viernes, 30 de octubre de 2015

EL HORNERO

EL HORNERO

Cuentan que hace muchos años un poderoso estanciero vivía en medio del campo. El hombre tenía una única hija y destinaba el mayor tiempo posible a cuidarla con dedicación y afecto.
La niña creció, se convirtió en una hermosa muchacha que inundaba de alegría la enorme estancia.
Ocurrió que un día, ante el deterioro de una pared de la casa, el estanciero convocó a un albañil del pueblo vecino conocido por sus habilidades. Pero el hombre estaba enfermo y envió a su hijo, a quien le había enseñado a realizar el trabajo.
Cuando el muchacho llegó a la casa, ansioso de comenzar cuanto antes, pidió al dueño que le mostrara el lugar del problema.
El joven se dedicaba con ahínco a su tarea, hasta que una mañana se encontró con la bella hija del estanciero. Y sucedió lo inevitable: se miraron y un soplo de amor los envolvió.
Los jóvenes, en un comienzo, trataron de disimular sus sentimientos, pero eran tan intensos que empezaron a ser evidentes. Cuando el padre de ella se enteró de la situación, se enfureció y le prohibió que volviera a ver al muchacho.
La pareja, haciendo oídos sordos a las severas advertencias del viejo estanciero, continuó su romance.
Entonces, el padre, al no ser obedecido se encegueció de odio y celos. Una tenebrosa noche sorprendió solo al desprevenido muchacho, lo golpeó con fuerza en la cabeza y, desmayado, lo arrastró hasta un lugar apartado del campo donde lo esperaban sus serviles peones. Lo tiraron al suelo, lo envolvieron con cuero mojado y lo ataron firmemente a cuatro estacas. Y allí quedó a la espera de la muerte. El plan consistía en aguardar a que el cuero encogiera al calor del sol comprimiendo el cuerpo del pobre enamorado hasta que sus huesos se quebraran. Así quedó estaqueado durante siete días.
Cuando el estanciero volvió con sus hombres a comprobar el resultado de su crueldad vio sorprendido que el cuero todavía estaba atado, aunque no parecía haber ningún cuerpo en su interior. El desalmado tomó su cuchillo y deshizo el envoltorio. Como por arte de magia, apareció entre los tientos un gracioso pájaro de color marrón rojizo: el hornero.
Desde entonces, este pajarito es conocido como un excelente albañil que construye su pintoresca casita con barro y ramas.


La mujer y el marido borracho

La mujer y el marido borracho


Tenía una mujer un marido borracho. Para librarle de este vicio imaginó la siguiente treta.
Esperando el momento en que su marido se quedaba insensible como un muerto a causa de la embriaguez, cargó con él sobre sus espaldas, lo llevó al cementerio y allí lo dejó. Cuando juzgó que ya se le había pasado la mona, volvió y llamó a la puerta del cementerio.
-¿Quién llama ahí?-dijo el borracho.
-Soy yo, que traigo la comida a los muertos contestó la mujer.
-No me traigas comida; prefiero que me traigas de beber - replicó el borracho.
Y la mujer, golpeándose el pecho, exclamó:
-¡Qué desdichada soy! Ni siquiera mi treta ha hecho sobre tí el menor efecto, marido mío, pues no sólo no te has corregido, sino que te has agravado, convirtiéndose tu vicio en una segunda naturaleza.

No dejes que una conducta equivocada domine tu vida. Pon tu razón sobre la equivocación.

