domingo, 9 de agosto de 2015

La Hilandera Perezosa

La Hilandera Perezosa 


En un cierto pueblo una vez vivían un hombre y su esposa, y la esposa era tan ociosa que ella nunca trabajaría en nada; y cuando su esposo le traía algo para hilar, ella casi nunca lo hacía, y si lograba hilar algo, nunca lo embobinaba, y todo permanecía enredado en un montón. Si el hombre la reprendía, ella estaba siempre lista con su lengua, y decía, 

-"Bien, ¿pero cómo puedo embobinar, si no tengo ningún carrete? Entra en el bosque y con  madera hazme uno."-

-"Si eso es así,"- dijo el hombre, -"entonces iré al bosque, y conseguiré un poco de madera para hacer carretes."-

Entonces la mujer estaba temerosa de que él obtuviera la madera e hiciera un carrete, y ella tendría que embobinar, y luego volver a comenzar a hilar de nuevo.
Ella meditó por un rato, y luego una idea afortunada se le ocurrió: en secreto siguió al hombre en el bosque, y cuando él ya había subido a un árbol para elegir y cortar la madera, ella se arrastró en la espesura abajo donde él no podía verla, y gritó,

-"Quien corta la madera para carretes morirá,
Y quien embobina, fallecerá. "-

El hombre escuchó, posó su hacha durante un momento, y comenzó a considerar lo que esto podría significar. 

-"Ajá"-, dijo él por fin, -"lo que pudo haber sucedido; mis oídos deben haber estado zumbando, no me alarmaré para nada."-

Entonces él otra vez agarró el hacha, y comenzó a talar; luego otra vez oyó un grito de abajo:

-"Quien corta la madera para carretes morirá,
Y quien embobina, fallecerá. "-

Él paró, y se sintió con miedo y alarmado, y reflexionó sobre la circunstancia. Pero cuando habían pasado unos momentos, él tomó valor otra vez, y por tercera vez estiró su mano hacia el hacha, y comenzó a cortar. Pero alguien gritó una tercera vez, y dijo en voz alta,

-"Quien corta la madera para carretes morirá,
Y quien embobina, fallecerá. "-




Eso fue bastante, y todo interés se había marchado de él, entonces de prisa bajó del árbol, y se puso en camino a su casa. La mujer corrió tan rápido como pudo por desvíos para llegar a casa primero. Así, cuándo él entró a la casa, ella puso una mirada inocente como si nada hubiera pasado, y dijo, 

-"Bien, ¿has traído un pedazo conveniente de madera para los carretes?"-

-"No,"- dijo él, -"veo muy bien que entonces no habrá embobinado,"-

 y le dijo lo que le había pasado en el bosque, y a partir de aquel momento en adelante la dejó en paz sobre el asunto. Sin embargo, después de algún tiempo, el hombre otra vez comenzó a quejarse del desorden en la casa. 

-"¡Esposa,"- dijo él, -"esto es realmente una vergüenza, que el hilo hecho tenga que estar ahí tirado en el suelo!"-

-"Te diré algo,"- dijo ella, -"como todavía no tenemos ningún carrete, ve tú al desván, y yo me retiraré abajo, y te lanzaré el hilo, y luego me lo lanzas hacia abajo, y así entonces conseguiremos una madeja después de todo."-

-"Sí, eso funcionará,"- dijo el hombre.

Entonces lo hicieron así, y cuando todo estuvo concluido, él dijo, 

-"El hilo está en madejas, ahora debe ser hervido."-

La mujer otra vez se sintió comprometida y dijo, 

-"Sí claro, lo herviremos mañana temprano."-

Pero ella concebía en secreto otra maniobra.
De madrugada ella despertó, encendió el fuego y puso la caldera, sólo que en vez del hilo, ella puso unas estopas, y las dejó hervirse. Después de hacer eso fue donde el  hombre, quien aún yacía en la cama, y le dijo, 


-"Yo tengo que salir, tú debes despertar y cuidar del hilo que está en la caldera en el fuego, pero debes estar atento inmediatamente; porque si oyes cantar al gallo, y no cuidas de la madeja, simplemente ella quedará en estopa."

El hombre tomó voluntad e hizo lo posible para no holgazanear. Despertó tan rápidamente como pudo, y entró en la cocina. Pero cuando él llegó a la caldera y miró a hurtadillas, vio, a su horror, solamente un puño de estopas. Entonces el pobre hombre se sintió como un ratón, pensando que él lo había descuidado, por lo que era  culpable, y en el futuro no dijo más sobre hilos y bobinados.

¡Pero usted deducirá que ésta no era una mujer agradable!

Enseñanza:

Quien es perezoso de convicción, lo que mejor sabe hacer es no hacer nada.  

