jueves, 20 de agosto de 2015

El niño travieso

El niño travieso



Cuento de Hans Christian Andersen


Érase una vez un anciano poeta, muy bueno y muy viejo. Un atardecer, cuando estaba en casa, el tiempo se puso muy malo; afuera llovía a cántaros, pero el anciano se encontraba muy a gusto en su cuarto, sentado junto a la estufa en la que ardía un buen fuego y se asaban manzanas.

-Ni un pelo de la ropa les quedará seco a los infelices que este temporal haya pillado fuera de casa -dijo, pues era un poeta de muy buenos sentimientos.

-¡Ábrame! ¡Tengo frío y estoy empapado! -gritó un niño desde fuera. Y llamaba a la puerta llorando, mientras la lluvia caía furiosa y el viento hacía temblar todas las ventanas.

-¡Pobrecillo! -dijo el viejo, abriendo la puerta. Estaba ante ella un rapazuelo completamente desnudo; el agua le chorreaba de los largos rizos rubios. Tiritaba de frío; de no hallar refugio, seguramente habría sucumbido, víctima de la inclemencia del tiempo.

-¡Pobre pequeño! -exclamó el compasivo poeta, cogiéndolo de la mano-. ¡Ven conmigo, que te calentaré! Voy a darte vino y una manzana, porque eres tan precioso.

Y lo era, en efecto. Sus ojos parecían dos límpidas estrellas, y sus largos y ensortijados bucles eran como de oro puro, aun estando empapados. Era un verdadero angelito, pero estaba pálido de frío y tiritaba con todo su cuerpo. Sostenía en la mano un arco magnifico, pero estropeado por la lluvia; con la humedad, los colores de sus flechas se habían borrado y mezclado unos con otros.

El poeta se sentó junto a la estufa, puso al chiquillo en su regazo, le escurrió el agua del cabello, le calentó las manitas en las suyas y le preparó vino dulce. El pequeño no tardó en rehacerse: el color volvió a sus mejillas y, saltando al suelo, se puso a bailar alrededor del anciano poeta.

-¡Eres un chico alegre! -dijo el viejo-. ¿Cómo te llamas?

-Me llamo Amor -respondió el pequeño-. ¿No me conoces? Ahí está mi arco, con el que disparo; puedes creerme. Mira, ya ha vuelto el buen tiempo, y la luna brilla.

-Pero tienes el arco estropeado -observó el anciano.

-¡Mala cosa sería! -exclamó el chiquillo, y, recogiéndolo del suelo, lo examinó con atención-. ¡Bah!, ya se ha secado; no le ha pasado nada; la cuerda está bien tensa. ¡Voy a probarlo!

Tensó el arco, le puso una flecha y, apuntando, disparó certero, atravesando el corazón del buen poeta.

-¡Ya ves que mi arco no está estropeado! -dijo, y con una carcajada se marchó.

¿Se había visto un chiquillo más malo? ¡Disparar así contra el viejo poeta, que lo había acogido en la caliente habitación, se había mostrado tan bueno con él y le había dado tan exquisito vino y sus mejores manzanas!

El buen señor yacía en el suelo, llorando; realmente lo habían herido en el corazón.

-¡Oh, qué niño tan pérfido es ese Amor! Se lo contaré a todos los chiquillos buenos, para que estén precavidos y no jueguen con él, pues procurará causarles algún daño.

Todos los niños y niñas buenos a quienes contó lo sucedido se pusieron en guardia contra las tretas de Amor, pero éste continuó haciendo de las suyas, pues realmente es de la piel del diablo. Cuando los estudiantes salen de sus clases, él marcha a su lado, con un libro debajo del brazo y vestido con levita negra. No lo reconocen y lo cogen del brazo, creyendo que es también un estudiante, y entonces él les clava una flecha en el pecho.

Cuando las muchachas vienen de escuchar al señor cura y han recibido ya la confirmación él las sigue también. Sí, siempre va detrás de la gente. En el teatro se sienta en la gran araña, y echa llamas para que las personas crean que es una lámpara, pero ¡quizá! demasiado tarde descubren ellas su error. Corre por los jardines y en torno a las murallas.

Sí, un día hirió en el corazón a tu padre y a tu madre. Pregúntaselo, verás lo que te dicen. Créeme, es un chiquillo muy travieso este Amor; nunca quieras tratos con él; acecha a todo el mundo. Piensa que un día disparó una flecha hasta a tu anciana abuela; pero de eso hace mucho tiempo. Ya pasó, pero ella no lo olvida. ¡Caramba con este diablillo de Amor! Pero ahora ya lo conoces y sabes lo malo que es.

