martes, 30 de junio de 2015

El Pescador y su Esposa

El Pescador y su Esposa 


Había una vez un pescador que vivía con su esposa en una choza miserable, a la orilla del mar, y quien todos los días iba a pescar.
Estaba un día sentado con su caña en la ribera, con la vista dirigida hacia las claras  aguas, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo y cuando lo sacó, tenía un Gran Pez Azul, el cual le dijo: 
-"Te suplico que me dejes vivir, pues no soy un pez verdadero, soy un príncipe encantado. ¿qué bien te haría el matarme? No soy bueno como comida, ponme en el agua y déjame ir."-
 -"Bien"- le dijo el pescador, -"no hay  necesidad de tantas palabras, pues a un Gran Pez Azul que habla, ciertamente que lo dejaré ir."- 
Y lo puso en las claras aguas, y el Gran Pez Azul bajó  al fondo, dejando un hilo de sangre detrás de él. Entonces el pescador regresó a su choza donde su esposa.
 -"Esposo"- le dijo, -"¿no has cogido nada hoy?

-"Nada para traer"- contestó el marido, -"solamente he cogido un gran Gran Pez Azul que me ha dicho ser un príncipe encantado y lo he dejado libre de nuevo."-

-"¿Y a cambio, no le pediste nada para tí?"- preguntó la mujer.

-"No"- repuso el hombre, -"¿y qué había de pedirle?"-

-"¡Ah!"- respondió la mujer, -"es tan triste  vivir siempre en un tugurio como éste, que podrías haberle pedido una casa pequeñita para nosotros. Vuelve y llama al Gran Pez Azul, y dile que quisiéramos tener una casa pequeñita pero cómoda, pues nos la dará de seguro."-

-"¡Ah!"- dijo el marido, -"¿y por qué he de ir de nuevo allí?"-

-"¿Que por qué?"- dijo la mujer, -"Ya lo capturaste una vez y lo dejaste ir. De seguro te complacerá. Ve de inmediato."-
Al pescador no le gustaba mucho la idea, pero para no contradecir a su esposa, volvió al mar.
Cuando llegó, el mar estaba todo verde y amarillo, y nada tranquilo, así que se quedó mirando y dijo:
-"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-

Entonces el Gran Pez Azul llegó nadando hasta donde él y preguntó:
-"Bueno, ¿y qué es lo que pide?"-
-"Ah"- dijo el hombre, -"yo te capturé, y mi esposa dice que realmente debí haberte pedido algo por haberte dejado ir.  Ella ya no quiere vivir más en nuestro tugurio. Ella quisiera tener una pequeña y decente casita."-
-"Ve entonces"- dijo el Gran Pez Azul, -"ya la tiene."-
Cuando el hombre regresó a casa, ya su mujer no estaba en un tugurio, sino en una pequeña casita, y ella se encontraba sentada en una banca junto a la puerta. Entonces lo tomó de la mano y le dijo:
-"Ven adentro y mira, ¿no es todo esto mucho mejor ahora?"-
Entraron, y había una pequeña sala, una linda alcoba, un comedor y una cocina equipada con los más completos y mejores utensilios conocidos, y de todo lo que había deseado. Y detrás de la casita había un pequeño patio con gallinas y patos, y un pequeño jardín con flores y frutas.
-"Mira"- dijo la esposa, -"¿No es bello todo esto?"-
-"¡Claro!"- dijo el esposo, -"y así debemos verlo siempre. Ahora viviremos tranquilos y contentos."-
-"Ya lo pensaremos."- dijo ella.
Con todo eso, cenaron y fueron a dormir.
Todo marchó muy bien por una semana, al cabo de la cual la esposa dijo:
-"Hark, tú, esposo mío, esta casita es muy pequeña para nosotros, y el jardín y el patio también son muy chiquitos. El Gran Pez Azul que cogiste justamente debería darnos una casa más grande. Me gustaría vivir en un gran castillo de piedra. Búscalo de nuevo y pídele que nos dé un castillo."-
-"Pero esposa"- dijo el hombre, -"esta casita es suficiente para nosotros, ¿para qué vivir en un castillo?"-
-"¿Qué?"- dijo la mujer, -"Ve de una vez. El Gran Pez Azul siempre complacerá."-
-"No, esposa"- respondió el pescador, -"ya el Gran Pez Azul nos dió esta casita, no quiero regresar a buscarlo tan pronto, eso podría molestarlo."-
-"Ve"- dijo la esposa, -"para él es muy fácil, y le gustará hacerlo. Simplemente llámalo."-
El corazón del pescador se apesadumbró, y no deseaba ir. Él se dijo a sí mismo:
-"No es correcto."- pero siempre fue.
Y cuando llegó, el agua estaba color violeta y azul oscuro y muy espesa. No se veía ya más verde y amarilla, aunque estaba tranquila. Él se paró allí y dijo:
-"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-

-"Bien"- dijo el Gran Pez Azul, -"¿Qué es lo que ella quiere, entonces?"-
-"Caray"- dijo el hombre medio asustado, -"ella quiere vivir en un gran castillo de piedra."-
-"Ve para allá. Ella está junto a la puerta."- dijo el Gran Pez Azul.
Entonces el hombre regresó, creyendo que volvía a casa, pero al llegar, se encontró con un gran palacio de piedra, y su esposa estaba justamente junto a las gradas de ingreso, y lo tomó de la mano y le dijo:
-"Entra."-
Así que él fue con ella, y en el castillo había una gran sala de piso de mármol, muchos sirvientes que abrían las amplias puertas, y las paredes bellamente decoradas con hermosos colgantes, y en los cuartos sillas y mesas de oro puro, y candelabros colgando del techo, y todos los dormitorios con alfombras, y encima de todas las mesas alimentos y vinos de lo mejor, que parecían querer quebrarse por su peso. En la parte de atrás, había un enorme patio con establos, caballos y ganado, y con los mejores coches. Había también un grande y precioso jardín, con las flores más hermosas y árboles con las más exquisitas frutas. Además un parque como de un kilómetro de largo en el que se veían cabras, venados, liebres y todo tipo de fauna no salvaje.
-"Ves"- dijo la esposa, -"¿no es todo eso hermoso?"-
-"Sí, por supuesto."- contestó el pescador, -"que sea así, y vivamos ya felices con este bello castillo."-
-"Ya lo consideraremos."- respondió ella, -"y durmamos con él."-
Cenaron y fueron a dormir.
A la mañana siguiente la esposa despertó de primero, y observando la salida del sol, vio el bello territorio que yacía frente sus ojos. Su esposo apenas se estaba estirando, cuando ella lo tocó con su codo y le dijo:
-"Hey, esposo, levántate y asómate por la ventana. Mira, ¿Qué te parece que seamos los reyes de todos esos territorios?, ve donde el Gran Pez Azul y pídele que seamos los reyes."-
-"Ay, señora"- dijo el hombre, -"¿Por qué debemos ser reyes? Yo no quiero ser rey."-
-"Bueno"- dijo ella, -"si no quieres ser rey, yo sí quiero ser reina. Vé donde el Gran Pez Azul, y dile que quiero ser reina."-
-"Pero mujer"- dijo él, -"¿por qué quieres ser reina? No me gustará pedirle eso."-
-"¿Por qué no?"- dijo la mujer. -"ve inmediatamente donde él, ¡debo ser la reina!"-
Entonces el hombre partió, y se sentía muy infeliz de que su esposa quisiera ser reina. 
-"No es correcto, no es correcto."- pensaba y pensaba él. 
No quería ir, pero siempre fue. Y cuando llegó al mar, estaban las aguas de un color  gris muy oscuro, muy crecidas y con un olor putrefacto. Entonces se paró allí y dijo:
 -"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-

-"Bien, ¿qué es lo que desea ahora?"- preguntó el Gran Pez Azul.
  
