los hombres se prepararon para volver a sus hogares. El zorro sagaz fue el primero en emprender el vuelo. Lejos ya de la tierra, el jefe Tuyango -de hermosas plumas rojas- dio inicio a una costumbre propia de los pájaros y se arrancó una pluma y la dejó caer hacia la tierra. Todos repitieron la acción. Para su desgracia, el zorro se sacó las plumas que más lo hacían volar y comenzó a perder altura. Alcanzó la tierra y se hizo pedazos.
Una fuerte tormenta sacudió su cuerpo y el zorro sagaz suspiró, recordaba qué dulce había sido su sueño, y revivió.


EL ARBOL DE LOS ZAPATOS

EL ARBOL DE LOS ZAPATOS


EL ARBOL DE LOS ZAPATOS

Juan y María miraban a su padre que cavaba en el jardín. Era un trabajo muy pesado. Después de una gran palada, se incorporó, enjugándose la frente.

-Mira, papá ha encontrado una bota vieja -dijo María.

-¿Qué vas a hacer con ella? -quiso saber Juan.

-Se podría enterrar aquí mismo -sugirió el señor Martín-, Dicen que si se pone un zapato viejo debajo de un cerezo crece mucho mejor.
María se rió.

-¿Qué es lo que crecerá? ¿La bota?
-Bueno, si crece, tendremos bota asada para comer.

Y la enterró. Ya entrada la primavera, un viento fuerte derribó el cerezo y el señor Martín fue a recoger las ramas caídas. Vio que había una planta nueva en aquel lugar. Sin embargo, no la arrancó, porque quería ver qué era. Consultó todos sus libros de jardinería, pero no encontró nada que se le pareciera.
-Jamás vi una planta como ésta -les dijo a Juan y a María.
Era una planta bastante interesante, así que la dejaron crecer, a pesar de que acabó por ahogar los retoños del cerezo caído. Crecía muy bien; a la primavera siguiente, era casi un arbolito. En otoño, aparecieron unos frutos grisáceos. Eran muy raros: estaban llenos de bultos y tenían una forma muy curiosa.

-Ese fruto me recuerda algo -dijo la señora Martín. Entonces se dio cuenta de lo que era-. ¡Parecen botas! ¡Sí, son como unos pares de botas colgadas de los talones!
-¡Es verdad! Parecen botas -dijo Juan asombrado, tocando el fruto.
-¿Habéis dicho botas? -preguntó la señora Gómez, asomándose.
-¡Sí, crecen botas!
-Pedrito ya es grande y necesitará botas -dijo la señora Gómez-, ¿Puedo acercarme a mirarlas?
-Claro que sí. Pase y véalas con sus propios ojos.

La señora Gómez se acercó, con el bebé en brazos. Lo puso junto al árbol, cabeza abajo. Juan y María acercaron un par de frutos a sus pies.

-Aún no están maduras -dijo Juan-Vuelva mañana para ver si han crecido un poco más.

La señora Gómez volvió al día siguiente, con su bebé, pero la fruta era aún demasiado pequeña. Al final de la semana, sin embargo, comenzó a madurar, tomando un brillante color marrón.
Un día descubrieron un par que parecía justo el número de Pedrito. María las bajó y la señora Gómez se las puso a su hijo. Le quedaban muy bien y Pedrito comenzó a caminar por el jardín.
Juan y María se lo contaron a sus padres, y el señor Martín decidió que todos los que necesitaran botas para sus hijos podían venir a recogerlas del árbol.
Pronto todo el pueblo se enteró del asombroso árbol de los zapatos y muchas mujeres vinieron al jardín, con sus niños pequeños. Algunas alzaban a los bebés para poder calzarles los zapatos y ver si les iban bien. Otras los levantaban cabeza abajo para medir la fruta con sus pies. Juan y María recogieron las que sobraban y las colocaron sobre el césped, ordenándolas por pares. Las madres que habían llegado tarde se sentaron con sus niños. Juan y María iban de aquí para allá, probando las botas, hasta que todos los niños tuvieron las suyas. Al final del día, el árbol estaba pelado.
Una de las madres, la señora Blanco, llevó a sus trillizos y consiguió zapatos para los tres. AI llegar a casa, se los mostró a su marido y le dijo:

-Los traje gratis, del árbol del señor Martín. Mira, la cáscara es dura como el cuero, pero por dentro son muy suaves. ¿No es estupendo?