EL ÑEPIRÚ TATA AVA

EL ÑEPIRÚ TATA AVA


LA INFANCIA DE LA HUMANIDAD LEYENDA CHIRIGUANA

Tiempo hubo en que el hombre no tenía noción de lo que hacía. No sentía alegría ni pena; no se extasiaba ante el esplendor de las auroras ni la magnificencia de los crepúsculos. No sentía emoción al contemplar las estrellas rutilando en el cielo sereno, ni ternura en el silencio sublime de la noche. No lloraba ni reía. No cantaba ni gritaba. No sabía del Amor ni del Odio. Era, en suma, un ente mecánico rodando sobre la Tierra, sin sentimientos ni pasiones.
Pero un día brilló una lucecilla en su alma. y el hombre sintió deseos de cantar, de amar...
Ebhuá (Dios), que había encendido esa lucecilla en su alma, escuchó ese deseo vehemente del hombre y le di6 lo que pedía.
Desde entonces el hombre sintió la Alegría, mas también el Dolor y la Tristeza. Sintió la emoción y la ternura, pero con ellas la pena, el desaliento, la angustia. Aprendió a cantar y a llorar, a reír y a gemir. Sintió en su alma la noche y la aurora. Sintió ansiedad por la belleza, la luz, el sonido. .. Levantó los ojos al cielo y aprendió a meditar mirando la luz de los mundos insondables. Escuchó el murmullo de la fronda y aprendió a cantar. Se extasió ante el paisaje y tembló de emoción. ante la mujer. Aprendió a amar, a amar intensamente. y aunque tras de cada pasión asomaba avieso el odio, instigado por el Demonio, amó y se sublimizó. Pero con cada amor venía inseparable una pena. Era el equilibrio lógico con que Ebhuá contrabalanceó los deleites inefables del Amor.

Y desde aquel entonces, por los siglos de los siglos, el hombre ama y sufre...

miércoles, 19 de agosto de 2015

EL CHON - CHON

EL CHON - CHON



El chon chon es un ave nocturna muy parecida al lechuzón y forma parte de esa especie. Es de tamaño algo mayor que una paloma y su plumaje gris jaspeado forma bandas blancas y barrosas. Sus gritos intermitentes, semejantes a sordas campanadas, originaron su nombre: "chon chon", con el que se le conoce en toda la región del Sur. Los araucanos creen que alberga el Espíritu del Demonio y cuentan esta leyenda, que los misioneros han modificado sin quitarle empero su raíz primitiva.
"En épocas muy lejanas existió un "machi "  poseedor de numerosos secretos naturales. En vez de aplicarlos en elalivio de sus semejantes se complacía en dañarlos, y en particular a los que gozaban de bienestar material y espiritual. 
Dicen que fue tan feo como malo, y que su principal alimento lo constituía la sal. Anticipándose a su muerte,Huecuvú , cargó con él, llevando su alma a sus tenebrosos antros con el fin de convertirlo en su aliado. Le otorgó la facultad de transformarse .en ave nocturna para volcar sobre la tierra sus artes de maldad. Desde aquel tiempo, hasta la fecha, todas las desgracias ocurridas en la cordillera fueron obra del" machi" malo; y solamente las personas que conocen por tradición las fórmulas para invalidar su funesta influencia, pueden evitar las desventuras.
Cuando el chon chon quiere causar un mal a determinada familia o persona, aletea por encima de la casa emitiendo sus gritos. Para ahuyentarlo se deben pronunciar las palabras redobladas. Se consigue asimismo evitar el daño si se le dice: " Ven a buscar sal mañana". Al día siguiente se presentará un indio muy viejo y feo, que tomará la sal y se alejará silenciosamente. Como el machi puede también dividir su personalidad entre varios ejemplares del ave descripta, y en esa forma ser causa de epidemias, se recurre a un rito, ejecutado frente al fuego para reunirlos, y luego quitar todo su poder con las palabras redobladas. Consiste esta ceremonia en golpear sobre los morillos y pronunciar en araucano esta oración: "Cupán chon chon, ilen chadi" (Ven chon chon, te. daremos de comer sal). . Al instante aparecerán aleteando sobre el lugar numerosos pájaros: En todos los casos, antes de pronunciar las palabras redobladas, se debe dibujar una estrella de siete puntas en cualquier lugar interior de la casa, que permita clavar un cuchillo en el centro de la misma. A esa estrella se le da el nombre de "firma de Salomón" o "Cruz de Salomón". Acto seguido se reza la oración, que tiene la virtud y el podé); de abatir las aves y mantenerlas prisioneras, mientras no se retire el cuchillo del centro de la estrella.
" Amigo, dígame una. Amigo se la diré: una no es ninguna, siempre la virgen pura. Amigo, dígame dos. Amigo se las diré: dos son las tablas de la ley por donde pasó Moisés con sus doce apóstoles a Jerusalén; una no es ninguna, siempre la Virgen pura. Amigo, dígame tres. Amigo se las diré: tres son las tres Marías, dos son las tablas de la ley por donde pasó Moisés y una no es ninguna, siempre la Virgen pura. Amigo, dígame cuatro. Amigo, se las diré: cuatro son los cuatro evangelistas; tres son las tres Marías, dos son las tablas de la ley por donde pasó Moisés y una no es ninguna, siempre la Virgen pura. Amigo, dígame cinco. Amigo se las diré: cinco son las cinco llagas, cuatro son los cuatro evangelistas, tres son las tres Marías, dos son las tablas 'de la ley por donde pasó Moisés y una no es ninguna, siempre la Virgen pura. Amigo, dígame seis. Amigo se las diré :'. seis son las seis candilejas, .cinco son las cinco llagas, cuatro son los cuatro evangelistas, tres son las tres Marías, dos son las tablas de la ley por donde pasó Moisés y una no es ninguna, siempre la Virgen pura. Amigo, dígame siete. Amigo se las diré: siete son los siete sacramentos, seis son las seis candilejas, cinco son las cinco llagas, cuatro son los cuatro evangelistas, tres son las tres Marías, dos son las tablas de la ley por donde pas6 Moisés y una no es ninguna, siempre la Virgen pura."
Esta oracion, redoblada, conjura el peligro del Mal y no cabe duda que los jesuítas han tomado con exquisito tacto las "razones" que empleaban los araucanos en sus ceremonias parlamentarias (Hillatrún o Guillatún) donde se empleaba un juego de palabras muy parecido, carente desde luego de simbolismo cristiano
machi: hechicero
huecuvú: demonio