                
-"Caray"- dijo el hombre, -"desea ser reina."-
-"Vuelve con ella, ya es reina."-
Así que el pescador regresó, y al llegar al palacio, éste era mucho más grande, con su gran torre y magníficos adornos, con un centinela cuidando la puerta, y un gran número de soldados tocando tambores y trompetas. Y cuando entró al interior, vio que todo era de mármol y oro puro, con cobertores de terciopelo y grandes cofres de joyas.
Entonces se abrieron las puertas del salón, y allí estaba toda la corte en su total esplendor, y su esposa sentada sobre un gran trono de oro y diamantes, con una gran corona de oro en su cabeza, y con un cetro de oro puro en sus manos, y a ambos lados de ella sus criadas en espera de órdenes formando una fila, de modo que a cada una le seguía otra de una cabeza más baja que la anterior.
Entonces él fue y se paró junto a ella y le dijo:
-"Oh, esposa, ahora eres reina."-
-"Sí"- dijo la mujer, -"ahora soy reina."-
Y él se quedó mirándola. Después de mirarla por un rato, le dijo:
-"Ahora que eres reina, no tienes nada más que desear."-
-"Nopis, querido esposo."- dijo ella, con cierta ansiedad -"encuentro que el tiempo pasa rápidamente, y no puedo dejarlo ir. Ve donde el Gran Pez Azul, pues ahora soy reina, pero debo ser emperadora también."-
-"Caray, esposa, ¿por qué quieres ser emperadora?"- preguntó él.
-"Esposo""- le dijo, -"Ve donde el Gran Pez Azul. Yo seré emperadora."-
-"Caray, esposa"- dijo el hombre, -"él no te podrá hacer emperadora. No le pediré eso al Gran Pez Azul. Sólo hay un emperador en estas tierras. ¡El Gran Pez Azul no te puede hacer emperadora! ¡Te aseguro que no puede!"-
-"¿Cómo?"- dijo la mujer, -"Yo soy la reina, y tú no eres nada más que mi esposo. ¡Irás ahora mismo! Si él pudo hacerme reina, podrá hacerme emperadora. Y lo seré. ¡Vete ya!"-
Así que se vio forzado a ir. Cuando iba de camino, sin embargo, su espíritu sufría, y pensaba:
-"Esto no terminará bien, nada bien. Emperadora es mucha sinvergüenzada. El Gran Pez Azul terminará hastiado."-
  Pensando en eso llegó al mar, y el mar estaba bien negro y espeso, y hervía a borbollones, y burbujas salían desde el fondo, y un fuerte viento las levantaba, y el hombre estaba muy asustado. Pero se acercó y parándose dijo:
 -"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-

-"Bien, ¿que desea ahora tu señora?"- preguntó el Gran Pez Azul.
-"Caray, Gran Pez Azul"- le dijo, -"mi esposa desea ser emperadora."-
-"Pues ve con ella, ya es emperadora."-
Entonces el hombre se fue, y cuando llegó, todo el palacio estaba hecho de mármol pulido, con imágenes de alabastro y decoraciones de oro, y había soldados marchando frente a la puerta sonando trompetas, tocando platillos y tambores, y adentro, barones, duques y cortesanos trabajaban como sirvientes. Entonces le abrieron las puertas de oro a él. Y cuando entró, estaba su esposa sentada en un trono hecho de una sola pieza de oro, de muchos metros de alto, y portaba una gran corona de oro, también altísima, decorada con diamantes y esmeraldas, y tenía en una mano el cetro, y en la otra el sello imperial, y a ambos lados de ella estaban dos filas de sus guardas personales, ordenados por altura, desde el más alto, hasta el más pequeño. Y delante de ella estaban de pie una cantidad de duques y princesas.
Entonces el pescador avanzó entre ellos, y dijo:
-"Esposa, ¿eres emperadora ahora?"-
-"Sí, ahora soy emperadora."-
Él se quedó mirándola muy bien por un rato, y luego dijo:
-"Oh esposa, estarás contenta ahora que eres emperadora."-
-"Esposo"- dijo ella, -"¿que te quedas haciendo ahí parado? Ahora soy emperadora, pero quiero también ser Super Emperadora. Ve pronto donde el Gran Pez Azul."-
-"Pero esposa"- dijo el hombre, -"¿qué más no desearás? No puedes ser Super Emperadora. Es demasiado para tí. El Gran Pez Azul no te puede hacer Super Emperadora."-
-"Esposo, he de ser Super Emperadora. Ve inmediatamente. Debo ser Super Emperadora hoy mismo."-
-"No, esposa"- dijo el hombre, -"no me gusta pedirle eso, que no lo hará, eso es demasiado. El Gran Pez Azul no te puede hacer Super Emperadora."-
-"Esposo"- dijo ella, -"seré Super Emperadora. Ve inmediatamente. Debo ser Super Emperadora este mismo día."-
-"Oh, no, mujer"- replicó él, -"no me gusta pedirle eso, no puede ser, el Gran Pez Azul no te puede hacer Super Emperadora."-
-"Esposo"- dijo ella, -"¡qué sin sentido! Si pudo hacerme emperadora, podrá hacerme Super Emperadora. Ve directamente donde él. Yo soy emperadora, y tú no eres más que mi esposo. ¿Ya te vas?"-
Entonces él se atemorizó y se fue. Pero se sentía muy débil y conmocionado, y sus piernas y rodilla le temblaban mucho. Y un gran viento sopló sobre la tierra, y la nubes se acumulaban, y con el atardecer todo oscurecía, las hojas caían de los árboles, y las aguas del mar hacían efervescencia como si hirvieran, y golpeaban sobre la arena de la playa. Y en la distancia se veían barcos disparando cañones, balanceándose sobre las olas. Y todavía a mitad del cielo había una pizca de azul, aunque todo el resto era rojo como en una fuerte tormenta. Así, con tanta disparidad, él fue, se paró frente al mar y dijo:
 -"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-

-"Bien, ¿que quiere ahora?"- preguntó el Gran Pez Azul.
-"Caray"- dijo el pescador, -"quiere ser Super Emperadora."-
-"Pues ve donde ella, ya es Super Emperadora."-
Y se fue donde ella. Cuando llegó, vio lo que parecía ser una gran super palacio, rodeado de palacios menores. Y avanzó entre la muchedumbre. Adentro todo estaba iluminado con miles y miles de candelas, y su esposa estaba vestida en oro, y sentada en un trono aún más grande, con tres grandes coronas de oro, y a todo su alrededor había mucho esplendor real, y a ambos lados de ella una fila de candelas, siendo la más alta de ellas tanto como la torre más elevada, hasta llegar a la más pequeñita de todas. Y todos los emperadores y reyes estaban de rodillas ante ella, besando su pie.
-"Esposa"- dijo el hombre, -"¿Eres Super Emperadora ahora?"-
 -"Sí"- dijo ella, -"ahora soy Super Emperadora." 
Y él se quedó mirándola, y era como si estuviera mirando al brillante sol. Después de mirarla por un rato, le dijo:
-"Oh, esposa, si ya eres Super Emperadora, ya quédate ahí."-
Pero ella permanecía inmutable como un poste, y parecía no mostrar ningún signo de vida. Entonces él le dijo:
-"Esposa, ahora que eres Super Emperadora, quédate satisfecha. Ya no hay nada más grande a qué aspirar."-
-"Ya lo veré."- respondió ella.
Y fueron a dormir. Pero ella no se sentía satisfecha, y la inquietud no la dejaba dormir, pues continuamente estaba pensando en que paso podría dar adelante.
El pescador dormía bien y tranquilamente, pues había tenido un día de arduo trabajo. Pero la mujer, del todo no pudo dormir, y se movía de un lado para otro durante toda la noche,  pensando siempre en que le faltaría llegar a ser, pero incapaz de obtener una respuesta de su mente.
Cuando empezó el día, y la mujer vio el resplandor del amanecer a través de la ventana, y el sol subiendo sobre las montañas, pensó:
-"¿No podría yo, ordenarle al sol y a la luna cuándo levantarse?"-
-"Esposo"- dijo ella, golpeándole las costillas con sus codos -" ¡despierta!, ve al Gran Pez Azul, y dile que deseo ser igual a como es Dios."-
Aunque el hombre estaba aún medio dormido, se horrorizó tanto que hasta se cayó de la cama. Creyendo que había oído mal, se frotó los ojos y dijo:
-"¿Que qué?, ¿qué es lo que estás diciendo?"-
-"Esposo"- dijo ella, -"si yo no puedo ordernarles al sol y la luna cuando salir, y ver al sol y la luna levantarse cuando yo lo deseo, no lo podría soportar. No sabré lo que es tener una nueva hora feliz, a menos que pueda controlarles su salida. "-
Entonces lo volvió a ver con una mirada tan terrible que al pobre pescador un escalofrío le recorrió todo el cuerpo y le agregó:
-"¡Anda de una vez!"-
-"Caray, esposa"- replicó él, lanzándose de rodillas a sus pies -"el Gran Pez Azul no puede hacer eso. Él te hizo emperadora y super emperadora, quédate con lo que tienes como una super emperadora."-
Entonces ella se encolerizó, y su cabello se levantaba y se movía salvajemente, y gritaba:
-"¡No permitiré esto, ya no soporto más!, ¿vas a ir?"-
Entonces él se puso su ropa y corrió como un desesperado. Pero afuera había una gran tormenta, y el viento soplaba tan fuerte que difícilmente podía mantenerse de pie. Los árboles se doblaban y pegaban contra las casas, las montañas temblaban, las rocas rodaban hacia el mar, el cielo estaba resquebrajado y negro, y había truenos y relámpagos, y el mar se movía con inmensas olas tan altas como las torres de los castillos, y llevaban grandes espumas blancas sobre sus cúspides.