El señor Blanco contempló detenidamente los pies de sus hijos.
-Quítales los zapatos -dijo, al fin-. Tengo una idea y la pondré en práctica en cuanto pueda.

Al año siguiente, el árbol produjo frutos más grandes; pero como a los niños también les habían crecido los pies, todos encontraron zapatos de su número.
Así, año tras año, la fruta en forma de zapato crecía lo mismo que los pies de los niños.
Un buen día apareció un gran cartel en casa del señor Blanco, que ponía, con grandes letras marrones: CALZADOS BLANCO, S.A.

-Andaba el señor Blanco con mucho misterio plantando cosas en su huerto -dijo el señor Martín a su familia-. Por fin loentiendo. Plantó todos los zapatos que les dimos a sus hijos durante estos años y ahora tiene muchos árboles, el muy zorro.

-Dicen que se hará rico con ellos -exclamó la señora Martín con amargura.

En verdad, parecia que el señor Blanco se iba a hacer muy rico. Ese otoño contrató a tres mujeres para que le recolectaran los zapatos de los árboles y los clasificaran por números. Luego envolvían los zapatos en papel de seda y los guardaban en cajas para enviarlos a la ciudad, donde los venderían a buen precio.
Al mirar por la.ventana, el señor Martín vio al señor Blanco que pasaba en un coche elegantísimo.

-Nunca pensé en ganar dinero con mi árbol -le comentó a su mujer.
-No sirves para los negocios, querido -dijo la señora Martín, cariñosamente- De todos modos, me alegro de que todos los niños del pueblo puedan tener zapatos gratis.
Un día, Juan y María paseaban por el campo, junto al huerto del señor Blanco. Este había construido un muro muy alto para que no entrara la gente. Sin embargo, de pronto asomó por encima del muro la cabeza de un niño. Era Pepe, un amigo de Juan y María. Con gran esfuerzo había escalado el muro.

-Hola, Pepe -dijo Juan-, ¿Qué hacías en el jardín del señor Blanco?

El niño, que saltó ante ellos, sonrió.

-Ya veréis... -dijo, recogiendo frutos de zapato hasta que tuvo los brazos llenos- Son del huerto. Los arrojé por encima del muro. Se los llevaré a mi abuelita, que me va a hacer otro pastel de zapato.
-¿Un pastel?-preguntó María- No se me había ocurrido. ¿Y está bueno?
-Verás..., la cáscara es un poco dura. Pero si cocinas lo de dentro, con mucho azúcar, está muy rico. Mi abuelita hace unos pasteles estupendos con los zapatos. Ven a probarlos, si quieres.

Juan y María ayudaron a Pepe a llevar los frutos a su abuela, y todos comieron un trozo de pastel. Era dulce y muy rico, tenía un sabor más fuerte que las manzanas y muy raro. A Juan y a María les gustó muchísimo. Al llegar a casa, recogieron algunas frutas que quedaban en el árbol de los zapatos.

-Las pondremos en el horno -dijo María-E1 año pasado aprendí a hacer manzanas asadas.
María y Juan asaron los zapatos, rellenándolos con pasas de uva. Cuando sus padres volvieron de trabajar, se los sirvieron, con nata. Al señor y a la señora Martín les gustaron tanto como a los niños. Al terminar, el señor Martín dijo riendo:

-¡Vaya! Tengo una idea magnífica y la pondré en práctica.
Al día siguiente, fue al pueblo en su viejo coche, con el maletero lleno de cajas de frutos de zapato. Se detuvo en la feria y habló con un vendedor. Entonces comenzó a descargar el coche. El vendedor escribió algo en un gran cartel y lo colgó en su puesto.
Pronto se juntó una muchedumbre.

