martes, 28 de julio de 2015

El Hermano Lustig

El Hermano Lustig



Hubo una vez durante un largo tiempo una gran guerra, y cuando esta llegó a su final, muchos soldados fueron despedidos. Entonces el Hermano Lustig también recibió su salida, y además de eso, solamente un pequeño bollo de pan del diariamente asignado, más cuatro monedas en dinero, con lo cual él se marchó. Sin embargo, San Pedro se había puesto en su camino en forma de un pobre mendigo, y cuando el Hermano Lustig lo topó, el mendigo pidió una limosna.  El Hermano Lustig contestó, 
-"Querido mendigo, ¿qué puedo darle? He sido un soldado, y he recibido mi despido, y tengo solamente este pequeño bollo de pan del diariamente asignado, más cuatro monedas en dinero. Cuando esto se me acabe, tendré que pedir limosna como usted. Pero de  todos modos le daré algo."
Así que él dividió el pan en cuatro partes, y dio al apóstol una de ellas, y también una de las monedas. San Pedro le agradeció, y se fue adelante, y se presentó de nuevo ante el soldado también como un mendigo, pero bajo otra presentación, y cuando lo encontró le pidió de nuevo una limosna como lo hizo antes. El Hermano Lustig habló tal como lo había hecho antes, y otra vez le dio un cuarto del pan y otra de las monedas. San Pedro se lo agradeció, y se fue adelante, y por tercera vez se colocó como mendigo bajo otra apariencia y lo esperó, y le habló al Hermano Lustig . El Hermano Lustig le dio también el tercer cuarto del pan y la tercera moneda. San Pedro se lo agradeció, y el Hermano Lustig siguió adelante, quedándose solamente con un cuarto del pan, y una sola moneda.
Con esto él entró en una posada, comió su pan, y pidió una cerveza por el valor de su moneda. Una vez terminado, siguió adelante, y luego San Pedro, asumiendo el aspecto de otro soldado despedido, lo encontró y le habló así: 
-"Buenos días colega, ¿no podrías darme un pedazo de pan y una moneda para una bebida?"- 
 -"¿Y cómo podría conseguir todo eso?"- contestó el Hermano Lustig , -"He sido despedido y solamente me dieron un bollo de pan y cuatro monedas. Me encontré con tres mendigos en el camino y le di a cada uno un cuarto del pan y una moneda. Y el último cuarto del pan lo comí en la posada y con la última moneda pagué una cerveza."-
Ahora mis bolsillos están vacíos, y si tú tampoco tienes nada, podemos ir pidiendo limosna juntos."-
 -"No"-, contestó San Pedro, -"no tenemos que hacer eso en este momento. Sé un poco sobre medicina, y ganaré pronto tanto como requiero por ese medio."-
-"¡Que bueno!"-, dijo el Hermano Lustig , -"y puesto que yo no sé nada de eso, entonces iré a pedir limosna solo."- 
-"¡Oh no!, simplemente ven conmigo,"- dijo San Pedro, -"y si gano algo, compartiré contigo la mitad."-
-"Bien,"- dijo el Hermano Lustig , y se marcharon juntos.
Pronto llegaron a la casa de un campesino donde ellos oyeron gritos y lamentaciones fuertes adentro; entonces ellos entraron, y allí el marido yacía enfermo de muerte muy cerca de su final, y su esposa gritaba y lloraba en voz muy alta. 
-"Pare esos aullidos y llantos,"- dijo San Pedro, -"pondré a su marido bien otra vez,"-
 y tomó un bálsamo de su bolsillo, y curó al hombre enfermo en un momento, de modo que pudo levantarse y estar con salud perfecta. Con gran complacencia el hombre y su esposa dijeron, 
-"¿Cómo podemos recompensarle? ¿Qué le daremos?"- 
Pero San Pedro no tomaría nada, y entre más le ofrecían los campesinos, más se negaba. El Hermano Lustig , sin embargo, dio un codazo a San Pedro, y le dijo, "Toma algo; bastante seguro que lo necesitamos."
Con mucho cuidado la mujer trajo un cordero y le dijo a San Pedro que él realmente debería tomarlo, pero él insistió en que no. Entonces el Hermano Lustig  le empujó el costado, y le dijo, 
-"Tómelo ya, no sea tonto estúpido; ¡estamos en gran necesidad de el!"- 
Y San Pedro, cediendo, dijo por fin, 
-"Bien, tomaré el cordero, pero no lo cargaré. Si tú insistes en quererlo, deberás cargarlo."-
 -"No es nada,"- dijo el Hermano Lustig . -"Lo cargaré fácilmente,"- y lo tomó en su hombro. 
Entonces ellos se marcharon y llegaron a un bosque, pero el Hermano Lustig  había comenzado a sentir el cordero pesado, y tenía hambre, por lo que le dijo a San Pedro, 
-"Mira, este parece un buen lugar, aquí podríamos cocinar el cordero, y comerlo."
-"Como quieras,"- contestó San Pedro, -"pero no sé nada de cocina; si quieres lo cocinas tú, ahí hay una caldera para ti, y yo  mientras tanto me pasearé un poco hasta que todo esté listo. Sin embargo, no debes comenzar a comer hasta que yo haya vuelto, yo vendré en el tiempo correcto."-
-"Bien, ve, entonces,"- dijo el Hermano Lustig, -"entiendo de  cocina y lo manejaré." 