Los dias de la semana

Los dias de la semana


Autor: Hans Crhistian Andersen

Una vez los días de la semana quisieron divertirse y celebrar un banquete todos juntos. Sólo que los días estaban tan ocupados, que en todo el año no disponían de un momento de libertad; hubieron de buscarse una ocasión especial, en que les quedara una jornada entera disponible, y vieron que esto ocurría cada cuatro años: el día intercalar de los años bisiestos, que lo pusieron en febrero para que el tiempo no se desordenara.
Así, pues, decidieron reunirse en una comilona el día 29 de febrero; y siendo febrero el mes del carnaval, convinieron en que cada uno se disfrazaría, comería hasta hartarse, bebería bien, pronunciaría un discurso y, en buena paz y compañía, diría a los demás cosas agradables y desagradables. Los gigantes de la Antigüedad en sus banquetes solían tirarse mutuamente los huesos mondos a la cabeza, pero los días de la semana llevaban el propósito de dispararse juegos de palabras y chistes maliciosos, como es propio de las inocentes bromas de carnaval.
Llegó el día, y todos se reunieron.
Domingo, el presidente de la semana, se presentó con abrigo de seda negro. Las personas piadosas podían pensar que lo hacía para ir a la iglesia, pero los mundanos vieron en seguida que iba de dominó, dispuesto a concurrir a la alegre fiesta, y que el encendido clavel que llevaba en el ojal era la linternita roja del teatro, con el letrero: «Vendidas todas las localidades. ¡Que se diviertan!».
Lunes, joven emparentado con el Domingo y muy aficionado a los placeres, llegó el segundo. Decía que siempre salía del taller cuando pasaban los soldados.
-Necesito salir a oír la música de Offenbach. No es que me afecte la cabeza ni el corazón; más bien me cosquillea en las piernas, y tengo que bailar, irme de parranda, acostarme con un ojo a la funerala; sólo así puedo volver al trabajo al día siguiente. Soy lo nuevo de la semana.
Martes, el día de Marte, o sea, el de la fuerza.
-¡Sí, lo soy! -dijo-. Pongo manos a la obra, ato las alas de Mercurio a las botas del mercader, en las fábricas inspecciono si han engrasado las ruedas y si éstas giran; atiendo a que el sastre esté sentado sobre su mesa y que el empedrador cuide de sus adoquines. ¡Cada cual a su trabajo! No pierdo nada de vista, por eso he venido en uniforme de policía.
-Si no les parece adecuado, búsquenme un atuendo mejor.
-¡Ahora voy yo! -dijo Miércoles-. Estoy en el centro de la semana. Soy oficial de la tienda, como una flor entre el resto de honrados días laborables. Cuando dan orden de marcha, llevo tres días delante y otros tres detrás, como una guardia de honor. Tengo motivos para creer que soy el día de la semana más distinguido.
Jueves se presentó vestido de calderero, con el martillo y el caldero de cobre; era el atributo de su nobleza.
-Soy de ilustre cuna -dijo-, ¡gentil, divino! En los países del Norte me han dado un nombre derivado de Donar, y en los del Sur, de Júpiter. Ambos entendieron en el arte de disparar rayos y truenos, y esto ha quedado en la familia.
Y demostró su alta alcurnia golpeando en el caldero de cobre.
Viernes venia disfrazado de señorita, y se llamaba Freia o Venus, según el lenguaje de los países que frecuentaba. Por lo demás, afirmó que era de carácter pacífico y dulce, aunque aquel día se sentía alegre y desenvuelto; era el día bisiesto, el cual da libertad a la mujer, pues, según una antigua costumbre, ella es la que se declara, sin necesidad de que el hombre le haga la corte.
Sábado vino de ama de casa, con escoba, como símbolo de la limpieza. Su plato característico era la sopa de cerveza, mas no reclamó que en ocasión tan solemne la sirviesen a todos los comensales; sólo la pidió para ella, y se la trajeron.
Y todos los días de la semana se sentaron.
Los siete quedan dibujados, utilizables para cuadros vivientes en círculos familiares, donde pueden ser presentados de la manera más divertida. Aquí los damos en febrero sólo en broma, el único mes que tiene un día de propina


