martes, 14 de abril de 2015

POR QUE EL CONDOR USA LA GOLILLA


POR QUE EL CONDOR USA LA GOLILLA

     El condor no siempre uso la golilla que lleva tan elegantemente en el cuello. Se acostumbro a su uso despues de haber sido derrotado, luego de una vergonzosa lucha, en la que lidio con un diminuto rival. La cosa ocurrio asi: Don Condor habia bajado al valle en ocasion de unas “chinganas” que se celebraban con motivo de la Semana Santa. En uno de los tantos bodegones instalados cerca de una plaza, don Condor conocio a un compadrito charlatan y pendenciero, muy conocido en el pago por su apodo de “Chusclin”. Se trataba nada menos que de un vulgar chingolo. Luego de una entretenida charla, en la que don Condor y el Chusclin alardeaban de hazaniosas pendencias y famosas “chupaderas”, como fin de la charla, formularon entre si una singular apuesta. Se desafiaron a beber vino: el que “chupara” mas sin “curarse” (en Cuyo “curarse” significa embriagarse), ganaria la apuesta y el perdedor, es decir, el que se “curara” mas pronto, pagaria el vino consumido y la vuelta para todos. Tanto
don Condor como Chusclin empinaron sus respectivas damajuanas y se inicio la puja. Don Condor, de buena fe, trataba de agotar el liquido “de una sentada”, sin reparar que Chusclin cada sorbo que bebia lo arrojaba al suelo sin que don Condor lo notara. 

     Como don Condor no estaba acostumbrado al vino como Chuclin, pronto comenzo a sentir dolor de cabeza y para atenuarlo se ato un paniuelo, a modo de vincha. Cuando don Condor advirtio el juego de Chusclin, lo apostrofo y se le fue encima. Chuclin, veterano peleador, lo espero sereno y confiado. Poco duro la pelea porque Chusclin con un certero golpe sangro la nariz de su contrincante, que solo atinaba a defenderse. En el entrevero, el paniuelo que don Condor  tenia atado a la cabeza, se le cayo y desde entonces lo lleva alli



domingo, 12 de abril de 2015

Blanca Nieves y Los Siete Enanos

Blanca Nieves y Los Siete Enanos 


HOY LES CONTARÁ UNO DE LOS CUENTOS  DE  HADAS  DE  LOS  HERMANOS  GRIMM MAS CONOCIDOS: 

BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS


Había una vez hace mucho tiempo, allá en el norte, a la mitad del invierno, cuando los copos de nieve caen como plumas desde el cielo, una reina que gustaba de coser sentada junto a una ventana que tenía los marcos hechos de ébano negro. Y mientras cosía y miraba hacia afuera el caer de la nieve , se punzó uno de sus dedos, y tres gotas de sangre cayeron sobre algunos copos de nieve que habían entrado por la ventana. Y vio aquella sangre preciosa sobre la blanca nieve, y pensó:
-"¡Oh!, ¡Si yo llegara a tener una niña que tuviera el blanco de la nieve, el rojo de la sangre, y el  negro del ébano del marco de esta ventana!"-
Pronto tuvo la dicha de tener una linda niña, que era tan blanca como la nieve, sus mejillas rojas como la sangre, y su cabello tan negro como el ébano. Por lo tanto la llamó Blanca-Nieves. Pero poco después de nacer la niña, la reina murió.
Después de pasado un año, el rey tomó otra esposa. Era bella, pero orgullosa y engreída, y no soportaba que existiera otra mujer que la sobrepasara en hermosura. Ella poseía un espejo mágico, y cuando se colocaba al frente y se miraba en él, le decía:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
Y el espejo contestaba:
-"Tú, gran reina, eres la más bella de todas."- 
Y ella quedaba satisfecha, porque sabía que el espejo le decía siempre la verdad.

Unos años después el rey falleció, pero Blanca-Nieves fue creciendo, y crecía más y más bondadosa, educada y preparada cada día, y cuando ya estaba adolescente era tan bella en su espíritu, como un día primaveral, y por todas sus buenas cualidades superaba en mucho a la belleza física de la misma reina.
Y llegó al fin un día en que la reina preguntó de nuevo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
El espejo contestó:
-"Tú eres físicamente la más bella de todas las mujeres que hay por aquí, excepto por Blanca-Nieves, a quien su bondad la hace ser aún más bella que tú. Así lo creo."-
Entonces la reina se enfureció, y su tez se tornó amarilla y verde de la envidia. A partir de entonces, donde quiera que viera a Blanca-Nieves, su corazón se estremecía en su pecho, y llegó a odiar muchísimo a la muchacha.
A medida que la envidia y el orgullo crecían más y más en su corazón como una maleza, así también dejaba de tener paz en el día y en la noche.
En un momento dado, no soportando más, llamó a un cazador y le dijo: 
-"Llévate a la muchacha adentro del bosque, no quiero tenerla más a mi vista. Mátala, y tráeme su corazón al regreso como prueba."-
El cazador obedeció y la llevó lejos, pero cuando él sacó su cuchillo, y estaba a punto de herir a la inocente Blanca-Nieves, ella, llorando le dijo:
-"¡Ay, querido cazador, déjame vivir! Yo me internaré lejos en la espesura y nunca más volveré a casa de nuevo."-
Y como ella era tan dulce y buena, el cazador tuvo piedad y dijo:
-"Corre, vete lejos, pobre muchacha."- 
-"Las bestias salvajes pronto la devorarán."- se pensó él. 
Y sintió como si una enorme y pesada piedra se hubiera escapado de su pecho, ante el hecho de que ya no era necesario que tuviera que matarla. Y justo en ese momento un joven jabalí se acercó por donde él estaba, le sacó el corazón y se lo llevó a la reina como prueba de que la joven había muerto. 
Ahora la pobre muchacha se hallaba sola en el gran bosque, y tan aterrorizada que hasta las hojas de los árboles la asustaban. Entonces empezó a correr, y saltaba sobre filosas piedras y punzantes espinos, y las bestias salvajes corrían tras ella, pero no le hacían daño.
Ella corrió tan lejos como pudieron darle sus piernas hasta la llegada del anochecer. Entonces divisó una pequeña cabaña y entró en ella a dormir. Todo lo que había en la cabaña era pequeño, pero tan limpio y aseado como no podría describirse. Había una mesa con un mantel blanco y siete platos pequeños, y con cada plato una cucharita. Es más, había siete pequeños cuchillos y tenedores, y siete jarritas. Y contra la pared se hallaban siete pequeñas camas una junto a la otra y cubiertas con colchas tan blanquitas como la nieve.
La joven Blanca-Nieves estaba tan hambrienta y sedienta que ella tomó y comió un poquito de  vegetales y pan de cada platito y bebió una gota de vino de cada jarrita, porque no deseaba coger todo de un mismo plato y jarra. Entonces, al estar tan cansada, trató de acomodarse en alguna camita, pero a como iba probando, ninguna le asentaba bien, hasta que llegó a la última que sí le sirvió, y ahí se quedó. Dijo su oración, y se acomodó a dormir.
Cuando ya había oscurecido, regresaron los dueños de la cabaña. Eran siete enanos que cavaban y extraían oro y piedras preciosas en las montañas. Encendieron sus siete candelas, y con su luz observaron que alguien había estado allí, pues las cosas no estaban exactamente en el orden en que las acostumbraban tener.