LA LEYENDA DE LA NIÑA ENCANTADA

LA LEYENDA DE LA NIÑA ENCANTADA


Existe en la provincia de Mendoza una laguna, que es como un engarce mágico en las alturas de las montañas. Fue en tiempos antiquísimos el cráter de un volcán, y por encantamiento su comba dorada por el fuego se convirtió en una pequeña laguna que es prodigio de belleza. De ella se desprende como hilo de plata un pequeño arroyuelo que bajando de la cumbre va a unirse al Salado después de recorrer un largo trecho entre peñascos bravíos. Los indios la llamaban" Alhué pichitrequen lauquen" (pequeña laguna. de Dios que se hiela).
El poético encantamiento del paisaje hace que se justifique la leyenda que narran los paisanos, y cohíbe al hombre buscar una explicación racional de aquel misterio.
"Elchá Chiamal Cané" (doncella de la túnica verde) fue entregada como prenda de paz por su derrotado padre al viejo cacique Calilué, quien la toma por esposa. La hermosa india acepta el sacrificio por la ' ventura de su pueblo, y la concordia reina' entre las dos tribus enemigas. Sucedió entonces que al morir un cacique amigo de Calilué le encarga .cuide de su apuesto hijo, llamado Cantipán, y lo tenga por suyo.
Elchá y Cantipán se enamoran desde el primer encuentro; por lealtad hacia su padre adoptivo, el joven quiere huir de la que ama, pero Elchá no lo deja hasta que promete la hará raptar y escaparán juntos.
Una noche, huyen los enamorados, y Calilué, en su desesperación, recurre a su hermana, la cacica Ghulcán, quien vanamente ha pretendido el amor de Cantipán. La despechada con el auxilio de la bruja Quetrupillán, parte en persecución de los jóvenes. Guiada por la bruja llegan a la. laguna, en una de cuyas grutas se habían refugiado
Elchá y Cantipán; para sorprenderlos, la perversa hermana de Calilué es transformada en lechuza, que lleva en sus manos un ramo de lirios-rosas" engualichados" por Quetrupillán.
Junto a la orilla los enamorados deslizan su vida; la lechuza se acerca y arroja sus flores en el regazo de Elchá, quien alborozada, las coloca sobre su pecho y corre a contemplarse en las tersas aguas. Pero en cuanto lo hace queda transformada en piedra. Lleno de asombro y horror, Cantipán trata de volverla a la vida besándola apasionadamente. Ante la inutilidad. de sus esfuerzos y enloquecido de dolor se arroja a la laguna.
La cacica Ghulcán recobra la forma humana y suplica a la bruja salve al hermoso joven, de cuyo amor no puede desprenderse; mas como la bruja tarda en encontrar .el sortilegio necesario, se arroja a la laguna para tratar de rescatarlo. Preparado el ungüento mágico, la bruja saca los cadáveres y los vuelve a la vida. Cantipán corre a abrazar la petrificada figura de su amada; Ghulcán, loca de celos, se interpone 'y le enrostra su deslealtad para con Calilué, y sollozando le pide perdón, pues la culpable de todas sus desgracias es la bruja Quetrupillán. Esta, al verse descubierta quiere huir; recoge el ramo de lirios-rosas y, sin desearlo, se contempla en el agua: instantáneamente obra el sortilegio y desaparece en las aguas con las flores engualichadas, "convertida en una roca negra". Cantipán, estupefacto, comprende que en el ramo lirio está el encantamiento, y para recuperado y, volver a la vida a Elchá se arroja de nuevo a la laguna. Ghulcán, ante el fracaso, sigue al que amó inútilmente hacia el desconocido fondo del cual nunca regresarán...
En las noches de luna se escucha la queja lastimera de los enamorados, mientras con sus ojuelos vivaces, una lechuza, donde refugióse el alma de la bruja, ronda, presa del encantamiento...

