LA VIEJA DIABLA
LEYENDA
QUECHUA
Ocurrió
que dos pequeños hermanos, una niña y un varón, fueron enviados por sus padres
a buscar leña. Avanzaban alegres mientras recolectaban troncos y ramas para el
hogar. De repente, visualizaron a lo lejos un cúmulo blanco. Pensaron que se
trataba de leña, pero al acercarse se desilusionaron frente a un montón de
huesos de caballo.
Los
hermanos continuaron la tarea por el camino. Nuevamente se abalanzaron hacia un
conjunto blanco, pero tristes descubrieron que se trataba de cañas de bambú.
Siguieron buscando hasta que cayó la noche. Sentían miedo y frío, hasta dudaron
de su propia capacidad para retornar al hogar: estaban perdidos.
Avanzaron
hasta la luz que provenía de una cueva. -Hola -dijo una anciana- ¿A qué
debo su visita?
Los
niños le relataron lo sucedido, le confesaron que tenían temor, hambre y frío,
y le rogaron que los albergara por esa noche.
La
anciana aceptó y les ofreció papas y carne asada, pero les sirvió piedras y
pulpa de sapo. Ubicó al niño en un rincón para dormir y ella permaneció junto a
la niña rolliza y sonrosada.
Al
día siguiente, el niño buscó, sin éxito, a su hermana. La vieja le contó que
había ido hasta el pozo para traer agua. Le alcanzó una calabaza y le pidió que
también fuera allí.
Al
llegar, encontró, en vez de su hemana, a un pequeño sapo, que le dijo:
-Eso
no es una calabaza, es su cabeza. Es la calavera de tu hermana donde llevas el
agua. La vieja se la comió durante la noche. Croac, croac, croac. La anciana es
bruja, diablo y duende; no regreses a su cueva.
A
lo lejos se acercaba la vieja bruja, insaciable, con más hambre de niño.
Asustado, logró llegar a su casa y contó todo. Sus padres decidieron ir por la
pequeña hermana.
Ni
vieja, ni cueva, ni hermana pudieron encontrar.
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