El primero dijo:
-"¿Quién se ha sentado en mi silla?"-
El segundo:
-"¿Quien comió de mi plato?"-
El tercero:
-"¿Quién cogió parte de mi pan?"-
El cuarto:
-"¿Quién tomó parte de mis vegetales?"-
El quinto:
-"¿Quien usó mi tenedor?"-
El sexto:
-"¿Quién usó mi cuchillo?"-
El séptimo:
-"¿Quien bebió de mi jarra?"-
Entonces el primero observó alrededor y vio que había un pequeño hundimiento en su cama y dijo:
-"¿Quién se ha metido en mi cama?"-
Y los demás fueron a revisar sus camas, diciendo:
-"Alguien ha estado en nuestras camas también"-
Pero cuando el séptimo miró en su cama, vio a Blanca-Nieves, quien dormía profundamente allí.
Y llamó a los demás, quienes llegaron corriendo, y suspiraron con asombro, y trajeron sus siete candelas para alumbrar mejor a la joven Blanca-Nieves.
-"¡Oh, cielos!, ¡Oh, cielos!"- susurraban -  "¡Que encantadora muchacha!"- 
Y les encantó tanto que no la despertaron, y la dejaron dormir en la cama. Y el séptimo enano se acomodó entre sus compañeros, turnándose a ratos de un lugar a otro por toda la noche.
Cuando llegó el amanecer, Blanca-Nieves despertó, y se asustó cuando vio a los siete enanos. Pero ellos fueron amistosos y le preguntaron su nombre. 
-"Mi nombre es Blanca-Nieves."- contestó.
-"¿Y cómo fue que llegaste a nuestra cabaña?"- preguntaron los enanos.
Ella les dijo que la reina la mandó a matar, pero que el cazador le salvó la vida, y que corrió durante todo el día, hasta que por fin encontró su vivienda. Los enanos dijeron:
-"Si puedes tomar cuidado de nuestra casa, cocinar, arreglar las camas, lavar, coser y tejer, y mantienes todo limpio y nítido, puedes quedarte lo que quieras por nada."-
-"Sí, claro."- respondió ella, -"Con todo mi corazón."- y se quedó con ellos.
Les mantuvo su casa en orden. Ellos iban en las mañanas a las montañas a buscar oro y piedras preciosas, y al atardecer regresaban, encontrando ya lista su cena al llegar.
La joven tenía que quedarse sola todo el día, por lo que los buenos enanos siempre le decían:

-"Ten cuidado de la reina, pronto se enterará de que estás aquí, así que no dejes entrar a nadie."-
Mientras tanto, la reina, creyendo que ya Blanca-Nieves no estorbaba, no hacía otra cosa más que pensar en que ella era de nuevo la más hermosa. Y fue donde el espejo y dijo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
y el espejo contestó:
-"Oh, reina, tú eres lo más bello que yo he podido ver,
   pero en las montañas, sobre las colinas, donde viven los siete enanos,
   Blanca-Nieves aún vive con muy buena salud,
   y no hay ninguna, que por su bondad, sea más bella que ella."-

La reina se quedó atónita, pues sabía que el espejo jamás mentía, y comprendió que el cazador la traicionó, y que por eso Blanca-Nieves aún vivía.
Y pensó y pensó de nuevo cómo podría matarla, para que aquella no siguiera siendo la más bella en el mundo. Y la envidia no la dejaba descansar. Cuando ya hubo meditado sobre qué hacer, se pintó la cara, y se disfrazó como una vieja vendedora, de tal manera que nadie la hubiera reconocido. Con ese disfraz se dirigió a la montaña a la casa de los siete enanos, tocó la puerta y gritó:
-"¡Vendo bellas cosas, baratitas, baratitas!"-
La joven Blanca-Nieves se asomó por la ventana y la llamó:
-"¡Buenos días, mi buena señora, qué es lo que tiene para vender?"-
-"Buenas cosas y bellas cosas"- contestó, -"lazos de muchos colores para lucir en la garganta"-, y ella jaló uno que estaba confeccionado con finas y coloridas sedas. 
-"Voy a pagarle a esa viejita"- pensó Blanca-Nieves.
Quitó la cerradura a la puerta y compró el lazo, y se lo colocó ella misma.
-"Jovencita"- dijo la mujer, -"Qué mal te lo pusiste. Permíteme ponértelo adecuadamente de una vez."-
Blanca-Nieves no sospechó nada y se mantuvo junto a ella y dejó que le montara el nuevo lazo. Pero la vieja mujer lo puso tan rápido y tan apretado que Blanca-Nieves perdió el sentido y la respiración, y cayó al suelo como muerta.
-"Ahora ya soy la más bella."- se decía a sí misma la reina, y se alejó rápidamente.

No mucho rato después, al atardecer, regresaron los siete enanos, pero se sintieron totalmente perturbados cuando vieron a su amada Blanca-Nieves yaciendo en el suelo, y que no se movía ni respondía y parecía como si estuviera muerta. La incorporaron y vieron que tenía un lazo muy apretado. Lo cortaron y ella comenzó a respirar lentamente, y al cabo de un rato se recuperó totalmente. Cuando los enanos escucharon lo que había pasado dijeron:
-"La vieja vendedora no era otra persona más que la malvada reina. Ten mucha precaución y no te acerques a nadie mientras no estemos contigo."-
Pero la perversa mujer, al llegar a su habitación, fue inmediatamente donde el espejo y preguntó:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
y el espejo contestó: 
-"Oh, reina, tú eres lo más bello que yo he podido ver,
   pero en las montañas, sobre las colinas, donde viven los siete enanos,
   Blanca-Nieves aún vive con muy buena salud,
   y no hay ninguna, que por su bondad, sea más bella que ella."-