Entonces San Pedro se marchó, y el Hermano Lustig mató al cordero, encendió un fuego, lanzó la carne en la caldera, y la hirvió. El cordero estaba ya completamente listo y el apóstol Pedro no había vuelto, entonces el Hermano Lustig lo sacó de la caldera, lo cortó, y le buscó el corazón.
-"Se dice que esta es la mejor parte,"- dijo él, y la probó, pero por fin él se comió todo aquello por completo. 
Segundos después San Pedro volvió y dijo, 
-"Puedes comerte todo el cordero tú solo, yo solamente tendré el corazón, pásamelo por favor."-
Entonces el Hermano Lustig tomó un cuchillo y el tenedor, y fingió  mirar ansiosamente entre la carne del cordero, pero sin ser capaz de encontrar el corazón, hasta que por fin dijo repentinamente, 
-"¡No hay ninguno aquí!"-
-"¿Pero cómo puede ser?"- dijo el apóstol.
-"¡No lo sé!,"- contestó el Hermano Lustig, -"¡pero mira!, ¡que tontos que somos, buscándole el corazón al cordero, y ninguno de nosotros recordaba que un cordero no tiene ningún corazón! 
-"¡Ah!"-, dijo San Pedro, -"¡eso es algo completamente nuevo! Si  cada animal tiene un corazón, ¿por qué un cordero va a estar sin él?"-
-"No, no. Ten por seguro, mi hermano,"- dijo el Hermano Lustig, -"que un cordero no tiene ningún corazón; sólo considéralo seriamente, y luego verás que realmente no tiene ninguno."-
-"Bien, está correcto,"- dijo San Pedro, -"si no hay ningún corazón, entonces no quiero ninguna parte del cordero; y puedes comértelo todo tú solo."-
-"Lo que no pueda comer ahora, lo llevaré en mi mochila,"- dijo el Hermano Lustig, y se comió la mitad del cordero, y puso el resto en su mochila. 
Siguieron adelante, y luego San Pedro hizo que una gran corriente de agua viniera directamente a atravesárseles en su camino, quedando  obligados a pasar por en medio de ella. San Pedro dijo, 
-"Pasa tu primero."-
-"No,"- contestó el Hermano Lustig , -"tu debes ir primero," y él pensó, -"si el agua es demasiado profunda me quedaré aquí."
 Y así San Pedro se internó a caminar entre las aguas, las cuales  sólo le llegaron a su rodilla. El Hermano Lustig comenzó a pasar también, pero las aguas se hicieron más profundas y rápidamente le llegaron hasta su garganta. Entonces él gritó,
-"¡Hermano, ayúdame!"-
San Pedro dijo, 
-"¿Entonces confesarás que tú te comiste el corazón del cordero?"-
-"No,"- dijo él, -"no lo he comido."- 
Entonces la corriente de agua se puso más profunda y se elevó hasta su boca. 
-"¡Ayúdame hermano!,"- gritaba el soldado. 
San Pedro dijo, 
-"¿Entonces admites que te has comido el corazón del cordero?"-
-"No"-, contestó él, -"no lo he comido."- 
San Pedro, sin embargo, no lo dejaría ahogarse, bajó las aguas y le ayudó con eso.
Y siguieron adelante, hasta llegar a un reino donde oyeron que la hija del rey estaba enferma de muerte. 
-"¡Mira, hermano!"- dijo el soldado a San Pedro, -"esta es una oportunidad para nosotros; ¡si podemos curarla tendremos provisiones para toda la vida!"-
 Pero San Pedro no caminaba ni a la mitad de la velocidad que lo hacía el Hermano Lustig.
-"Vamos, mueva sus piernas, mi querido hermano,"- dijo él, -"que podemos ponernos allí a tiempo."- 
Y San Pedro mas bien andaba más despacio y más despacio, aunque el Hermano Lustig hiciera todo que podía para apurarlo. Por fin ellos oyeron que la princesa había muerto. 
-"¡Ahora sí que la hicimos bien!"- dijo el Hermano Lustig ; -"¡esto resulta del modo tan lento de tu andar!"-
- "Mantente tranquilo,"- contestó San Pedro, -"puedo hacer más que curar a la gente enferma; puedo traer muertos a la vida otra vez."- 
-"Bien. Si tu puedes hacer eso,"- dijo el Hermano Lustig, -"está  muy bien, pero tu deberías ganar al menos la mitad del reino para nosotros por ello."
Entonces fueron al palacio real, donde todos estaban en gran pena, y San Pedro le dijo al Rey que él restauraría a su hija a la vida. Él fue llevado donde ella yacía, y dijo, 
-"Tráigame una caldera y un poco de agua," y cuando esto fue hecho, él pidió a todos salir, y no permitió a nadie más permanecer con él, excepto al Hermano Lustig . Entonces él cortó en piezas el cuerpo de la  muchacha muerta, las puso en el agua, encendió un fuego bajo la caldera, y las hirvió. Y cuando la carne había desaparecido de los huesos, él sacó los hermosos huesos blancos, y los puso en una mesa, y los juntó en su orden natural. Cuando hubo hecho esto, dio un paso adelante y dijo tres veces, 
-"En nombre de la Trinidad Santa, mujer muerta, levántate."-
Y a la tercera vez, la princesa se levantó, viva, sana y hermosa. Entonces el rey no cabía de la alegría, y dijo a San Pedro, 
-"Pide la recompensa que quieras; aun si fuera la mitad mi reino, yo te lo daría."-
Pero San Pedro dijo, 
-"No quiero nada por ello."- 
-"¡Ah, tontito!"- pensó el Hermano Lustig, y dio un codazo en el costado a su camarada, y le dijo, 
-"¡No seas tan estúpido! Si tú no tienes ninguna necesidad de algo, yo si la tengo."-