viernes, 16 de octubre de 2015

EL NIÑO DUENDE

EL NIÑO DUENDE




Cuentan algunos que se trata de un niño que murió sin ser bautizado, otros dicen que es un niño malo que golpeó a su madre. La cuestión es que luce muy pequeño, con un gran sombrero, y llora como un bebé; aunque no sea exactamente eso. Una de sus manos es de hierro y la otra de lana. Suele estar agazapado, a la espera que aparezca alguna persona, entonces le pregunta con qué mano quiere ser golpeado. Aunque el asaltado, prudente, elija la de lana, algunos dicen que él no dudará en usar la de hierro.
Otros, en cambio, aseguran que los que inocentes optan por la de lana reciben un castigo mayor porque es esta la que en realidad más duele.
Sus ojos son malignos y sus dientes afilados en las puntas como agujas. Se les aparece a los desprevenidos a la hora de la siesta o, a veces, en mitad de la noche en los cañadones o quebradas. Generalmente elige niños de corta edad, porque los asusta más fácilmente, pero también golpea sin piedad a los mayores.
En los Valles Calchaquíes se recuerdan dos extrañas historias que tienen al duende como protagonista: la primera habla de un arqueólogo que, de puro valiente, se internó en el cerro durante las horas de la siesta. Paseaba tranquilo cuando lo sobresaltó oír el canto de un pequeño. Al pararse, vio a un niño arrodillado y con la cabeza entre sus manos. Cuando le preguntó qué le pasaba, el niño levantó su maligno rostro y le mostró sus afiladísimos dientes.
            .Mientras sonreía, le dijo:
- Tatita, mírame los dientes...
El pobre hombre salió corriendo tan rápido como las piernas se lo permitieron y nunca más se lo vio por aquellos pagos.
La otra historia cuenta que en Tafí del Valle, parece ser que la oportuna aparición de un lugareño salvó a un niño de quién sabe que encantamiento. El duende estaba dándole charla en un zanjón alejado, también durante la siesta. Por ese paraje nunca pasaba nadie y el niño seguramente llegó hasta allí desobedeciendo a su  madre. Pero quiso la suene que un perro cachorro se escapara y su dueño que hacía rato le venía siguiendo el rastro, se acercara a ese zanjón desolado, cuando el duende -llamado por los lugareños -enano del zanjón" - huyó.
Por eso los más viejos aconsejan no exponerse a la hora de la siesta fuera de la casa, sobre todo si se es aún un niño o un extranjero.