Cuando ella oyó aquello, toda su sangre se le subió a la cabeza con furia, de saber que Blanca-Nieves seguía aún con vida.
-"Pero ahora"- se dijo, "pensaré algo que será tu final."
Y con ayuda de algo de brujería, en lo cual ella era experta, se fabricó un venenoso peine. Y tomó una nueva apariencia, con la forma de otra vieja mujer. Entonces volvió a ir a la casa de los siete enanos, tocó a la puerta y gritó con otra voz:
-"¡Vendo cosas buenas y baratas, baratas!"-
Blanca-Nieves se asomó y le dijo:
-"¡Váyase! ¡No puedo dejar entrar a nadie!"-
-"Supongo que al menos podrías mirar."- dijo la vieja.
Y sacó el venenoso peine y lo sostuvo en alto. Y le gustó tanto a la muchacha que la sedujo y abrió la puerta. Una vez hecha la compra, la vieja mujer dijo:
-"Ahora te peinaré apropiadamente como debe ser de una vez."-
La pobre Blanca-Nieves de nuevo no tuvo suspicacia, y dejó que la vieja hiciera como quiso. Pero no más había colocado el peine en su cabellera, cuando enseguida el veneno hizo efecto, y la joven cayó al suelo sin sentido. 
-"Tú, modelo de bondad"- dijo la malvada mujer, -"ya estás lista."- y se marchó.
Pero afortunadamente ya casi era el atardecer, la hora de regreso de los siete enanos. Cuando llegaron y vieron a Blanca-Nieves en el suelo, como muerta, enseguida sospecharon de la reina. La revisaron y encontraron el peine envenenado en la cabellera. Entonces de nuevo le recordaron a ella estar siempre en guardia y no abrir la puerta a nadie.
La reina, de nuevo en casa, corrió al espejo y dijo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
y el espejo contestó:
-"Oh, reina, tú eres lo más bello que yo he podido ver,
   pero en las montañas, sobre las colinas, donde viven los siete enanos,
   Blanca-Nieves aún vive con muy buena salud,
   y no hay ninguna, que por su bondad, sea más bella que ella."-

Cuando ella oyó al espejo hablar así, se estremeció y golpeteó con rabia.
-"Blanca-Nieves deberá morir"- gritó ella, -"aunque me cuesta la vida."-
Inmediatamente bajó a un salón secreto, solitario, donde nadie más que ella podía llegar, y allí hizo una muy venenosa manzana. Por fuera la manzana se vería preciosa, con unos pómulos rojizos muy atrayentes, que cualquiera que la viera desearía tomarla, pero quien mordiera aún una pequeña porción, de seguro moriría. 
Cuando estuvo terminada la manzana, se pintó la cara, y se vistió como una campesina, y así regresó a la casa de los siete enanos en la montaña. Tocó a la puerta. Blanca-Nieves asomó su cabeza por la ventana y dijo:
-"¡No puedo abrirle a nadie!, los enanos me lo han prohibido!
-"Me da lo mismo"- contestó la mujer, -"Pronto terminaré con mis manzanas. Pero te obsequiaré una para ti."- 
-"No"- dijo Blanca-Nieves, -"No debo aceptar nada."- 
-"¿Temes que estén envenenadas?"- dijo la vieja mujer. -"Mira, cortaré la manzana en dos piezas. Tú te comes la orilla roja, y yo la parte blanca."-
La manzana estaba tan perfectamente confeccionada, que solamente la parte roja contenía el veneno. Blanca-Nieves deseaba la manzana, y cuando vio que la mujer comía tranquilamente su parte blanca, no resistió más y tomó en sus manos la porción envenenada. Pero no había terminado de saborear el primer bocado, cuando cayó como muerta. Entonces la reina la miró con una mirada terrorífica, y se rió fuertísimo diciendo:
-"¡Blanca como la nieve, roja como la sangre y negra como la madera de ébano! Esta vez los enanos no podrán reanimarte de nuevo"-
 Y ya en su habitación, cuando preguntó al espejo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
al fin le dijo:
-"Oh, reina, en este mundo, tú eres la más bella de todas."-
Entonces su envidioso corazón sintió descanso, si es que un corazón envidioso puede llegar a tener algún descanso.
Cuando regresaron los enanos al atardecer, encontraron de nuevo a Blanca-Nieves yaciendo en el suelo. No se le sentía respirar y parecía muerta. La levantaron, la revisaron a ver si encontraban algo venenoso, le soltaron lazos, revisaron su cabellera, la lavaron con agua y vino, pero todo fue en vano. La pobre muchacha seguía como muerta. La colocaron entonces en un ataúd, y los siete se sentaron alrededor y lloraron por ella, y lloraron durante tres largos días.
Entonces ellos fueron a enterrarla, pero lucía tan linda como si estuviera viva, y aún conservaba sus rojas mejillas. Ellos dijeron:
-"No la enterremos en la oscura tierra."-
Y construyeron un ataúd de cristal transparente, de modo que pudiera ser vista de todos lados, y la colocaron allí, y escribieron su nombre en letras doradas, y que era hija del rey. Entonces pusieron el ataúd en lo claro de la montaña, y uno de ellos siempre se quedaba acompañándola y vigilándola. Y llegaron también aves y lloraron por ella. Primero un búho, luego un cuervo, y de último una paloma.   
Y ahora Blanca-Nieves estuvo por largo tiempo en el ataúd, y no cambiaba nada en absoluto, siempre aparentando que estaba dormida, porque era blanca como la nieve, roja como la sangre, y su cabello negro como el ébano.
Sucedió sin embargo, que el hijo de otro rey llegó al bosque, y fue a la casa de los enanos a pasar la noche. Y vio el ataúd en la montaña con la bella Blanca-Nieves dentro de él, y leyó las letras doradas que los enanos le habían escrito. Entonces dijo a los enanos:
-"Permítanme llevármela con el ataúd, yo le daré a ustedes lo que pidan por ella."-
Pero los enanos respondieron:
-"No la dejaríamos ir por todo el oro del mundo."-
Entonces les dijo:  
-"Permítanme tenerla como un obsequio, porque no podría vivir sin ver a Blanca-Nieves. Yo la honraré y valoraré como mi más amada posesión."
Al hablar de ese modo, los enanos se compadecieron y le entregaron el ataúd.
Ahora el hijo del rey la hizo cargar en los hombros de sus sirvientes. Pero ocurrió que tropezaron con la raíz de un árbol, y con el golpe, el pedacito de manzana envenenada que Blanca-Nieves había mordido, salió disparado de su boca. Y al momento ella abrió los ojos, levantó la tapa del ataúd, se sentó, y una vez más le volvió la conciencia. 
-"¡Oh, cielos!, ¿dónde estoy?" - preguntó sorprendida.
El hijo del rey, lleno de gozo, dijo:
-"Estás conmigo."-
Y le contó todo lo acontecido y agregó:
-"Te quiero más que nada en el mundo, ven conmigo al palacio de mi padre, y te haré mi esposa."-
Blanca-Nieves aceptó y fue con él, y su boda fue celebrada con gran ceremonia y esplendor. Pero la malvada reina también fue invitada a la fiesta. Cuando ella ya se había arreglado glamorosamente en espléndidos vestidos, fue al espejo y le dijo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
y el espejo contestó:
-"Oh, reina, eres lo más bello que yo he visto,
   pero la joven reina, por su bondad, es aún más bella que tú. 