San Pedro, en realidad, no tendría necesidad de nada, pero cuando el rey vio que al otro le gustaría tener algo, ordenó a su tesorero que llenara la mochila del Hermano Lustig con oro. Entonces ellos continuaron su camino, y cuando llegaron a un bosque, San Pedro dijo al Hermano Lustig, 
-"Ahora, dividiremos el oro."-
-"Sí", claro".- contestó él.
Así que San Pedro dividió el oro, y lo repartió en tres montones. El Hermano Lustig pensó, 
-"¿Qué locura le ha entrado a él en su cabeza ahora? ¡Hace tres partes, y sólo hay dos de nosotros!"-
 Pero San Pedro dijo, 
-"Lo he dividido correctamente; hay una parte para mí, una para ti, y una para el que comió el corazón del cordero."-
-"¡Ah, yo lo comí!"- contestó el Hermano Lustig , y de prisa recogió  el oro. -"Usted puede confiar en lo que digo."-
-"¿Pero cómo puede ser eso posible,"- dijo San Pedro, -"cuando un cordero no tiene ningún corazón?"-
-"¿Eh, qué, hermano, en qué estás pensando? Los corderos tienen corazones como los otros animales, ¿por qué deberían sólo ellos no tener ninguno?"-
-"Bien, así sea,"- dijo San Pedro, -"guárdate el oro, pero ya no seguiré contigo; iré por mi camino solo."-
-"Como quieras, querido hermano,"- contestó el Hermano Lustig. -"Adiós."-
San Pedro tomó un camino diferente, y el Hermano Lustig pensó, 
-"Es una cosa buena que él se haya retirado por su propia voluntad.  Es realmente un santo extraño, después de todo."-
El tuvo bastante dinero, pero no sabía manejarlo, lo malgastó, lo regaló, y pasado algún tiempo ya no tenía nada. Y andando llegó a  un cierto país donde él oyó de nuevo que la hija de un rey había recién muerto. 
-"¡Ah, já!"- pensó él, -"eso puede ser muy bueno para mí; le traeré a la vida otra vez, y veré que me sean bien pagados mis servicios."- 
Entonces fue a la corte donde el rey, y ofreció levantar de nuevo a la vida a la  muchacha muerta. 
Ya el rey había oído que un soldado desempleado viajaba por el mundo y traía a personas muertas a la vida otra vez, y pensó que el Hermano Lustig era ese hombre; pero como no tenía mucha  confianza en él, consultó a sus concejales primero, quienes dijeron que debería de darle una oportunidad, ya que su hija estaba muerta, y la situación no empeoraría por ello. Entonces el Hermano Lustig pidió que le fuera traída una caldera y agua, y solicitó a todos salir de la habitación. Ya solo, cortó en piezas el cuerpo de la  muchacha muerta, las puso en el agua, encendió un fuego bajo la caldera, y las hirvió, como él había visto a San Pedro hacerlo. Y cuando la carne había desaparecido de los huesos, él sacó los hermosos huesos blancos, y los puso en una mesa, pero  como no sabía el orden en que había que ponerlos, colocó a todos ellos en posiciones incorrectas, en una total confusión.
Entonces poniéndose de pie frente a ellos dijo, 
-"En nombre de la Trinidad más santa, doncella muerta, te pido que te levantes,"- y él dijo eso tres veces, pero los huesos no se movieron. 
Y lo volvió a decir tres veces más, pero también fue en vano: 
-"¡Muchacha confundida, levántate!"- gritó él, "¡Levántate, o será peor para ti!"-
No más había dicho eso, cuando San Pedro de repente apareció con su anterior forma, como un soldado desempleado; entró por la ventana y dijo,
-"Hombre sin Dios, ¿qué estás haciendo? ¿Cómo puede la doncella muerta levantarse, cuando has esparcido sus huesos en tal confusión?"- 
-"Querido hermano, he hecho todo a lo mejor de mi capacidad,"- contestó él.
-"¡Por esta vez, te ayudaré a salir de la dificultad, pero una cosa te  digo, y esto es que si alguna vez vuelves a intentar lo mismo, será  peor para ti, y además no vas ahora a pedir ni a aceptar nada del rey por lo hecho!"-
Dicho eso, San Pedro puso los huesos en su orden correcto, y dijo a la doncella tres veces, 
-"En Nombre de la Trinidad más santa, doncella muerta, levántate,"- y la hija del rey se levantó, sana y hermosa como había sido.
Entonces San Pedro se marchó otra vez por la ventana, y el Hermano Lustig se alegró de que todo finalizó tan bien, pero estaba muy fastidiado de pensar que después de todo él no debía tomar nada por ello.
-"Solamente me gustaría saber,"- pensó él, -"que es lo que tiene en su cabeza este compañero, que lo que me da con una mano, me lo quita con la otra. ¡Eso no tiene ningún sentido en absoluto!"-
 Entonces el Rey ofreció al Hermano Lustig darle lo que deseara obtener, pero él no se atrevió a pedir nada; sin embargo, por indirectas y astucias, él encontró la forma de hacer que el Rey ordenara que su mochila quedara llena de oro, y así con ella se marchó. Cuando él salió, San Pedro estaba en la puerta, y le dijo,
-"Mira que clase de hombre eres; ¿no te prohibí tomar recompensa, y sin embargo sales con la mochila llena de oro?"
"¿Cómo puedo impedir eso,"- contestó el Hermano Lustig , -"si la gente me lo pone allí?"-
-"Bien, te diré que si de nuevo tratas de regresar un difunto a la vida, vas a sufrir por eso."-
-"Hey, hermano, no tengas ningún temor, ahora tengo dinero, ¿por qué debería yo preocuparme con estar limpiando huesos?"-
 -"¡Tengamos fe,"- dijo San Pedro, -"de que el oro durará mucho tiempo! A fin de que después de esto ya nunca pongas los pies en caminos prohibidos, le otorgaré a tu mochila esta propiedad, a saber, que cualquier cosa que desees que ingrese en ella, allí estará. Adiós, ya nunca más me verás."-
 -"Hasta la vista", dijo el Hermano Lustig, y pensó para sí mismo, 
-"Estoy muy contento de que te alejes, compañero extraño; y por cierto no te seguiré"-
 Pero sobre el poder mágico que le había sido otorgado a su mochila,  no pensó más.
El Hermano Lustig viajó con su dinero, y despilfarró y malgastó lo que tenía como lo había hecho antes. Cuando por fin no le quedaban más que cuatro monedas, pasó por una posada y pensó,
-"El dinero tendrá que irse,"- y pidió el valor de tres monedas en vino y el valor de una moneda en pan. 
Cuando estaba sentado con lo pedido, un olor a ganso asado hizo  camino a su nariz. El Hermano Lustig miró a su alrededor a  hurtadillas, y vio que el anfitrión tenía dos gansos listos en el horno. Inmediatamente él recordó que su camarada había dicho que cualquier cosa que él deseara tener en su mochila debería llegar  allí, y se dijo, 
-"¡Ah, já! Debo intentar eso con los gansos."-
Entonces él salió, y cuando estaba fuera de la puerta, dijo, 
-"Deseo aquellos dos gansos asados del horno en mi mochila,"-
 y no más terminando de decirlo, lo desabrochó y miró hacia adentro, y encontró que ya estaban ahí. 
-"¡Ah, funcionó",- dijo, -"ahora soy un hombre realizado!"- y se marchó a un prado y sacó la carne asada. 
Cuando estaba en medio de su comida, dos jornaleros llegaron y miraron con ojos hambrientos al segundo ganso, que aún no había sido tocado. El Hermano Lustig pensó, 
