martes, 28 de julio de 2015

Compartiendo dicha y tristeza

Compartiendo dicha y tristeza


Había una vez un sastre, que era un compañero peleón, y su esposa, que era buena, laboriosa, y piadosa, nunca podía complacerlo. Independientemente de lo que ella hiciera, él nunca estaba satisfecho, y se quejaba y la reprendía, y le pegaba y la golpeaba. Era un violentador doméstico. Cuando las autoridades por fin oyeron de ello, lo llamaron a cuentas, y lo pusieron en la prisión a fin de hacerlo mejor. Él fue guardado por un tiempo a solo pan y agua, y luego fue puesto en libertad otra vez. Él fue obligado, sin embargo, a prometer no golpear más a su esposa, y a vivir con ella en paz, y a compartir con ella dichas y tristezas, como la gente casada debe de hacer.
Todo continuó bien durante un tiempo, pero llegó un momento en que él cayó en sus viejos caminos, y de nuevo se puso hosco y peleón. Y como él no se atrevía a golpearla, intentó agarrarla por el pelo y arrancárselo. La mujer se escapó de él, y saltó al jardín, pero él corrió tras ella llevando su regla de medidas y tijeras, y la persiguió lanzando la regla de medidas y las tijeras hacia ella y lo que hubiera interpuesto en el trayecto. Cuando él la golpeaba él se reía, y cuando no lo lograba, se enfurecía y blasfemaba.  Esto continuó por un buen rato hasta que los vecinos vinieron en ayuda de la esposa. El sastre fue otra vez convocado antes de los magistrados, y recordado de su promesa. 
-"Queridos señores"-, dijo él, -"he guardado mi palabra, no la he golpeado, pero he compartido la dicha y la tristeza con ella."-
-"¿Cómo puede ser"-, dijo el juez, -"cuando ella continuamente trae tales quejas pesadas contra usted?"-

-"No la he golpeado, sino que ella me pareció tan extraña que quise peinar su pelo con  mis manos; pero ella, sin embargo, se escapó de mí, y me abandonó completamente y rencorosamente. Entonces corrí tras ella a fin de devolverla a su deber, y lo que le lanzé a ella fue sólo una advertencia hecha con buena intención con lo primero que encontré a mano. He compartido la alegría y la pena con ella también, ya que siempre que yo la alcanzaba, yo me llenaba de dicha y ella de tristeza, y si yo no la alcanzaba, entonces ella se sentía dichosa y yo triste."- dijo burlonamente.
 Los jueces no estuvieron satisfechos por esta respuesta, pero le dieron la recompensa que él mereció, y de nuevo fue a dar a la celda por muchísimo largo tiempo a pan y agua y trabajos forzados.



Enseñanza:

Siempre debe haber absoluto respeto y cariño entre los esposos. Cualquier divergencia debe conversarse amablemente y llegar a acuerdos llenos de amor y paz. La violencia doméstica es un gran crimen y debe ser castigado con firmeza.

