miércoles, 25 de noviembre de 2015

EL RATÓN Y LA RANA

EL RATÓN Y LA RANA

EL RATON Y LA RANA


Un ratón de tierra se hizo amigo de una rana, para desgracia suya. La rana, obedeciendo a desviadas intenciones de burla, ató la pata del ratón a su propia pata. Marcharon entonces primero por tierra para comer trigo, luego se acercaron a la orilla del pantano. La rana, dando un salto arrastró hasta el fondo al ratón, mientras que retozaba en el agua lanzando sus conocidos gritos. El desdichado ratón, hinchado de agua, se ahogó, quedando a flote atado a la pata de la rana. Los vio un milano que por ahí volaba y apresó al ratón con sus garras, arrastrando con él a la rana encadenada, quien también sirvió de cena al milano.
  

MORALEJA: Toda acción que se hace con intenciones de maldad, siempre termina en contra del mismo que la comete.

EL VINAL

EL VINAL

EL VINAL


LEYENDA TOBA


Aconteció  que en una tribu guaraní nació un niño con instintos manifiestamente perversos . .

Desde muy pequeño dio muestras de crueldad, y a su impiedad no escapaban los más inocentes moradores del bosque, sean pájaros o animales.
Alarmada, la madre dio cuenta al cacique de lo que estaba ocurriendo. Este llamó a los hechiceros que después de un largo "consejo" llegaron a la conclusión de que el pequeño estaba poseído del espíritu de Añahan y que mantenía relaciones con él.
Era necesario, pues, curarlo. Se resolvió en acuerdo con el cacique, apresarlo para llevar a cabo la importante tarea. de desalojar el maldito del cuerpo. Pero cuando los hechiceros se acercaron al niño para cumplir su cometido, éste, retrocediendo sigilosamente, preparó su arco y sus flechas. De nada valieron las amenazas del cacique. El niño esperó que se acercaran y descargó sobre ellos las flechas mortales. Consumado el crimen comenzó a huir perseguido por toda la gente de la tribu. En varias oportunidades el pueblo enardecido estuvo a punto de darle alcance; pero legiones de cardones, sobre los que el criminal pasaba como un hálito, les cortaban el paso. Finalmente le perdieron de vista.
Días después encontraron en la selva un arbol nuevo. Era el niño que había caído de cansancio, pero Añahan le habíaconcedido el último favor para protegerlo. 
Lo cubrió de espinas. Y así nació el vinal por obra del demonio. Tan malvado sigue siendo que a nadie permite vivir a su sombra; a  excepción del cardón y el cardoncillo que ayudaron en su huída. A todas las demás plantas mata sin compasión. Por eso los indios procuran destruirlo donde lo encuentran, pero deben cuidarse de los garfios arteros que Añahan le ha dotado.. .

El Vinal  es un árbol que suele alcanzar varios metros de altura, y se bifurca desde arriba en ramas delgadas cubiertas de enormes espinas. Las hojas son fruto es una vaina delgada. y larga.

Debajo del vinal no crece planta alguna al parecer por emanaciones del mismo arbol no bien determinadas todavía.
Consignamos la causa de ese fenómeno, según la fantasía aborigen, que tiene para cada misterio una explicación .sobrenatural.
Es tanta la mala fama  de este arbol que hasta el gobierno lo considera enemigo de las demás especies y permite su talado sin pagar derechos. Por supuesto la mala fama no procede de la leyenda sino por tratarse un obstáculo para el crecimiento de las demás especies vegetales.