-"Uno es bastante para mí,"- y llamó a los dos hombres y les dijo, 
-"Tomen el ganso, y cómanlo a mi salud."-
 Ellos se lo agradecieron, y se fueron con el ganso a la posada, ordenaron media botella de vino y un pan, sacaron al ganso que les habían regalado, y comenzaron a comer. La anfitriona los vio y dijo a su marido, 
-"Aquellos dos comen a un ganso; sólo asómate y ve si no es uno de los nuestros del horno."-
 El propietario corrió al horno y comprobó que estaba vacío.
-"¡Qué!"-  gritó él, -"¡ustedes par de ladrones!, ¿quieren comer  ganso tan barato como esto? ¡Paguen por él  en este momento; o los lavaré bien con savia de avellana verde!"-
Ellos contestaron, 
-"No somos ningunos ladrones, un soldado desempleado nos dio el ganso, allí afuera en el prado."- 
-"¡No taparán mis ojos con polvo de esa manera!, el soldado estuvo aquí,  pero salió por la puerta, como un cliente honesto. Cuidé de él yo mismo; ¡ustedes lo robaron y deberán pagarlo!" Pero como ellos no podían pagar, tomó un palo, y a golpes los echó de la casa.
El Hermano Lustig siguió su camino y llegó a un lugar donde había un castillo magnífico, y no lejos de él una posada desgraciada. Él fue a la posada y pidió el alojamiento por una noche, pero el propietario se lo negó diciendo, 
-"No hay más cuartos aquí, la casa está llena de invitados nobles."-
-"Me sorprende tanto que ellos vengan aquí en vez de ir a aquel espléndido castillo", dijo el Hermano Lustig . 
-"Ah, en efecto,"- contestó el anfitrión, -"pero no es nada bonito dormir allí una noche; nadie que lo haya intentado hasta ahora, ha salido de allí vivo."-
-"Bien, si otros lo han intentado,"- dijo el Hermano Lustig, -"lo intentaré  yo también."
-"Mejor olvídelo,"- dijo el anfitrión, -"eso le costará su cuello."-
-"Eso no me matará inmediatamente,"- dijo el Hermano Lustig , -"sólo deme la llave, y algún alimento bueno y vino." 
Entonces el anfitrión le dio la llave, alimento y vino, y con todo eso en mano, el Hermano Lustig entró en el castillo, disfrutó de su cena, y al final, cuando tuvo sueño, se acostó en la tierra, pues no había ninguna cama. Pronto se durmió, pero avanzada la noche fue molestado por un gran ruido, y cuando despertó, vio a nueve horribles diablos en el cuarto, quienes formando un círculo,  bailaban alrededor de él. El Hermano Lustig dijo, 
-"Bien, bailen lo que gusten, pero ninguno de ustedes deberá venir demasiado cerca de mí."-
 Pero los diablos lo acorralaban continuamente más cerca, y casi le daban en su cara con sus horribles pies.
-"¡Ya paren, fantasmas de los diablos!"- dijo él, pero ellos se comportaron todavía peor. 
Entonces el Hermano Lustig se puso enojado, y gritó, 
-"¡Ya verán, pronto los haré calmarse!"-
 y cogió la pata de una silla y golpeó en medio de ellos. Pero nueve diablos contra un soldado era todavía demasiado, y cuando él golpeaba a aquellos que tenía delante de él, los demás lo agarraban por atrás por el pelo, y lo rasgaban despiadadamente. 
-"¡Equipo de los diablos,"- gritó él, -"se están sobrepasando, pero esperen!"-. 
-"¡A mi mochila, todos los nueve de ustedes!"-
 En un instante todos cayeron adentro, y abrochó la mochila y la lanzó en una esquina. Enseguida todo quedó de repente tranquilo, y el  Hermano Lustig se arrecostó otra vez, y quedó dormido hasta la llegada del nuevo día.
Entonces llegaron el posadero y el noble a quien pertenecía el castillo, a ver como le había ido; pero cuándo percibieron que él estaba alegre y muy bien, se sorprendieron, y preguntaron, 
-"¿No le han hecho daño los espíritus, entonces?"- 
-"La razón por la que no me dañaron,"- contestó el Hermano Lustig , -"es porque tengo a todos los nueve en mi mochila. Ya usted puede habitar una vez más en su castillo completamente tranquilo, ninguno de ellos lo frecuentará nunca más.-
El noble se lo agradeció, le hizo ricos regalos, y le pidió que  permaneciera en su servicio, y él lo aseguraría mientras viviera.
 -"No, gracias,"-  contestó el Hermano Lustig , -"estoy acostumbrado a deambular, viajaré más lejos."-
Entonces se marchó, y llegó a una herrería, puso la mochila que contenía a los nueve diablos en el yunque, y pidió al herrero y a sus aprendices golpearla. Y ellos la golpearon con sus grandes martillos con toda su fuerza, y los diablos pronunciaban aullidos que eran completamente lastimosos. Cuando él abrió la mochila después de la golpiza, ocho de ellos estaban muertos, pero uno que se había guardado dentro de un pliegue de la mochila, estaba todavía vivo, y escapándose volvió otra vez al infierno. Así el Hermano Lustig viajó mucho tiempo por todo el mundo, y aquellos que lo conocieron  pueden contar muchas historias sobre él, pero pasados los años, por fin envejeció, y pensando en su final fue donde un ermitaño que era conocido ser un hombre piadoso, y le dijo, 
-"Estoy cansado de deambular, y quiero ahora comportarme de tal manera que pueda entrar al reino del Cielo."-
 El ermitaño le aconsejó, 
-"Hay dos caminos, uno es amplio y agradable, y conduce al infierno, el otro es estrecho y áspero, y conduce al cielo."-
-"Yo sería un tonto,"- pensó el Hermano Lustig , "si tomara el camino estrecho y áspero."-
Y dispuso tomar el camino amplio y agradable, y al fin vino a dar a una gran puerta negra, que era la puerta del infierno. El Hermano Lustig llamó, y el portero se asomó para ver quién estaba allí. Pero cuando él vio al Hermano Lustig , se aterrorizó, ya que ese portero era el mismo noveno diablo que había sido encerrado en la mochila, y que se había escapado de ella con solamente un ojo morado. Entonces este portero empujó el cerrojo otra vez tan rápidamente como pudo, corrió donde el teniente superior, y le dijo, 
-"Está ahí afuera el mismo tipo de la mochila, que quiere entrar, pero si usted valora nuestras vidas y nuestra tranquilidad no permita que entre, o él deseará tener a todo el infierno dentro de su mochila."- -"Él me tuvo una vez dentro de ella y me dio un martilleo espantoso."-
Entonces le dijeron al Hermano Lustig que debía marcharse a otra parte, ya que no debería entrar allí. 
-"Si ellos no me quieren tener aquí,"- pensó él, -"veré si puedo encontrar un lugar para mí en el Cielo, ya que debo quedar en algún sitio."-
 El Hermano Lustig dio media vuelta y avanzó hasta llegar a la puerta de Cielo, donde él llamó. San Pedro estaba allí como un estricto portero. El Hermano Lustig lo reconoció inmediatamente, y pensó, 
-"Aquí encuentro un viejo amigo, esto estará mejor."-
Pero San Pedro dijo, 
-"Realmente creo que quieres entrar al Cielo."-
-"Déjame entrar, hermano, pues debo estar en algún sitio. Si en el Infierno me hubieran aceptado, no hubiera venido acá."-
-"No,"- dijo San Pedro -"no debes entrar"-