Dulce Potaje

Dulce Potaje


Había una joven pobre pero buena que vivía sola con su madre, y ya no tenían para comer. Entonces la muchacha fue al bosque a buscar frutas, y allí una mujer anciana la encontró, quien estuvo conciente de su pena, y le presentó un pequeño pote, el cual cuando ella dijera, 

-"Cocina comida, potito, cocina comida,"-

cocinaría un buen y alimenticio potaje, y cuando ella dijera, 

-"Para, potito,"-

él dejaría de cocinar. La muchacha llevó el pote a casa a su madre, y ahora ellas estaban liberadas de su pobreza y hambre, y comieron los potajes tan a menudo como ellas eligieran. Una vez, cuando la muchacha había salido, su madre dijo, 

-"Cocina comida, potito, cocina comida,"-

Y el pote cocinó realmente y ella comió hasta sentirse satisfecha, y luego ella quiso que el pote dejara de cocinar, pero no sabía las palabras. Entonces el pote continuó  cocinando y el potaje se elevó y saltó sobre el borde, y así siguió hasta que la cocina y la casa entera se inundaron de comida, y luego la siguiente casa, y luego la calle entera, justo como si quisiera satisfacer el hambre del mundo entero, y hubo mucha angustia, pues nadie sabía pararlo. 

Por fin cuando sólo una casa permanecía sin potaje, la joven llegó e inmediatamente dijo, 

-"Para, potito,"-

 y con eso dejó de cocinar, y quienquiera que deseara volver a la ciudad tenía que comerse el camino para regresar.



 Enseñanza:


Nunca hay que usar instrumentos o maquinaria si antes no se ha aprendido su manejo correcto. 

sábado, 8 de agosto de 2015

El tamborilero

  El tamborilero


Un joven tamborilero salió completamente solo una tarde hacia el campo, y llegó a un lago en cuya orilla él encontró tres piezas de lino blanco en el suelo. 

-"Que lino más fino,"- dijo él, y guardó una de las piezas en su bolsillo. 

Volvió a casa, pensando sobre lo que había encontrado, y se acostó. Cuando ya se  iba a dormir, le pareció como si alguien decía su nombre. Él escuchó, y se dio cuenta de una voz suave que le gritaba, 

-"¡Tamborilero, tamborilero, despierte!" Como era una noche oscura no podía ver a nadie, pero le pareció que una figura se cernía sobre su cama. 

-"¿Qué quiere usted?"- preguntó. 

-"Devuélvame mi vestido,"- contestó la voz, -"el que se llevó esta tarde a la orilla del lago."-

 -"Se lo daré de nuevo,"- dijo el tamborilero, "si me dice quien es usted."

-"Ah,"- contestó la voz, -"soy la hija de un Rey poderoso; pero he caído bajo el poder de una bruja, y estoy  encerrada en la Montaña de Cristal. Tengo que bañarme en el lago cada día con mis dos hermanas, pero no puedo regresar sin mi vestido. Mis hermanas se han marchado, pero yo he sido obligada a quedarme. Le suplico que me devuelva mi vestido."-

-"Tranquila, jovencita,"- dijo el tamborilero. -"Se lo devolveré con mucho gusto."-

Él lo tomó de su bolsillo, y se lo alcanzó en la oscuridad. Ella lo arrebató con prisa, y quiso marcharse con la prenda. –

-"Espere un momento, quizás pueda ayudarle."- dijo el tamborilero.

 -"Usted sólo puede ayudarme subiendo la Montaña de Cristal, y liberándome del poder de la bruja. Pero usted no puede venir a la Montaña de Cristal, y en efecto si usted estuviera completamente cerca de ella no podría subirla."-

 -"Cuando quiero hacer una cosa, siempre logro hacerla,"- dijo el tamborilero; -"me entristece su situación , pero yo no tengo miedo de nada. Sólo que no conozco el camino que conduce a la Montaña de Cristal."-

 -"El camino pasa por el gran bosque, en el cual viven los gigantes caníbales,"- contestó ella, -"y algo más que eso, no me atrevo a decirle." 

Y luego él oyó el rugir del aire, cuando ella se fue volando. Al amanecer, el tamborilero se levantó, se abrochó su tambor, y se fue sin miedo directamente hacia el bosque. Después de que había andado un rato sin ver a ningún gigante, pensó,

-"Debo despertar a los holgazanes,"- y colgó su tambor al frente de él, y golpeó tal redoble‚ que las aves volaron de los árboles con fuertes gritos.

No pasó mucho rato  antes de que un gigante que había estado durmiendo entre la hierba, se levantó, y era tan alto como un abeto. 

-"¡Desgraciado!"- gritó él; -"¿qué haces tamborileando aquí, despertándome de mi mejor sueño?"-

-"Toco el tambor,"- contestó , -"porque quiero mostrar el camino a muchos miles que  me siguen."-

-"¿Qué quieren ellos en mi bosque?"- exigió el gigante. 