-¡Mirad!
-Frutos de zapato a 5 monedas el kilo.
-Yo pagué 500 monedas por un par para mi hijo -dijo una mujer. Alzó a su niño y les enseñó las frutas que llevaba puestas-. Mirad, por éstas pagué 500 monedas en la zapatería. ¡Y aquí las venden a 5!
-¡Sólo cinco monedas! -gritaba el vendedor-. Hay que pelarlos y comer la pulpa, que es deliciosa. ¡Son muy buenos para hacer pasteles!
-Nunca más volveré a comprarlos en la zapatería -dijo otra mujer.

Al final del día, el vendedor se sentía muy contento. El señor Martin le había regalado los frutos y ahora tenía la cartera llena de dinero.
A la mañana siguiente, el señor Martín volvió al pueblo y leyó en los carteles de las zapaterías: "Zapatos Naturales Blanco - crecen como sus niños". Y debajo habían puesto unos carteles nuevos que decían: '7Grandes rebajas! ¡5 monedas el par!"
Después de esto, todo el mundo se puso contento: los niños del pueblo seguían
consiguiendo zapatos gratis del árbol de la familia Martín, y a la gente de la ciudad no les importaba pagar 5 monedas por un par en la zapatería. Y todos los que querían podían comer la fruta. El único que no estaba contento era el señor Blanco; aún vendía algunos zapatos, pero ganaba menos dinero que antes.
El señor Martín le preguntó a su mujer:

-¿Crees que estuve mal con el señor Blanco?
-Me parece que no. Después de todo, la fruta es para comerla ¿verdad?
-Y además -añadió María- ¿no fue lo que dijiste al enterrar aquella bota vieja? ¿Te acuerdas? Nos prometiste que cenaríamos botas asadas. 