-"Entonces, si no puedo entrar, toma la mochila, ya que no tendré en adelante nada tuyo."-
-"Dámela entonces."- dijo San Pedro.
Y el Hermano Lustig le dio la mochila a través de las barras del portón, y San Pedro la colocó al lado de su asiento. Inmediatamente el Hermano Lustig  dijo,
-"Deseo que yo esté dentro de la mochila."-
Y en un instante quedó dentro de ella y dentro del Cielo, y a San Pedro no le quedó más remedio que dejarlo permanecer allí.

Enseñanza:

Hay muchas personas, que siendo sencillas y sin tener mucho conocimiento, son a la vez bondadosas y perspicaces, y gracias a su astucia innata, se ganan su vida sin maltratar a nadie y son apreciados por quienes llegan a conocerles. 

El Pequeño Vaso de Nuestra Señora

El Pequeño Vaso de Nuestra Señora

 

Hubo una vez un vagón que tan cargado estaba de vino que se atoró en un hueco en el camino tan fuertemente, que por más esfuerzo que se hiciera, no podía ser puesto en movimiento.
Entonces sucedió que pasó por allí Nuestra Señora, y cuando vio al pobre carretero con su problema, le dijo:
-"Estoy cansada y con sed. Dame un vasito de vino y desatascaré tu carreta."-
-"Encantado,"- replicó el carretero, -"pero no tengo ningún vaso en el cual servirte el vino"-
Entonces Nuestra Señora cortó una pequeña flor blanca con rayas rojas, llamada originalmente enredadera del campo, que tiene una forma muy similar a un vaso y se la dio al hombre. Él la lleno con vino e inmediatamente el carruaje quedó totalmente libre, pudiendo entonces continuar su camino.

La pequeña flor es aún hoy llamada El pequeño vaso de Nuestra Señora.

Enseñanza:

Ayudar a quien tiene hambre o sed, siempre trae su bendición . 

La Novia Clara y La Oscura

La Novia Clara y La Oscura


Una mujer estaba con su hija y su hijastra cortando el forraje en un terreno, cuando el Señor Dios se les acercó en la forma de un hombre pobre, y les preguntó, 
-"¿Cuál es el camino hacia el pueblo?"-
- "Si usted quiere saber,"- dijo groseramente la madre, -"búsquelo usted mismo."-
Y la hija añadió, 
-"Si usted teme no encontrarlo, busque un guía que lo lleve."- 
Pero la hijastra dijo, 
-"Pobre hombre, yo lo llevaré, venga conmigo."-
Entonces Dios se molestó con la madre y su hija, y les volvió la espalda, y pidió que su piel se les pusiera tan oscura como la noche, y además que tomaran una horrible apariencia. Con respecto a la hijastra, sin embargo, Dios fue cortés y siguió con ella, y cuando estaban cerca del pueblo, ofreció una bendición para ella diciendo,
-"Elige tres cosas para ti, y te las concederé."-
 Entonces dijo la doncella, 
-"Me gustaría ser tan hermosa y clara como el sol y agradable como el día."-
 y al instante ella quedó hermosa y clara como el sol y agradable  como el día.
-"Luego me gustaría tener un monedero de dinero que nunca se quede vacío."-
 Y el Señor se lo concedió también, y además le dijo, 
-"No olvides lo que es el mejor deseo de todos."-
Y dijo ella, 
-"Para mi tercer deseo, quiero que después de mi muerte, habite en  el reino eterno del Cielo."-
Esto también le fue concedido, y luego el Señor Dios se retiró. Cuando la madrastra vino a la casa con su hija, y vieron que ellas dos ahora estaban  tan oscuras como la noche y con sus apariencias muy feas, pero que la hijastra tenía radiante claridad y hermosura, la maldad aumentó todavía más en sus corazones, y no pensaron en nada más, sino en  como podrían ellas hacerle algún daño.
La hijastra, sin embargo, tenía un hermano llamado Reginer, a quien ella quería mucho, y ella le contó todo lo que había pasado. Un día, Reginer le dijo, 
-"Querida hermana, haré un retrato tuyo, para poder tenerte continuamente antes mis ojos, ya que mi fraternal amor por ti es tan grande, que me gustaría siempre poder mirarte."-
 Ella contestó, 
-"Pero te pido por favor, que no dejes a nadie ver el cuadro."-
Entonces él pintó a su hermana y colgó el cuadro en su cuarto. Él,  moraba en el palacio del Rey, ya que era su cochero.
Cada día él se quedaba un rato de pie frente al cuadro, y agradecía a Dios por la felicidad de tener una tan querida hermana. Ahora resulta que el rey, a quien él servía, acababa de perder a su esposa, quien había sido tan hermosa que no podía encontrarse a nadie que pudiera compararse con ella, y por este motivo el rey estaba con una profunda pena. Los asistentes de la corte, sin embargo, comentaban que el cochero se paraba diariamente frente a  este cuadro hermoso, y como eso los ponía celosos, le  informaron al rey.
Entonces el rey ordenó que le trajeran el cuadro, y cuando él vio lo parecida que era a su finada esposa en todo sentido, salvo que era todavía más hermosa, cayó mortalmente enamorado de ella. Él hizo que el cochero fuera traído a su presencia,  y le preguntó a quién representaba el retrato.  
El cochero dijo que era su hermana, y entonces el rey resolvió que no tomaría a nadie, sino a esta muchacha, como su esposa, y le dio al cochero un carro y caballos y ropas espléndidas de tela de oro, y lo envió adelante para que trajera a su novia elegida.
Cuándo Reginer llegó en esa diligencia, su hermana se alegró, pero la doncella oscura estaba celosa de la fortuna de su hermanastra, y se puso enojada sin control alguno, y le dijo a su madre, 
-"¿De que sirven todas tus artes para nosotras ahora, si no puedes conseguir ni siquiera un golpe de suerte para mí?"-
-"Tranquila,"- dijo la madre, -"pronto te daré algo."-
Y por sus artes de brujería, ella entorpeció los ojos del cochero dejándolo medio ciego, y a la doncella blanca le obstaculizó los oídos, de modo que quedara medio sorda. 
Entonces entraron en el carro, primero la novia blanca en su indumentaria real noble, y luego la madrastra con su hija, y Reginer sentado al frente listo para conducir.
Después de  recorrer el camino durante algún tiempo, el cochero gritó,

"Cúbrete bien, mi hermana querida,
Que la lluvia no te moje,
Que el viento no te cargue de polvo,
Pues debes estar agraciada y hermosa
Cuando te presentes ante el rey. "


La novia preguntó, 
-"¿Qué dice mi querido hermano?"-
-"Ah,"- dijo la anciana, -"él dice que debes quitarte tu vestido de oro y darlo a tu hermana." Entonces ella se lo quitó, y lo puso sobre la doncella oscura, quien a cambio le dio su lamentable vestido gris.
Siguieron adelante, y un corto tiempo después, el hermano otra vez gritó,

"Cúbrete bien, mi hermana querida,
Que la lluvia no te moje,
Que el viento no te cargue de polvo,
Pues debes estar agraciada y hermosa
Cuando te presentes ante el rey. "