Entonces él gritó:
 -"Pez azul, Gran Pez Azul,
   ven, te lo suplico, ven donde estoy.
   Por mi esposa, la buena Isabel,
   que un deseo te quiere pedir."-

-"Bien, y ¿qué es lo quiere ella?"- preguntó el Gran Pez Azul.
-"Caray"- dijo él, -"ahora desea ser igual a Dios"-
-"Pues ve con ella, la encontrarás en el antiguo miserable tugurio de nuevo."-
Y que se sepa, allí continuaron viviendo hasta estos días.


Enseñanza:

La ambición sin medida ni respeto, sólo conduce a la desgracia.

El Mantel, La Mochila, el Sombrero y el Cuerno

El Mantel, La Mochila, el Sombrero y el Cuerno



Había una vez tres hermanos que habían caído profundamente en la pobreza, y al final su necesidad fue tan grande que tenían que soportar hambres, no teniendo nada para comer o beber. Entonces dijeron:
-"No podemos seguir así aquí, mejor vamos por el mundo en busca de fortuna."-
Por lo tanto se pusieron en marcha. Habían ya caminado un largo sendero y pasado por muchos campos, pero no tenían aún buena suerte. Un día llegaron a un gran bosque, y en medio de él había una colina, y cuando se acercaron a ella, vieron que la colina era toda de plata. Entonces el mayor habló:
-"Ya encontré la buena suerte que deseaba, y ya no buscaré nada más." 
Él tomó tanta plata como pudo cargar, y dio media vuelta y regresó a su casa. Pero los otros dos dijeron:
-"Nosotros queremos más buena suerte que la simple plata."-  y sin tocarla siguieron adelante. Después de caminar dos días más sin parar, llegaron a otra colina que era toda de oro. El segundo hermano paró, meditó consigo mismo, y estuvo indeciso.
-"¿Qué debería hacer?"- dijo él, -"¿debo tomar para mí lo más que pueda de este oro, con lo que tendría suficiente para el resto de mi vida, o debería avanzar más?"-
Por fin tomó una decisión, y poniendo lo más que pudo de oro en sus bolsos, dijo adiós a su hermano, y regresó a casa. Pero el tercero dijo:
-"El oro y la plata no me motivan, no renunciaré a mi oportunidad de fortuna, quizás algo aún más valioso me será dado."- 
Él siguió hacia adelante, y cuando había caminado por tres días, llegó a un bosque que era aún más grande que el anterior, y al que no se le veía un fin, y como no encontraba nada que comer o beber, se sentía todo exhausto. Entonces subió a un árbol bien alto para averiguar si allá arriba podría ver dónde terminaba el bosque, pero hasta donde los ojos le permitían ver, sólo veía  copas de árboles. Entonces comenzó a descender del árbol, pero el hambre lo atormentaba, y pensó:
-"¡Si al menos pudiera comer una vez más!"-
Una vez abajo él encontró, con asombro, una mesa bajo el árbol ricamente servida con comida, cuyos vapores subían hasta su nariz. 
-"Esta vez"- dijo, -"mi deseo ha sido cumplido a cabalidad en el momento oportuno."-
Y sin preocuparse en averiguar quién habría traído la comida, o quién la preparó, se sentó a la mesa y comió con gran disfrute hasta haber satisfecho su hambre. Una vez terminado, pensó:
-"Después de todo sería una verdadera lástima que el bello y pequeño mantel de esta mesa fuera abandonado en este bosque."-
Y lo enrolló bien apretado y lo puso en su bolso. Entonces prosiguió la marcha hacia adelante, y al anochecer, cuando de nuevo sintió hambre, el quiso usar el mantel como sábana, y lo extendió y dijo:
-"¡Cuánto me gustaría verte de nuevo cubierto de buenos alimentos!"-
Y no había terminado de pronunciar la última palabra de su deseo cuando aparecieron sobre el mantel muchos platos con la más exquisita comida, llenando todos los espacios disponibles sobre el mantel.  
-"Ahora me doy cuenta"- se dijo, -"en qué cocina se hace mi comida. Tú serás más apreciado por mí que las montañas de oro y plata."-
Vio claramente que aquél era un mantel de los deseos. Sin embargo, el mantel no era aún suficiente para volver tranquilamente a casa. Él prefirió viajar más por el mundo y buscar aumentar su fortuna.
Una noche él encontró, en un bosque solitario, a un sucio y negro carbonero, quien estaba quemando carbón allí, y tenía algunas papas en el fuego, con las que estaba preparando su comida.
-"¡Buenas noches, pájaro negro! dijo cariñosamente el joven, -"¿Cómo vives en esta soledad?"-
-"Un día es como cualquier otro"- replicó el carbonero, -"¡y cada noche papas! ¿Te gustaría tomar algunas y ser mi invitado?"-
-"Muchas gracias"- contestó el viajero, -"No pienso quitarte un pedacito de tu cena, pues no esperabas una visita, pero si quieres compartir la cena que traigo, tienes la invitación."-
-"¿Y quién te la va a preparar?"-  preguntó el carbonero, -"Veo que no traes nada contigo, y no hay nadie a menos de dos horas de camino que te pudiera alistar algo."-
-"Pues va a haber cena."- contestó el joven, -"y de lo mejor que jamás hayas probado."-
Ahí mismo sacó el mantel de su mochila, la extendió en el suelo, y dijo:
-"Mantelito, mantelito, cúbrete tu mismo."-
Instantáneamente, ensaladas, postres, carnes asadas y cocidas aparecieron allí, y tan calientitas como recién sacadas de la cocina. El carbonero se quedó viendo admirado, pero no necesitó de mucha insistencia para acomodarse junto a la comida, y llevar grandes bocados a su boca. Cuando ya hubieron comido de todo, el carbonero sonrió contento y dijo:
-"¡Mira tú! tu mantel tiene mi aprobación. Sería algo muy provechoso para mí en el bosque, donde nadie me cocina nada bueno. Te propongo un trueque: allá en aquel rincón cuelga una mochila militar, que ciertamente está vieja y fea, pero contiene poderes maravillosos, y como yo no la uso, te la cambiaría por el mantel."-
-"Primero debo saber que clase de poderes son."- contestó el muchacho.
-"Eso es lo que te diré."- contestó el carbonero. -"Cada vez que la palmees con la mano, un sargento con seis soldados armados de pies a cabeza se te hace presente, y ellos harán lo que le comandes hacer."-
-"Eso me interesa"- dijo el joven, -"si ninguna otra cosa podemos hacer, lo cambiaremos."-
Le dio al carbonero el mantel, desenganchó la mochila militar de donde colgaba, y poniéndosela le dijo adiós. Después de un poco de caminar, quiso hacer una prueba de los poderes mágicos de su mochila y la palmeó. Inmediatamente los siete guerreros saltaron ante él, y el sargento dijo:
              
