martes, 28 de julio de 2015

Ocio y Labor

Ocio y Labor


Había una vez una joven doncella quien era muy linda, pero ociosa y negligente. Cuando ella tenía que hilar, se ponía de tan mal genio  que si topaba con un pequeño nudo en el lino, inmediatamente sacaba toda la carrucha y lo tiraba al suelo al lado de ella. Pero ella tenía a una criada que era muy laboriosa, y recogía las carruchas y los trozos de lino que eran tirados por la doncella, los limpiaba y los afinaba, y con ellos se había hecho un hermoso vestido para sí misma.
Había también un hombre joven que cortejaba a la muchacha perezosa, y la boda estaba a punto de efectuarse. En vísperas de la boda, la laboriosa criada bailaba alegremente con su vestido bonito, y la novia dijo,-
-"¡Hey, como brinca aquella muchacha, vestida con mis desperdicios.!"-

El novio oyó aquella expresión, y preguntó a la novia qué quiso ella decir con eso. Entonces le dijo que esa muchacha estaba usando un vestido hecho del lino que ella había tirado al suelo como sobras y desperdicios. Cuando el novio oyó eso, y vio lo ociosa que ella era, y cuan laboriosa era la muchacha pobre, él la dejó y fue donde la criada, a la que eligió como su esposa.

Enseñanza:

La laboriosidad es siempre mil veces más bella que la ociosidad. 

La Luna

La Luna


Hace mucho tiempo, había una tierra donde las noches eran siempre oscuras, y la extensión del cielo sobre ella era como una tela negra, allí la luna nunca salió, y ninguna estrella brillaba en la oscuridad. En la creación del mundo, la luz por la noche no fue tomada en cuenta. 
Tres jóvenes compañeros salieron una vez de este país en una expedición de aventura, y llegaron a otro reino, donde a la tarde,  cuando el sol había desaparecido detrás de las montañas, un globo iluminado se veía colocado en un roble, el cual emitía una luz suave, lejana y amplia.
Por medio de este globo, todo podría ser muy bien visto y reconocido, aunque su luz no fuera tan brillante como la del sol. Los viajeros pararon y preguntaron a un campesino que conducía por delante su carro, que tipo de luz era esa. 
-"Es la luna,"- contestó él; -"nuestro alcalde la compró con tres monedas de oro, y la sujetó al roble. Él tiene que verterle aceite diariamente, y mantenerla limpia, de modo que siempre pueda brillar claramente. Él recibe de nosotros una moneda por semana por hacerlo."-
Cuando el campesino se había ido, uno de ellos dijo, 
-"Nosotros podríamos hacer muy buen uso de esta lámpara. Tenemos un roble en casa, que es tan grande como este, y podríamos colgarla en él. ¡Qué placer sería no sentir por la noche la total oscuridad!"-
 -"Te diré lo que haremos,"- dijo el segundo; -"traeremos un carro y caballos y nos llevaremos la luna. La gente de aquí puede comprarse otra."-
- "Yo soy un buen trepador,"- dijo el tercero, -"la bajaré."-
El cuarto trajo un carro y caballos, y el tercero subió al árbol, hizo  un agujero en la luna, pasó una cuerda por ella, y la bajó.


Cuando el globo brillante estuvo en el carro, la cubrieron con una tela, de modo que nadie pudiera observar el robo. Ellos regresaron sin peligro a su propio país, y la colocaron en un roble alto. Viejos y jóvenes se alegraron cuando la nueva lámpara emitió  su ligero brillo sobre todo el territorio, y dormitorios y salones se llenaron de su brillo. Los enanos salieron de sus cuevas en las rocas, y los diminutos duendes con sus pequeños abrigos rojos bailaban en rondas en los prados.
Los cuatro tuvieron cuidado de que la luna fuera proveída de aceite, y la limpiaban adecuadamente, y recibían su moneda semanal. Pero ellos se hicieron ancianos, y cuando uno de ellos se puso enfermo, y vio que estaba a punto de morir, designó que un cuarto de la luna, como parte su propiedad, debiera ser puesto en la tumba con él. Cuando él murió, el alcalde subió al árbol, y le cortó un cuarto con la cizalla para setos, y este fue colocado en su ataúd.
 La luz de la luna disminuyó, pero todavía era visible. Cuando el segundo murió, el segundo cuarto fue sepultado con él, y la luz disminuyó más. Se puso más débil todavía después de la muerte del tercero, quién igualmente se llevó su parte de ella con él; y cuando el cuarto llegó a su tumba, el viejo estado de oscuridad se reanudó, y siempre que la gente salía por la noche sin sus linternas, se  golpeaban sus cabezas unos con otros.
Sin embargo, como los pedazos de la luna se habían unido juntos otra vez en el mundo inferior, donde la oscuridad siempre prevalecía, vino a hacer que los muertos se agitaran y despertaran  de su sueño. Y se sorprendieron cuando se sintieron capaces de ver otra vez. La luz de la luna era completamente suficiente para ellos, ya que sus ojos se habían hecho tan débiles que no podrían haber aguantado la brillantez del sol. Ellos se levantaron y se pusieron contentos, y regresaron a sus antiguos modos de vivir. Algunos iban a los juegos y a bailar, otros se fueron a los comercios, donde  pidieron vino, se emborracharon, se pelearon, y por fin tomaron porras y se apalearon unos a otros. El ruido se hizo mayor y mayor, hasta que por fin llegó al cielo.