-"¡Ellos quieren acabar contigo, y limpiar el bosque de tal monstruo como eres tú!"-

-"¡Oho!"- dijo el gigante, -"pisotearé a todos ustedes hasta la muerte como si fueran  hormigas."-

-"¿Y crees que puedas hacer algo contra nosotros?"- dijo el tamborilero; -"si tratas de  coger a uno, él brincará lejos y se ocultará; y cuando te acuestes a dormir, todos ellos saldrán de la espesura, y se subirán sigilosamente sobre ti. Cada uno de ellos tiene un martillo de acero en su cinturón, y con él golpearán tu cráneo."-

 El gigante se puso enojado y pensó, 

-"Si me meto con esa gente mañosa, podría resultar mal para mí. Puedo estrangular a lobos y osos, pero no puedo protegerme de una multitud de estos gusanos."-

-"Escuche, pequeño compañero,"- dijo el gigante; -"devuélvase de nuevo, y le prometeré que para el futuro los dejaré a usted y sus compañeros en paz, y si hay algo más que usted desee, dígame, ya que ciertamente quiero hacer algo para complacerle."-

-"Usted tiene piernas largas,"- dijo el tamborilero, -"y puede correr más rápido que yo; lléveme a la Montaña de Cristal, y daré a mis seguidores una señal para que regresen, y ellos lo dejarán en paz esta vez."-

-"Venga acá, gusano,"- dijo el gigante; -"siéntese en mi hombro, y lo llevaré a donde quiere ir."- 

El gigante lo levantó, y el tamborilero comenzó a golpear su tambor al mayor placer de su corazón. El gigante pensó,

- "Es la señal para que la otra gente se regrese."-

Al ratito, un segundo gigante estaba parado en el camino, quién inmediatamente tomó al tamborilero, y lo puso en su ojal. El tamborilero se colgó del botón, que era tan grande como un plato,  y agarrado de él, miró alegremente alrededor. Entonces  llegaron donde un tercer gigante, quien lo tomó del ojal, y lo puso en el borde de su sombrero. Entonces el tamborilero anduvo hacia atrás y hacia adelante en el sombrero mirando por encima de los árboles, y cuando percibió una montaña en la distancia azul, se dijo, 

-"Esa debe de ser la Montaña de Cristal," y realmente lo era.

El gigante sólo dio dos pasos más, y alcanzaron el pie de la montaña, donde el gigante lo dejó. El tamborilero exigió ser puesto sobre la cumbre de la Montaña de Cristal, pero el gigante sacudió su cabeza, gruñó algo, y volvió al bosque.
Y ahora el pobre tamborilero estaba de pie ante la montaña, que era tan alta como si tres montañas se hubieran amontonado una sobre otra, y al mismo tiempo tan lisas sus paredes como un espejo, y no sabía cómo haría para alcanzar la cumbre. Entonces  comenzó a subir, pero era inútil, ya que siempre resbalaba y caía otra vez. 

-"Si yo fuera una ave ahora,"- pensó él; pero sólo fue un buen deseo, ningún ala le creció.
Mientras él estaba así de pie, no sabiendo que hacer, vio, no lejos de él, dos hombres que luchaban ferozmente entre sí. Se acercó a ellos y vio que discutían por una silla de montar que yacía en la tierra frente a ellos, y que ambos querían poseer. 

-"¡Qué tontos son ustedes,"- dijo él, -"pelearse por esa silla, cuando no tienen un caballo donde ponerla!"-

-"La silla sola bien vale la pena luchar por ella,"- contestó uno de los hombres; -"quienquiera que se siente en ella, y desee estar en cualquier lugar, aun si eso fuera el mismo final de la tierra, consigue ponerse allí en el mismo instante que haya pronunciado el deseo. La silla nos pertenece en común. Este es mi turno para montarla, pero ese otro hombre no quiere dejarme hacerlo."-

-"Decidiré pronto la pelea,"-  dijo el tamborilero, y se alejó una distancia mediana y pegó una vara blanca en la tierra. Entonces regresó y dijo, 

-"Ahora corran hasta la vara, y quienquiera que llegue allí primero, montará la silla de  primero."-

Ambos se pusieron a trotar; pero apenas habían dado un par de pasos cuando el tamborilero se abalanzó sobre la silla, y deseó estar en la Montaña de Cristal; y antes de que alguno de los hombres pudiera dar la vuelta para regresar, ya él estaba en la montaña. En la cumbre de la montaña había una llanura; allí estaba una vieja casa de piedra, y delante de la casa un gran estanque con peces, pero más atrás todo era un bosque oscuro. Él no vio, ni a hombres, ni a animales, todo era tranquilo; sólo el viento crujía  entre los árboles, y las nubes pasaban muy cerca encima de su cabeza. Él fue a la puerta y llamó. Cuando ya había llamado por tercera vez, una anciana con una cara marrón y ojos rojos abrió la puerta. Ella usaba gafas sobre su larga nariz, y miró bruscamente hacia él; entonces le preguntó que qué quería.




"Entrada, alimento, y una cama para la noche," contestó el tamborilero. 

-"Todo eso lo tendrá,"- dijo la anciana, -"si me realiza tres servicios a cambio."-

-"¿Por qué no?"- contestó, -"no temo a ninguna clase de trabajo, no importa lo duro que fuera."-

La anciana lo dejó entrar, le dio alimento y una buena cama para la noche. A la mañana siguiente, cuando ya había despertado, ella tomó un dedal de su dedo arrugado, lo alcanzó al tamborilero, y dijo, 

-"Vaya a trabajar ahora, y vacíe el estanque con este dedal; pero usted tiene que  haberlo terminado antes del anochecer, y debe de haber sacado a todos los peces y dejarlos colocados  lado a lado, según su clase y tamaño."-

-"Ese es un trabajo extraño,"- dijo el tamborilero, y se fue al estanque, y comenzó a vaciarlo. Así pasó la mañana entera; ¿pero qué puede alguien vaciar a un gran lago con un dedal, aun si fuera a estar haciéndolo durante mil años?
Cuando llegó el mediodía, él pensó, 

-"Es todo inútil, y si trabajo o no, esto quedará en la misma cosa."-

Entonces lo dejó y se sentó. En eso vino una doncella de la casa quién puso una pequeña cesta con alimento al frente de él, y dijo, 

-"¿Qué te aflije, que estás tan triste?"-

Él la miró, y vio que era maravillosamente hermosa. 