                    
-"¿Qué es lo que mi señor y jefe desea que hagamos?"-
-"Vayan a toda velocidad donde el carbonero, y exíjanle que me regrese mi mantel de los deseos."- contestó.
Ellos hicieron giro a la izquierda, y fue cuestión de unos instantes para que estuvieran de regreso con lo solicitado, habiéndolo tomado del carbonero sin hacer mayores preguntas. El joven les ordenó retirarse, siguió adelante su camino con la esperanza de que la fortuna brillara aún mejor para él. A la hora de la puesta del sol llegó hasta donde estaba otro carbonero, quien estaba preparando su cena junto al fuego. 
-"Si puedes comer algunas papas con sal, pero sin aderezos, ven y siéntate conmigo."- dijo el hollinado amigo.
-"No"- contestó, -"esta vez tú serás mi invitado."-
Y extendió el mágico mantel, que instantáneamente se llenó con los más delicados platos. Comieron y bebieron juntos, y lo disfrutaron plenamente. Una vez terminada la cena, el carbonero dijo:
-"Allá arriba, en aquella ramita, hay un sombrero viejo y usado que tiene propiedades extrañas: cuando alguien se lo pone, y lo gira sobre su cabeza, salen doce cañones disparando a la vez, derribándolo todo, de modo que nadie puede oponérseles. El sombrero no tiene uso para mí, y estoy dispuesto a cambiártelo por tu mantel."-
-"Eso me calza muy bien."- le contestó.
Tomó el sombrero, se lo puso y dejó el mantel con el carbonero. Difícilmente había recorrido unos cientos de pasos cuando palmeó sobre la mochila, y mandó a sus soldados a capturar de nuevo el mantel.
-"Una cosa trae consigo otra cosa"- pensó él, -"y yo siento como que mi suerte no ha llegado aún a su fin."-
Sus pensamientos no lo engañaban. Después de haber caminado otro día entero, encontró a un tercer carbonero, quien como los anteriores, lo invitó a las papas sin aderezo. Pero el joven también lo invitó a cenar por medio del mantel de los deseos, y al carbonero le gustó tanto el mantel, que por fin le ofreció un cuerno a cambio, el cual tenía cualidades muy diferentes a las del sombrero. Cuando alguien lo sopla todas las paredes y fortificaciones se derrumban, y toda la ciudad o villa queda en ruinas.
Ciertamente hizo el trato y cambió el mantel por el cuerno, pero como en las veces anteriores, envió al regimiento a capturar y regresarle el mantel de nuevo.
-"Ahora"- se dijo él, -"soy un hombre completo, y es hora de regresar a casa y ver cómo les está yendo a mis hermanos."-
Cuando llegó a su casa, sus hermanos se habían construido para ellos bellísimas casas con el oro y la plata que trajeron, y vivían cómodamente. Él fue a visitarlos, pero como sus ropas estaban andrajosas, con un lamentable sombrero en su cabeza, y la sudada y sucia mochila en su espalda, ellos no lo reconocieron como a su hermano. Más bien se burlaron y dijeron:
-"Tú dices ser nuestro hermano quien despreció oro y plata para buscar algo mucho mejor para él. Cuando él venga lo hará sobre un carruaje lleno de esplendor como un rey poderoso, no como un mendigo."- y le cerraron la puerta.
Entonces se enojó mucho, y palmeó su mochila muchas veces, hasta que ciento cincuenta hombres se presentaron ante él, bien armados de pies a cabeza. Les ordenó rodear las casas de sus hermanos, y dos soldados fueron a traer varillas de avellanos, y con ellos castigaron a los insolentes hombres, hasta que confesaron que sí sabían quien era.
Aquello provocó un gran disturbio, la gente corría desesperada buscando dar auxilio a aquellos dos en su necesidad, pero contra estos soldados nada había que hacer.
 Al fin le llegaron noticias al rey sobre este asunto, quien se enfureció, y ordenó a un capitán marchar con su tropa y sacar al provocador fuera de la ciudad. Pero el hombre de la mochila pronto consiguió un regimiento más grande de hombres, quienes rechazaron al capitán y su grupo, los que tuvieron que irse sufriendo múltiples heridas. El rey dijo:
-"Este vagabundo no ha sido puesto en orden aún."- y al día siguiente envió a una aún más grande tropa contra él, pero todavía hicieron menos. 
El joven entonces puso más hombres contra el rey, y para terminar más rápido, giró dos veces en sombrero sobre su cabeza, y pesados cañones empezaron a trabajar, y los hombres del rey fueron derrotados y puestos en fuga.
-"Y ahora"- dijo él, -"no haré la paz hasta que el rey me de a su hija por esposa, y me ponga a gobernar todo el reino en su nombre."-
Él mandó a anunciarle esto al rey, quien al saberlo dijo a su hija:
-"La necesidad es una nuez muy dura de quebrar, ¿qué más me queda por hacer sino lo que él solicita? Si yo quiero paz y mantener la corona sobre mi cabeza, no tengo más opción que entregarte"-
Así pues se celebró la boda, pero la hija del rey estaba molesta de que su marido fuera un hombre común, que usaba un lamentable sombrero, y cargaba una sucia y vieja mochila.
Ella quería deshacerse de él, y de noche y de día estudiaba cómo podría realizarlo. Entonces pensó:
-"¿Sería posible que sus maravillosos poderes radicaran en su mochila?"-
Y ella lo cuidó y acarició, y cuando su corazón se había suavizado, le dijo:
-"Si tú pudieras alejar de tu lado esa horrible mochila, que tanto te desfigura, yo ya no me sentiría avergonzada de ti." 
-"Mi querida niña"- dijo él, -"esta mochila es mi mayor tesoro. Mientras yo la tenga, no hay poder en la tierra al cual yo le tema."-
Y él le reveló a ella la maravillosa virtud con la cual estaba poseída la mochila. Entonces ella se abalanzó en sus brazos como si fuera a besarlo, pero con gran destreza le quitó la mochila de sus hombros, y corrió con ella. Tan pronto como se sintió alejada, la palmeó, y ordenó a los soldados capturar a su antiguo amo, y sacarlo del palacio. Ellos obedecieron, y la obligada esposa envió aún más hombres tras de él, a que lo sacaran también del país.
Él habría sido derrotado si no hubiera tenido el viejo sombrero. Y como aún conservaba un poco de libertad en sus manos, pudo girar un par de veces el sombrero. Inmediatamente los cañones empezaron a disparar, y golpearon duramente todo, y la hija del rey se vio forzada a venir a pedir clemencia. Y en el tanto que ella aceptó los términos, y prometió arrepentimiento, él se permitió ser persuadido y le dio la paz. Ella actuó cariñosamente como si lo amara mucho, y después de un tiempo llegó a ablandarlo tanto que él le confió que si alguien llegara a tener la mochila en su poder, no podría hacerle ningún daño mientras él mismo tuviera en sus manos el viejo sombrero. 

Cuando ella supo el nuevo secreto, esperó a que se durmiera, le quitó el sombrero y lo tiró a la calle. Pero aún le quedaba el cuerno, y con gran enojo él lo sopló con todas sus fuerzas. Instantáneamente todas las paredes, fortificaciones, ciudades, pueblos y villas se vinieron abajo, y el rey y su hija quedaron aplastados entre las ruinas. Y sin haber terminado él de soplar un poco más y de bajar su cuerno, todo se redujo a escombros, y no quedó piedra sobre piedra, y él mismo terminó siendo la última víctima de aquella hecatombe.
Enseñanza:

Lo que de buena fe ha sido intercambiado, jamás debe  ser arrebatado, de lo contrario sólo servirá para generar su propia desgracia.