Entonces la perversa mujer maldijo todo, y se sentía tan infeliz, pero tan infeliz, que no sabía qué hacer. Al principio no quería ir a la boda del todo, pero no tenía paz, y decidió ir a conocer a la joven princesa. Y cuando ingresó al salón, reconoció a Blanca-Nieves, y quedó paralizada de rabia y rencor, y no se pudo mover. Pero ya se habían preparado unas zapatillas con polvo de pimientos picantes, que fueron traídas por los sirvientes, 
y las pusieron al frente de ella. Entonces fue forzada a ponerse aquellas zapatillas, y bailó y bailó hasta que cayó exhausta de agotamiento. Y desde entonces fue llevada a una habitación aislada donde pasó el resto de sus días.


Enseñanza:

La envidia, y el no saber aceptar con humildad el éxito ajeno, conducen hasta la muerte del alma con el cuerpo vivo.

sábado, 11 de abril de 2015

Hermano y Hermana

Hoy nuevamente voy a compartir con todos Ustedes uno de los cuentos Coleccionados por los hermanos Jacob y Whilhelm Grimm

Hermano y Hermana   


Un hermano tomo de la mano a su hermana y le dijo:
-"Desde que nuestra madre murió no hemos tenido felicidad. Nuestra tutora nos golpea a diario, y si nos acercamos a ella, nos patea con sus pies. Nuestras comidas es el pan viejo que sobró días antes, y el perrito que se sienta bajo la mesa lo pasa mejor que nosotros, pues a menudo le tira una buena porción. Que el Cielo tenga piedad de nosotros. ¡Si sólo lo supiera nuestra madre! Ven hermana, tomemos esta canasta con algunas frutas y vamos a recorrer el ancho mundo"-
Caminaron todo el día por verdes campos y praderas, y lugares pedregosos, y cuando empezó a llover la hermana dijo:
-"El Cielo y nuestros corazones están llorando juntos."-
Al anochecer llegaron a un gran bosque, y estaban tan cansados por la tristeza, el hambre y la larga caminata que se acurrucaron en un hueco y se durmieron.
Cuando al día siguiente despertaron, ya el sol estaba en lo alto, y brillaba caliente entre los árboles. Entonces el hermano dijo:
-"Hermana, tengo sed, si llego a encontrar alguna pequeña naciente, iré y tomaré agua. Me parece escuchar una corriendo cerca."-
El hermano se levantó y tomando a su hermana por la mano, salieron a buscar la naciente.
Pero la malvada tutora era una hechicera, y notó que los jóvenes se habían ido, y los siguió sigilosamente, como lo hacen las hechiceras, y embrujó a todas las nacientes del bosque.
Ahora que ellos habían encontrado una naciente brillante y salpicante sobre las piedras, el hermano iba a beber agua de ella, pero la hermana oyó un murmullo en la corriente que decía: 
-"¡Quien beba de mí, se convertirá en tigre, quien beba de mí, se convertirá en tigre!"-
Entonces ella gritó:
-"¡Te lo ruego querido hermano, no bebas, o te convertirás en una bestia salvaje y me harías trizas."-
El hermano no bebió, aunque estaba muy sediento, pero dijo:
-"Esperaré por el próximo arroyo."-
Cuando llegaron al siguiente arroyo, la hermana oyó al arroyo que también decía:
-"¡Quien beba de mí, se volverá lobo, quien beba de mí, se volverá lobo!"-
Entonces la hermana gritó:
-"¡Te lo ruego querido hermano, no bebas, o te volverás lobo y me devorarás!"-
El hermano no bebió, pero dijo:
-"Esperaré una vez más hasta el próximo arroyo, pero entonces beberé, no importa lo que digas, ya que mi sed es muy grande."-
Y cuando llegaron al tercer arroyo, la hermana escuchó su susurro que decía:
-"¡Quien beba de mí, se convertirá en corso, quien beba de mí, se convertirá en corso!"-
Entonces ella gritó:
-"¡Te lo ruego querido hermano, no bebas, o te convertirás en corso y me abandonarás!"-
Pero el hermano se arrodilló de una vez sobre el arroyo, y apenas había empezado a tomar un sorbo del agua, cuando se convirtió allí mismo en un joven corso.
Y ahora la hermana lloró sobre su pobre hermano embrujado, y el pequeño animal lloró también, y se sentó junto a ella. Pero al fin la joven dijo:
-"¡Quédate tranquilo querido corsito, yo nunca, nunca te dejaré!"-
Ella se soltó su prendedor de oro y lo puso en una suave cuerda, lo anudó muy bien y se lo colocó al corso alrededor del cuello. Con eso ella se mantuvo unida con el pequeño animal y lo dirigía, y se adentraron más profundamente en el bosque. 
Y cuando ya habían caminado un largo trecho, llegaron a una pequeña casa, y la joven se asomó. Estaba vacía y ella pensó:
-"Podemos quedarnos aquí y vivir."-
Entonces ella buscó hojas y musgo para hacer una cama para el corso, y cada mañana salía y conseguía raíces y bayas para ella misma, y pasto tierno para el corso, quien comía de su mano, y muy contento jugueteaba a su alrededor. Al anochecer, cuando la hermana estaba cansada, y después de decir sus oraciones, ella posaba su cabeza sobre el lomo del corso como si fuera almohada, y se dormía suavemente allí. Y si solamente su hermano tuviera la forma humana, todo sería una vida feliz .
Siguieron así solos por un tiempo dentro de la foresta. Pero sucedió que un día el rey organizó una gran cacería en el bosque. Entonces el sonido de las cornetas, el ladrido de los perros, y los alegres gritos de los cazadores, se propagaban entre los árboles, y el corso los escuchó, y se puso muy ansioso por estar allá.
-"¡Oh!"- le dijo a la hermana, -"déjame ir a la cacería, no me aguanto las ganas de estar allí."- 
Y tanto le rogó que al fin accedió.
-"Pero"- le dijo ella, -"vuelve al anochecer. Yo cerraré la puerta por miedo a los rudos cazadores, así que tocas la puerta y dices, "Hermana, déjame entrar." y así sabré que eres tú. Y si no dices eso, no abriré la puerta."- 
Entonces el joven corso salió rápidamente, saltando de alegría de estar al aire libre.
El rey y los cazadores vieron al bello corso, y se fueron tras de él, pero no lo pudieron alcanzar, y en los momentos que creían que ya lo tenían, él saltaba veloz entre los arbustos y no podía ser visto. Cuando ya anocheció, él corrió hacia la casita, tocó y dijo:
-"Hermana mía, déjame entrar."-
Entonces la puerta fue abierta para él, y de un salto se tiró en la suave cama y descansó toda la noche.
Al siguiente día la cacería empezó de nuevo, y cuando el corso escuchó de nuevo el bullicio de las trompetas, y el ¡jo! ¡jo! de los cazadores, se inquietó, y dijo:
-"Hermana, déjame salir, debo irme."-
Su hermana abrió la puerta y dijo:
-"Recuerda que debes regresar al anochecer y decir tu palabra secreta."-
Cuando el rey y sus cazadores vieron de nuevo al joven corso con el prendedor de oro, todos lo persiguieron, pero él era demasiado rápido y ágil para ellos. Así pasó todo el día, pero al final de la tarde los cazadores lo cercaron, y uno de ellos le hirió levemente una pata, de manera que corría y saltaba despacio. Entonces un cazador lo siguió hasta llegar al refugio, y oyó cómo él decía:
-"Hermana, déjame entrar."-  