miércoles, 25 de noviembre de 2015

101 DALMATAS (Cuento)

101 DALMATAS (Cuento)


101 dalmatas

Autor: Walt Disney

Esta historia sucedió hace mucho tiempo en el corazón de la ciudad de Londres, dónde vivían felices dos preciosos y encantadores dálmatas, Perdita y Pongo, en una casita del centro de la ciudad, con sus amos, Anita y Roger.
Roger era pianista, y se pasaba el dia sentado al piano componiendo preciosas melodias; a Anita le gustaba mucho escucharle porque era un excelente músico.
Anita y Roger tenían a su servicio a una dulce señora, ya mayor, llamada Nani. Aquel día, Nani había limpiado cuidadosamente el sótano Perdita estaba a punto de dar a luz.
Pongo y Roger esperaron en el salón, llenos de impaciencia, el gran acontecimiento. Por fin se abrió la puerta del sótano y apareció Nani.
-¡Son nueve! -anunció
-¡Once! -gritó Anita desde abajo-.
-¡No, trece!
Poco después, se enteraron del número definitivo: ¡Quince!
¡Quince cachorros! Pongo se sintió orgullosísimo... y completamente feliz.
-¿Qué vamos a hacer con tantos? -preguntó Roger, al verlos.
-¡Quedarnos con ellos, naturalmente -respondió Nani, meciendo a los tiernos cachorritos.
Precisamente esa noche, la malvada Cruella de Vil fue a visitar a Anita, su antigua amiga del colegio. Cuando vio los cachorros, quiso comprarlos todos.
-Os pagaré lo que me pidáis -dijo
-No están en venta -respondió Roger señalando la puerta.
Pongo empezó a gruñir y a enseñarle los dientes. Entonces Cruella, furiosa, se fue dando un portazo.
-¡Quiero esos cachorros! -murmuró Cruella al salir-. ¡Y los tendré!
Entonces se dirigió a casa de sus esbirros, Horacio y Gaspar, y les expuso su malvado plan.
-Esperaremos a que les salgan las malditas manchas en la piel -les dijo-. Y entonces, aprovechando el paseo nocturno de Pongo y Perdita con sus amos, actuaremos. Aquella noche, como siempre, Roger y Anita fueron a dar un paseo por el parque, después de dejar a los cachorros dormidos y al cuidado de Nani.
En cuanto Horacio y Gaspar les vieron alejarse entraron en la casa, encerraron a Nani y metieron en un saco a los perritos.
Cuando regresaron Roger llamó a la policía, los cachorros habían desaparecido. Pero Pongo y Perdita pensaron que la "llamada del crepúsculo", el teléfono perruno, sería de mayor ayuda.
-¡GUAU! ¡GUAUUUU! -ladró Pongo, con todas sus fuerza.
Sus mensaje acabó siendo escuchado por un gran danés, que vivía en las afueras, y se encargó de pasarlo de esta manera a otros perros, y así llegó a todos los rincones del país.
-¡QUINCE CACHORROS DÁLMATAS DESAPARECIDOS!
Por fin la noticia llegó hasta el Coronel de la granja junto a la mansión de Vil.
-Quizás estén allí -dijo el gato Tibbs.
-¿Dónde? -preguntó el Coronel.
-Esta noche he oído ruido en la mansión. Me dio la impresión de que había muchos cachorros, porque no paraban de ladrar.
-Vamos a echar un vistazo! -ordenó el Coronel.
-¡Por mis bigote! -exclamó asombrado a asomarse por la ventana -¡Son muchísimos! ¡Tendremos que comunicarlo a Londres rápidamente.
Pongo llevaba toda la noche junto a la ventana.
-Escucha...¡GUAU, GUAU, GUAU! Los han encontrado en una antigua casa de campo -dijo a Perdita.
Los dos perros se pusieron en marcha y corrieron hasta que por fin llegaron a la granja del Coronel y sus compañeros.
Allí les pusieron al corriente de lo que habían visto.
Cuando llegaron a la casa, los esbirros de Cruella estaban viendo la televisión. Aún no había llegado el terrible momento: tenían que matar a los cachorros.
-Son muchos... -dijo Perdita, contando los perritos-. 1,2,3,4..., 65...,98... ¡Pongo, son 99!
-No te preocupes -murmuró Pongo-, Los llevaremos a todos.
Y sigilosamente por un agujero fueron saliendo uno a uno sin que Horacio y Gaspar se dieran cuenta.
Pero al acabar el programa de TV que estaban viendo comenzaron a buscar por todos los rincones.
-¡Allí están! -gritó Cruella que llegaba en ese momento.
-Se dirigen a la vieja granja
Los perritos asustados echaron a correr mientras el gato y el caballo amigos del Coronel les daban su merecido.
-Tenemos que buscar un lugar donde refugiarnos -dijo Perdita en voz baja-. Los cachorros no resistirán mucho tiempo. Tienen hambre, frío y están muy cansados.
-Venid a mi granja -les dijo un elegante collie, saliendo a su encuentro-. Pasaréis la noche en el establo con las vacas, ellas darán leche a los cachorros
Después de llenar el estómago, los cachorros agotados, se quedaron dormidos sobre la suave y perfumada paja.
Mientras el collie comunicó su plan a Pongo y Perdita.
-Mañana iréis al pueblo.
Los amos de mi amigo tienen un almacén y ante la puerta estará aparcado un camión de mudanzas. Os meteréis en él y os llevará a vuestra casa.
-Pero los esbirros de Cruella nos perseguirán -dijo Perdita
-Todo irá bien -respondió Pongo para tranquilizarla.
Al día siguiente se dirigieron al almacén pero a pesar de los esfuerzos de Pongo por borrar sus huellas de la nieve, sus enemigos las encontraron.
¡Cruella y sus hombres sabían la dirección que habían tomado!
Cuando los perros se disponían a subir al camión, vieron llegar el coche de Cruella.
-¡Rápido! -dijo el labrador-, escondeos en el sótano.
A través de la ventan, Pongo, Perdita y el labrador vieron cómo Cruella, furiosa, bajaba del coche:
-¡Sois unos ineptos! - gritaba
Los cachorros ajenos al peligro se pusieron a jugar con el carbón.
-¡Oh, no! -les dijo Perdita
-¡No te preocupes! -dijo Pongo, revolcándose él también.
-Se me ha ocurrido una idea.
-Ya lo entiendo -dijo el labrador-, ahora podréis pasar por perros labradores y escapar.
Y así fueron saliendo del almacén y subiendo al camión ante los ojos de Cruella y sus esbirros. Pero de repente, a uno de los cachorros le cayó un copo de nieve, se le quitó el hollín y volvió a ser ¡un dálmata!
-¡Ahí están! -gritó Cruella.
Pero el camión ya había arrancado dirección Londres con los perritos.
Cruella furiosa siguió al vehículo, pero resbaló en una curva y el coche quedó destrozado en la cuneta.
Mientras en casa, Anita estaba decorando el árbol de Navidad y Roger la miraba triste en su butaca.
-No puedo creer que Pongo y Perdita nos hayan abandonado -dijo Roger
De pronto
-¡GUAU, GUAU!
-¡Son ellos! -grito Anita
-¡son ellos Roger!
-Mira, ¡hay noventa y nueve cachorros! -No importa -dijo Roger, completamente feliz-.
¡Nos quedamos con todos!
Y como esta casa es muy pequeña, ¡compraremos otra más grande en el campo!