La astuta hija del campesino

La astuta hija del campesino 


Había una vez un campesino pobre que no tenía ninguna tierra, solamente una cabaña  y una hija.  Un día dijo la hija:
-"Deberíamos pedir a nuestro señor el Rey un poco de la tierra recién limpiada."-
Cuando el Rey oyó de su pobreza, él les ofreció unas tierras, que ella y su padre araron, y tuvieron la intención de sembrar con un poco de maíz y otros granos similares. Cuando ellos habían arado casi el todo el campo, encontraron en la tierra un mortero, pero sin su manubrio, hecho de oro puro. 
-"Escucha"-, dijo el padre a la muchacha, -"como nuestro señor el Rey ha sido tan cortés y nos ha dado el campo, deberíamos darle este mortero a cambio de ello."-
La hija, sin embargo, no estaba de acuerdo con ello, y le dijo:
-"Padre, si tenemos el mortero sin tener el manubrio también, tendremos que conseguir el manubrio, entonces no debería decir nada sobre eso."-
Sin embargo él no obedeció, tomó el mortero y se lo llevó al Rey, diciéndole que lo había encontrado en la tierra otorgada, y le preguntó si lo aceptaría como un presente. El Rey tomó el mortero, y preguntó si no había encontrado nada además de eso.
-"No"-, contestó el campesino. 
Entonces el Rey dijo que debe traerle ahora el manubrio. El campesino dijo que ellos no lo habían encontrado, pero eso fue como haberle hablado al viento y él fue puesto en prisión, y debía quedarse allí hasta que él produjera el manubrio. Los criados tuvieron que llevarle diariamente pan y agua, que es lo que le dan a la gente que entra en la prisión, y ellos oían como el hombre lanzaba un grito contínuamente:
-"¡Ay! ¡si yo sólo hubiera escuchado a mi hija!"-
-"¡Ay, ay, si tan sólo hubiera escuchado a mi hija!"-,  y ni comía ni bebía. 
Entonces él Rey mandó que los criados le trajeran al preso ante él, y preguntó al campesino por qué él siempre gritaba: 
-"¡Ay! ¡si yo sólo hubiera escuchado a mi hija!"-
y que era lo que su hija había dicho. 
-"Ella me dijo que yo no debería traerle el mortero, ya que debería traerle el manubrio también."-
-"Si usted tiene a una hija que es tan sabia, que me la traigan aquí."-
Ella fue por lo tanto obligada a aparecer ante el Rey, quien le preguntó que si ella realmente era tan sabia, él le pondría un acertijo, y si ella pudiera resolverlo, él se casaría con ella. Ella inmediatamente dijo que sí, que ella lo adivinaría. Entonces dijo el Rey:
-"Ven aquí sin vestido, pero no desnuda, no montada, no caminando, no por el camino, y no fuera del camino, y si puedes hacer eso me casaré contigo."
Entonces ella se marchó, aplazó toda otra actividad, y luego alquiló un asno, se desvistió, tomó una gran red de pesca, y se sentó en ella y se cubrió completamente una y otra vez alrededor de ella, de modo que no quedó desnuda ni vestida, y ató la red del pescador a la cola del asno de modo que fuera obligado a arrastrarla a lo largo, y así no iba montaba a caballo, ni andando. El asno también tuvo que arrastrarla por los espaldones del camino, de modo que ella sólo tocaba la tierra con su dedo gordo del pie, y así no  estaba ni en el camino, ni fuera del camino. Y cuando ella llegó de  aquella manera, el Rey dijo que había resuelto el acertijo y había realizado todas las condiciones. Entonces él ordenó que su padre fuera liberado de la prisión, la tomó como esposa, y dio a su cuidado todas las posesiones reales.
Ahora, después de que algunos años habían pasado, el Rey preparaba una vez sus tropas para un desfile, cuando sucedió que algunos campesinos que habían estado vendiendo madera pararon con sus carretas frente al palacio; y algunos de ellos tenían  bueyes atados a las carretas, y otros les ataban a las carretas caballos. Había un campesino que tenía tres caballos, uno de los cuales era un recién nacido potro joven, y éste se escapó y fue a posarse entre dos bueyes que estaban delante de la carreta. Cuando los campesinos se encontraron, comenzaron a disputar y golpearse el uno al otro y hacer una perturbación, y el campesino con los bueyes quiso quedarse con el potro diciendo que uno de los bueyes le había dado a luz, y el otro dijo que fue su yegua quien lo había tenido, y que por eso era de su propiedad.