Y vio cómo la puerta se le abría, y se cerraba en cuanto entraba. El cazador tomó nota de todo aquello, y fue donde el rey y le dijo lo que había visto y oído. Entonces el rey dijo:
-"Mañana cazaremos una vez más."-
La hermana, sin embargo, se puso terriblemente asustada cuando vio que su cervatillo estaba herido. Ella le lavó la sangre y le puso hierbas sobre la herida, y le dijo:
-"Vete a la cama, querido corso, que te pondrás bien de nuevo."-
Pero la herida era tan simple que el corso, a la mañana siguiente, ya no sentía molestia alguna.
Y cuando de nuevo oyó el ruido afuera, dijo:
-"No aguanto más, debo ir allá, ellos no me alcanzarán tan fácilmente."-
La hermana gritó y dijo:
-"¡Esta vez te matarán, y yo estoy aquí sola en el bosque olvidada por todo el mundo. No te dejaré salir!"- 
-"Entonces me verás morir de tristeza."- contestó el corso, -"Cuando yo oigo el sonar de las trompetas siento como si tuviera que salirme de mi piel."-
Entonces la hermana no pudo hacer otra cosa y le abrió la puerta con el corazón muy dolido, y el corso, lleno de salud y dicha, se internó en el bosque.
Cuando el rey lo vio, dijo a los cazadores:
-"Ahora persíganlo por todo el día hasta que llegue la noche, pero tengan cuidado de no hacerle ningún daño."-
Tan pronto como se puso el sol, el rey dijo a los cazadores:
-"Ahora vamos y muéstrenme el refugio que está en el bosque."-
Y cuando estuvo frente a la puerta, la tocó y dijo:
-"Querida hermana, déjame entrar."-
Entonces la puerta se abrió, y el rey ingresó, y allí encontró la doncella más adorable que él hubiera visto jamás. La joven se atemorizó cuando en vez de ver al cervatillo, vioa un hombre que llevaba una corona de oro sobre su cabeza. Pero el rey la miró amablemente, le extendió su mano y dijo:
-"¿Vendrías a mi palacio y serías mi amada esposa?"-
-"¡Sí, claro!"- respondió la doncella, -"Pero el cervatillo debe ir conmigo, no puedo abandonarlo."-
-"Estará contigo toda la vida, y nada le faltará." dijo el rey.
Justo en ese momento llegó corriendo el corso, y la hermana lo ató de nuevo con la cuerda, la tomó en sus manos, y salió con el rey alejándose del refugio.

El rey montó a la adorable doncella en su caballo y la llevó a su palacio, donde luego la boda se celebró con gran pompa. Ahora ella era la reina, y vivieron por un largo tiempo juntos, y el corso era atendido y acariciado, y corría en los jardines del palacio.
Pero la malvada tutora, quien fuera la causante de la salida de los jóvenes hacia el mundo, creyó todo el tiempo que la hermana había sido despedazada por las fieras salvajes del bosque, y que el hermano convertido en corso, había sido tirado por los cazadores. Ahora, cuando supo que ellos eran muy felices, y que estaban muy bien, la envidia y el odio se levantaron en su corazón y no tenía paz, y no pensaba en nada más que en cómo llevarlos a la mala situación de nuevo. La propia hija de la tutora, que era horrible como una noche tormentosa, y que sólo tenía un ojo, le dijo quejándose:
-"¡Una reina! Esa debía ser mi suerte"-
-"Tranquilízate"- contestó la vieja mujer, confortándola -"cuando llegue el momento, yo estaré lista."-
Corriendo el tiempo, la reina tuvo un precioso niño, y sucedió que ese día el rey andaba de cacería, así que la vieja hechicera tomó la forma de la criada de la habitación, llegó al cuarto donde la reina reposaba y le dijo:
-"Venga, el baño está listo, le hará mucho bien, y le dará nuevas fuerzas.  Dese prisa antes de que se enfríe."-
Su fea hija estaba por ahí cerca, y llevaron al cuarto de  baño a la débil reina, y la pusieron en el baño. Entonces cerraron la puerta y corrieron. Pero en el baño ellas habían hecho un fuego tan mortal que la joven reina quedó pronto sofocada.
Una vez hecho eso, la vieja mujer tomó a su hija, le puso una gorra de noche en su cabeza, y la acostó en la cama en lugar de la reina. Le dio la forma y apariencia de la reina, solamente que no pudo reponerle el ojo faltante. Pero para que el rey no se diera cuenta esa noche, la acostó del lado en que no tenía ojo. 
Al atardecer, cuando llegó el rey y supo que tenían un hijo, se sintió muy halagado, y fue a la cama de su amada esposa para ver cómo se encontraba. Pero la vieja mujer disfrazada como la criada, rápidamente exclamó:
-"Por la vida de ella, deje las cortinas cerradas. La reina no debe ver la luz todavía, y debe reposar."-
El rey se fue, y no notó que una falsa reina estaba en la cama.
Pero a medianoche cuando todos dormían, la enfermera, que estaba sentada en la enfermería  cerca de la cuna, y quien era la única persona despierta, vio abrirse la puerta y entrar a la verdadera reina. La reina sacó al niño fuera de la cuna, lo puso en sus brazos y lo amamantó. Luego sacudió la almohadilla, acostó al niño y lo cubrió con la cobijita. Tampoco había olvidado al corso, y fue al rincón donde dormía, y le acarició la espalda. Entonces ella salió silenciosamente por la puerta de nuevo. A la mañana siguiente la enfermera preguntó a los guardas si alguien había venido al palacio durante la noche, pero ellos contestaron:
-"No, no hemos visto a nadie."-
Ella llegó así muchas noches, y nunca decía una palabra. La enfermera siempre la veía, pero no se atrevía a contárselo a nadie. Pasado un tiempo de esa forma, la verdadera reina comenzó a hablar cuando llegaba en la noche y decía:
-"¿Qué será de mi niño, qué será de mi cervatillo?
   Dos veces más vendré, luego nunca más."-