La Viga

La Viga  


Había una vez un artista que se ganaba honestamente la vida haciendo presentaciones de magia o encantamientos, como lo llamaban en ese entonces, y estaba un día en medio de un gran grupo de personas haciendo sus presentaciones. Entre ellas presentaba a un gallo cargando una pesada viga, llevándola como si fuera una pluma más. 
Pero entre todos los que miraban se encontraba presente una joven que hacía poco se había encontrado un trébol de cuatro hojas, y esto la había hecho tan perspicaz que ninguna ilusión óptica podía vencerla fácilmente, y por eso ella veía que la tal viga no era más que una astilla. De modo que gritó: 
-"¡Hey ustedes!, ¡fíjense bien y verán que lo que lleva el gallo no es más que una astilla y no una viga!-"
Inmediatamente el truco se desvaneció, y la gente vio lo que realmente era, y echó al mago lejos lleno de vergüenza y desgracia. Él, sin embargo, cargado interiormente de dolor, se dijo:
-"Pronto tendré otra oportunidad."-
Algunos días después llegó el día de la boda de la joven, y ella fue ataviada bellamente y llevada en procesión por los campos hacia el lugar donde estaba la capilla. De pronto creyó encontrarse  frente a un arroyo que lo veía crecido y no se encontraba ningún puente o tablón para cruzarlo. Entonces la novia hábilmente se levantó al máximo sus ropas para vadearlo. Y justo cuando ella creía que estaba entrando en las aguas, un hombre, que por cierto era el mago o encantador, le gritó jocosamente:
-"¡Ajá! ¿Dónde tienes los ojos, que tomas esto por agua?".-

Enseguida sus ojos se aclararon, y vio que ella tenía sus ropas bien subidas en medio de un sembradío que se veía azul por motivo de las flores de su cultivo que era lino azul.
Entonces toda la gente que vio lo sucedido, la ahuyentó con risas y ridiculizándola.


Enseñanza:

A quien honradamente se gana su pan diario, no se le debe entorpecer su honesta actividad.

Las Tres Plumas   


Hubo una vez un rico hacendado que tenía tres hijos, de los cuales los dos mayores eran muy hábiles e  inteligentes, pero el tercero no hablaba mucho y era humilde, y lo llamaban Sencillón. Cuando el hacendado se avejentó y debilitó, empezó a pensar sobre su final, y no sabía a cual de los hijos dejarle la hacienda. Entonces los llamó y les dijo:
-"Vayan afuera, y aquél que me traiga la alfombra más bella, será mi sucesor de la hacienda."-
Y como no hubo disputa entre ellos, los llevó fuera del palacio, lanzó tres plumas al aire y dijo:
-"Irán en la dirección hacia donde vayan las plumas."-
Una voló hacia el este, otra al oeste, pero la tercera voló hacia arriba y sin recorrer mayor distancia, cayó de nuevo al suelo. Entonces uno de los mayores cogió hacia el este, y el otro hacia el oeste, y se burlaron de Sencillón, que no le quedó más que quedarse donde había caído la tercera pluma. Él se sentó en el suelo todo triste, pero en eso vió que cerca de la pluma, en el suelo, se encontraba una puerta levadiza. Levantándola la abrió, encontró unas gradas, y bajó por ellas. Abajo llegó a otra puerta, tocó en ella y escuchó una voz adentro que decía:
-"Verdecita doncellita,    
saltando aquí y allá,
salta hacia la puerta,
para ver quien será."-
La puerta se abrió, y encontró a  una grande y gorda rana, y a su alrededor un montón de pequeñas ranitas. La gorda rana le preguntó que quería. Él le dijo:
-"Me gustaría obtener la alfombra más bella y fina del mundo."-
Entonces ella llamó a una de las pequeñas y dijo:
-"Verdecita doncellita,     
saltando aquí y allá,  
salta pronto y tráeme,  
la gran caja hasta acá."-
La ranita trajo la caja, y la rana gorda la abrió, y le dio a Sencillón una alfombra tan fina y tan bella, que en el mundo entero nadie podría tejer otra igual. Entonces le agradeció el obsequio y subió de nuevo. Los otros hermanos, sin embargo, juzgaron a su hermano tan ingenuo que creyeron que del todo no llevaría nada.
-"¿Por qué nos vamos a molestar buscando tanto?"- se dijeron, y tomaron algunos pañuelos rústicos hechos por las esposas de pastores que encontraron en el camino, y las llevaron a casa del padre. 
Al mismo tiempo llegó Sencillón trayendo la bellísima alfombra, y al verla, el hacendado quedó sorprendido, y dijo:
-"Si hay que ser justo, la hacienda pertenecerá al menor."-
Pero los otros dos no dejaban a su padre en paz, diciendo que era imposible que Sencillón, quien era torpe en muchas otras cosas, pudiera llegar a ser el nuevo hacendado, y lo convencieron para que hiciera un nuevo acuerdo con ellos. Entonces el padre dijo:
-"Aquél que me traiga el anillo más bello, heredará mi hacienda."-
Y los llevó afuera, lanzó las tres plumas al aire y les indicó que las siguieran. Las de los dos mayores fueron hacia el este y el oeste, y la de Sencillón subió y cayó de nuevo al suelo, cerca de la puerta que ya conocía. Entonces bajo de nuevo donde la rana gorda, y le dijo que deseaba el anillo más bello. De inmediato ella ordenó traer la caja grande, y sacó de ella un hermoso anillo con brillantes joyas, y era tan bello que ningún joyero sería capaz de hacer algo semejante.
    
 
Mientras tanto los dos hermanos mayores, gozaban de imaginarse a Sencillón en busca de un anillo dorado. Y ellos no se molestaron demasiado. Tomaron el primer anillo que encontraron en una tienda del pueblo y se lo llevaron al padre. Pero cuando Sencillón presentó el anillo que él llevaba, el padre dijo de nuevo:
-"La hacienda será para Sencillón."-
Los dos mayores no se rendían de atormentar al padre para que pusiera una tercera condición, que sería dar la hacienda a quien trajera la mujer más hermosa a casa. Al fin cedió, y de nuevo lanzó las tres plumas al aire, las que volaron como antes.
Entonces Sencillón, sin más que hacer, bajó donde la rana gorda y le dijo:
-"Ahora tengo que llevar a la mujer más bella a casa."-
-"¡Oh!"- contestó la rana, -"¡La mujer más bella! A ella no la tengo a mano en este momento, pero de todas maneras siempre la tendrás."-
La rana le dió un nabo ahuecado, y tirando de él, estaban seis ratones con sus arneses. Entonces Sencillón preguntó, un poco confundido:
-"Pero, ¿qué puedo yo hacer con eso?"-
La rana contestó:
-"Simplemente pon una de mis ranitas dentro del nabo."-
Y tomando al azar una de las ranitas que la rodeaban, la puso dentro del nabo. No más se había sentado la ranita cuando el nabo se convirtió en un lujoso coche, y los ratones en briosos caballos, y la ranita pasó a ser una bellísima doncella. Entonces Sencillón la besó, y salió en el coche junto con ella a la casa del padre. 
Los hermanos llegaron al rato, quienes no trabajaron mucho buscando bellas muchachas. Traían consigo a las primeras campesinas que encontraron en el camino. Cuando el hacendado las vio a todas dijo:
-"Después de mi muerte, la hacienda será de mi hijo menor."-
Sin embargo los dos mayores insistieron en algo más diciendo:
-"No podemos consentir tan fácilmente que Sencillón sea el heredero. Queremos que aquél cuya esposa pueda saltar a través de un anillo que cuelgue en el centro del salón, sea finalmente el escogido."-
Porque ellos pensaban:
-"Nuestras mujeres campesinas lo podrán hacer con facilidad, mientras que la refinada doncella se caerá y se quebrará."-

El padre aceptó esta última propuesta. Entonces las dos campesinas saltaron a través del anillo, pero eran tan corpulentas que cayeron y se maltrataron los brazos y las piernas. Entonces, cuando le tocó el turno a la bella doncella que trajo Sencillón, ella saltó, y saltó tan hábilmente como una rana sin sufrir el menor percance. 
Entonces ya los mayores no pusieron más oposición. Y Sencillón recibió la hacienda, y la supo manejar con total acierto por el resto de su vida. Sus hermanos lo aceptaron como el patrón, y vivieron en adelante en paz.

Enseñanza:

Nunca se debe juzgar por las apariencias. Dentro de un espíritu aparentemente sencillo, puede hallarse una inmensa grandeza.