Y así corre entre los paisanos de la tierra de los huarpes esta tierna leyenda. Hay quienes refieren que la laguna en noches silenciosas emite en el cabrilleo de sus aguas, un lamento suave y profundo. Son las voces de Elchá y Cantipán que aun esperan alguien que los despierte del encantamiento.

martes, 18 de agosto de 2015

LA SANDALIA DE NITOCRIS

LA SANDALIA DE NITOCRIS


En un pequeño pueblo del Bajo Egipto vivía una joven de veinte años cuya belleza se asimilaba a la de una diosa. Su nombre era Nitocris.
Le gustaba ayudar a su padre que trabajaba como escriba de rebaños, contando cabezas de ganado y evitando las discusiones entre los ganaderos.          
Nitocris sabía leer, escribir y contar, y cuando su padre se jubilara, le sustituiría.
Todos los chicos del pueblo y de los alrededores deseaban casarse con Nitocris, pero ella sólo compartiría su vida con un hombre al que amara con todo el corazón. Los jóvenes seguían insistiendo pero ella los rechazaba tajantemente. Su padre se extrañaba, incluso le proponía casamiento con el apuesto hijo del alcalde, pero ella no podía soportarle.
 
Sus padres sólo deseaban la felicidad de la hermosa joven:
- Nitocris, solamente tú puedes elegir al hombre al que amarás como esposo. La tarde estaba soleada y Nitocris salió a darse un baño al canal pensando que a esa hora nadie la molestaría. Se quitó las sandalias, se desvistió y se metió poco a poco en el agua que gozaba de una temperatura deliciosa. Estuvo nadando durante mucho tiempo.

Por allí cerca, los chicos cazaban o jugaban a la pelota. Cuando la joven volvió hacia la orilla, un chico le hizo señas con la mano ofreciéndole su ayuda para salir del agua. Se trataba del hijo del alcalde, que muy orgulloso, armado con un arco y unas flechas, le regalaba una liebre que había cazado.
- No quiero tus regalos. ¡Aléjate de mi! - dijo Nitocris.
- ¡Ni hablar! Deseo hablarte. Sabes que yo seré tu marido - contestó el joven.
- ¡Jamás! ¡Nunca me casaré contigo!      

Nitocris se fue en busca de sus sandalias, cuando escuchó el ruido de un aleteo. Un halcón bajó hacia el suelo a gran velocidad cogiendo una de sus sandalias con sus garras, y de nuevo subió al cielo.
Cuando el hijo del alcalde tensó su arco apuntando hacia el halcón, Nitocris gritó:
- ¡No tires! El halcón es el animal sagrado del dios Horus, el protector del faraón. Nadie puede matarlo.
     
El joven se fue muy avergonzado por su acción.      
Un poco más tarde se celebraba el consejo de ministros presidido por el faraón en el jardín del palacio. El rey continuaba soltero y esta situación no debía alargarse más. La Regla exigía que reinara junto a él una gran esposa real, pero ninguna le interesaba.
     
Estaba pensativo y no prestaba atención al ministro, cuando de repente, el halcón se abalanzó hacia el rey dejando caer algo en sus rodillas. Se trataba de una sandalia, la más bonita que jamás había visto. Rápidamente hizo llamar al jefe de guardia, y se dirigió a él enérgicamente:
     