La pelea llegó ante el Rey, y él dio el veredicto de que el potro debería quedarse donde había sido encontrado, y así el campesino con los bueyes, a quien no le pertenecía, lo consiguió. Entonces el otro se fue lejos, y lloró y se lamentó de su potro. Ahora, él había oído que su señora la Reina era muy cortés, porque ella ella misma había salido de gente campesina pobre, así que él fue y le pidió que ella viera si podía ayudarle a recuperar a su potro otra vez. Dijo ella:
-"Sí, le diré que hacer, si me promete no decir que yo se lo dije. Temprano mañana por la mañana, cuando el Rey revise la guardia, párese allí en medio del camino por el cual él debe pasar, tome una gran red de pesca y finja ser un pescador; empiece a imitar que pesca, y vacíe la red como si la hubiera sacado llena"-.
Y luego ella le dijo también lo que él debería decir si fuera interrogado por el Rey.
Al día siguiente, por lo tanto, el campesino estuvo de pie allí, y simuló pescar en la tierra seca. Cuándo el Rey pasó, y lo vio, envió a su mensajero para preguntar sobre qué estaba haciendo ese hombre estúpido.  Él contestó:
-"Soy pescador"-.
El mensajero le preguntó cómo él podría pescar cuando no había ninguna agua allí.
 El campesino dijo:
-"Es tan fácil para mí pescar en la tierra firme como es para un buey dar a luz a un potro"-.
El mensajero volvió y le dio la respuesta al Rey, que ordenó que el campesino le fuera traído y le dijo que esa no era su propia idea, y que quería saber de quien era.
El campesino debe confesarlo inmediatamente. El campesino, sin embargo, no lo hizo, y dijo siempre:
-"Dios prohíbe hacerlo, la idea es mía"-.
Entonces lo pusieron, en un montón de paja, y lo golpearon y lo atormentaron por tanto rato que por fin él confesó que la idea fue de la Reina.
Cuándo el Rey llegó a casa otra vez, dijo a su esposa:
-"¿Por qué te has comportado tan falsamente conmigo? No te tendré más tiempo por  esposa; el tiempo tuyo terminó, vuelve al lugar de donde viniste, a tu choza campesina"-.
 Un favor, sin embargo, él le concedió: que podría tomar con ella una cosa que fuera  la más querida y la mejor a sus ojos; y así fue ella despedida. Ella dijo:
-"Sí, mi querido marido, si usted manda esto, así lo haré"-,  y ella lo abrazó y lo besó, y dijo que ella se despediría de él. 
Entonces ella ordenó que le fuera traída una poderosa pócima adormecedora, he hizo una bebida para decirle adiós a él y que la bebiera; el Rey tomó una buena cantidad, pero ella tomó sólo un poco. Él pronto cayó en un sueño profundo, y cuando ella percibió eso, llamó a un criado y tomó una tela de lino blanca justa y abrigó al Rey en ella, y el criado fue obligado a llevarlo en un carro que estaba listo al frente de la puerta, y entonces lo condujo con él a su propia pequeña casa campesina.
Ella lo puso en su pequeña cama, y él durmió un día y una noche sin despertar, y cuándo él despertó, miró alrededor y dijo:
-"Dios bueno! ¿dónde estoy?"-

Él llamó sus asistentes, pero ninguno de ellos estaba allí. Con mucho cariño su esposa vino al lado de la cama y dijo:
-"Mi querido señor y Rey, usted me dijo que yo podría traer conmigo del palacio lo que fuera más querido y lo más precioso a mis ojos. No tengo nada más precioso y querido que usted, entonces por eso le he traído conmigo"-. 
Las lágrimas brotaron a los ojos del Rey y él dijo:
-"Querida esposa, tu serás para mí y yo seré para tí"-.
Y él la regresó consigo al palacio real, siempre como su esposa. Y en este momento ellos todavía viven muy felizmente.

Enseñanza:

La sabiduría bien aplicada es fuente de inmensos beneficios. 

La Zorra y el Gato

La Zorra y el Gato 


Sucedió que un gato encontró a una zorra en un bosque, y él pensó sobre ella:
-"Ella es inteligente y llena de experiencia, y muy estimada en el mundo"-
por lo que le habló de un modo amistoso:
-"Buen día, querida Sra. Zorra, ¿Cómo está usted? ¿Cómo está todo con usted? ¿Cómo está pasando usted esta linda temporada?"-
La zorra, llena de todas las clases de arrogancia, miró al gato de pies a cabeza, y durante mucho tiempo no sabía si darle alguna respuesta o no.
Por fin ella contestó:
-"Ah, tú, infeliz limpia barbas, tú, tonto ignorante, tú, cazador hambriento de ratones, ¿qué puedes tú pensar? ¿Te atreves a preguntarme cómo me está yendo? ¿Qué has  aprendido? ¿Cuántas artes tú conoces?"-
-"Sólo conozco una"-, contestó el gato, modestamente. 
-"¿Y cuál arte es esa?"-, preguntó la zorra. 
-"Cuando los sabuesos me siguen, yo puedo saltar a un árbol y salvarme."-
-"¿ Y eso es todo?"-,  dijo la zorra. -"Yo soy maestra de cien artes, y tengo además un saco lleno de astucias. ¡Qué lástima te tengo!, ven conmigo y te enseñaré como se escapa de los sabuesos"-.