Los cachorritos...

EL RATÓN Y LA RANA

EL RATÓN Y LA RANA

EL RATON Y LA RANA


Un ratón de tierra se hizo amigo de una rana, para desgracia suya. La rana, obedeciendo a desviadas intenciones de burla, ató la pata del ratón a su propia pata. Marcharon entonces primero por tierra para comer trigo, luego se acercaron a la orilla del pantano. La rana, dando un salto arrastró hasta el fondo al ratón, mientras que retozaba en el agua lanzando sus conocidos gritos. El desdichado ratón, hinchado de agua, se ahogó, quedando a flote atado a la pata de la rana. Los vio un milano que por ahí volaba y apresó al ratón con sus garras, arrastrando con él a la rana encadenada, quien también sirvió de cena al milano.
  

MORALEJA: Toda acción que se hace con intenciones de maldad, siempre termina en contra del mismo que la comete.

EL VINAL

EL VINAL

EL VINAL


LEYENDA TOBA


Aconteció  que en una tribu guaraní nació un niño con instintos manifiestamente perversos . .

Desde muy pequeño dio muestras de crueldad, y a su impiedad no escapaban los más inocentes moradores del bosque, sean pájaros o animales.
Alarmada, la madre dio cuenta al cacique de lo que estaba ocurriendo. Este llamó a los hechiceros que después de un largo "consejo" llegaron a la conclusión de que el pequeño estaba poseído del espíritu de Añahan y que mantenía relaciones con él.
Era necesario, pues, curarlo. Se resolvió en acuerdo con el cacique, apresarlo para llevar a cabo la importante tarea. de desalojar el maldito del cuerpo. Pero cuando los hechiceros se acercaron al niño para cumplir su cometido, éste, retrocediendo sigilosamente, preparó su arco y sus flechas. De nada valieron las amenazas del cacique. El niño esperó que se acercaran y descargó sobre ellos las flechas mortales. Consumado el crimen comenzó a huir perseguido por toda la gente de la tribu. En varias oportunidades el pueblo enardecido estuvo a punto de darle alcance; pero legiones de cardones, sobre los que el criminal pasaba como un hálito, les cortaban el paso. Finalmente le perdieron de vista.
Días después encontraron en la selva un arbol nuevo. Era el niño que había caído de cansancio, pero Añahan le habíaconcedido el último favor para protegerlo. 
Lo cubrió de espinas. Y así nació el vinal por obra del demonio. Tan malvado sigue siendo que a nadie permite vivir a su sombra; a  excepción del cardón y el cardoncillo que ayudaron en su huída. A todas las demás plantas mata sin compasión. Por eso los indios procuran destruirlo donde lo encuentran, pero deben cuidarse de los garfios arteros que Añahan le ha dotado.. .

El Vinal  es un árbol que suele alcanzar varios metros de altura, y se bifurca desde arriba en ramas delgadas cubiertas de enormes espinas. Las hojas son fruto es una vaina delgada. y larga.

Debajo del vinal no crece planta alguna al parecer por emanaciones del mismo arbol no bien determinadas todavía.
Consignamos la causa de ese fenómeno, según la fantasía aborigen, que tiene para cada misterio una explicación .sobrenatural.
Es tanta la mala fama  de este arbol que hasta el gobierno lo considera enemigo de las demás especies y permite su talado sin pagar derechos. Por supuesto la mala fama no procede de la leyenda sino por tratarse un obstáculo para el crecimiento de las demás especies vegetales.