viernes, 30 de octubre de 2015

EL HORNERO

EL HORNERO

Cuentan que hace muchos años un poderoso estanciero vivía en medio del campo. El hombre tenía una única hija y destinaba el mayor tiempo posible a cuidarla con dedicación y afecto.
La niña creció, se convirtió en una hermosa muchacha que inundaba de alegría la enorme estancia.
Ocurrió que un día, ante el deterioro de una pared de la casa, el estanciero convocó a un albañil del pueblo vecino conocido por sus habilidades. Pero el hombre estaba enfermo y envió a su hijo, a quien le había enseñado a realizar el trabajo.
Cuando el muchacho llegó a la casa, ansioso de comenzar cuanto antes, pidió al dueño que le mostrara el lugar del problema.
El joven se dedicaba con ahínco a su tarea, hasta que una mañana se encontró con la bella hija del estanciero. Y sucedió lo inevitable: se miraron y un soplo de amor los envolvió.
Los jóvenes, en un comienzo, trataron de disimular sus sentimientos, pero eran tan intensos que empezaron a ser evidentes. Cuando el padre de ella se enteró de la situación, se enfureció y le prohibió que volviera a ver al muchacho.
La pareja, haciendo oídos sordos a las severas advertencias del viejo estanciero, continuó su romance.
Entonces, el padre, al no ser obedecido se encegueció de odio y celos. Una tenebrosa noche sorprendió solo al desprevenido muchacho, lo golpeó con fuerza en la cabeza y, desmayado, lo arrastró hasta un lugar apartado del campo donde lo esperaban sus serviles peones. Lo tiraron al suelo, lo envolvieron con cuero mojado y lo ataron firmemente a cuatro estacas. Y allí quedó a la espera de la muerte. El plan consistía en aguardar a que el cuero encogiera al calor del sol comprimiendo el cuerpo del pobre enamorado hasta que sus huesos se quebraran. Así quedó estaqueado durante siete días.
Cuando el estanciero volvió con sus hombres a comprobar el resultado de su crueldad vio sorprendido que el cuero todavía estaba atado, aunque no parecía haber ningún cuerpo en su interior. El desalmado tomó su cuchillo y deshizo el envoltorio. Como por arte de magia, apareció entre los tientos un gracioso pájaro de color marrón rojizo: el hornero.
Desde entonces, este pajarito es conocido como un excelente albañil que construye su pintoresca casita con barro y ramas.


La mujer y el marido borracho

La mujer y el marido borracho


Tenía una mujer un marido borracho. Para librarle de este vicio imaginó la siguiente treta.
Esperando el momento en que su marido se quedaba insensible como un muerto a causa de la embriaguez, cargó con él sobre sus espaldas, lo llevó al cementerio y allí lo dejó. Cuando juzgó que ya se le había pasado la mona, volvió y llamó a la puerta del cementerio.
-¿Quién llama ahí?-dijo el borracho.
-Soy yo, que traigo la comida a los muertos contestó la mujer.
-No me traigas comida; prefiero que me traigas de beber - replicó el borracho.
Y la mujer, golpeándose el pecho, exclamó:
-¡Qué desdichada soy! Ni siquiera mi treta ha hecho sobre tí el menor efecto, marido mío, pues no sólo no te has corregido, sino que te has agravado, convirtiéndose tu vicio en una segunda naturaleza.

No dejes que una conducta equivocada domine tu vida. Pon tu razón sobre la equivocación.

Los dias de la semana

Los dias de la semana


Autor: Hans Crhistian Andersen

Una vez los días de la semana quisieron divertirse y celebrar un banquete todos juntos. Sólo que los días estaban tan ocupados, que en todo el año no disponían de un momento de libertad; hubieron de buscarse una ocasión especial, en que les quedara una jornada entera disponible, y vieron que esto ocurría cada cuatro años: el día intercalar de los años bisiestos, que lo pusieron en febrero para que el tiempo no se desordenara.
Así, pues, decidieron reunirse en una comilona el día 29 de febrero; y siendo febrero el mes del carnaval, convinieron en que cada uno se disfrazaría, comería hasta hartarse, bebería bien, pronunciaría un discurso y, en buena paz y compañía, diría a los demás cosas agradables y desagradables. Los gigantes de la Antigüedad en sus banquetes solían tirarse mutuamente los huesos mondos a la cabeza, pero los días de la semana llevaban el propósito de dispararse juegos de palabras y chistes maliciosos, como es propio de las inocentes bromas de carnaval.
Llegó el día, y todos se reunieron.
Domingo, el presidente de la semana, se presentó con abrigo de seda negro. Las personas piadosas podían pensar que lo hacía para ir a la iglesia, pero los mundanos vieron en seguida que iba de dominó, dispuesto a concurrir a la alegre fiesta, y que el encendido clavel que llevaba en el ojal era la linternita roja del teatro, con el letrero: «Vendidas todas las localidades. ¡Que se diviertan!».
Lunes, joven emparentado con el Domingo y muy aficionado a los placeres, llegó el segundo. Decía que siempre salía del taller cuando pasaban los soldados.
-Necesito salir a oír la música de Offenbach. No es que me afecte la cabeza ni el corazón; más bien me cosquillea en las piernas, y tengo que bailar, irme de parranda, acostarme con un ojo a la funerala; sólo así puedo volver al trabajo al día siguiente. Soy lo nuevo de la semana.
Martes, el día de Marte, o sea, el de la fuerza.
-¡Sí, lo soy! -dijo-. Pongo manos a la obra, ato las alas de Mercurio a las botas del mercader, en las fábricas inspecciono si han engrasado las ruedas y si éstas giran; atiendo a que el sastre esté sentado sobre su mesa y que el empedrador cuide de sus adoquines. ¡Cada cual a su trabajo! No pierdo nada de vista, por eso he venido en uniforme de policía.
-Si no les parece adecuado, búsquenme un atuendo mejor.
-¡Ahora voy yo! -dijo Miércoles-. Estoy en el centro de la semana. Soy oficial de la tienda, como una flor entre el resto de honrados días laborables. Cuando dan orden de marcha, llevo tres días delante y otros tres detrás, como una guardia de honor. Tengo motivos para creer que soy el día de la semana más distinguido.
Jueves se presentó vestido de calderero, con el martillo y el caldero de cobre; era el atributo de su nobleza.
-Soy de ilustre cuna -dijo-, ¡gentil, divino! En los países del Norte me han dado un nombre derivado de Donar, y en los del Sur, de Júpiter. Ambos entendieron en el arte de disparar rayos y truenos, y esto ha quedado en la familia.
Y demostró su alta alcurnia golpeando en el caldero de cobre.
Viernes venia disfrazado de señorita, y se llamaba Freia o Venus, según el lenguaje de los países que frecuentaba. Por lo demás, afirmó que era de carácter pacífico y dulce, aunque aquel día se sentía alegre y desenvuelto; era el día bisiesto, el cual da libertad a la mujer, pues, según una antigua costumbre, ella es la que se declara, sin necesidad de que el hombre le haga la corte.
Sábado vino de ama de casa, con escoba, como símbolo de la limpieza. Su plato característico era la sopa de cerveza, mas no reclamó que en ocasión tan solemne la sirviesen a todos los comensales; sólo la pidió para ella, y se la trajeron.
Y todos los días de la semana se sentaron.
Los siete quedan dibujados, utilizables para cuadros vivientes en círculos familiares, donde pueden ser presentados de la manera más divertida. Aquí los damos en febrero sólo en broma, el único mes que tiene un día de propina