-"Ah",- dijo él, -"no podré terminar el primer trabajo, ¿cómo será con los demás? Vine aquí para buscar a la hija de un rey quien dijo mora acá, pero no la he encontrado, y por lo tanto iré más lejos."-

-"Permanece aquí,"- dijo la doncella, -" te ayudaré con tu dificultad. Estás cansado,  pon la cabeza en mi regazo, y duerme. Cuando despiertes, tu trabajo estará concluído."-

 El tamborilero no esperó a que se lo dijeran dos veces. Tan pronto como sus ojos se cerraron, ella giró un anillo de deseos y dijo,
-"Levántense aguas. Peces, salgan y acomódense."

Al instante el agua se elevó a lo alto como una niebla blanca, y se alejó con las otras nubes, y los peces saltaron a la orilla y se pusieron lado al lado cada uno según su tamaño y clase. Cuando el tamborilero despertó, vio con asombro que todo estaba  hecho. Pero la doncella dijo, 

-"Uno de los peces no yace con aquellos de su propia clase, sino que yace  completamente solo; cuándo la anciana venga al atardecer y vea que todo lo que ella exigió ha sido hecho, te preguntará, 

-"¿Por qué yace este pescado solo?"-

Entonces lánzale el pescado en su cara, y dile, 

-"Éste es para ti, vieja bruja.'-

Al atardecer llegó la bruja, y cuando había hecho su pregunta, él lanzó el pescado en su cara. Ella se comportó como si no lo hubiera notado, y no dijo nada, pero lo miró con ojos malévolos. A la mañana siguiente ella dijo, 

-"Ayer fue demasiado fácil para ti, debo darte un trabajo más difícil. Hoy debes talar todo el bosque, partir la madera en troncos, y amontonarlos, y todo debe estar terminado antes del anochecer."-

Ella le dio un hacha, un mazo, y dos cuñas. Pero el hacha estaba hecha de plomo, y el mazo y las cuñas eran de lata. Cuando él comenzó a cortar, el borde del hacha se volvió hacia atrás, y el mazo y las cuñas quedaron deformadas. Él no sabía qué hacer, pero al mediodía la doncella vino una vez más con su comida y lo consoló.

-"Pon tu cabeza en mi regazo,"-  dijo ella, -"y duerme; cuando despiertes, tu trabajo estará hecho."-

 Ella giró su anillo de deseos, y en un instante el bosque entero cayó con un golpe, la madera quedó troceada, y arreglada en montones, y pareció justo como si gigantes invisibles terminaron el trabajo. Cuando él despertó, la doncella dijo, 

-"Ya ves que la madera está apilada y arreglada, y sólo una rama permanece separada; cuando la anciana venga esta tarde y te pregunte sobre aquella rama, dále un golpe con ella, y dile, 

-"Esta es para ti, bruja."-

La anciana llegó, 

-"¡Ya veo qué fácil era el trabajo!"- dijo ella; -"¿pero para quien has dejado aquella rama que está allí todavía?"-

-"Para ti, bruja,"- le contestó, y le dio un golpe con ella. 

Sin embargo ella pretendió no sentirlo, y se rió desdeñosamente, y dijo, 

-"Temprano mañana por la mañana arregla toda la madera en un montón, préndele fuego, y quémala."-

Él se levantó al amanecer, y comenzó a recoger la madera, pero ¿cómo puede un hombre solo amontonar todo un bosque entero junto? El trabajo no hizo ningún progreso. La doncella, sin embargo, no lo abandonó en su necesidad. Ella le trajo su alimento del mediodía, y cuando ya había comido, puso su cabeza en su regazo, y durmió. Cuando él despertó, el montón entero de madera se quemaba en una llama enorme, que estiraba sus lenguas hacia el cielo.

-"Escúchame,"- dijo la doncella, -"cuando la bruja venga, ella te dará cualquier clase de órdenes; haz lo que ella pida sin temor, y entonces ella no será capaz de obtener lo  mejor de ti, pero si tienes miedo, el fuego vendrá sobre ti, y te consumirá. Por fin cuando le hayas hecho lo que pidió, agárrala firme con tus manos, y lánzala en el medio del fuego."-

La doncella se marchó, y la anciana vino sigilosamente hasta donde él. 