- Envíe a sus hombres a todas las ciudades y pueblos y ordene que todas las muchachas se prueben la sandalia. ¡Encuentren a su dueña!      
El hijo del alcalde iba hacia la casa de Nitocris, cuando vio a dos guardias cumpliendo el encargo del faraón. No dudó en preguntar qué ocurría, a lo que le respondieron amablemente. Sólo les quedaba visitar la última casa del pueblo que se encontraba al final de la calle. El chico, al reconocer la sandalia de Nitocris, trató de evitar que la encontraran. Pero en ese momento, la muchacha salió de su casa portando un ramo de flores de loto. El guardia, al verla, quedó impresionado por su belleza, y al probarle la sandalia comprobó que era suya.      
Nitocris atravesó los inmensos jardines de tamariscos, sicomoros y palmeras, llegando a una enorme sala del palacio. El suelo estaba decorado con azulejos en forma de lotos y en las paredes se representaban preciosas pinturas con escenas de caza. Allí, en su trono, estaba sentado el faraón de Egipto.      
La joven se arrodilló ante el faraón como muestra de admiración y respeto. El rey, portando sus insignias reales, la tomó de la mano ayudándola a levantarse. Admirado por su belleza, el faraón le calzó la sandalia que le había hecho llegar el halcón. Nitocris era la esposa elegida por los dioses, y ella se había enamorado del faraón.      
- Reinarás en Egipto junto a mi como Gran Esposa Real. Mandaré construir para ti una pirámide que inmortalizará nuestro amor y hará brillar tu nombre para siempre.



El Huso, la Lanzadera y la Aguja

El Huso, la Lanzadera y la Aguja


Había una vez una muchacha cuyo padre y madre murieron mientras ella era todavía una pequeña niña. Absolutamente sola, en una cabaña al final del  pueblo, vivía su madrina, que se mantenía económicamente hilando, tejiendo, y cosiendo.  La anciana llevó a la niña huérfana a vivir con ella, la tuvo en su trabajo, y la educó en todo lo que estaba bien. Cuando la muchacha tenía quince años, la anciana enfermó, y la llamó a su lado de la cama, y le dijo, 

-"Querida hija, siento mi final acercándose. Te dejo a ti esta pequeña casa, que te protegerá del viento y del mal tiempo, y mi huso, lanzadera, y aguja, con los cuales podrás ganarte tu pan."-

Entonces ella puso sus manos en la cabeza de la muchacha, la bendijo, y continuó, 

-"Sólo conserva el amor de Dios en tu corazón, y todo irá bien contigo."-

Con eso ella cerró sus ojos, y cuando fue puesta en la tierra, la doncella siguió al ataúd, llorando amargamente, y le dio su última señal de respeto.
Y ahora la doncella vivió completamente sola en la pequeña casa, y era laboriosa y dedicada, tejió, y cosió, y la bendición de la buena anciana estaba en todo lo que ella hacía. Parecía como si el lino en el cuarto aumentaba por sí mismo, y siempre que ella tejía un pedazo de tela o alfombra, o hubiera hecho una camisa, inmediatamente encontraba un comprador que le pagaba  ampliamente por ello, de modo que ella no deseaba nada más, y hasta tenía  algo para compartir con otros.
Aproximadamente por ese tiempo, el hijo del Rey viajaba a lo largo del país en busca de una novia. Él no debía elegir una pobre, pero no quería tener una rica. Así que él pensó, 

-"Deberá ser mi esposa aquella que sea la más pobre, y al mismo tiempo la más rica."-

Cuándo él vino al pueblo donde la doncella vivía, él preguntó, como lo hacía  siempre dondequiera que él fuera, quién era la más rica y también la muchacha más pobre en el lugar. Primero le nombraron a la más rica; y la más pobre, dijeron, era la muchacha que vivía en la cabaña completamente al final del  pueblo.
La muchacha rica estaba sentada en todo su esplendor al frente de la puerta de su casa, y cuando el príncipe se acercó, ella se levantó, y fue a su encuentro haciendo una cortés reverencia. Él la miró, no dijo nada, y siguió en su caballo.. Cuando él llegó a la casa de la muchacha pobre, ella no estaba de pie en la puerta, sino sentada en su pequeño cuarto. Él paró su caballo, y vio por la ventana, la cual el brillante sol alumbraba, a la muchacha sentada en su rueca, afanosamente hilando. Ella alzó la vista, y cuando vio que el príncipe la miraba, ella se sonrojó en toda su faz, bajó sus ojos, y continuó hilando.
No sé si, sólo en aquel momento, el hilo iba correctamente parejo; pero ella continuó hilando hasta que el hijo del Rey se hubo marchado. Entonces ella fue a la ventana, la abrió, y dijo,





-"Está tan caliente este cuarto!"-

pero ella todavía lo miraba mientras podía distinguir las plumas blancas en su sombrero. Entonces se sentó para trabajar otra vez en su cuarto y siguió con su hilado, y un estribillo que la anciana a menudo repetía cuando ella se sentaba en su trabajo, entró en su mente, y ella cantó estas palabras para sí misma,

-"Huso, mi huso, apúrate, apúrate mucho,
Y tráeme aquí a mi casa al pretendiente, te lo ruego."-

¿Y qué piensa usted que sucedió? En un instante el huso saltó de su mano , y salió por la puerta, y cuando, en su asombro, ella se levantó y miró hacia el huso, vio que bailaba alegremente en la calle, y llevaba un brillante hilo de oro detrás de él. En pocos momentos, había desaparecido completamente de su vista. Como ella no tenía ahora ningún huso, tomó la lanzadera del tejedor en su mano, se sentó en su telar, y comenzó a tejer. El huso, sin embargo, bailó continuamente hacia adelante, y justo cuando el hilo llegaba a su final, alcanzó al príncipe. 