viernes, 16 de octubre de 2015

EL NIÑO DUENDE

EL NIÑO DUENDE




Cuentan algunos que se trata de un niño que murió sin ser bautizado, otros dicen que es un niño malo que golpeó a su madre. La cuestión es que luce muy pequeño, con un gran sombrero, y llora como un bebé; aunque no sea exactamente eso. Una de sus manos es de hierro y la otra de lana. Suele estar agazapado, a la espera que aparezca alguna persona, entonces le pregunta con qué mano quiere ser golpeado. Aunque el asaltado, prudente, elija la de lana, algunos dicen que él no dudará en usar la de hierro.
Otros, en cambio, aseguran que los que inocentes optan por la de lana reciben un castigo mayor porque es esta la que en realidad más duele.
Sus ojos son malignos y sus dientes afilados en las puntas como agujas. Se les aparece a los desprevenidos a la hora de la siesta o, a veces, en mitad de la noche en los cañadones o quebradas. Generalmente elige niños de corta edad, porque los asusta más fácilmente, pero también golpea sin piedad a los mayores.
En los Valles Calchaquíes se recuerdan dos extrañas historias que tienen al duende como protagonista: la primera habla de un arqueólogo que, de puro valiente, se internó en el cerro durante las horas de la siesta. Paseaba tranquilo cuando lo sobresaltó oír el canto de un pequeño. Al pararse, vio a un niño arrodillado y con la cabeza entre sus manos. Cuando le preguntó qué le pasaba, el niño levantó su maligno rostro y le mostró sus afiladísimos dientes.
            .Mientras sonreía, le dijo:
- Tatita, mírame los dientes...
El pobre hombre salió corriendo tan rápido como las piernas se lo permitieron y nunca más se lo vio por aquellos pagos.
La otra historia cuenta que en Tafí del Valle, parece ser que la oportuna aparición de un lugareño salvó a un niño de quién sabe que encantamiento. El duende estaba dándole charla en un zanjón alejado, también durante la siesta. Por ese paraje nunca pasaba nadie y el niño seguramente llegó hasta allí desobedeciendo a su  madre. Pero quiso la suene que un perro cachorro se escapara y su dueño que hacía rato le venía siguiendo el rastro, se acercara a ese zanjón desolado, cuando el duende -llamado por los lugareños -enano del zanjón" - huyó.
Por eso los más viejos aconsejan no exponerse a la hora de la siesta fuera de la casa, sobre todo si se es aún un niño o un extranjero.