-"Ah, tengo mucho frío,"- dijo ella, -"pero hay un fuego ardiendo; ¡eso calienta mis viejos huesos, y me hace muy bien! Pero hay un tronco que está allí sin arder, sácalo para mí. Cuando hayas hecho eso, quedarás libre, y podrás ir donde gustes, ven; hazlo con  buena voluntad."-

El tamborilero no reflexionó mucho tiempo; saltó en el medio de las llamas, pero ellas no le hicieron daño, y no pudieron chamuscar ni un solo pelo de su cabeza. Él llevó el tronco, y lo posó en tierra. Sin embargo, apenas el tronco tocó tierra fue transformado, y la doncella hermosa quién le había ayudado en su necesidad, quedó de pie ante él, y por las ropas de seda y brillantes de oro que llevaba, él supo correctamente que ella  era la hija del Rey. Pero la anciana se rió venenosamente, y dijo, 

-"¡Tu crees que la tienes segura, pero aún no es así!"- 

Cuando ella estuvo a punto de caer sobre la doncella y llevársela, el joven agarró a la anciana firmemente con ambas manos, la levantó en alto, y la lanzó en las mandíbulas del fuego, que se cerró sobre ella como si estuviera encantado de que una vieja bruja cayera en sus brasas.

Entonces la hija del Rey miró al tamborilero, y cuando vio que él era de una apuesta  juventud, y recordó como él había arriesgado su vida para rescatarla, ella le dio su mano, y dijo, 

-"Tú has arriesgado todo por mí, y yo también haré todo por ti. Prométeme ser sincero conmigo, y serás mi marido. No buscaremos por riquezas, tendremos bastante con lo que la bruja ha recogido aquí."-

 Ella lo condujo dentro de la casa, donde había baúles y cofres llenos con los tesoros de la anciana. La doncella dejó el oro y la plata donde estaban, y tomó sólo las gemas. Ella no se quedaría más tiempo en la Montaña de Cristal, y entonces el tamborilero le dijo, 

-"Siéntate a mi lado en mi silla, y volaremos hacia abajo como aves."-

-"No me gusta esa vieja silla,"- dijo ella, -"sólo tengo que girar mi anillo de deseos y estaremos en casa."-

-"Muy bien, entonces,"- contestó el tamborilero, -"desea que estemos delante de la puerta de ciudad."-

 En un parpadear de ojos ya ellos estaban allí, y el tamborilero dijo, 

-"Iré sólo a donde mis padres y les diré las noticias, espérame aquí afuera, estaré de vuelta pronto."-

-"Ah,"- dijo la hija del Rey, -"te ruego que tengas cuidado. Al llegar no beses a tus padres en la mejilla derecha, porque si lo haces lo olvidarás todo, y me quedaré aquí afuera, sola y abandonada. 

-"¿Cómo podría olvidarte?"- dijo él, y le prometió volver muy pronto, y le dio su mano como confirmación. 

Cuando él entró en la casa de sus padres, había cambiado tanto que nadie sabía quién era, pues durante los tres días que él había pasado la Montaña de Cristal, en realidad aquí habían sido tres años. Entonces él se dio a conocer, y sus padres cayeron en su cuello con alegría, y su corazón fue tan conmovido que olvidó lo que la doncella le había dicho, y los besó en ambas mejillas.
Pero cuando él les dio el beso en la mejilla derecha, todo pensamiento sobre la hija del Rey desapareció de su mente. Él vació sus bolsillos, y puso puñados de las joyas más grandes en la mesa. Los padres no tenían la menor idea de que hacer con las riquezas. Entonces el padre construyó un castillo magnífico todo rodeado por jardines, bosques, y prados como si un príncipe fuera a vivir en el, y cuando estuvo listo, la madre dijo,

-"He encontrado una doncella para ti, y la boda será en tres días."-

El hijo estaba contento por hacer cuanto sus padres desearan. 
La pobre hija del Rey había aguantado mucho tiempo fuera de la ciudad en espera del regreso del joven. Un día, cuando la tarde llegó, ella se dijo, 

-"Él debe haber besado seguramente a sus padres en la mejilla derecha, y me ha olvidado."-

Su corazón se llenó de pena, y ella deseó estar en una pequeña choza solitaria en un bosque, y no volver a la corte de su padre.
Cada tarde ella iba a la ciudad y pasaba por la casa del joven; él a menudo la veía, pero no la reconocía. Con mucho detalle ella oyó el decir de gente, "la boda ocurrirá mañana." Entonces se dijo, 

-"Intentaré reconquistar su corazón."-

Durante el primer día de las ceremonias previas para la boda, ella giró su anillo de deseos, y pidió, 

-"Quiero un vestido tan brillante como el sol."-

Al instante el vestido se presentó ante ella, y era tan brillante como si hubiera sido tejido con verdaderos rayos de sol. Cuando todos los invitados estuvieron reunidos, ella entró en el pasillo. Todos quedaron asombrados por el hermoso vestido, y la novia sobre todo, ya que los vestidos bonitos eran las cosas que más la deleitaban, por lo que fue donde la forastera y le preguntó si ella se lo vendería. 