En ese momento vino un cazador con cuatro perros. El gato reaccionó con agilidad subiéndose a un árbol, y se sentó en lo alto, donde las ramas y el follaje completamente lo ocultaron. 
-"Abra su saco Sra. zorra, abra su saco de astucias"-, le gritó el gato.
Pero los perros la habían agarrado ya y la sostenían y mordían fuertemente. 
-"Ah, Sra. zorra"-, gritó el gato. -¡"Le abandonaron sus cien artes en la escapada! Si usted hubiera sido capaz de subir como yo, no habría perdido su vida."-

Enseñanza:

Nunca hay que burlarse y menospreciar lo que parecieran ser insignificantes cualidades. 

Pichoncito

Pichoncito


Había una vez un cazador que entró en el bosque para cazar, y cuando él se internó  oyó un sonido de grito como si un pequeño niño estuviera allí. Él siguió el sonido, y por fin llegó a un gran árbol, y en lo alto de éste estaba un pequeño niño sentado, ya que la madre había fallecido bajo el árbol con el niño, y una ave de rapiña que lo había visto en sus brazos, había volado hacia abajo, y arrebatándolo, lo había puesto en su nido en lo alto del árbol.
El cazador subió al nido, y bajó al niño, y pensó para él:
-"Lo llevaré a casa conmigo, y lo criaré junto con mi Lina."-
 Él lo llevó a su casa, y por lo tanto, los dos niños crecieron juntos. Sin embargo, el que había sido encontrado en un árbol fue llamado Pichoncito, ya que inicialmente una ave se lo había llevado a su nido. Pichoncito y Lina se querían tanto el uno al otro que cuando uno de ellos no veía cerca a su compañero se ponía triste.
El cazador, sin embargo, tenía a una vieja cocinera, que sin él saberlo era una bruja, y ella una tarde tomó dos baldes y comenzó a traer agua, y no fue sólo una vez, sino muchas veces, a la fuente por el agua. Lina la vio y le dijo:
-"Escuche usted, vieja Sanna, ¿por qué trae tanta agua?"-
-"Si tú nunca se lo repites a otra persona, te diré por qué."-
Entonces Lina dijo:
-"Sí, nunca se lo repetiré a nadie"-
,Entonces la cocinera dijo:
-"Temprano mañana por la mañana, cuando el cazador salga a su labor, calentaré el agua, y cuando hierva en la caldera, lanzaré allí a Pichoncito, y lo herviré en ella."-
A la mañana siguiente el cazador despertó y salió a cazar, y cuando él ya se había ido los niños estaban todavía en la cama. Entonces Lina dijo a Pichoncito:
-"Si tú nunca me abandonas, yo nunca te abandonaré a ti."-
Pichoncito contestó:
-"Ni ahora ni nunca te dejaré."-
 Lina entonces dijo:
-"Entonces te contaré. Anoche, el viejo Sanna llevó tantos cubos de agua a la casa que le pregunté por qué hacía esto, y ella me dijo que si yo prometía no decírselo a nadie  ella me lo diría, y yo le dije que yo estaría segura de no decirlo a nadie, y entonces ella  me dijo que temprano mañana por la mañana mientras mi padre cazaba, ella pondría a hervir la caldera llena de agua, y te lanzaría en ella y te herviría a ti; pero nos levantaremos rápidamente, nos vestiremos, y nos marcharemos juntos."
Los dos niños por lo tanto se levantaron, se vistieron rápidamente, y se marcharon. Cuando el agua en la caldera ya hervía, la cocinera entró en el dormitorio para traer a Pichoncito y lanzarlo en la caldera. Pero cuando ella entró, y fue a las camas, ambos  niños ya no estaban. Entonces ella se alarmó terriblemente, y se dijo:
-"¿Qué diré ahora cuándo el cazador llegue a casa y vea que los niños se han ido? Debo ir tras ellos al instante para regresarlos de nuevo."-
Entonces la cocinera envió a tres criados tras ellos, que debían correr y alcanzar a los niños. Los niños, sin embargo, estaban sentados fuera del bosque, y cuando vieron desde lejos correr a los tres criados, Lina dijo a Pichoncito:
-"Nunca me abandones y nunca te dejaré."-
 Pichoncito dijo:
-"Ni ahora, ni nunca yo te dejaré."-
 Lina entonces dijo:
-"Conviértete en un rosal, y yo seré la rosa sobre ti."-