-"¿Qué veo?"- gritó el príncipe; -"¡el huso seguramente quiere mostrarme el camino!"-

Dio media vuelta a su caballo, y lo dirigió a lo largo del hilo de oro. La muchacha seguía sentada en su trabajo cantando,

-"Lanzadera, mi lanzadera, teje bien este día,
Y guía al pretendiente hacia mí, te lo ruego."-

Inmediatamente la lanzadera saltó de su mano y salió por la puerta. Antes del umbral de la casa, sin embargo, la lanzadera comenzó a tejer una alfombra que era la más hermosa que ojos de hombre hubieran contemplado aún alguna vez. Lirios y rosas florecían a ambos lados de la alfombra, y en un espacio de oro en el centro, ramas verdes subían, bajo las cuales saltaban liebres y conejos, venados y ciervos estiraban sus cabezas entre ellos, aves alegres de colores se sentaban sobre las ramas; y no carecían de nada, excepto de su bello canto. La lanzadera saltaba para acá y para allá, y todo parecía crecer por su propia voluntad. Como la lanzadera se había escapado, la muchacha se sentó a coser. Ella sostuvo la aguja en su mano y cantó,

-"Aguja, mi aguja, puntiaguda y fina,
Alista esta mi casa para un pretendiente."-

Entonces la aguja saltó de sus dedos, y voló hacia todas partes sobre el cuarto tan rápido como el relámpago. Era justo como si espíritus invisibles trabajaran; se cubrieron mesas y bancos con tela verde en un instante, y las sillas con  terciopelo, y se colgaron en las ventanas cortinas de seda. Apenas había terminado la aguja la última puntada cuando la doncella vio por la ventana las plumas blancas del príncipe, a quien el huso había traído allí por medio del hilo de oro.

Él bajó, pasó por encima de la alfombra y entró en la casa, y cuando entró en el cuarto, allí estaba la doncella en su pobres ropas, pero ella brillaba dentro de ellas como una rosa rodeada por hojas. 

-"Tú eres la más pobre y también la más rica,"- le dijo él. -"Ven conmigo, tienes que ser mi novia."-

Ella no habló, pero le dio su mano. Entonces él le dio un beso, la condujo adelante, la montó en su caballo, y la llevó al castillo real, donde la boda fue solemnizada con la gran alegría. El huso, la lanzadera, y la aguja fueron conservados en la cámara del tesoro, y cuidados con gran honor.

Enseñanza:


El trabajo cuando es realizado con dedicación, amor y responsabilidad, siempre produce enormes beneficios y bendiciones, y es la mayor riqueza con que se puede contar.

Un Buen Negocio

Un Buen Negocio 


Había una vez un campesino que había llevado su vaca a la feria, y la vendió por siete ducados. Por el camino a casa tenía que pasar por un estanque, y ya desde lejos oía el grito de las ranas que le parecían decir, "och, och, och."

-"Bien,"- se dijo él, "ellas hablan sin rima y sin razón, son siete los que he recibido, no ocho."-

Cuándo él llegó a la charca, les gritó, 

-"¡Estúpidos animales que son ustedes! ¿No saben contar mejor? Estos son siete ducados y no ocho, ocho, ocho."-

 Las ranas, sin embargo, siguieron con su , "och, och, och."

-"Vengan entonces si no lo creen, puedo contárselos."-

Y él sacó el dinero de su bolsillo y contó siete ducados. Las ranas, sin embargo, no prestaron ninguna atención a su cálculo, pero seguían gritando, "och, och, och."

-"¿Qué?,"- gritó el campesino, completamente enojado, -"ya que ustedes están determinadas a saber mejor que yo, cuéntelos ustedes mismas,"- y les lanzó todo el dinero en el agua.