-"No por dinero,"- contestó ella, -"pero si puedo pasar esta noche fuera de la puerta del cuarto donde duerme su prometido, se lo daré a usted."-

La novia no podía vencer su deseo y consintió, pero previamente mezcló una pócima para dormir en el vino que el prometido tomó por la noche, que lo hizo caer en un sueño profundo. Cuando todos se habían retirado, la hija del Rey se puso en cuclillas abajo por la puerta del dormitorio, lo abrió sólo un poco, y gritó,

-"¡Tamborilero, tamborilero, te ruego me escuches!,
¿Has olvidado tu promesa, mí querido?
¿Aquella en la Montaña de Cristal, donde nos sentamos hora tras hora?
¡Tú que rescataste mi vida del poder de la bruja!
¿No ves la difícil situación para mí?
¡Tamborilero, tamborilero, escúchame!"-

Pero todo era en vano, el tamborilero no despertó, y cuando la mañana alboreó, la hija del Rey fue obligada a volver otra vez como vino. Durante la segunda tarde ella giró su anillo de deseos y dijo, 

-"Deseo un vestido tan plateado como la luna."-

Cuando ella apareció en el banquete con el vestido que era tan suave como rayos de luna, otra vez excitó el deseo de la novia, y la hija del Rey se lo ofreció si daba el permiso de pasar la segunda noche también, fuera de la puerta del dormitorio. Entonces en la calma de la noche, ella gritó,

-"¡Tamborilero, tamborilero, te ruego me escuches!,
¿Has olvidado tu promesa, mí querido?
¿Aquella en la Montaña de Cristal, donde nos sentamos hora tras hora?
¡Tú que rescataste mi vida del poder de la bruja!
¿No ves la difícil situación para mí?
¡Tamborilero, tamborilero, escúchame! "-

Pero el tamborilero, que dormía profundamente por el efecto de la pócima, no podía ser despertado. Tristemente a la mañana siguiente ella volvió a su choza en el bosque. Pero la gente en la casa había oído la lamentación de la doncella forastera, y habían  hablado al novio sobre lo sucedido. Ellos le dijeron también que era imposible que él pudiera oír algo de eso, porque la doncella con la que él iba a casarse había vertido una pócima de sueño en su vino.
Durante la tercera tarde, la hija del Rey giró su anillo de deseos, y dijo, 

-"Deseo un vestido que brille como las estrellas."-

Cuando ella se presentó en el banquete, la novia estaba completamente fuera de sí con el esplendor del vestido, que superó totalmente a los demás, y ella se dijo, 

-"Debo obtenerlo."-

La doncella se lo ofreció como había hecho con los demás obteniendo el permiso de pasar la noche fuera de la puerta del novio.
El novio, sin embargo, no bebió el vino que le fue dado antes de que él se acostara, sino que lo vertió detrás de la cama, y cuando todo estuvo tranquilo, él oyó una voz dulce que le llamó,

-"¡Tamborilero, tamborilero, te ruego me escuches!,
¿Has olvidado tu promesa, mí querido?
¿Aquella en la Montaña de Cristal, donde nos sentamos hora tras hora?
¡Tú que rescataste mi vida del poder de la bruja!
¿No ves la difícil situación para mí?
¡Tamborilero, tamborilero, escúchame! "-


De repente, su memoria volvió a él. 

-"Ah",- gritó, -"como pude haber actuado tan infielmente; ¡pero el beso que en la alegría de mi corazón di a mis padres en la mejilla derecha, es el culpable de todo esto, es lo que me dejó sin el recuerdo!"-

Él se levantó, tomó a la hija del Rey de la mano, y la condujo a la cama de sus padres.

-"Ésta es mi novia verdadera,"- dijo él; -"si me caso con la otra, será un gran error."-

Los padres, cuando oyeron como todo había pasado, dieron su consentimiento. Entonces las luces en el pasillo fueron encendidas otra vez, los tambores y las trompetas fueron traídos, los amigos y los familiares fueron invitados a regresar, y la verdadera boda fue solemnizada con gran alegría. La primera novia recibió los vestidos hermosos como una compensación, y se declaró satisfecha.

Enseñanza:


Puede que por alguna razón involuntaria alguna vez olvidemos una promesa, pero en cuanto la recordemos, debemos cumplirla. 

La rama de avellana

La rama de avellana


Una tarde el niño Jesús se había acostado en su cuna y se había dormido. Entonces su madre llegó, lo miró llena de alegría, y dijo, 

-"¿Tú mismo te viniste a dormir, mi niño? Duerme dulcemente, y mientras tanto iré al bosque, y te traeré un puñado de fresas, pues ya sé que estarás contento con ellas cuando despiertes."-

 Ya afuera en el bosque, ella encontró un lugar con las fresas más hermosas; pero cuando se inclinaba para juntarlas, una víbora apareció entre la hierba.

Ella se alarmó y dejó las fresas donde estaban, y se alejó del lugar. La víbora la persiguió; pero Nuestra Señora, como usted puede entender fácilmente, sabía lo que era lo mejor por hacer. Ella se escondió detrás de un arbusto de avellana, y estuvo de pie allí hasta que la víbora se alejó. Entonces juntó las fresas, y cuando salió a su camino a casa dijo, 

-"Como el arbusto de avellana ha sido mi protección esta vez, en el futuro va a proteger a otros también."-


De aquí que, a partir de los tiempos más remotos, una rama verde de avellana ha sido la protección más segura contra víboras, serpientes, y todo lo demás que se arrastra en la tierra.