La novia preguntó, 
-"¿Qué dice mi querido hermano?"-
-"Ah,"- dijo la anciana, -"él dice que debes de quitarte la capucha de oro y darla a tu hermana."-
 Entonces ella se quitó la capucha y la puso sobre su hermana, y se sentó con su cabeza descubierta. Y siguieron aún más lejos. Al ratito, el hermano una vez más gritó,
"Cúbrete bien, mi hermana querida,
Que la lluvia no te moje,
Que el viento no te cargue de polvo,
Pues debes estar agraciada y hermosa
Cuando te presentes ante el rey. "

La novia preguntó, 
-"¿Qué dice mi querido hermano?"-
-"Ah,"- dijo la anciana, -"él dice que debes de mirar hacia afuera del carro."-
 Ellos estaban, en ese momento, sobre un puente, que cruzaba aguas profundas. Cuando la novia se levantó de su asiento y se inclinó para mirar, madre e hija la empujaron, haciéndola caer en medio del agua.
Al mismo momento en que la novia se hundía, un pato blanco como la nieve emergió de las brillantes aguas, y nadó río abajo. El hermano no había observado nada de aquello, y condujo el carro hasta llegar a la corte. Entonces él llevó a la doncella oscura al rey creyendo realmente que era su hermana,  porque sus ojos estaban  débiles, y lo deslumbraba el brillar del oro del traje. Cuando el rey vio la fealdad ilimitada de su supuesta novia, se enojó muchísimo, y ordenó que el cochero fuera lanzado en un hoyo que estaba rodeado de víboras y nidos de serpientes. 
La vieja bruja, sin embargo, sabía tan bien como adular al Rey y engañar a sus ojos con sus artes, que él las dejó quedarse, a ella y a su hija, hasta que ésta le pareciera completamente soportable, y él realmente se casó con ella.
Una tarde, cuando la novia oscura estaba sentada junto al rey, un pato blanco vino nadando por el canal hasta la cocina, y dijo al muchacho a cargo de la cocina, 
-"Joven, por favor enciende un fuego, para que pueda calentar mis plumas."-
El muchacho de la cocina lo hizo, y encendió un fuego en el hogar. Entonces vino el pato y se sentó allí cerca, se sacudió y alisó sus plumas finamente. Mientras el pato estaba sentado y disfrutando del momento, preguntó al muchacho, 
-"¿Qué hace mi hermano Reginer?"-
El muchacho de la cocina contestó, 
-"Él está encarcelado en un hoyo que está rodeado de víboras y  serpientes."-
Entonces ella preguntó, 
-"¿Qué hace la bruja oscura en la casa?"- 
El muchacho contestó, 
-"Ella es amada por el Rey y está feliz."
"¡Que Dios se apiade de él!"- dijo el pato, y salió nadando por el fregadero.
A la segunda y tercera noche vino de nuevo el pato e hizo las mismas preguntas. Entonces el muchacho de la cocina ya no pudo soportar más aquello y fue donde el rey a contarle lo sucedido. El Rey, sin embargo, quiso verlo por él mismo, y a la siguiente tarde fue a la cocina, y cuando el pato sacó su cabeza por el fregadero, él tomó su espada y le cortó su cuello, y de repente el pato se transformó en la doncella más hermosa nunca vista antes, exactamente como se veía en la pintura que su hermano había hecho de ella. El Rey se llenó  de alegría, y como estaba de pie completamente mojada, él hizo que le fuera traída indumentaria espléndida y que fuera vestida con ella.
Entonces la joven contó cómo había sido engañada con astucia y falsedad, y por fin lanzada abajo al agua al pasar por el puente.
Su primera petición al rey fue que deberían sacar a su hermano del  hoyo rodeado de serpientes, y cuando el rey hubo realizado esta petición, él entró en la cámara donde estaba la vieja bruja y le preguntó a la bruja, 
-"¿Qué se merece quién hace esto y aquello?"- relatando los hechos sucedidos. 
Ella tan ciega en su mente, y la crueldad tan enraizada en su corazón, que no era consciente de nada dijo, 
-"Esa persona merece ser desnudada completamente, y puesta en un barril con clavos, y que un caballo sea enjaezado al barril, y el caballo enviado a correr por todo el mundo."-
Ese castigo pudo haberles sido hecho a ella y a su hija oscura. Pero no teniendo el rey tanta crueldad, en su lugar le fue dada una bebida para que olvidara sus malas artes, y fue expulsada para siempre del reino y a tener que trabajar muy duramente para ganarse su vida en adelante.

El Rey se casó con la novia clara y hermosa, y recompensó a su hermano fiel, y lo hizo un hombre rico y distinguido.


Enseñanza:

La bondad y la caridad con el necesitado, son siempre agradables al Creador, y tarde o temprano rinden sus buenos frutos. 

El Músico Maravilloso

El Músico Maravilloso  


Había una vez un maravilloso músico, que andaba completamente solo por un bosque y pensaba en montones de cosas, y cuando ya no tuvo en que más pensar, se dijo a sí mismo, 
-"El tiempo y la soledad comienzan a pasar pesadamente conmigo aquí en el bosque, necesitaré hacerme de una buena compañía para mí."-
 Entonces él tomó su violín de su espalda, y lo empezó a tocar de modo que  resonara por entre los árboles. No pasó mucho rato  antes de que un lobo viniera trotando por la espesura hacia él. 
-"¡Ah, aquí viene un lobo! ¡Él no es de mi complacencia!"- dijo el músico.
Pero el lobo vino más cerca y le dijo, 
-"Ah, querido músico, qué maravillosamente tocas. Me gustaría aprender a hacerlo yo también."-
-"Eso se aprende rápido,"- contestó el músico, -"solamente debes de hacer todo lo que yo te pida."-
- "¡Ah, músico!"- dijo el lobo, -"te obedeceré como un alumno  obedece a su maestro."-
El músico lo pidió que lo siguiera, y cuando ya habían caminado  parte del camino juntos, llegaron a un viejo roble que estaba hueco por dentro, y partido al medio. 
-"Mira,"- dijo el músico, -"si vas a aprender a tocar violín, pon las patas delanteras en esta grieta."-
 El lobo obedeció, pero el músico rápidamente recogió una piedra y con un rápido golpe acuñó sus dos patas tan firmemente que el lobo  quedó obligado a quedarse allí preso. 
-"Permanece allí hasta que yo vuelva,"-  dijo el músico, y se alejó  por el camino.
Al cabo de un rato, otra vez se dijo él mismo, 
-"El tiempo y la soledad comienzan a pasar pesadamente conmigo aquí en el bosque, atraeré aquí a otro compañero,"-  y tomó su violín y otra vez lo tocó en el bosque. 
No pasó mayor tiempo antes de que un zorro viniera caminando  entre los árboles hacia él. 
-"¡Ah, está llegando un zorro!" dijo el músico. -"¡Tampoco lo deseo de compañero!"-