EL ZAPATERO ASTUTO

EL ZAPATERO ASTUTO



No es fácil escuchar historias nacidas de la humildad. Por una vez, dejamos de lado reinos de príncipes y princesas, para conocer un relato de cimiento sencillo pero moraleja acuciante. Nuestro protagonista es un zapatero quien, en pos de ganarse un jornal, y con él la vida, dejó su casa para soñar con enriquecerse. No lo pudo conseguir, pero ganó el suficiente oro como para poder comprarse un burro, con quien regresaría a su hogar.
El camino, más peligroso de lo que pudiese parecer, le iba a deparar una sorpresa en forma de asaltantes. El zapatero, receloso del dinero que con su sudor había obtenido, escondió sus monedas en las crines del burro. Pero no podía controlar al animal, el cual se sacudió, haciendo saltar el oro por los aires. El zapatero, que astuto era, espetó la mejor excusa que se le ocurrió: “Este burro produce oro, ¡y no pide nada a cambio!”. Los ladrones, prestos, adquirieron el burro por cincuenta piezas de oro. El zapatero, sabiendo del talante avaricioso de los malhechores, les instó a guardar cada noche por separado las monedas, para así evitar riñas por el dinero.
Los rufianes, finalmente, supieron que habían sido engañados por el zapatero, y en consenso decidieron cobrarse su venganza. El zapatero, siempre alerta, los vio venir, y agarró a su esposa poniéndole una vejiga plena de sangre en el cuello. Una nueva treta el zapatero discurría con ello… Y es que, los malvados alcahuetes, amenazaron el zapatero, quien les dijo que les devolvería el dinero. Tras enviar a su esposa a recogerlo, ésta titubeó, instante que el zapatero aprovechó para rajar de un tajo la vejiga de sangre. Ella cayó rendida al suelo como si estuviese muerta. Y así, con ese panorama, el zapatero empezó a tocar la guitarra. La música, celestial para algunos pero no para todos, hizo resucitar a la mujer del zapatero, hecho que maravilló de nuevo a los ladrones. No desaprovechando la oportunidad, se hicieron con la guitarra, eso sí, previo pago de cuarenta piezas de oro añadidas. Todos y cada uno apuñalaron a sus esposas, quienes, por esta vez, no pudieron ser reanimadas.
Furiosísimos, los ladrones fueron en busca del zapatero. Éste, de nuevo al tanto de que tenían sed de venganza sobre él, urdió un nuevo plan: esconderse en un viñedo y mandar a su esposa soltar al cuando se aproximasen los cuatreros, promulgando que había sido idea del zapatero.
Al llegar los ladrones, el perro fue liberado, y el zapatero retornó a su hogar. La coincidencia sorprendió gratamente a los timadores, y compraron al perro por otras tantas piezas de oro, esto es, unas cuarenta. Como sucedió en las ocasiones anteriores, sometieron a prueba su compra, y de nuevo les salió el tiro por la culata, pues al liberar al perro, éste regresaba con el zapatero.
Totalmente desquiciados, los ladrones se lanzaron a tomarse la justicia por su cuenta, arrastrando al zapatero a una bolsa y arrojando ésta al mar. En medio de su propósito, los rufianes pararon en una iglesia a descansar y a protegerse de calor que arreciaba. Entonces, un criador de cerdos se paseó por allí, con una piara. El zapatero, que deseaba salvarse a toda costa y ello pasaba por salir de la bolsa, también timó al porquero. De manera fantasiosa, le comentó que los demás querían que él contrajese matrimonio con la princesa, y que él no lo iba a hacer ni a la fuerza. El zapatero, aprovechando la situación, preguntó al porquerizo si quería intercambiar papeles, propuesta que éste acogió entusiasmado.
El zapatero partió con los gorrinos. Y los ladrones, pensando que por fin se iban a deshacer del zapatero, lanzaron al mar la bolsa, hundiendo para siempre en sus profundidades al pobre criador de cerdos. Cuando, por casualidad, más adelante los ladronzuelos se cruzaron con el zapatero, quien iba con los cerdos, quedaron asombrados. Con mucha guasa y socarronería, el zapatero se iba a reír una vez más, y ya iban bastantes, de los miserables ladrones: “-¿A qué vienen esas caras de asombro? ¡Ah, los cerdos! Vaya, ¡pues si vieseis la cantidad que hay bajo del mar! Y cuanto más al fondo, más animales podréis encontrar.”
Los rufianes, ingenuos y crédulos como ellos solos, le preguntaron al zapatero si todavía quedaban animales de esos de los que hablaba, algo que nuestro protagonista afirmó rotundamente. Complaciente y servicial, el zapatero los acompañó al lugar desde donde ellos habían arrojado el cuerpo al mar, y les aconsejó, para asegurarse alcanzar el fondo, atarse cada uno una piedra al cuello.
Este sería el fin de los ladrones, malvados y condenados malhechores que yacerían por siempre en lo más profundo de los mares. El zapatero, por el contrario, retornó a su humilde casa, acompañado por los cerdos, y de ahí en adelante se convertiría en un hombre de admirar, dichoso y rico, para el resto de sus días.






El león, la zorra y el asno

El león, la zorra y el asno





FABULA DE ESOPO

El león, la zorra y el asno se asociaron para ir de caza.
Cuando ya tuvieron bastante, dijo el león al asno que repartiera entre los tres el botín. Hizo el asno tres partes iguales y le pidió al león que escogiera la suya. Indignado por haber hecho las tres partes iguales, saltó sobre él y lo devoró.
Entonces pidió a la zorra que fuera ella quien repartiera.
La zorra hizo un montón de casi todo, dejando en el otro grupo sólo unas piltrafas. Llamó al león para que escogiera de nuevo.
Al ver aquello, le preguntó el león que quien le había enseñado a repartir tan bien.
-- ¡ Pues el asno, señor !