La enfermera no contestó, pero cuando la reina salió, ella fue donde el rey y le contó todo. El rey dijo:
-"¡Oh Dios! ¿Qué es todo esto? Mañana en la noche yo vigilaré al niño."-
Al anochecer él entró a la enfermería, y a medianoche la reina apareció de nuevo y dijo:
-"¿Qué será de mi niño, qué será de mi cervatillo?
    Una vez más vendré, luego nunca más."-

Y ella amamantó al niño, lo que siempre hacía antes de desaparecer. El rey no se atrevió a hablarle, pero también a la siguiente noche él vigiló. Entonces ella dijo:
-"¿Qué será de mi niño, qué será de mi cervatillo?
   Esta vez vine, pero ya nunca más."-

Entonces el rey no pudo retenerse y de un salto se adelantó hacia ella y dijo:
-"Tú no puedes ser nadie más que mi amada esposa."-
Ella contestó:
-"Sí, yo soy tu amada esposa."-
Y en ese mismo momento ella volvió a la vida, y por la gracia de Dios se puso lozana, fresca, de piel rosada y llena de salud.
Entonces le contó al rey de las malvadas acciones que contra ella hicieron la hechicera mujer y su hija, de lo cual serían las culpables. El rey ordenó que ambas fueran llevadas a la justicia, y un juicio se celebró contra ellas. Las dos fueron exhorcitadas para eliminarles sus brujerías y condenadas a trabajos forzados por el resto de sus vidas. Inmediatamente el corso cambió a su forma humana, y entonces la hermana y el hermano vivieron felices en palacio por todas sus vidas.
Enseñanza:
La buena hermandad genera fortaleza.

jueves, 9 de abril de 2015

LOS COLOSOS DE TIERRA DEL FUEGO

LOS COLOSOS DE TIERRA DEL FUEGO
Leyenda Ona de Chile y Argentina.

Kenós un enorme coloso de treinta y ocho metros pisó por primera vez el planeta cuando la tierra era tan joven, que sobre ella no existía nada más que una gran, inmensa y desolada pampa.
Temaukel, su padre, y padre de todo el universo lo envió a dar forma y vida sobre la superficie del mundo. Al tiempo de estar habitando en la soledad, necesitó alguien para compartir y entretenerse, un amigo. Miró hacia el cielo; Temaukel escuchó su lamento, dándole entonces la capacidad para crear otros dioses grandes y semejantes a él.
Puso manos a la obra, y pronto contó Kenós con tres hermanos gigantes; ellos fueron Cenuque, Cóoj y Taiyín, junto a quienes recorrió de arriba a abajo y de un lado para otro poniendo las montañas donde no existían, las nieves en sus cumbres, los bosques, los animales grandes y pequeños, los que viven de día y los de la noche. Crearon las plantas, entre ellas las que tienen raíces para afirmarse por sí solas y aquellas que cuelgan largas voladoras desde un árbol. Todos, cada uno de los seres y cosas que dan vida y forman la tierra fueron establecidas por Kenós, Cenuque, Cóoj y Taiyín.

Las largas travesías agotaron el cuerpo de Kenós, quien un día sintiéndose viejo llamó a sus tres compañeros para avisarles que había llegado su tiempo de morir. Les pidió lo acompañaran hacia el Sur, pues mirando al Sur mueren los guerreros. Cuando llegaron al lugar elegido les indicó como debían sepultarlo a tres pisos bajo el suelo mirando a Temaukel. Viendo a sus tres hermanos ancianos y cansados les dijo:
- Todas las formas tiene su tiempo, esperen y verán.
Poco debieron aguardar los colosos, quienes con gran alegría, a las tres semanas vieron a Kenós pararse en sus pies.
Era maravilloso ser inmortales y cada cierta cantidad de años volver a ser jóvenes; luego comprenderían algo más sobre la vida y la muerte.

Largos siglos vivieron estos gigantes de Tierra del Fuego transformando la enorme pampa original, en el mundo que hoy conocemos con sus infinitos senderos y colores.
La tarea estaba tocando a su fin cuando Cóoj el más enérgico y puro, se acercó a Kenós diciéndole:
- Amigo, nuevamente ha llegado mi hora del reposo, pero esta vez no deseo volver a renacer. Mi cuerpo está cansado y mi caspi anhela su sitio final anhela su sitio final junto a Temaukel nuestro creador.
Lo miró Kenós con tristeza sabiendo que su naturaleza como inmortales no podía aspirar a estar eternamente junto a Temaukel, sino que debía permanecer por toda la eternidad cumpliendo una misión para El, y para las obras de su creación. Le hizo saber a Cóoj que el reposo de su caspi sólo encontraría su lugar definitivo aquí en la tierra o en el espacio cósmico de las estrellas siendo una más entre todas.
Nada supo decir Cóoj. Se había equivocado. Más bien, no había comprendido el significado de ser inmortal. Muy triste se retiró a llorar su pena.
Caminó hacia el este solitario derramando torrentes de lágrimas. Los gruesos goterones que rodaron por sus pómulos cayeron sobre la tierra cubriéndola de agua salada de amargura, agua que no alcanzó a secar el calor del sol. Su llanto anegó profundas quebradas y valles por el oriente, rebasando los límites de las altas cumbres hundiéndolas con su peso.
Tanta y tan enorme fue su pena, que cuando se detuvo y miró hacia el oeste pensando en regresar junto a Kenós, su mirada no divisó los territorios caminados en su peregrinar.
Las lágrimas formaban enormes lagos los cuales serían llenados posteriormente por el agua de las nieves y glaciares que cubrieron la superficie terrestre con su blanca capa de hielos, cuando el norte se enojó con el sur.
Vio Cóoj el resultado de su último trabajo comprendiendo cual era el destino final de su caspi; entonces reclinando su cuerpo, besó por última vez la roca seca y se sumergió.