El Agua de la Vida

El Agua de la Vida  


Había una vez un rey que tuvo una enfermedad, y nadie creía que podría sobrevivir contra ella. Él tenía tres hijos quienes se preocuparon mucho al saber de su enfermedad, y bajaron a los jardines del palacio a lamentarse. Allí encontraron a un anciano que les preguntó la causa de su angustia. Ellos le dijeron que su padre estaba tan enfermo que pronto moriría, ya que no se sabía de nada que lo pudiera curar. Entonces el anciano les dijo:
-"Yo sí sé de un remedio, y es el agua de la vida. Sí el toma de ella, se curará, sólo que es muy difícil de encontrar."-
El hijo mayor dijo:
-"Yo iré a buscarla."-
Y fue donde el padre enfermo a rogarle que le dejara ir en busca del agua de la vida, pues era lo único que podría salvarle.
-"No"- dijo el padre, -"el peligro es demasiado grande. Prefiero morir."-
Pero el hijo le rogó tanto que al fin consintió. Él pensó en su corazón:
-"Si yo consigo traer el agua, entonces seré el preferido de mi padre, y me heredará su reino."-
Así que se puso en ruta, y cuando ya había recorrido un cierto trecho, un duende que estaba parado a la orilla del camino lo llamó y le dijo:
-"¿Hacia dónde vas tan apresurado?"-
-"Tonto camarón"- contestó despreciativamente el príncipe, -"no es nada que te importe."-, y siguió su camino.
Pero el pequeño duende se enojó, y le envió una maldición. Poco después de esto, el príncipe llegó a un estrecho paso entre las montañas, y a medida que avanzaba, más se cerraban las montañas, y al final, tanto se cerraron, que ya no pudo dar un paso más, y el caballo no podía girar en retorno, ni él se podía bajar de su silla, y quedó aprisionado entre las rocas.
El enfermo rey esperó largo tiempo por él, pero no regresaba. Entonces el segundo hijo dijo:
-"Padre, déjame a mí ir por el agua."-, y pensó para sí mismo:
-"Si mi hermano murió, entonces el reino me tocará a mí."-
Al principio el rey no le permitió ir, pero al final cedió, de modo que el segundo príncipe tomó la misma ruta que su hermano, y también se encontró con el duende, quien le preguntó que adónde iba con tanta prisa.
-"Tonto camarón"- contestó despreciativamente también el príncipe, -"no es nada que te importe."-, y siguió su camino sin volverlo siquiera a ver.
Pero el duende también se molestó y lo maldijo, y como sucedió con su hermano, llegó a un estrecho entre montañas y allí quedó atrapado. Así es el precio de la arrogancia.
Y como el segundo hijo tampoco regresaba, el más joven rogó para que se le permitiera ir a buscar el agua, y el rey se vio obligado a dejarlo ir.
Cuando él se encontró con el duende, quien le preguntó hacia dónde se dirigía con tanta prisa, él paró, le dio una explicación y le dijo:
-"Estoy buscando el agua de la vida, pues mi padre está enfermo de muerte."-
-"¿Y ya sabes, entonces, dónde encontrarla?"- preguntó el duende.
-"No"- dijo el príncipe.
-"Como has sido amable y cortés conmigo, y no grosero como tus hermanos, te daré la información y te diré como podrás obtener el agua de la vida. Ella mana de un manantial en los jardines de un castillo encantado, pero no podrás tomarla fácilmente, si no te doy una varita de hierro y dos pequeños bollos de pan. Golpea tres veces la varita en la puerta de hierro del castillo y ella se abrirá. Adentro encontrarás dos hambrientos leones con sus garras listas, pero tírales un bollo de pan a cada uno de ellos, y se calmarán. Entonces apresúrate a cargar el agua de la vida antes de que el reloj dé las doce campanadas, porque las puertas se cerrarán de nuevo y quedarías aprisionado."-
El príncipe le dio las gracias, tomó la varita y los panes, y continuó su camino. Cuando llegó al castillo, todo sucedió como lo dijo el duende. La puerta se abrió al tercer toque de la varita, y cuando hubo tranquilizado a los leones con los panes, entró al castillo, y llegó a una larga y espléndida sala, donde estaban sentadas algunas princesas encantadas, a quienes les quitó sus anillos de los dedos. Allí encontró una espada y un pan, que llevó consigo. Luego entró a una habitación en la que estaba una bella doncella, que se alegró al verlo, lo besó, y le dijo que él  había sido enviado a ella, y que obtendría la totalidad de su reino, y que si él retornaba en un año, celebrarían la boda. Además le indicó dónde estaba la fuente del agua de la vida, y que debería apresurarse y guardar la que necesitara antes de que sonaran las doce campanadas.
Entonces siguió adelante, y al final entró a un cuarto donde había una recién hecha y bellísima cama, y como estaba muy cansado, se sintió con deseos de descansar un rato. Así que se arrecostó y se durmió. Cuando se despertó, ya sonaban en el reloj un cuarto para las doce. Se levantó como un resorte, corrió a la fuente, llenó con agua un recipiente que estaba cerca, y se fue rápidamente. Pero justo cuando iba pasando por la puerta de hierro, el reloj dio las doce, y la puerta se cerró con tal violencia que le arrancó un pedazo de su talón. Él, sin embargo, muy feliz de haber recogido el agua de la vida, siguió su rumbo a casa, y de nuevo se encontró al duende. Cuando éste vio la espada y el pan, le dijo:
-"Con estos has ganado gran valor: la espada te permitirá vencer a ejércitos completos, y el pan nunca se acabará."-
Pero el príncipe no quería volver a casa de su padre sin sus hermanos, y dijo:
-"Querido duende, ¿no podrías decirme dónde están mis hermanos?, ellos salieron en busca del agua de la vida, y nunca volvieron."-
-"Ellos están aprisionados entre dos montañas."- dijo el duende, -"Yo los condené a estar allí, porque fueron muy groseros."-