 El zorro se le acercó y le dijo, 
-"¡Ah, querido músico! ¡En que forma maravillosa tocas ese violín! Me gustaría aprender a hacerlo yo también."-
 -"Eso se aprende rápido,"- contestó el músico, -"solamente debes de hacer todo lo que yo te pida."-
 - "¡Ah, músico!"- dijo el zorro, -"te obedeceré como un alumno  obedece a su maestro."-
-"Sígueme,"- dijo el músico."-
Y cuando ya habían andado una parte del camino, llegaron a un angosto sendero, con arbustos altos a ambos lados. Allí el músico se paró, y de un lado inclinó un joven arbusto color de avellana hacia la tierra, y lo sostuvo poniéndole su pie por encima, y del otro lado también inclinó un árbol joven, y dijo,
 -"Ahora zorrito, si vas a aprender a tocar violín, dame la pata izquierda delantera."
El zorro obedeció, y el músico sujetó su pata a la rama izquierda. -"Ahora zorrito,"- dijo él, -"me alcanzas tu pata derecha",- y la ató a la rama derecha. 
Cuando el músico había examinado que ambas patas del zorro estaban bien sujetas, soltó las ramas de sus pies y los arbustos se enderezaron de nuevo, dejando al pobre zorro suspendido en el aire. 
-"Espera aquí hasta que yo vuelva otra vez,"-  dijo el músico, y siguió su camino.
Al cabo de un rato, otra vez se dijo él mismo, 
-"El tiempo y la soledad comienzan a pasar pesadamente conmigo aquí en el bosque, así que atraeré aquí a otro compañero,"-  y tomó su violín y otra vez lo tocó en el bosque. 
Entonces una pequeña liebre vino saltando hacia él. -
-"¿Por qué viene una liebre?,"- dijo el músico, -"no la quiero."-
-"¡Ah, querido músico! ¡Qué manera tan maravillosa de tocar ese violín! Me gustaría aprender a hacerlo yo también,"- le dijo la liebre.
 -"Eso se aprende rápido,"- contestó el músico, -"solamente debes de hacer todo lo que yo te pida."-
 - "¡Ah, músico!"- respondió la liebre, -"te obedeceré como un alumno obedece a su maestro."-
-"Sígueme,"- dijo el músico."-
Y así siguieron una parte del camino juntos hasta que llegaron a un espacio abierto en el bosque, donde había un árbol de álamo. El músico ató una cuerda larga alrededor del cuello de la pequeña liebre y el otro final lo sujetó al árbol. 
-"¡Ahora, rápidamente, liebrecita, gira veinte veces alrededor del árbol!"- gritó el músico.
La pequeña liebre obedeció, y cuando ya había girado las veinte veces, la cuerda se había enroscado totalmente alrededor del tronco del árbol, y la pequeña liebre quedó atrapada. Y la dejó que se moviera lo que quisiera, pero eso sólo hizo que se le maltratara su sensible cuello. 
-"Espérame aquí hasta que yo vuelva,"- dijo el músico, y se fue por el camino. 
El lobo, mientras tanto, había empujado, tirado y mordido la piedra, y había trabajado con empeño y por tanto tiempo que logró poner sus pies en libertad y los sacó de la hendidura del tronco. Lleno de cólera y rabia se apresuró a ir detrás del músico para tratar de  despedazarlo. 
Cuándo el zorro vio al lobo correr, comenzó a lamentarse, y gritó  con toda su fuerza, 
-"Lobo hermano, ven en mi ayuda, que el músico me ha engañado!"- 
El lobo dobló hacia abajo el pequeño árbol y mordió la cuerda, liberando así al zorro quien fue con él para tomar parte en la venganza contra el músico. 
En seguida encontraron a la liebre atada, a quien igualmente ellos liberaron, y luego todos juntos fueron a buscar al traidor.
El músico había tocado una vez más su violín más adelante en su camino, y esta vez había sido más afortunado. El sonido alcanzó los oídos de un pobre leñador, que al instante, sin pensarlo dos veces, dejó su trabajo y vino con su hacha bajo el brazo para escuchar la música. 
- "Por fin viene el compañero adecuado,"- dijo el músico, - "ya que yo buscaba a un ser humano, y no a una bestia salvaje."- 
Y él comenzó a tocar tan maravillosamente y deliciosamente que el pobre hombre estuvo de pie allí como encantado, y su corazón saltaba con alegría.
Y mientras él estaba así de pie, el lobo, el zorro, y la liebre llegaron, y él vio muy bien que ellos traían alguna mala intención. 

Entonces  levantó su hacha brillante y se colocó delante del músico, como queriendo decir, 
-"¡A quienquiera que busque tocarlo, le advierto, tendrá que vérselas conmigo!"-
Entonces las bestias se aterrorizaron y retrocedieron corriendo hacia el bosque. El músico, sin embargo, tocó una vez más al hombre en agradecimiento, y luego siguió adelante su camino.  

Enseñanza:

Nunca deben de traicionarse las promesas hechas, como hizo el músico con los animalitos. Lo correcto es ser sincero y decir francamente si no se está en capacidad de dar o hacer algo, pero jamás, jamás,  ofrecer falsamente y luego incumplir o causar daño. 

Pobreza y Humildad llevan al Cielo

Pobreza y Humildad llevan al Cielo 


Había una vez el hijo de un rey que salió a recorrer mundo, y  estaba lleno de pensamientos y de tristeza. Él miraba al cielo, que era tan maravillosamente puro y azul. Entonces suspiró, y dijo, 
-"¡Qué bien estaría todo si uno estuviera allá arriba en el cielo!"-
Entonces vio a un hombre pobre y canoso que venía por el camino hacia él, y le preguntó, 
-"¿Cómo puedo llegar al cielo?"- 
El hombre contestó, 
-"Con pobreza y humildad. Póngase mi ropa harapienta, deambule por el mundo durante siete años, y llegue a conocer cómo es la miseria, no tome ningún dinero, pero si llega a sentirse hambriento, pida a corazones compasivos un poco del pan; de esta manera tendrá a su alcance el cielo."
Entonces el hijo del Rey se quitó su magnífico abrigo, y se puso en su lugar la ropa del mendigo, y salió a recorrer el amplio mundo, sufriendo gran miseria. Él tomaba muy poco alimento, casi nada, pero rezaba al Señor para que lo llevara a su cielo. Cuando habían terminado los siete años, volvió al palacio de su padre, pero nadie lo reconoció. Él dijo a los criados, 
-"Vayan y digan a mis padres que he vuelto otra vez."-
 Pero los criados no le creyeron, y se rieron y lo abandonaron dejándolo de pie allí mismo.
Entonces dijo, 
-"Vayan y le dicen a mis hermanos que pueden bajar, ya que me mucho me gustaría verlos otra vez." 
Los criados no harían eso tampoco, pero al fin uno de ellos fue, y le dijo a los hijos del rey su mensaje, pero éstos no lo creyeron, y no se preocuparon por ello. Entonces él escribió una carta a su madre, y describió toda su miseria, pero él no le dijo que era su hijo. De este modo, compadeciéndose la reina, le otorgó un lugar bajo la escalera, y ordenó a dos criados darle alimento diariamente.