Caspi: presencia eterna, hacedor sin cuerpo, tiempo ni forma. Alma.

martes, 7 de abril de 2015

Las Termas de Copahue

Las Termas de Copahue


Un cacique araucano se había convertido en amo de las tribus ubicadas del Norte al Sur en territorio chileno merced a su afán de conquista, que lo había llevado a luchas encarnizadas de las que siempre salía airoso. El pueblo le temía y lo respetaba, sabiendo que cualquier trasgresión sería severamente castigada por el monarca. Pero un día, tras una cruenta batalla, la gloria del cacique se eclipsó al ser herido por una flecha. Antes de morir y de que su alma volase al Ahué Mapú, el país de los muertos, delegó el mando en su hijo Copahue.
Copahue era un joven que, si bien había heredado el físico vigoroso, la valentía y la audacia de su padre, se diferenciaba del viejo cacique por su corazón bondadoso. Vestía siempre un chamal, que es una especie de túnica de lana, y un poncho tejido, con guardas de colores en las que se representaba la flor del colihue, característica de esa región patagónica. En sus pies llevaba sandalias de cuero de guanaco y sujetaba su cabello con el trarilonco o vincha, símbolo de su jerarquía.
Desde que asumió el mando quiso continuar la campaña iniciada por su progenitor, llegando a concebir la idea de cruzar la cordillera de los Andes y subordinar a las tribus argentinas. Realizados los preparativos la comitiva emprendió la marcha a través del sur chileno hacia el lado argentino, entre cerros, bosques y lagos. llegaron pronto a una zona desconocida para ellos, en la que un lago de aguas tranquilas reflejaba el paisaje circundante, rico en flores, alerces, pinos, pehuenes, coronados por picos nevados.
Habían arribado al lago Aluminé, desde donde prosiguieron su camino hacia el Norte. Decidieron luego detenerse, e instalaron sus toldos con forma de carpa, compuestos por dos gruesas ramas y una superior atravesada, cubierta por cueros. Mientras se armaba el campamento, Copahue se separó del grupo y decidió inspeccionar los alrededores. Caminó y caminó por un hermoso sendero rodeado de bosques y quebradas, hasta llegar a una meseta verde, donde abundaban los pastos y los árboles.
A lo lejos vio recortada la silueta de una mujer de rara belleza, vestida con un chamal blanco y con el cabello recogido en una trenza. Ella le dijo que estaba esperando, ya que había guiado sus pasos hasta el lugar. Era en realidad una hechicera, quien le predijo triunfos y glorias. Copahue emprendió así su empresa y los presagios se fueron cumpliendo. Logró victorias inimaginadas, que fueron festejadas por la tribu con regocijo.
Pero Copahue no era completamente feliz. Deseaba unirse a la bella hechicera que lo había conducido a la victoria, aun cuando el consejo de ancianos de la tribu no aceptara sus deseos. Entonces las tribus se sublevaron y dieron muerte al joven, culpando a la esposa de su suerte. Tras una reunión decidieron que la doncella debería morir lanceada.
Nadie la defendió e inútil fue que gritara su inocencia; para cumplir la sentencia la ataron a una roca. Al sentirse cerca del fin, ella invocó el alma de su amado. Cuando el primer lanzazo atravesó su corazón surgieron de las grietas de la montaña enormes chorros de agua hirviente con olor a azufre.

El dibujo es de antonella en http://2011arteparachicos.blogspot.com.ar

viernes, 3 de abril de 2015

El Árbol de Sal

El Árbol de Sal

En el norte argentino existe una especie de helecho gigante al que los indios mocovíes dan el nombre de Iobec Mapic. Muchas veces esta hermosa planta es confundida con una pequeña palmera debido a que puede alcanzar los 2 metros de altura.
Dice la leyenda que cuando Cotaá (Dios) creó el mundo, decidió regalar a los hombres una planta que les sirviera de alimento. Después de mucho pensar, creó el Iobec Mapic y lo esparció por las verdes tierras de los mocovíes, asegurándoles así un constante alimento.

Pero Neepec (el diablo), sintió envidia de ver el hermoso regalo que Cotaá le había hecho a los hombres, se propuso destruir la útil planta para que los hombres no tuvieran como alimentarse. Extendiendo sus brazos, se elevó por los aires y voló hasta unas inmensas salinas donde llenó un gran cántaro con agua salada para arrojarlo sobre las matas, y así quemarlas con el salitre.

Cotaá descubrió el terrible plan de Neepec y decidió esperarlo escondido entre las malezas. Cuando el terrible ser dejó caer el agua sobre la selva, Cotaá hundió sus dedos en la tiera y entonces las raíces absorbieron el agua. Las plantas no se murieron, pero la sal se mezcló con la savia y las hojas tomaron su sabor. Los mocovíes pensaron que habían perdido su alimento, pero Cotaá les mostró que la planta no había perdido su utilidad, ya que con ella podían sazonar las carnes de los animales salvajes y otros alimentos.

fuente: http://www.portaldesalta.gov.ar/arbolsal.htm

jueves, 2 de abril de 2015

Los Músicos de Bremen

Los Músicos de Bremen


Un cierto hombre tenía un burro, con el cual transportó infatigablemente los sacos de maíz al molino durante muchos años, pero la fuerza del burro ya decaía, y cada día se le hacía más difícil cumplir la tarea. Entonces el hombre comenzó a considerar que tendría que deshacerse del burro. Pero el burro, sintiendo que no soplaban buenos vientos, se escapó y tomó el camino rumbo a Bremen.
-"Ahí"- pensó el burro, -"podré ser un músico de pueblo."-  

Cuando había recorrido alguna distancia, se encontró a un perro de caza echado en el camino, cansado y jadeando como quien corrió hasta más no dar. 
-"¿Por qué estás jadeando tanto, compañero?"- preguntó el burro. 
-"¡Ah!"- replicó el perro, -"como ya estoy viejo, y cada día me pongo más débil, y ya no puedo cazar como antes, mi patrón quiere terminar conmigo, así que me escapé soplado. Pero ahora, ¿cómo haré para ganarme mi pan?"-
-"Te diré una cosa"- dijo el burro, -"yo voy hacia Bremen, y voy a hacerme músico de pueblo, ven conmigo y hazte también un músico. Yo tocaré la flauta y tú golpearás el tambor"-
El perro aceptó y avanzaron hacia Bremen. 