 Enseñanza:

Cuando se conoce o aprende algo útil es lo mejor darlo a conocer a los demás. 

viernes, 7 de agosto de 2015

La novia del señor Liebre

La novia del señor Liebre


Había una vez una mujer y su hija que vivían en un bonito jardín con coles; y una vez  un pequeño señor liebre ingresó a la huerta, y durante el tiempo de invierno se comió todas las coles. Entonces dijo la madre a la hija, 

-"Ve al jardín, y ahuyenta al señor liebre."-

La muchacha dijo al pequeño señor liebre, 

-"Sh-sh, señor liebre, usted se ha comido por completo todas nuestras coles."-

Dijo el señor liebre, 

-"Venga, doncella, siéntese en mi pequeña cola, y venga conmigo a mi pequeña choza."-

La muchacha no lo hizo. Al día siguiente el señor liebre vino otra vez y comió las coles, luego dijo la madre a la hija, 

-"Ve al jardín, y ahuyenta al señor liebre."-

La muchacha volvió a decirle al señor liebre, 

-"Sh-sh, pequeño señor liebre, usted sigue comiéndose todas las coles."-

El pequeño señor liebre dijo, 

-"Doncella, siéntese en mi cola y venga conmigo a mi pequeña choza." La doncella se negó.




El tercer día el señor liebre vino otra vez, y se comió las coles. Ahora la madre dijo a la hija, 

-"Ve al jardín y llévate al señor liebre bien lejos."-

dijo entonces la doncella, 

-"Sh-sh, pequeño señor liebre, usted todavía se come todas nuestras coles."-

y replica el señor liebre, 

-"Venga, doncella, siéntese sobre mi pequeña cola, y venga conmigo a mi pequeña choza."-

La muchacha por fin se sentó en la cola del pequeño señor liebre, y luego el señor  liebre la llevó a su pequeña choza, y dijo, 

-"Ahora usted cocine la col verde y la semilla de mijo, y yo traeré a los invitados de la boda."-

Entonces todos los invitados de la boda se reunieron. (¿Quiénes eran los invitados de la boda?) ¿Qué puedo decirle?, lo que otro me dijo: todos eran liebres, y el cuervo estaba allí como el cura para casar a la novia y el novio, y el zorro como oficinista, y el altar estaba bajo un arco iris. La muchacha, sin embargo, estaba triste, ya que ella estaba absolutamente sola. El pequeño señor liebre viene y dice, 

-"Abran las puertas, abran las puertas, los invitados de la boda están alegres."-

La novia no dice nada, pero llora. El pequeño señor liebre se marcha. Luego vuelve y dice, 

-"Quítese el velo, quítese el velo, los invitados de la boda tienen hambre."-

La novia otra vez no dice nada, y llora. El pequeño señor liebre se marcha. Luego regresa y dice, 

-"Quítese el velo, quítese el velo, los invitados de la boda esperan."-

Entonces la novia no dice nada, y la liebre se marcha de nuevo, pero ella da forma y viste a una muñeca de paja con su ropa, y le pone una cuchara para batir, y la coloca por la cazuela que contiene la semilla de mijo, y se marcha donde su madre. El pequeño señor liebre viene una vez más y dice, 

-"Quítese el velo, quítese el velo,"-

y levantándose golpea la muñeca en la cabeza de modo que su velo cae.

Entonces el pequeño señor liebre ve que aquello no es su novia, y se marcha muy adolorido.

Enseñanza:

Los sentimientos siempre deben de darse en forma voluntaria y espontáneamente, nunca forzados.



El ganso de oro

El ganso de oro 


Había un hombre que tenía tres hijos, el más joven fue llamado Dummling, y era  despreciado, burlado, y dejado de lado en cada ocasión.

Resultó un día que el mayor quiso entrar en el bosque para talar madera, y antes de que él se fuera, su madre le dio un hermoso pastel dulce y una botella de vino a fin de que no tuviera que sufrir de hambre o de sed. Cuando él entró en el bosque encontró a un pequeño anciano canoso que le deseó que tuviera un buen día, y quien además le dijo, 

-"Regálame un pedazo del pastel de tu bolsillo, y dame un sorbo de tu vino; tengo mucha hambre y sed."-

 Pero el prudente joven contestó, 

-"Si te doy mi pastel y vino, no tendré ninguno para mí; hazte a un lado,"-

 y dejó al hombrecito parado y continuó su camino.
Pero cuando él comenzó a talar para bajar un árbol, no pasó mucho rato antes de que él diera un golpe falso, y el hacha lo hirió en el brazo, de modo que tuvo que regresar  a casa y tener que vendarse. Y esto fue hecho por el pequeño hombre canoso. 

Después de eso, el segundo hijo también entró en el bosque, y su madre le dio, como al mayor, un pastel y una botella de vino. El pequeño y viejo hombre canoso lo encontró igualmente, y le pidió un pedazo de pastel y una bebida de vino. Pero el segundo hijo, también, dijo con mucha razón, 

-"Si se lo doy no será para mí; ¡estese lejos!"- y él dejó parado al hombre y continuó.