Entonces el príncipe le rogó tanto que al fin los liberó, pero le advirtió, sin embargo, diciendo:
-"Ten cuidado con ellos, pues no tienen buen corazón."-
Cuando sus hermanos llegaron, él se regocijó, y les contó todo lo que había ocurrido con él, y que había encontrado el agua de la vida, y traía una vasija consigo, y que había rescatado a una bella princesa, quien esperaría un año por su retorno para celebrar la boda y entregarle todo un gran reino.
Tras el encuentro siguieron el viaje juntos, y llegaron a una tierra donde reinaban el hambre y la guerra, y el rey ya pensaba que perecería, por la escasez tan grande que había. Entonces el príncipe fue donde él y le dio el bollo de pan, con el cual se alimentó y satisfizo a todos los pobladores del reino. Además el príncipe le dio la espada con la cual pudo derrotar a sus enemigos y en adelante vivir en paz. Cumplida esa misión, el príncipe tomó de nuevo su pan y su espada, y los tres hermanos continuaron su viaje. 
Luego pasaron por otros dos reinos donde también abundaban el hambre y la guerra, y en cada caso el príncipe les prestó su bollo de pan y su espada. Con eso ya había sacado adelante a tres reinos, y continuaron su rumbo. Tomaron luego una nave y navegaron en el mar. Durante el viaje, los dos mayores conversaron aparte entre sí, diciendo:
-"Nuestro hermano menor consiguió el agua de la vida, y nosotros no, por lo que de seguro nuestro padre le dará a él el reino, que debería pertenecernos a nosotros, y además nos quitará toda nuestra fortuna."-
Entonces comenzaron a pensar que había que vengarse, y entre ellos planearon cómo deshacerse de él. Esperaron hasta encontrarlo bien dormido, entonces le vaciaron el recipiente con el agua de la vida, y la tomaron para ellos mismos, y al recipiente lo llenaron con agua salada del mar. 
Y cuando por fin llegaron a casa, el menor llevó su recipiente donde el enfermo rey para que bebiera el agua y se curara. Pero escasamente había tomado un sorbo del agua salada, cuando el rey se puso peor que antes. Mientras él se lamentaba por eso, llegaron los dos hermanos mayores y acusaron al hermano menor de querer envenenarlo, y le dijeron que ellos sí habían traído el agua de la vida, y se la pasaron. No más la había probado cuando sintió que su mal se retiraba, y se puso fuerte y saludable como en sus años de juventud.
Enseguida fueron donde el hermano menor, se burlaron de él y le dijeron:
-"Cierto que tú encontraste el agua de la vida, pero tú obtendrás la pérdida y nosotros la ganancia. Debiste haber sido cauteloso y mantener los ojos abiertos. Nosotros la tomamos mientras dormías en el mar, y cuando haya pasado el año, uno de nosotros irá por la princesa. Pero ten cuidado de no decirle esto a nuestro padre, pues él ya no confía en tí, y si le cuentas una sola palabra, de seguro perderás la vida en el asunto, pero si guardas silencio, guárdalo como un regalo."-
El viejo rey estaba enojado con su hijo menor, y creyó que había planeado quitarle la vida. Así que convocó a la corte, y sentenció sobre su hijo, que debería ser ejecutado secretamente. Y cuando el príncipe iba camino a una cacería, sin sospechar nada malo, el cazador del rey  iba con él, y cuando se encontraron solos dentro del bosque, el cazador estaba tan consternado, que el príncipe le preguntó:
-"Mi apreciado cazador, ¿qué es lo que te acongoja?"-
El cazador contestó:
-"No te lo puedo decir, aunque debería."-
Y el príncipe replicó:
-"Dilo francamente, yo te perdono cualquier cosa que sea."-
-"¡Caray!"- dijo el cazador, -"El rey me ha ordenado que te dé muerte, aquí en el bosque."-
Entonces el príncipe se conmocionó y le dijo:
-"Querido cazador, déjame vivir. Yo te daré toda mi indumentaria real, y a cambio tú me das la tuya."-
El cazador dijo:
-"Claro que lo haré, en verdad yo no hubiera sido capaz de matarte."-
Entonces intercambiaron las indumentarias, y el cazador regresó al palacio. El príncipe, sin embargo, se adentró en el bosque. Después de un tiempo, tres vagones cargados de oro y piedras preciosas le llegaron al rey para ser entregados a su hijo menor, los que venían de parte de los tres reinos que habían vencido a sus enemigos con la espada que les prestó, y que también habían saciado el hambre de sus habitantes con su bollo de pan, por lo que querían mostrar su gratitud hacia él. 
Entonces el viejo rey pensó:
-"¿Podría mi hijo menor ser inocente?"-, y dijo a su pueblo:
-"¡Si él estuviera aún vivo!, cómo me dolería y sufriría si estuviera muerto."-
-"¡Él aún vive!"- gritó el cazador, -"yo no tenía corazón suficiente para ejecutar su orden."-
Y le contó al rey lo que realmente sucedió. Entonces un gran peso se eliminó del corazón del rey, y proclamó en todo lugar que su hijo debía retornar y que tendría de nuevo todo a su favor.
La princesa, mientras tanto, había construido a la entrada de su palacio, un camino de oro todo brillante, y le comunicó a su pueblo que quien fuera que viniera directo a su puerta por el centro del sendero, ese sería el verdadero novio y debería ser admitido; y quien se acercara a la puerta, caminando a un lado del sendero, ese no sería el verdadero, y debería ser devuelto. 
 A medida que la hora del cumplimiento se acercaba, el mayor pensó que debía apurarse a ir donde la princesa, presentarse como el novio, llevarla a la boda, y tomar el poder del reino. Así que se dirigió allá, y cuando llegó al frente del palacio y vió aquel espléndido sendero de oro, pensó que sería un gran pecado pasar encima de él, por lo que decidió caminar a su orilla. Pero cuando llegó a la puerta, los sirvientes le dijeron que él no era el hombre esperado, y que debía regresar.
Pronto apareció también el segundo príncipe, y al llegar al sendero dorado, pensó de igual manera y avanzó a un lado del sendero. En igual forma, los sirvientes le dijeron que no era el hombre esperado y que debía de irse.

Cuando por fin realmente expiró el año, el tercer hijo también deseó salir del bosque y dirigirse a su amada, y con ella olvidar sus tristezas. Se puso en camino, y como pensaba mucho en ella, y tanto deseaba encontrarla pronto, no notó en absoluto el sendero de oro, y encaminó su caballo por el centro de él hasta la puerta del palacio. Entonces le abrieron las puertas y la princesa lo recibió con mucho júbilo, y proclamó que él era su libertador y el señor del reino. Y la boda se celebró con gran festividad. Cuando terminó, ella le contó que su padre le pedía perdón y que volviera con él. Así que se dirigió allá, y le contó todo lo realmente sucedido, cómo sus hermanos se burlaron de él, y cómo lo obligaron a guardar silencio.
El viejo rey quiso castigarlos, pero ya se habían hecho a la mar y nunca más se volvió a saber de ellos.

 Enseñanza:

El respeto al prójimo y la honestidad son dos invencibles fortalezas.

La Comadre Loba y el Zorro

La Comadre Loba y el Zorro 


Una Señora loba tuvo a su pequeño hijo, e invitó al Señor Zorro para que fuera su padrino.
-"Después de todo, es un pariente cercano de nosotras"- dijo ella, -"es muy entendido y con mucha astucia, así que podrá muy bien instruir a mi hijo, y ayudarlo a desarrollarse en el mundo."-
El zorro, también, se presentó aparentando mucha honestidad, y dijo:
-"Mi querida Señora Comadre, te agradezco el honor que me haces, y además, me conduciré en tal forma que serás grandemente recompensada por ello."-
Él disfrutó y gozó mucho de la fiesta, y luego dijo:
-"Mi querida Señora Comadre, es nuestro deber tomar cuidado del lobato, quien debe alimentarse bien para que llegue a ser fuerte. Yo conozco una finca donde hay un rebaño de ovejas, con el cual podremos tener una buena despensa."-
La loba quedó complacida con la sugerencia, y fue con el zorro al campo. Él le señaló a lo lejos el establo donde estaba el  rebaño, y le dijo:
-"Tú podrás acercarte tranquilamente sin que seas vista, y mientras tanto yo iré por el otro lado a ver si capturo algún pollo."-
Sin embargo, él en realidad no fue allá, sino que se sentó a la entrada del bosque, estiró sus piernas y descansó. La loba, por su parte, ingresó al establo. Pero había allí un perro que hizo tan gran escándalo, que los campesinos llegaron corriendo, cogieron a la Comadre Loba, y le rociaron sobre su piel una quemante mezcla que tenían para la limpieza. Al final ella logró escapar, arrastrándose hasta la salida. 
              

Cerca de allí se encontró al zorro, quien simulaba quejarse, y decía:
-"¡Ay, mi querida Comadre Loba!, cómo he sufrido, los campesinos cayeron sobre mí, y me quebraron las costillas. Si no quieres que me quede donde estoy y me muera, sácame de aquí."-
La loba sólo se sentía capaz de moverse lentamente ella misma, pero estaba tan preocupada por lo que le dijo el zorro, que tomó fuerzas y se lo echó al hombro, y muy despaciosamente lo llevó totalmente seguro hasta su casa. Entonces el zorro se levantó y le gritó:

-"¡Hasta la vista mi querida Comadre Loba, que el ejercicio que has hecho hoy te sea de gran provecho!"-, y riéndose a carcajadas frente a ella, salió rápidamente de allí.

Enseñanza:

Quien se asocia con timadores, de seguro también saldrá timado. 

La Serpiente Blanca

La Serpiente Blanca  


Hace mucho tiempo vivía un rey, famoso en todo el país por su sabiduría. Nada le era oculto; y parecía que por el aire le llegaban las noticias de las cosas más desconocidas  y secretas. Pero tenía una extraña  costumbre. Todos los días, después de la cena, cuando la mesa había sido retirada y cuando nadie se hallaba presente, un criado de confianza le servía un plato más. Estaba tapado, y ni siquiera el criado sabía lo que contenía, pues el Rey no lo descubría ni lo comía hasta encontrarse completamente solo.
Las cosas siguieron así durante mucho tiempo, hasta que un día al criado que retiraba el plato, le entró una curiosidad irresistible, y después de retirar el plato, lo llevó a su propia habitación. Cerró la puerta con todo cuidado, levantó la tapadera y vio que en la bandeja yacía una serpiente blanca. No pudo resistir el antojo de probarla, cortó un pedacito y se lo llevó a la boca.
Apenas lo hubo tocado con la lengua, cuando oyó un extraño susurro de suaves voces que venían de afuera de la ventana. Él fue y escuchó con detenimiento, y observó que eran gorriones que hablaban entre sí, contándose mil cosas que vieran en los campos y bosques. Al comer aquel pedacito de serpiente había recibido el don de entender el lenguaje de los animales.