Siempre es bueno no despreciar el error ajeno y más bien aprender de él.

lunes, 12 de octubre de 2015

EL GLOBO BLANCO

EL GLOBO BLANCO



Había una vez un lindo globo blanco que, recién hinchado, esperaba paciente, atado a un pequeño palo de madera, a que alguien viniera a recogerlo de la tienda donde se encontraba. 

A un niño llamado Pedro le gustaban mucho los globos y el día de su cumpleaños su abuelita le regaló unas monedas con las que Pedro feliz fue corriendo a la tienda a comprarse un montón de globos.

- Por favor deme ese globo rojo, y ese azul, y el verde, el naranja, y el amarillo, también quiero ese blanco... - le dijo emocionado al dueño de la tienda.

Pedro regresó a su casa con el ramillete enorme de globos hinchados con helio. Los globos se movían con el aire sujetos con su hilo a la mano de Pedro y daba mucha alegría verlos tan coloridos. El pequeño globo blanco se sentía feliz de salir por fin de la tienda, aunque un poco acomplejado por no tener un color vivo y alegre como sus demas compañeros.

Al llegar a casa, Pedro subió corriendo a su habitación y ato el extremo de todos los cordones en la baranda de su balcón.

La gente que pasaba por la calle miraba hacia arriba para contemplar los bonitos globos de colores. El blanco continuaba algo tristón por no tener color, pero al mismo tiempo emocionado por haber emprendido una nueva vida.

Pedro se sentía muy contento con su nueva adquisición.

Por la noche, cuando Pedro ya dormía, los globos se dispusieron también a dormir, bajo la luz de las estrellas. Todos menos uno. El globito de color blanco contemplaba el cielo estrellado, pensando en todo lo que podría estar pendiéndose estando ahi atado, y se sintió algo decepcionado.

A la mañana siguiente Pedro dando un salto de su cama los miró durante un rato. 

- Que globos más bonitos tengo - pensó

Aquella fresca mañana de primavera el globo blanco, que había pasado toda la noche despierto, continuó mirando al cielo ensimismado con la luz del sol que teñía el cielo de un intenso azul, los pájaros revoloteando, el viento meciéndolo suavemente...mientras sus compañeros miraban hacia la calle y se hinchaban de orgullo cuando la gente los miraba.

- ¿ No os gustaría poder ascender hacia allá lo alto y surcar el cielo ? - les pregunto de repente el globo blanco a sus compañeros:

- ¡ Que va! yo estoy muy a gusto aquí en el balcón mecido por el aire - respondió el globo azul.

- A mí me gusta estar aquí agarradito y cómodo - dijo el globo rojo.

- ¡ Pues yo digo lo mismo! - exclamo el globo amarillo - se está muy bien aquí!

- sí, se está muy bien aquí sin tener que preocuparse por nada - asintieron los demás globos al unísono.

El globito blanco se quedo en silencio pensando en que esa no era la vida que él había deseado y quería llevar. Él quería experimentar nuevas emociones, disfrutar nuevas experiencias y sobre todo aprender cosas nuevas.

Aquel día por la tarde una paloma se posó sobre la baranda del balcón y curiosa contemplaba los globos.

El globo blanco la vio y la saludo :

- Hola

- Hola - respondió la paloma al saludo mientras ahuecaba sus plumas.

EL globo blanco sin pensárselo dos veces le preguntó a la paloma:

- ¿ Tú podrías ayudarme ?
- ¿ Yo ? ¿ Que quieres que haga ? - dijo la paloma.

- Quiero soltarme de mi cordoncito y ser libre.

La paloma lo contemplo durante unos instantes y le preguntó

- ¿ Acaso no estás bien aquí con tus amigos ?

- No demasiado- respondió el globo - no estoy tan mal aquí y mis compañeros son agradables, pero no es esto lo que yo quiero, yo quiero más, quiero sentir, experimentar, aprender. 