Al cabo de un rato encontraron un gato sentado en el camino, con una cara como de tres días de ayuno.
-"Y ahora, viejo maullador, ¿qué ha estado mal contigo?"- le preguntó el burro.
-"¿Quién podría sentirse contento cuando tiene una soga en el cuello?"- contestó el gato. -"Porque ahora que me estoy poniendo viejo, y mis dientes ya no muerden bien, y prefiero estar sentado junto al fogón bien acurrucado en vez de andar detrás de algún raton, mi ama desea echarme lejos, por lo que decidí huir primero. Pero ahora los buenos consejos están escasos. ¿Hacia donde podré ir?"-
-"Ven con nosotros a Bremen. Tú sabes mucho de cantos nocturnos, podrás ser un buen músico de pueblo."-

El gato lo pensó muy bien y decidió irse con ellos.    Al cabo de un rato, los tres fugitivos llegaron a una granja, donde el gallo se había sentado sobre el portón, cantando a lo más que podía. 
-"¡Qué modo de cantar!"- le dijo el burro. -"¿Qué te sucede?"-
-"Yo he estado pronosticando buen tiempo, porque es el día en que nuestra Señora lava la ropita del pequeño Niño, y ella quiere que se seque."- dijo el gallo, -"pero para el domingo vendrán invitados, por lo que la patrona no tendrá piedad, y le ha dicho a la cocinera que quiere comerme en sopa. Y para esta tarde ya habrán cortado mi cabeza.    Por eso ahora estoy cantando a lo que más doy, mientras pueda."-  
-"Ah, pero cresta-roja"- dijo el burro, -"mejor vienes con nosotros. Vamos hacia Bremen. Encontrarás algo mejor que ser cocinado, ya que tienes muy buena voz, y si nosotros hacemos la música juntos, será de buena calidad."-
El gallo estuvo de acuerdo con el plan, y los cuatro marcharon juntos. Sin embargo no alcanzaron a llegar a Bremen ese mismo día, y al atardecer llegaron a una foresta donde pensaron pasar la noche. El burro y el perro se echaron bajo un gran árbol, el gato y el gallo se subieron a las ramas, pero el gallo decidió volar hasta la cumbre, donde se sentía más seguro. Antes de irse a dormir, el gallo miró para todo lado, y le pareció ver en la distancia un pequeño resplandor, así que llamó a sus compañeros diciendo que debería de haber una casa no muy lejos, pues ha visto su luz. El burro dijo:
-"Si es así, mejor nos levantamos y vamos hacia allá, pues el refugio de aquí no es nada bueno"-
El perro pensó que unos pocos huesos con algo de carne le caerían muy bien.
Así es que se fueron en la dirección de aquella luz, y pronto la vieron brillar más fuertemente y más grande, hasta que llegaron a una bien iluminada casa de ladrones. 

El burro, por ser el más grande, fue a asomarse a la ventana.

-"¿Qué es lo que ves, mi caballo gris?"- preguntó el gallo.
-"¿Qué es lo que veo?"- respondió el burro, -"una mesa repleta de buenas cosas para comer y beber, y ladrones sentados disfrutando de todo eso."-
-"Eso es exactamente lo que necesitamos"- dijo el gallo.
-"¡Sí, sí, y cómo me gustaría que estuviéramos allí!"- comentó el burro.
Entonces los animales se reunieron para planear como sacar a los ladrones de la casa, y al rato concibieron un plan. El burro se pararía en la ventana, con sus patas delanteras apoyadas en el marco, el perro se subiría en la espalda del burro, el gato iría sobre el perro, y por último el gallo quedaría encima de la cabeza del gato.
Cuando eso estuvo hecho, a una señal ellos empezarían a hacer su música juntos: el burro rebuznando, el perro ladrando, el gato maullando, y el gallo cantando. Entonces se resbalaron sobre la ventana, quebraron el vidrio y cayeron dentro de la habitación. Con semejante horrible ruido, los ladrones se levantaron como un resorte, pensando solamente que un fantasma había llegado, y corrieron velozmente y con gran nerviosismo y se internaron en el bosque. 
Y ahora, los cuatro viajeros se sentaron a la mesa, muy contentos con lo que había quedado, y comieron como si fueran a estar en ayunas por un mes.  
Una vez satisfechos los cuatro, apagaron la luz, y cada uno buscó un lugar donde acomodarse adecuadamente a su condición natural. El burro se echó sobre unas pajas en el patio, el perro detrás de la puerta, el gato sobre el borde la chimenea, cerca de las cenizas tibias, y el gallo se subió sobre una viga del techo, y cansados como estaban, pronto se durmieron.
Pasada la media noche, los ladrones notaron que la luz ya no estaba encendida en la casa, y se veía tranquila, por lo que el capitán dijo:
-"No debemos dejarnos asustar por nuestra imaginación"-, y ordenó a uno de ellos que fuera a examinar la casa.
El mensajero fue encontrando todo quieto, fue a la cocina a encender una candela, y creyendo que los brillantes ojos del gato eran carbones vivos, encendió un fósforo para alumbrarlos. Pero el gato no comprendía el asunto, y se le lanzó a la cara, abofeteándolo y arañándolo. Él quedó terriblemente asustado y corrió a la puerta trasera, pero el perro que estaba allí se levantó y le mordió su pierna, y cuando corría por el patio, por donde estaba la paja, el burro le dio una certera patada. El gallo, que se había despertado por el ruido, y ya con plena conciencia, cantó desde la viga:
-"¡Quí qui ri kííí...!"-
Y así, el ladrón regresó corriendo y cojeando, lo más rápido que pudo donde el capitán, y dijo:
-"¡Uy!, hay una espantosa bruja metida en la casa, que me abofeteó y me arañó la cara con sus largas uñas, y por la puerta había un hombre con un puñal, que me lo clavó en la pierna, y en el patio había un monstruo negro que me golpeó con un palo de madera, y encima, sobre el techo, estaba un juez que gritaba:
-"¡Tráemelo aquííí...!-, así que me largué tan rápido como pude.
 Después de todo aquello, los ladrones ya no confiaron más en esa casa, pero les quedó tan bien a los músicos de Bremen, que ya no quisieron salir de ella nunca más. Y la boca de quien contó de último esta historia, está aún tibia.
 Enseñanza:

Nunca hay que despreciar a quienes después de haber dado todo su esfuerzo en su vida, llegan a la natural vejez.
Este es un cuento de los Coleccionados por Jacob y Whilhelm Grimm