 Cuando los tres criados llegaron, no había nada allí, excepto un rosal con una rosa, pero no vieron a los niños por ninguna parte. Entonces dijeron ellos:
-"No hay nada que hacer aquí."-
 Y regresaron a casa y le dijeron a la cocinera que ellos no habían visto nada en el bosque excepto un pequeño rosal con una rosa. Entonces la vieja cocinera los  reprendió diciéndoles:
 -"Ustedes, simplones, debieron haber cortado el rosal en dos y separado la rosa  y traerlo a casa con ustedes; ahora vayan ya y háganlo de una vez."-
 Por lo tanto ellos tuvieron que salir  y buscar por segunda vez. Los niños, sin embargo, los vieron venir a la distancia. Entonces Lina dijo:
-"Nunca me abandones y nunca te dejaré."-
 Pichoncito dijo:
-"Ni ahora, ni nunca te dejaré."-
 Lina entonces dijo:
-"Conviértete en una iglesia, y yo seré la araña de luces dentro de ella"-
Cuando los criados llegaron, no vieron nada más que una iglesia con su araña de luces. Y se dijeron entre sí:
-"Nada podemos hacer aquí, regresemos a casa"-
Cuando ellos llegaron a casa, la cocinera preguntó si no los habían encontrado; entonces ellos dijeron que no, que sólo habían encontrado una iglesia, y que había una araña de luces en ella.
Y la cocinera los reprendió y les dijo:
-"¡Ustedes tontos! ¿Por qué no tiraron la iglesia a pedazos, y trajeron la araña de luces a casa con ustedes?"-
 Y ahora la vieja cocinera, ella misma se puso a caminar, y fue con los tres criados en la búsqueda de los niños. Los niños, sin embargo, vieron desde lejos que los tres criados venían, y a la cocinera caminando atrás de ellos. 
Lina dijo:
-"Nunca me abandones y nunca te dejaré."-
 Pichoncito dijo:
-"Ni ahora, ni nunca te dejaré."-

 Lina entonces dijo:
-"Conviértete en un estanque, y yo seré el pato sobre ella"-
 Al llegar la cocinera, ésta vio el estanque y se agachó para beberlo, y estaba en eso cuando el pato nadó rápidamente, se subió sobre la cabeza de la vieja y le picoteó la cabeza con su pico y la vieja bruja resbaló, se golpeó y se ahogó en el estanque. Entonces los niños tomaron su forma normal y se fueron a casa juntos, y en adelante vivieron tranquilos por no tener ya en casa a la malvada vieja bruja. 

Enseñanza:

Una firme unión provee una inmensa fortaleza contra los enemigos. 