Pero uno de ellos era malévolo y se dijo, 
-"¿Por qué debería el mendigo tener buen alimento?"-
 y en vez de dárselo, se lo dejaba para él mismo, o lo daba a los perros, y le daba al  débil y desgastado mendigo solamente agua; el otro criado, sin embargo, era honesto, y entregaba al mendigo lo que le era enviado. Era poco, pero con aquello podía vivir un rato, y todo el tiempo él era completamente paciente, pero se puso continuamente más débil.
Como sin embargo, su enfermedad aumentó, él deseó recibir el último sacramento. En la misa, cuando el cáliz estaba siendo elevado y bajado, todas las campanas en la ciudad y vecindad comenzaron a sonar. Después de la misa el sacerdote fue a ver al hombre pobre bajo la escalera, y allí ya estaba muerto. 

En una mano él tenía una rosa, en la otra un lirio, y al lado de él estaba un papel en el cual describía su historia.
Cuando él fue sepultado, una rosa creció en un lado de su tumba, y un lirio en el otro.

 Enseñanza:

Cuando se persigue un objetivo con total firmeza, no hay barrera que detenga su propósito. 

El Viejo Sultán

El Viejo Sultán 


Un agricultor una vez tenía un perro fiel llamado Sultán, que había envejecido y perdido todos sus dientes, de modo que ya no podía sostener nada firmemente. Un día el agricultor estaba de pie con su esposa en la puerta de la casa, y le dijo, 
-"Mañana tengo la intención de pegar un tiro al Viejo Sultán, ya que no sirve para nada."-
Su esposa, que sintió compasión para la bestia fiel, contestó, 
-"Él nos ha servido por tanto tiempo, y sido tan fiel, que bien podríamos conservarlo."
-"¡Eh! ¿qué?"- dijo el hombre. -"No lo has analizado bien. Él no tiene un solo diente en su boca, y ningún ladrón le tiene miedo; por lo que podemos deshacernos de él. Si él nos ha servido,  ya ha tenido buena alimentación y buen trato por ello."
El pobre perro, quién yacía estirado en el sol no muy lejos, había oído todo, y sintió tristeza de que mañana debía ser su último día. Él tenía a un buen amigo, el lobo, y salió sigilosamente a buscarlo por la tarde al bosque, y se quejó ante él del destino que le esperaba. 
-"Escúchame, amigo,"- dijo el lobo, -"levanta tu ánimo, te ayudaré con tu problema. He pensado en algo. Mañana, al amanecer, tu patrón va con su esposa a recoger el heno, y ellos llevarán a su pequeño niño con ellos, ya que nadie queda en la casa. Ellos suelen, durante el tiempo de trabajo, poner al niño bajo el seto en la sombra; y tú te pones allí también, justo como si desearas cuidarlo.  Entonces saldré de entre los arbustos y me llevaré al niño. Tú te precipitas  rápidamente detrás de mí, como si estuvieras tratando de agarrarme. Yo dejaré caer al niño, y tú lo recogerás y lo llevarás de nuevo a sus padres, que pensarán que lo has salvado, y quedarán demasiado agradecidos para hacerte daño; al contrario, te pondrán muy en alto, y ellos nunca pensarán en maltratarte de nuevo."-
El plan complació el perro, y fue realizado como se planeó. El padre gritó cuando vio al lobo correr por el campo con su niño, pero cuando el Viejo Sultán lo devolvió, entonces se llenó de  alegría, y lo acarició y le dijo, 
-"No se le hará daño ni a un pelo tuyo, comerás de mi pan libremente mientras vivas."-
Y a su esposa le dijo, 
-"Vete a casa inmediatamente y hazle al Viejo Sultán una sopa de pan que él no tenga que morder, y tráele la almohada de mi cama, que se la daré para que repose sobre ella."- 
De aquí en adelante el viejo Sultán estuvo de lo mejor que él podía desear estar.
Poco después el lobo lo visitó, y estuvo contento de que todo había tenido tan buen éxito. 
-"Pero oye amigo,"- dijo el lobo, -"guíñame un ojo cuando haya una posibilidad de llevarme a una de las ovejas gordas de tu patrón."-
- "No pienses así,"- contestó el perro; -"yo permaneceré fiel a mi patrón; por lo que no puedo estar de acuerdo con eso."-
El lobo, que pensó que esto no podía ser dicho de veras, vino arrastrándose sigilosamente por la noche para llevarse a las ovejas. Pero el agricultor, a quien el Sultán fiel había dicho el plan del lobo, lo agarró y abatió su cuerpo fuertemente con el látigo. El lobo tuvo que huir, pero le lanzó un grito al perro, 
-"Espera un poco, sinvergüenza, vas a pagar por esto."
A la mañana siguiente el lobo envió a un jabalí para desafiar al perro a entrar en el bosque de modo que ellos pudieran dilucidar el asunto. 


El Viejo Sultán no podría encontrar nadie que lo apoyara en ese momento, excepto un gato con sólo tres patas, y cuando ellos salieron juntos, el pobre gato cojeaba a lo largo del camino, y al mismo tiempo estiraba su cola en el aire con dolor.
El lobo y el jabalí estaban ya sobre el terreno designado, pero cuando vieron a su adversario venir, pensaron que traía un sable con él, ya que confundieron la cola extendida del gato con eso. Y cuando la pobre bestia saltaba en sus tres piernas, ellos sólo podrían pensar que recogía una piedra para lanzarla contra ellos. Entonces estaban ambos llenos de miedo; y el jabalí se arrastró bajo un tronco, y el lobo saltó subiéndose a un árbol.

El perro y el gato, cuando llegaron al sitio, se preguntaron por qué no había nadie a la vista. El jabalí, sin embargo, no había sido capaz de esconderse totalmente; y una de sus orejas  todavía podía ser vista. Mientras el gato miraba con cuidado a su alrededor, el jabalí  movió su oreja; y el gato, que pensó que era un ratón que se movía,  brincó sobre ella y la mordió con fuerza. El jabalí hizo un ruido temeroso y se escapó, gritando, 
-"¡El culpable está arriba en el árbol."-
El perro y el gato buscaron y encontraron al lobo, quien estaba avergonzado de haberse mostrado tan tímido, pidió disculpas y  renovó su amistad  con el perro.

Enseñanza:

La mútua, honesta y sincera fidelidad entre servidor y patrón, siempre provee magníficos y sanos frutos para ambos.