Él se estuvo quieto y quiso esperar hasta que la cuenta estuviera hecha y le hubieran regresado su pertenencia otra vez, pero las ranas mantuvieron su opinión gritando continuamente,  "och, och, och" y además que no le devolvían  el dinero. Él todavía esperó mucho más tiempo hasta que el anochecer llegó y  fue obligado a irse a casa. Entonces él insultó a las ranas gritándoles, 

-"¡Ustedes salpicaderas de agua, ustedes bobaliconas, ustedes de ojos desorbitados, ustedes de grandes bocas y que pueden chillar hasta hacerle daño a los oídos de alguien, pero montón de inútiles que no son capaces de contar siete ducados! ¿Piensan ustedes que voy a estar de pie aquí hasta que les de la gana?"-

Y terminado su discurso, él se marchó, pero las ranas todavía gritaban, "och, och, och", detrás de él cuando iba a casa completamente enojado. 
Pronto él compró otra vaca, la que destazó, e hizo el cálculo de que si vendiera la carne, bien podría recobrar tanto dinero como valdrían las dos vacas sumadas, y tendría la piel además. 
Cuando él llegó a la ciudad con la carne, una gran tropa de perros estaba junto a la entrada, con un galgo grande a la cabeza de ellos, que saltó hacia la carne, se paró sobre ella y ladró, "guau, guau, guau."

Como no paraba de ladrar, el campesino le dijo, 

-"Sí, sí, sé completamente bien que estás diciendo, "guau, guau, guau," porque quieres un poco de la carne; pero no estaría bien para mí si te la diera."-

 El perro, sin embargo, contestaba solamente "guau, guau, guau."

-"¿Prometes entonces no devorar todo, y calmar a tus compañeros?" 

-"Guau, guau, guau."- volvió a decir el perro. 

-"Bien, si insistes en ello, te la daré; te conozco bien, y sé quién es tu dueño; pero te digo que debo tener mi dinero en tres días o te va a ir muy mal; sin falta  debes de traérmelo."

Con eso él descargó la carne y se regresó. Los perros cayeron sobre ella y en voz alta ladraron, "guau, guau, guau." El campesino, que los oyó desde lejos, se dijo, 

-"Escuche, ahora todos ellos quieren una parte, pero el grande es el responsable de mi paga."-

Cuando habían pasado tres días, el campesino pensó, 

-"Esta noche mi dinero estará en mi bolsillo,"- y estuvo completamente encantado. 

Pero nadie vendría a pagarle. 

-"Ya no se puede confiar en nadie ahora,"- dijo él; y por fin perdió la paciencia, y fue a la ciudad donde el carnicero y le exigió su dinero.

El carnicero pensó que eso era una broma, pero el campesino dijo,

 -"¡Bromeando aparte, deme mi dinero! ¿No le trajo el gran perro toda la vaca destazada hace tres días?"-

Entonces el carnicero se puso enojado, tomó un palo de escoba y lo sacó de la carnicería. 

-"¡Espere un momento!,"- dijo el campesino, "¡todavía hay alguna justicia en el mundo!"- y fue al palacio real y pidió por una audiencia. 

Él fue conducido ante el Rey, que estaba sentado junto con su hija, y le preguntó que problema tenía.

-"¡Ay!"- dijo él, -"las ranas y los perros han tomado de mí lo que es mío, y el carnicero me ha pagado por ello con un palo," y relató con detenimiento todo lo que había pasado. Con toda aquella historia la hija del Rey comenzó a reírse efusivamente, y el Rey le dijo, 

-"No puedo darle la justicia que espera en este caso, pero usted tendrá a mi hija como esposa por ello, ya que en su vida entera nunca se ha reído como lo ha hecho con usted, y se la he prometido a quien pudiera hacerla reír. ¡Debe  darle gracias a Dios por tan buena fortuna!"-




-"Oh,"- contestó el campesino, -"no la tendré, pues tengo ya una esposa, y con tan sólo ella es demasiado para mí; cuando estoy en casa, siento como si tuviera  a una esposa parada en cada esquina."-

Entonces el Rey se molestó, y dijo, 

-"Es usted un patán."-

-"Oh, Señor Rey,"- contestó el campesino, -"¿qué puede usted esperar de un buey, sino carne de buey?"- 

-"¡Un momento!"-, contestó el Rey, -"Podría darle otra recompensa. Márchese ahora, pero regrese en tres días y le daremos un total de quinientos."