Los Tres Hermanos

Los Tres Hermanos 


Había una vez un hombre que tenía tres hijos, y nada más en el mundo excepto la casa en la cual él vivía. Ahora cada uno de los hijos deseaba tener la casa después de la muerte de su padre; pero el padre amaba a todos ellos por igual, y no sabía que hacer; él no deseaba vender la casa, porque había pertenecido a sus antepasados, más él podría haber dividido el dinero entre ellos. Por fin un plan entró en su cabeza, y dijo a sus hijos:
-"Recorran el mundo, e intenten cada uno de ustedes aprender un oficio, y, cuando todos ustedes vuelvan, él que haga la mejor obra maestra tendrá la casa."-
Los hijos estaban bien contentos por esto, y el mayor determinó ser un herrero, el segundo un barbero, y el tercero un maestro de cercados. Ellos fijaron una fecha en la cual deberían venir a casa todos otra vez, e inmediatamente cada uno se fue por su camino. Fue una gran suerte que todos ellos encontraron maestros hábiles que les enseñaron sus oficios muy bien. 
El herrero tenía que confeccionar las herraduras a los caballos del Rey, y pensó, -"la casa será mía, sin duda."-
 El barbero sólo afeitaba a gente importante, y también ya consideraba a la casa como de su propiedad. 
El maestro de cercado recibía muchos golpes, pero él sólo se mordía su labio, y no dejaba que nada lo fastidiara; -"porque"-, se decía sí mismo, -"si yo le tengo miedo a un golpe, nunca ganaré la casa."-
Cuando el tiempo designado había llegado, los tres hermanos regresaron a la casa de su padre; pero ellos no sabían cómo encontrar la mejor oportunidad de mostrar su habilidad, entonces se sentaron a consultar juntos. Estaban ellos sentados en eso, cuando de repente una liebre vino corriendo por el campo. 
-"¡Ah, ja, justo a tiempo!"- dijo el barbero. 
Entonces tomó su palangana y jabón, y alejándose hizo espuma, esperando hasta que la liebre subiera; y al llegar ella, la enjabonó y le afeitó las patillas a la liebre mientras corría a lo máximo de su velocidad, y no cortó su piel ni perjudicó un pelo en su cuerpo. 
-"¡Bien hecho!"-, dijo el anciano. -"sus hermanos tendrán que ejercerse maravillosamente, o la casa será suya."-
Poco después, venía un noble en su coche corriendo a muy alta velocidad.
-"Ahora usted verá lo que yo puedo hacer, padre"-, dijo el herrero.
Y se fue tras el coche y quitó las cuatro herraduras de las patas de uno de los caballos mientras galopaba, y le puso cuatro nuevas herraduras sin pararlo. 
-"Eres un excelente muchacho, y tan inteligente como tu hermano"-, dijo su padre; -"no sé a quien yo debería dar la casa."-
Entonces el tercer hijo dijo, 
-"Padre, permítame tener mi prueba, por favor;"-
 Y como comenzaba a llover, él sacó su espada, y la batió de acá para allá encima de su cabeza tan rápido que ni una gota cayó sobre él. Llovió todavía más fuerte y más fuerte, hasta llover en torrentes; pero él sólo abatía su espada más rápido y más rápido, y permaneció tan seco como si estuviera sentado bajo techo en una casa. Cuándo su padre vio todo aquello quedó asombrado, y dijo:
-"¡Esta es la obra maestra, la casa es tuya!"-

Sus hermanos estuvieron satisfechos por la decisión, tal como fue acordado de antemano; y, como ellos realmente se querían el uno al otro muchísimo, los tres se quedaron juntos en la casa y siguieron en sus oficios, y, como ellos los habían aprendido tan bien y eran tan inteligentes, ganaron mucho dinero. Así vivieron juntos felizmente hasta que envejecieron; y por fin, cuando uno de ellos cayó enfermo y murió, los otros dos se apenaron tan profundamente por ello que también cayeron enfermos, y pronto después murieron también. Y porque ellos habían sido tan inteligentes, y se habían amado el uno al otro tanto, fueron todos puestos en la misma tumba.

Enseñanza:

Reconocer y aceptar las mejores capacidades y virtudes ajenas es la mejor muestra de grandeza de espíritu. 

Ocio y Labor

Ocio y Labor


Había una vez una joven doncella quien era muy linda, pero ociosa y negligente. Cuando ella tenía que hilar, se ponía de tan mal genio  que si topaba con un pequeño nudo en el lino, inmediatamente sacaba toda la carrucha y lo tiraba al suelo al lado de ella. Pero ella tenía a una criada que era muy laboriosa, y recogía las carruchas y los trozos de lino que eran tirados por la doncella, los limpiaba y los afinaba, y con ellos se había hecho un hermoso vestido para sí misma.
Había también un hombre joven que cortejaba a la muchacha perezosa, y la boda estaba a punto de efectuarse. En vísperas de la boda, la laboriosa criada bailaba alegremente con su vestido bonito, y la novia dijo,-
-"¡Hey, como brinca aquella muchacha, vestida con mis desperdicios.!"-

El novio oyó aquella expresión, y preguntó a la novia qué quiso ella decir con eso. Entonces le dijo que esa muchacha estaba usando un vestido hecho del lino que ella había tirado al suelo como sobras y desperdicios. Cuando el novio oyó eso, y vio lo ociosa que ella era, y cuan laboriosa era la muchacha pobre, él la dejó y fue donde la criada, a la que eligió como su esposa.

Enseñanza:

La laboriosidad es siempre mil veces más bella que la ociosidad. 