La paloma sonrió y dijo - Hay tantas cosas por descubrir...

- Entonces ayúdame ! corta mi hilo por favor !

La paloma se acercó al manojo de hilos y buscó el hilo que sujetaba el globo blanco, lo agarró con su pico y con un movimiento certero lo seccionó.

El globo banco comenzó a elevarse hacia el cielo.

- ¡ Muchísimas gracias ! exclamó emocionado el pequeño globo.

- ¡ De nada amigo ! - le dijo la paloma saludándolo con su ala - aprovecha el tiempo todo lo que puedas, descubre, aprende ¡ y se feliz !.

El globo emprendió entonces su aventura surcando los cielos. Conoció muchos lugares, que vistos desde el aire se veían espectaculares.

Recorrió la ciudad y sus alrededores dejándose llevar por el viento, yendo de un lugar a otro. Aprendió como se hacían los zapatos al observar a un zapatero trabajando en su patio, supo cómo se ordeñaba una vaca al sobrevolar una granja, vio como se hacían los tablones de madera al pasar por la serrería, comprendió como se ganaba la gente la vida contemplando a un antenista colocando una antena en un tejado, a un pintor pintando la fachada de una casa y al policía dirigiendo el tráfico del centro de la ciudad, y ¡ hasta comprendió y aprendió las normas de circulación viarias !.

El color blanco de su cuerpo fue tiñendose de vivos colores a medida que aprendía algo nuevo. Varios colores de lindos tonos teñían ahora el color blanco.

El globito también experimentó y descubrió nuevas emociones y sentimientos.

Se emocionó viendo a un águila en su nido en lo alto del cerro en las afueras dándole de comer a su polluelo

- ¡ Hasta siempre mamá águila ! - le gritó mientras continuaba su camino por el aire.

Se enfadó al ver a un niño en un camino haciéndole la trabanqueta a otro niño que cayó al suelo lastimándose.

- ¡ No seas tan malo ! - le increpó desde el aire.

Se asustó al ver como un coche casi atropella a una niña que no estaba cruzando por el paso de cebra en la entrada de la ciudad.

- ! Hay niña ten cuidado cuando vayas por la calle! - exclamó el globito.

También sintió alegría al ver pasar junto a él a una bandada de patos que regresaban del sur y lo saludaron con sus divertidos graznidos

- ¡ Bienvenidos amigos ! - Saludó feliz el globo.

¡ cuántas cosas estaba descubriendo,aprendiendo y sintiendo !

Ahora el globo tenía ya muchísimos nuevos colores y era muy hermoso. ¡ Se sentía muy feliz !

Se acordó de sus compañeros de baranda y se sintió un poco triste por ellos.

- Que lástima - pensó - ellos se conformaron con lo que ya tenían y jamás van a vivir las cosas que yo estoy viviendo, ni van a conocer todo lo que yo estoy experimentando y sobretodo aprendiendo.

Mientras tanto, a lo lejos, en aquel balcón, los colores de los otros globos que allí habían quedado, hiban palideciendo poco a poco, perdiendo su color y su brillo, presos de la monotonía y la falta de estimulos.

El globo aventurero, curioso y con ansias de aprender y descubrir, siguió y siguió volando y volando por los aires, aprendiendo de absolutamente todo lo que veía y conociendo y sintiendo emociones nuevas. 

Siguió su camino, convertido en un hermoso globo multicolor, descubriendo el mundo y la vida que bullía en él, sintiéndose un globo afortunado por todo lo vivido y todo lo que le quedaba por vivir.


Gracias Merce Jou

EL LEÓN Y EL DELFÍN

EL LEÓN Y EL DELFÍN


Paseaba un león por una playa y vio a un delfín asomar su cabeza fuera del agua. Le propuso entonces una alianza:
-- Nos conviene unirnos a ambos, siendo tu el rey de los animales del mar y yo el de los terrestres-- le dijo.
Aceptó gustoso el delfín. Y el león, quien desde hacía tiempo se hallaba en guerra contra un loro salvaje, llamó al defín a que le ayudara. Intentó el delfín salir del agua, mas no lo consiguió, por lo que el león lo acusó de traidor.
-- ¡ No soy yo el culpable ni a quien debes acusar, sino a la Naturaleza -- respondió el delfín --, porque ella es quien me hizo acuático y no me permite pasar
a la tierra !