Sucedió que aquel mismo día se extravió la sortija más valiosa de la Reina, y la sospecha del robo recayó sobre el fiel criado que tenía acceso a todo lugar del palacio. El Rey le mandó comparecer a su presencia, y con duras palabras le amenazó,  diciéndole que si para el día siguiente no lograba descubrir al ladrón, la culpa recaería en él y sería severamente castigado. En vano argumentó su inocencia; y fue retirado sin lograr una mejor respuesta.
Con su problema y angustia, bajó al patio, pensando en la manera de salir del apuro. En eso algunos patos descansaban  tranquilamente en el arroyo, y mientras se alisaban las plumas con el pico, sostenían  una animada conversación. El criado se detuvo a escucharlos. 
Conversaban sobre dónde habían pasado la mañana y lo que habían encontrado para comer. Uno de ellos dijo algo disgustado:
-"Siento muy pesado el estómago. Por estar comiendo de prisa, me tragué una sortija que estaba al pie de la ventana de la Reina."-
Inmediatamente, el criado lo agarró por el cuello, lo llevó a la cocina y dijo al cocinero:
- Éste es un buen pato, que ya está en buena condición para la cena."-
- "Cierto"- dijo el cocinero sopesándolo con la mano, -"él no ha tenido reparo en engordar por sí mismo, y hace días que estaba esperando ir al asador."-
El cocinero lo empezó a preparar, y cuando lo estaba adobando, apareció en su estómago el anillo de la reina.
Ahora el fiel criado pudo probar su inocencia, y el rey, queriendo rectificar su error, le ofreció el mejor puesto que quisiera dentro de la corte. 
El criado declinó este honor y solamente pidió un caballo y algún dinero para viajar, pues deseaba ver el mundo y pasarse un tiempo recorriéndole. 
Otorgada su petición, se puso en camino y un día llegó a un estanque, donde observó tres peces que habían quedado aprisionados entre cañas y luchaban por volver al agua. Ahora, aunque se diga que los peces son mudos, el hombre entendió los miserables lamentos de aquellos animales, por verse condenados a una muerte tan miserable,  y como él era de corazón compasivo, se apeó de su caballo y devolvió los tres peces al agua. Ellos saltaban de alegría, y asomando las cabezas, le dijeron:
-" Nos acordaremos de tí, y ya te pagaremos por salvarnos."-
Siguió cabalgando, y al cabo de un rato le pareció oír  una voz en la arena a sus pies. Escuchó con atención, y oyó a la reina de un hormiguero que se quejaba:
         
             
- "¿Por qué esos hombres, con sus torpes bestias, no nos dejan de maltratar tanto? Ese caballo estúpido, con sus pesados cascos, está aplastando sin compasión a mi gente."-
Entonces él se hizo a un lado del camino, y la reina de las hormigas le gritó:

-" ¡Nos acordaremos de ti, una buena acción, depara otra!"-

El camino lo condujo a un bosque, y allí vio una pareja de cuervos a la orilla de su nido, que arrojaban de él a sus hijos:
- ¡Fuera de aquí, vagabundos, buenos para nada!"- les gritaban. -"No podemos seguir alimentándolos. Ya están bastante grandecitos para proveerse por sí mismos."-
Pero los pobres polluelos quedaban
 en el suelo, agitando sus alitas y lloriqueando:

- "¡Oh, que desdichados somos,  que debemos de buscarnos la comida y todavía no sabemos volar! ¿Qué más podremos hacer, sino morirnos de hambre?"-
Se bajó el joven, mató al caballo con su espada  y dejó su cuerpo para alimento de los pequeños cuervos, los cuales se acercaron a saltos sobre la presa y, una vez satisfechos, dijeron:
- ¡Nos acordaremos de tí y te lo pagaremos!
El criado tubo que seguir su viaje a pie, y después de caminar un largo trecho, llegó a una gran ciudad. Había gran ruido y multitud de gente en las calles, y un hombre venía montado a caballo, gritando en voz alta:
-"La hija del rey desea un esposo, pero quien pretenda su mano debe cumplir una dura tarea, y si no lo logra será severamente castigado."-
Muchos ya habían hecho el intento, pero en vano. Sin embargo, cuando el joven vio a la princesa, fue cautivado por su belleza, y olvidando cualquier peligro, fue donde el rey y se declaró como pretendiente.
Entonces lo condujeron mar adentro, y en su presencia arrojaron al fondo un anillo. El Rey le ordenó que trajese el anillo del fondo del mar, y añadió:
-"Si vuelves sin ella, serás precipitado al mar y abandonado a tu suerte."-
Todos los presentes se compadecieron del apuesto mozo, y se retiraron dejando al joven solo en la playa. Él se quedó allí, considerando lo que debía de hacer, cuando de pronto vio tres peces que se le acercaban, y que no eran sino aquellos tres que él había salvado. El que venía en medio llevaba en la boca una concha, que depositó en la playa, a los pies del joven. Él la recogió y la abrió, y en su interior estaba  el anillo de oro.
Lleno de alegría lo llevó al rey, esperando  que le concediese la prometida recompensa. 

Pero la orgullosa princesa, al saber que su pretendiente no era más que un simple criado, lo rechazó, exigiéndole la realización de una nueva tarea. Salió al jardín, y con sus propias manos esparció entre la hierba diez sacos llenos de semilla de mijo y dijo:
- "Mañana, antes de que salga el sol, debes haberlo recogido todo, sin que falte un solo  grano."-
El joven se sentó en el jardín pensando  sobre como podría cumplir aquella tarea. Pero no se le ocurría nada, y se sentó muy triste pensando que a la mañana siguiente le sería impuesto un terrible castigo. Pero cuando los primeros rayos del sol iluminaron el jardín, encontró los diez sacos  completamente llenos, uno al lado del otro, sin que faltase un solo grano. Por la noche había acudido la reina de las hormigas con sus miles y miles de súbditos, y los agradecidos animalitos habían recogido el mijo muy diligentemente, y lo habían depositado en los sacos.
Bajó la princesa en persona al jardín y pudo ver muy asombrada que el joven había hecho la tarea encomendada. Pero su corazón orgulloso no estaba saciado aún, y dijo:
-"Aunque él haya realizado las dos tareas,  no será mi esposo hasta que me traiga una manzana del Árbol de la Vida."-
El pretendiente ignoraba dónde crecía aquel árbol, pero se puso en camino, dispuesto a no detenerse mientras lo sostuvieran sus  piernas, aunque no abrigaba esperanza alguna de encontrar lo. Después de haber  recorrido ya tres reinos, un atardecer llegó a un bosque y se tendió a dormir debajo de un árbol. Pero él oyó un rumor entre las ramas, y al instante una manzana dorada cayó en sus manos. En ese mismo momento bajaron volando tres cuervos, que se posaron sobre sus rodillas, y le dijeron:
-"Somos aquellos cuervos pequeñitos que salvaste de morir de hambre. Ahora, ya crecidos, supimos que andabas en busca de la manzana del Árbol de la Vida, entonces cruzamos  volando el mar y llegamos hasta el confín del mundo, donde crece el Árbol de la Vida, y te hemos traído la manzana"-

El joven, con todo júbilo, reemprendió el camino de regreso, y llevó la manzana dorada a la bella princesa, la cual no puso ya más excusas. Ellos partieron la manzana de la vida en dos mitades y se la comieron juntos. De inmediato en el corazón de la princesa brotó un sincero y gran amor por el joven, y vivieron muy felices hasta el fin de sus vidas.

Enseñanza:

Siempre, en el momento que fuese más oportuno, deben retribuirse los favores recibidos.