EL ZAPATERO ASTUTO

EL ZAPATERO ASTUTO



No es fácil escuchar historias nacidas de la humildad. Por una vez, dejamos de lado reinos de príncipes y princesas, para conocer un relato de cimiento sencillo pero moraleja acuciante. Nuestro protagonista es un zapatero quien, en pos de ganarse un jornal, y con él la vida, dejó su casa para soñar con enriquecerse. No lo pudo conseguir, pero ganó el suficiente oro como para poder comprarse un burro, con quien regresaría a su hogar.
El camino, más peligroso de lo que pudiese parecer, le iba a deparar una sorpresa en forma de asaltantes. El zapatero, receloso del dinero que con su sudor había obtenido, escondió sus monedas en las crines del burro. Pero no podía controlar al animal, el cual se sacudió, haciendo saltar el oro por los aires. El zapatero, que astuto era, espetó la mejor excusa que se le ocurrió: “Este burro produce oro, ¡y no pide nada a cambio!”. Los ladrones, prestos, adquirieron el burro por cincuenta piezas de oro. El zapatero, sabiendo del talante avaricioso de los malhechores, les instó a guardar cada noche por separado las monedas, para así evitar riñas por el dinero.
Los rufianes, finalmente, supieron que habían sido engañados por el zapatero, y en consenso decidieron cobrarse su venganza. El zapatero, siempre alerta, los vio venir, y agarró a su esposa poniéndole una vejiga plena de sangre en el cuello. Una nueva treta el zapatero discurría con ello… Y es que, los malvados alcahuetes, amenazaron el zapatero, quien les dijo que les devolvería el dinero. Tras enviar a su esposa a recogerlo, ésta titubeó, instante que el zapatero aprovechó para rajar de un tajo la vejiga de sangre. Ella cayó rendida al suelo como si estuviese muerta. Y así, con ese panorama, el zapatero empezó a tocar la guitarra. La música, celestial para algunos pero no para todos, hizo resucitar a la mujer del zapatero, hecho que maravilló de nuevo a los ladrones. No desaprovechando la oportunidad, se hicieron con la guitarra, eso sí, previo pago de cuarenta piezas de oro añadidas. Todos y cada uno apuñalaron a sus esposas, quienes, por esta vez, no pudieron ser reanimadas.
Furiosísimos, los ladrones fueron en busca del zapatero. Éste, de nuevo al tanto de que tenían sed de venganza sobre él, urdió un nuevo plan: esconderse en un viñedo y mandar a su esposa soltar al cuando se aproximasen los cuatreros, promulgando que había sido idea del zapatero.
Al llegar los ladrones, el perro fue liberado, y el zapatero retornó a su hogar. La coincidencia sorprendió gratamente a los timadores, y compraron al perro por otras tantas piezas de oro, esto es, unas cuarenta. Como sucedió en las ocasiones anteriores, sometieron a prueba su compra, y de nuevo les salió el tiro por la culata, pues al liberar al perro, éste regresaba con el zapatero.
Totalmente desquiciados, los ladrones se lanzaron a tomarse la justicia por su cuenta, arrastrando al zapatero a una bolsa y arrojando ésta al mar. En medio de su propósito, los rufianes pararon en una iglesia a descansar y a protegerse de calor que arreciaba. Entonces, un criador de cerdos se paseó por allí, con una piara. El zapatero, que deseaba salvarse a toda costa y ello pasaba por salir de la bolsa, también timó al porquero. De manera fantasiosa, le comentó que los demás querían que él contrajese matrimonio con la princesa, y que él no lo iba a hacer ni a la fuerza. El zapatero, aprovechando la situación, preguntó al porquerizo si quería intercambiar papeles, propuesta que éste acogió entusiasmado.
El zapatero partió con los gorrinos. Y los ladrones, pensando que por fin se iban a deshacer del zapatero, lanzaron al mar la bolsa, hundiendo para siempre en sus profundidades al pobre criador de cerdos. Cuando, por casualidad, más adelante los ladronzuelos se cruzaron con el zapatero, quien iba con los cerdos, quedaron asombrados. Con mucha guasa y socarronería, el zapatero se iba a reír una vez más, y ya iban bastantes, de los miserables ladrones: “-¿A qué vienen esas caras de asombro? ¡Ah, los cerdos! Vaya, ¡pues si vieseis la cantidad que hay bajo del mar! Y cuanto más al fondo, más animales podréis encontrar.”
Los rufianes, ingenuos y crédulos como ellos solos, le preguntaron al zapatero si todavía quedaban animales de esos de los que hablaba, algo que nuestro protagonista afirmó rotundamente. Complaciente y servicial, el zapatero los acompañó al lugar desde donde ellos habían arrojado el cuerpo al mar, y les aconsejó, para asegurarse alcanzar el fondo, atarse cada uno una piedra al cuello.
Este sería el fin de los ladrones, malvados y condenados malhechores que yacerían por siempre en lo más profundo de los mares. El zapatero, por el contrario, retornó a su humilde casa, acompañado por los cerdos, y de ahí en adelante se convertiría en un hombre de admirar, dichoso y rico, para el resto de sus días.