Su castigo, sin embargo, no se retrasó; y en cuanto él había dado unos pocos golpes en el árbol, se golpeó en la pierna, de modo que tuvo que regresar a casa.
Entonces Dummling dijo, 

"Padre, déjeme ir a mí a cortar la madera."-

El padre contestó, 

-"Sus hermanos se han hecho daño con ello, olvídelo, usted no entiende nada sobre eso."-

 Pero Dummling pidió con tanta insistencia que por fin él dijo, 

-"Vaya entonces. Se hará más sabio haciéndose daño."-

Su madre le dio un pastel hecho sólo con agua y harina y horneado en las cenizas, y con una botella de cerveza ácida. Cuando él llegó al bosque, el pequeño viejo hombre canoso lo encontró igualmente, y después de su saludo le dijo, 

-"Deme un pedazo de su pastel y una bebida de su botella; tengo tanta hambre y tengo mucha sed."-

Dummling contestó, 

-"Tengo un pastel de sólo harina horneado en ceniza y cerveza ácida; si esto le complace, nos sentaremos y comeremos."-



Entonces se sentaron, y cuando Dummling sacó su pastel de harina, ahora era un pastel dulce muy delicioso, y la cerveza ácida se había transformado en el más fino vino. Y  comieron y bebieron, y después el pequeño hombre dijo, 
-"Ya que usted tiene un corazón bueno, y acepta compartir lo que tiene, le daré la buena suerte. Allí tiene un viejo árbol, córtelo, y usted encontrará algo en las raíces."-
 Entonces el pequeño hombre se despidió de él.
Dummling fue y redujo el árbol, y cuando cayó había un ganso sentado en las raíces con plumas de oro puro. Lo levantó, y lo llevó con él, y fue a una posada donde  pensó que se quedaría la noche. Ahora bien, el anfitrión tenía tres hijas, que vieron al ganso y estaban curiosas por saber que tan maravillosa ave podría ser, y les habría gustado también tener una de sus plumas de oro. La mayor pensó, 
-"Encontraré pronto una oportunidad de sacar una pluma,"-
 y tan pronto como Dummling había salido, agarró al ganso por el ala, pero su dedo y mano se quedaron fuertemente pegadas en él. La segunda llegó casi de inmediato, pensando sólo en como ella podría conseguir también una pluma, pero no había más que tocado apenas a su hermana cuando quedó fuertemente pegada a ella. Por fin la tercera también vino con intención parecida, y las hermanas gritaron, 
-"Quédate lejos; ¡por tu bien, mantente lejos!"-
 Pero ella no entendió por qué debía de alejarse. 
-"Las otras ya están allí,"- pensó ella, -"yo puedo estar allí también,"-
 y corrió hacia ellas; pero tan pronto como había tocado a su hermana, ella también quedó pegada. Y no les quedó más que pasar la noche junto al ganso.
A la mañana siguiente Dummling tomó al ganso bajo su brazo y salió, sin preocuparse sobre las tres muchachas que colgaban de él. Ellas fueron obligadas a seguir tras él continuamente, ya fuera a la izquierda, ya fuera a la derecha, o a como él decidiera ir.
En medio de los campos el cura los encontró, y cuándo él vio la procesión dijo,
-"Qué  vergüenza, ustedes muchachas inútiles, ¿por qué van por los campos detrás de este hombre joven? ¿es eso correcto?"-
Al mismo tiempo él agarró a la más joven de la mano a fin de separarla, pero tan pronto como él la tocó, igualmente se pegó de inmediato, y fue obligado a correr detrás en la fila. Al poco rato llegó el sacristán y vio a su maestro, el cura, que corría detrás de tres muchachas. Él quedó sorprendido de aquello y dijo, 
-"Hola, su reverencia, ¿hacia adónde van tan rápidamente? ¡no olvide que tenemos un bautizo hoy!"-
 y persiguiéndolo lo tomó por la manga, pero también quedó pegado inmediatamente. Mientras los cinco trotaban así uno detrás del otro, dos peones vinieron con sus azadas desde los campos; el cura los llamó y les pidió que los despegaran a él y al sacristán.  Pero ellos apenas habían tocado al sacristán cuando también quedaron rápidamente pegados, y ahora eran siete corriendo detrás de Dummling y el ganso.
Pronto llegaron a una ciudad, donde el rey que gobernaba tenía una hija que era tan seria que nadie podía hacerla reír. Para ese entonces él había firmado un decreto diciendo que quienquiera que fuera capaz de hacerla reír debería casarse con ella. Cuando Dummling oyó acerca de eso, fue con su ganso y todo su tren de seguidores ante la hija del Rey, y tan pronto como ella vio a las siete personas correr sin cesar, uno detrás del otro, de aquí para allá, ella comenzó a reír completamente en voz alta, y parecía como si nunca acabaría de hacerlo. 




Con eso Dummling pidió tenerla como su esposa, y la boda fue celebrada. Después de la muerte del Rey, Dummling heredó el reino y vivió en adelante siempre felizmente con su esposa.

Enseñanza:


La bondad, el buen trato y el compartir con el necesitado, siempre traen su buena recompensa.