La Luna

La Luna


Hace mucho tiempo, había una tierra donde las noches eran siempre oscuras, y la extensión del cielo sobre ella era como una tela negra, allí la luna nunca salió, y ninguna estrella brillaba en la oscuridad. En la creación del mundo, la luz por la noche no fue tomada en cuenta. 
Tres jóvenes compañeros salieron una vez de este país en una expedición de aventura, y llegaron a otro reino, donde a la tarde,  cuando el sol había desaparecido detrás de las montañas, un globo iluminado se veía colocado en un roble, el cual emitía una luz suave, lejana y amplia.
Por medio de este globo, todo podría ser muy bien visto y reconocido, aunque su luz no fuera tan brillante como la del sol. Los viajeros pararon y preguntaron a un campesino que conducía por delante su carro, que tipo de luz era esa. 
-"Es la luna,"- contestó él; -"nuestro alcalde la compró con tres monedas de oro, y la sujetó al roble. Él tiene que verterle aceite diariamente, y mantenerla limpia, de modo que siempre pueda brillar claramente. Él recibe de nosotros una moneda por semana por hacerlo."-
Cuando el campesino se había ido, uno de ellos dijo, 
-"Nosotros podríamos hacer muy buen uso de esta lámpara. Tenemos un roble en casa, que es tan grande como este, y podríamos colgarla en él. ¡Qué placer sería no sentir por la noche la total oscuridad!"-
 -"Te diré lo que haremos,"- dijo el segundo; -"traeremos un carro y caballos y nos llevaremos la luna. La gente de aquí puede comprarse otra."-
- "Yo soy un buen trepador,"- dijo el tercero, -"la bajaré."-
El cuarto trajo un carro y caballos, y el tercero subió al árbol, hizo  un agujero en la luna, pasó una cuerda por ella, y la bajó.


Cuando el globo brillante estuvo en el carro, la cubrieron con una tela, de modo que nadie pudiera observar el robo. Ellos regresaron sin peligro a su propio país, y la colocaron en un roble alto. Viejos y jóvenes se alegraron cuando la nueva lámpara emitió  su ligero brillo sobre todo el territorio, y dormitorios y salones se llenaron de su brillo. Los enanos salieron de sus cuevas en las rocas, y los diminutos duendes con sus pequeños abrigos rojos bailaban en rondas en los prados.
Los cuatro tuvieron cuidado de que la luna fuera proveída de aceite, y la limpiaban adecuadamente, y recibían su moneda semanal. Pero ellos se hicieron ancianos, y cuando uno de ellos se puso enfermo, y vio que estaba a punto de morir, designó que un cuarto de la luna, como parte su propiedad, debiera ser puesto en la tumba con él. Cuando él murió, el alcalde subió al árbol, y le cortó un cuarto con la cizalla para setos, y este fue colocado en su ataúd.
 La luz de la luna disminuyó, pero todavía era visible. Cuando el segundo murió, el segundo cuarto fue sepultado con él, y la luz disminuyó más. Se puso más débil todavía después de la muerte del tercero, quién igualmente se llevó su parte de ella con él; y cuando el cuarto llegó a su tumba, el viejo estado de oscuridad se reanudó, y siempre que la gente salía por la noche sin sus linternas, se  golpeaban sus cabezas unos con otros.
Sin embargo, como los pedazos de la luna se habían unido juntos otra vez en el mundo inferior, donde la oscuridad siempre prevalecía, vino a hacer que los muertos se agitaran y despertaran  de su sueño. Y se sorprendieron cuando se sintieron capaces de ver otra vez. La luz de la luna era completamente suficiente para ellos, ya que sus ojos se habían hecho tan débiles que no podrían haber aguantado la brillantez del sol. Ellos se levantaron y se pusieron contentos, y regresaron a sus antiguos modos de vivir. Algunos iban a los juegos y a bailar, otros se fueron a los comercios, donde  pidieron vino, se emborracharon, se pelearon, y por fin tomaron porras y se apalearon unos a otros. El ruido se hizo mayor y mayor, hasta que por fin llegó al cielo.

San Pedro, que guarda la puerta de cielo, pensó que el mundo inferior había estallado en rebelión y reunió a las tropas divinas, que deben hacer retroceder a Satanás cuando él y sus socios asaltan el domicilio del cielo. Como éstos no llegaron, subió a su caballo y saliendo por la puerta de cielo, descendió al mundo de abajo. Allí él redujo a los muertos al sometimiento, les pidió que se acostaran en sus tumbas otra vez, y se llevó la luna con él y la colgó en el cielo, donde quedó desde entonces.

Enseñanza:
 Cada cosa debe de usarse con el propósito para el cual fue creado.