EL NIÑO DUENDE
Cuentan
algunos que se trata de un niño que murió sin ser bautizado, otros dicen que es
un niño malo que golpeó a su madre. La cuestión es que luce muy pequeño, con un
gran sombrero, y llora como un bebé; aunque no sea exactamente eso. Una de sus
manos es de hierro y la otra de lana. Suele estar agazapado, a la espera que aparezca
alguna persona, entonces le pregunta con qué mano quiere ser golpeado. Aunque
el asaltado, prudente, elija la de lana, algunos dicen que él no dudará en usar
la de hierro.
Otros,
en cambio, aseguran que los que inocentes optan por la de lana reciben un
castigo mayor porque es esta la que en realidad más duele.
Sus
ojos son malignos y sus dientes afilados en las puntas como agujas. Se les
aparece a los desprevenidos a la hora de la siesta o, a veces, en mitad de la
noche en los cañadones o quebradas. Generalmente elige niños de corta edad,
porque los asusta más fácilmente, pero también golpea sin piedad a los mayores.
En
los Valles Calchaquíes se recuerdan dos extrañas historias que tienen al duende
como protagonista: la primera habla de un arqueólogo que, de puro valiente, se
internó en el cerro durante las horas de la siesta. Paseaba tranquilo cuando lo
sobresaltó oír el canto de un pequeño. Al pararse, vio a un niño arrodillado y
con la cabeza entre sus manos. Cuando le preguntó qué le pasaba, el niño
levantó su maligno rostro y le mostró sus afiladísimos dientes.
.Mientras sonreía, le dijo:
-
Tatita, mírame los dientes...
El
pobre hombre salió corriendo tan rápido como las piernas se lo permitieron y
nunca más se lo vio por aquellos pagos.
La
otra historia cuenta que en Tafí del Valle, parece ser que la oportuna
aparición de un lugareño salvó a un niño de quién sabe que encantamiento. El
duende estaba dándole charla en un zanjón alejado, también durante la siesta.
Por ese paraje nunca pasaba nadie y el niño seguramente llegó hasta allí
desobedeciendo a su madre. Pero quiso la suene que un perro cachorro se
escapara y su dueño que hacía rato le venía siguiendo el rastro, se acercara a
ese zanjón desolado, cuando el duende -llamado por los lugareños -enano del
zanjón" - huyó.
Por
eso los más viejos aconsejan no exponerse a la hora de la siesta fuera de la
casa, sobre todo si se es aún un niño o un extranjero.
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