Cuando busques alianzas, fíjate que tus aliados estén en verdad capacitados de unirte a tí en lo pactado.

EL CARBUNCLO, ETERNO GUARDIÁN

EL CARBUNCLO, ETERNO GUARDIÁN


Cuenta la leyenda que los Andes aún esconden el tesoro que los españoles no pudieron robarles a los incas. Desde la cumbre del Aconcagua hasta en la última de las montañas está mimetizado, por nadie se dejará ver. Es fiel a los quechuas, que, huyendo de la tiranía, se dispersaron. La cordillera no tiene apuro, los espera para entregarles el oro y la plata que les fueron robados por los conquistadores.
Los dioses incas han dejado instrucciones: el carbunclo, obediente, espera quieto y silencioso pero con los ojos puestos en toda la línea del horizonte y en las cavernas de los abismos. Porque nunca debe cerrar los ojos, le han encomendado que vigile si regresan los que fueron humillados y masacrados por la codicia.
Cuando. un lugareño de las montañas acompaña a algún viajero, debe advertirle sobre la posible presencia del carbunclo, porque el pánico del extranjero al vislumbrar ese extraño resplandor que mete miedo en los huesos y en la lengua es tal que deben volver al rancho a tomar un brebaje para los nervios.
Ese resplandor, que estalla en rojos, amarillos y azules plateados, suele verse muy bien en noches sin luna. Inevitablemente los viajeros sienten interés por el tesoro a cargo de ese ser extraordinario. Hay quien dice que en  verdad el carbunclo es un quechua enmascarado por los dioses, que esconde en alguna cueva de la cordillera la fortuna deslumbrante.
Los que lo han visto aseguran que el carbunclo es pequeño, tiene el tamaño y la forma de una tortuguita y su caparazón está cubierta de piedras preciosas que aún desconocen los mortales. Sus huesos son de oro y plata y, su sangre, de fuego. Es por eso que durante las noches debe salir a beber agua fresca de las cascadas y manantiales de los cerros, para aplacar la sed que le causan las llamaradas de sus venas-hechas con hilo de cobre sagrado.
La codicia de los conquistadores no logró arrebatar todo. Los dioses se negaron a entregar los más ricos tesoros porque saben que un día servirán para devolver la felicidad a los descendientes de todos los indígenas que fueron humillados y muertos.
Dicen que el carbunclo no es de andar de día, cuando sale el sol se apresura a refugiarse en las grutas; que es muy bondadoso y puede, a simple vista, ver el alma de los hombres, por eso a los que tienen buen corazón les hace descubrir vetas de oro.
Cuenta una leyenda que una vez un conquistador quiso engañado y le preparó una emboscada: su objetivo era quitarle todo, para luego asesinado. Muy lejano al de la riqueza fue el destino del hombre. El carbunclo, al saberse amenazado, no dudó: lo fulminó con el resplandor de las piedras preciosas.
El resultado de la codicia fue la ceguera. El español, ciego, mientras huía trastabilló y terminó en un hoyo colmado de ratas hambrientas que lo devoraron. Por eso, aunque nadie sepa donde vive, todos conocen su custodia, atento para actuar cuando sea necesario, para obsequiar o para castigar, según sea el caso.












miércoles, 7 de octubre de 2015

El Ángel de los niños

El Ángel de los niños



Cuenta una leyenda que a un angelito que estaba en el cielo, le tocó su turno de nacer como niño y le dijo un día a Dios: 

- Me dicen que me vas a enviar mañana a la tierra. ¿Pero, cómo vivir? tan pequeño e indefenso como soy. 