Cuando el campesino salió por la puerta, el centinela le dijo, 

-"Tú haz logrado que la hija del Rey se riera, entonces seguramente que recibirás algo bueno."-

-"Sí, es lo que pienso,"- contestó el campesino; -"quinientos serán contados para mí."-

-"Escúchame,"- dijo el soldado, -"dame un poquito de todo eso. ¿Qué podrías hacer con toda esa cantidad?"-

-"Parte será tuya,"- dijo el campesino, -"tendrás doscientos; preséntate dentro de tres días ante el Rey, y dile que de los quinientos míos te dé doscientos a ti."-

Un comerciante inescrupuloso, que estaba por ahí cerca y había oído la conversación, persiguió al campesino, lo sostuvo por el abrigo, y le dijo, 

-"¡Ah, maravilla! ¡qué persona con suerte eres! Yo te cambiaré el pago. Lo  cambiaré para ti en pequeñas monedas, ¿qué podrías hacer con un pago tan grande?"-

-"Comerciante,"- dijo el campesino, -"trescientos ya los tiene sin duda; démelos  inmediatamente en moneda pequeña, y en tres días a partir de hoy, pídale al Rey que le dé los trescientos que me correspondían."-

El comerciante estuvo encantado por el negocio, y le dio monedas buenas y falsas, de cada tres sólo dos buenas.
Cuando habían pasado los tres días, según la orden del Rey, el campesino fue ante el Rey. 

-"Retírenle su abrigo,"- dijo el Rey, -"y tendrá sus quinientos."-

-"¡Ah!"- dijo el campesino, -"los quinientos ya no me pertenecen; le obsequié doscientos de ellos al centinela, y trescientos se los cambié al comerciante, y entonces, por honradez y en derecho, ninguno de los quinientos en absoluto me pertenece."-

Mientras tanto el soldado y el comerciante entraron y reclamaron lo que ellos habían obtenido del campesino, así que ellos recibieron los quinientos golpes estrictamente contados.
El soldado soportó el asunto con paciencia, pues ya sabía cómo era aquello, pero el comerciante decía dolorosamente, 

-"¡Ay, ay!, ¿son éstas las monedas grandes?"-

El Rey no podía menos de dejar de reírse frente al campesino, y cuando toda su cólera se disipó, le dijo al campesino, 

-"Como perdiste la recompensa antes de que llegara a ser realmente tuya, te daré algo en su lugar. Entra a mi cámara del tesoro y toma un poco de dinero para ti, tanto como puedas guardar en tus bolsas."-

El campesino no tuvo que ser dicho dos veces, y llenó sus bolsillos grandes en todo lo que pudo caberles.
Después el campesino se fue a una posada y contó su dinero. El comerciante lo siguió sigilosamente y oyó lo que murmuraba para sí mismo, 

-"Aquel pícaro del Rey me ha engañado después de todo, ¿por qué no podía  haberme dado el dinero exacto él mismo, y así habría sabido yo la cantidad verdadera? ¿Cómo puedo decir ahora si he tenido la suerte de tener en mis bolsillos la cantidad correcta o no?"-

-"¡Cielos!"- se dijo el comerciante, -"que cosas irrespetuosas de nuestro Señor  Rey dice este hombre, iré a la corte y le informaré, y así conseguiré una recompensa y él será castigado también."-


Cuando el Rey oyó lo que el comerciante dijo de las palabras del campesino,  se enfureció, y mandó al comerciante a que fuera a traer al ofensor. El comerciante corrió donde el campesino, 

-"Usted debe ir inmediatamente a donde el Rey con la misma ropa que usted tiene puesta ahora."-

-"Sé que lo correcto es algo mejor que esto,"- contestó el campesino, -"primero me haré un nuevo abrigo. ¿Cree usted que un hombre con tanto dinero en su bolsillo debe ir allí en su viejo abrigo remendado?"-

El comerciante, cuando vio que el campesino no se movería sin otro abrigo, y temiendo que la cólera del Rey se enfriara, y él mismo perdiera su recompensa, y el campesino su castigo, dijo, 

-"Porque soy un buen amigo te voy a prestar un nuevo abrigo por un corto tiempo. ¡Qué no hace la gente por amor!"-

El campesino quedó satisfecho y se puso el abrigo del comerciante, y se marchó con él. El Rey reprochó al campesino por lo que el comerciante le dijo que había murmurado de él. 

-"¡Ah"-, dijo el campesino, -"lo que un comerciante dice es siempre falso,  ninguna palabra verdadera sale alguna vez de su boca! Aquel bribón que está allá hasta es capaz de decir que traigo puesto un abrigo de él."-

-"¿Cómo es eso?"- reclamó el comerciante. -"¿Acaso no es el mío? ¿No te lo he prestado a ti por pura amistad, a fin de que pudieras aparecer ante el Señor Rey?"-

Cuando el Rey oyó eso, dijo, 

-"El comerciante ha engañado sin duda a uno o a otro de nosotros, a mí o al campesino,"-

y de nuevo ordenó que le fueran dados otros cuantos más. 

El campesino, sin embargo, se fue a casa con abrigo bueno y con dinero bueno en su bolsillo, y se dijo, 

-"Esta vez lo logré!"

Enseñanza:


Hay especiales ocasiones en que la ingenuidad produce algunos beneficios inesperados.