- Entre muchos ángeles escogí uno para tí, que te está esperando y que te cuidará. 


- Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, eso basta para ser feliz. 


- Tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás su amor y serás feliz. 


-¿Y cómo entender lo que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres? 


- Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y con cariño te enseñará a hablar. 


-¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo? 


- Tu ángel te juntará las manitas te enseñará a orar y podrás hablarme. 


- He oído que en la tierra hay hombres malos. ¿Quién me defenderá? 

- Tu ángel te defenderá más aún a costa de su propia vida. 



- Pero estaré siempre triste porque no te veré más Señor. 


- Tu ángel te hablará siempre de mí y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estaré a tu lado. 


En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo pero ya se oían voces terrestres, y el niño presuroso repetía con lágrimas en sus ojitos sollozando... 


-¡Dios mío, si ya me voy dime su nombre!. ¿Cómo se llama mi ángel? 


- Su nombre no importa, tu le dirás : MAMÁ.

LEYENDA "LAS TERMAS DE CACHEUTA"

LEYENDA "LAS TERMAS DE CACHEUTA"


Esto pasó en el año 1532. Se cuenta que un chasqui llegó a las tierras de Cacheuta, poderoso cacique que dominaba las tierras de la actual Mendoza y los valles aledaños. El joven emisario no traía buenas nuevas: el gran Atahualpa, el señor inca, heredero del Inti, había sido tomado prisionero y los pueblos hermanos pedían ayuda.
Cacheuta era un cacique guerrero sumamente solidario y no escatimó esfuerzos para organizar la campaña de liberación del señor de todos los quechuas. Exigió colaboración a sus súbditos y unos días después ya estaba todo preparado: un grupo de llamas esperaba cargado con petacas de cuero repletas de objetos de oro y plata. Los hombres, listos para emprender el viaje de rescate.
La expedición partió. El plan era sencillo: el oro y la plata negociarían la libertad del soberano de los quechuas. Pero el camino, con senderos angostos y peligrosos, no era tan sencillo. Los vericuetos de la montaña, que en un principio resultaron nefastos, sirvieron de reparo ante un posible ataque, al distinguir a lo lejos un puñado de gente armada que no resultaba amiga.
Resguardados tras un recodo los indígenas se pusieron en guardia y, por las dudas, escondieron rápidamente los tesoros en una grieta del cerro.
El grupo que de lejos parecía pequeño no lo era tanto, y el encuentro fue sangriento. Cacheuta murió, sus vasallos fueron valerosos, pero los otros los superaban en número y en armamentos: los dominaron.
Sin embargo, no pudieron los vencedores sacarles una palabra sobre lo escondido en la montaña. Pero como estaban en el lugar adecuado y la tierra que tapaba la grieta se notaba recién trabajada, llegaron al sitio del tesoro y se dispusieron a sustraerlo.
Entonces algo pasó: chorros de agua hirviendo surgieron de entre las piedras quemando a los traidores. Murieron en el acto, allí, al Iado de las codiciadas riquezas.
Cacheuta también falleció, pero su espíritu indomable fue el que hizo brotar el agua que terminó con los que no le permitieron cumplir su objetivo.
Para los lugareños, esas aguas son el símbolo de la solidaridad humana, llevan en sí la nobleza de su origen: la hermandad de los pueblos por su libertad. Desde entonces, se brindan generosas a los que acuden buscando alivio para sus males.






Las moscas

Las moscas




De un panal se derramó su deliciosa miel, y las moscas acudieron ansiosas a devorarla. Y era tan dulce que no podían dejarla. Pero sus patas se fueron prendiendo en la miel y no pudieron alzar el vuelo de nuevo. Ya a punto de ahogarse en su tesoro, exclamaron:
-- ¡ Nos morimos, desgraciadas nosotras, por quererlo tomar todo en un instante de placer !

Toma siempre las cosas más bellas de tu vida con serenidad, poco a poco, para que las disfrutes plenamente. No te vayas a ahogar dentro de ellas.