San Pedro, que guarda la puerta de cielo, pensó que el mundo inferior había estallado en rebelión y reunió a las tropas divinas, que deben hacer retroceder a Satanás cuando él y sus socios asaltan el domicilio del cielo. Como éstos no llegaron, subió a su caballo y saliendo por la puerta de cielo, descendió al mundo de abajo. Allí él redujo a los muertos al sometimiento, les pidió que se acostaran en sus tumbas otra vez, y se llevó la luna con él y la colgó en el cielo, donde quedó desde entonces.

Enseñanza:
 Cada cosa debe de usarse con el propósito para el cual fue creado. 

Hans con Suerte

Hans con Suerte


Hans había servido a su patrón durante siete años, entonces fue donde él y le dijo, 
-"Patrón, he decidido terminar mis trabajos acá; ahora yo quiero tener la dicha de ir a casa a mi madre; por favor deme mi  parte correspondiente."-
El patrón contestó, 
-"Usted me ha servido fielmente y con honestidad; cuando el servicio es así, igual debe ser la recompensa."- Y le dio a Hans una pieza de oro tan grande como su cabeza.
Hans sacó su pañuelo de su bolsillo, envolvió la pieza, la puso sobre su hombro, y salió por el camino hacia su casa.
Mientras iba de camino, siempre poniendo un pie antes del otro, vio a un jinete trotar rápida y alegremente en un caballo. 
-"¡Ah!"- dijo Hans en voz alta, -"¡Qué cosa más fina es montar a caballo! Allí uno se sienta en una silla; no tropieza con  piedras, protege sus zapatos, y uno avanza, sin preocuparse de cómo lo hace."-
El jinete, que lo había oído, se paró y lo llamó, 
-"¡Hey! ¿Hans, por qué va usted a pie, entonces?"-
-"Debo hacerlo,"- contestó él, -"ya que tengo que llevar esta pieza  a casa; que en verdad es una pieza de oro, pero no puedo sostener mi cabeza derecha por causa de ella, y eso hace daño a mi hombro."-
-"Le diré que haremos,"- dijo el jinete, -"intercambiemos:  yo le daré mi caballo, y usted me da su pieza."
-"Con toda mi dicha,"- dijo Hans, -"pero permítame decirle que  usted tendrá que avanzar lentamente con esa carga."-
El jinete se bajó, tomó el oro, y ayudó a Hans a subir; entonces le dio la brida firmemente en sus manos y le dijo, 
-"Si usted quiere ir en con paso realmente bueno, usted debe hacer chut chut con su lengua y gritar: "¡Arre! ¡Arre!"
Hans estuvo felizmente encantado cuando se sentó sobre el caballo y anduvo a caballo lejos, orgullosa y libremente. Al ratito él pensó que debería ir más rápido, y comenzó a hacer chut chut con su lengua y a gritar: "¡Arre! ¡Arre!"  El caballo se puso en un agudo trote, y antes de que Hans supiera donde se encontraba, fue lanzado abajo, cayendo en una zanja de desagüe que separaba al campo del camino. El caballo se habría marchado lejos también si no hubiera sido parado por un campesino, que venía por camino  conduciendo a una vaca delante de él.
Hans acomodó su cuerpo y se levantó en sus piernas otra vez, pero sintiéndose fastidiado, le dijo al campesino, 
"Qué mal chasco, esta equitación, sobre todo cuando uno se adhiere a  una yegua como ésta, que da una patada y lo bota a uno, de modo que cualquiera podría romperse el cuello así de fácil. Nunca voy a yo montarla otra vez. Ahora bien, me gusta su vaca, porque uno puede andar silenciosamente detrás de ella, y tener, además, algo de leche, mantequilla y queso cada día sin falta. Lo que daría yo para tener a semejante vaca."-
-"Bien,"- dijo el campesino, -"si eso le daría tanto placer, no me opongo a cambiar la vaca por el caballo."-
Con gran placer, Hans estuvo de acuerdo, el campesino brincó sobre el caballo, y galopando se alejó rápidamente.
Hans condujo a su vaca silenciosamente delante de él, y meditó su trato afortunado. 
-"Si sólo tengo un bocado de pan, - lo cual difícilmente me fallaría - puedo comer mantequilla y queso tan a menudo como me gusta; y si tengo sed, puedo ordeñar a mi vaca y beber la leche. ¿Corazón bueno, qué más puedo querer?"-
Al llegar a una posada él hizo una parada, y en su gran alegría  comió por completo lo que traía con él - su almuerzo y cena - y cuanto cosa encontró que tenía, y con sus últimas monedas adquirió media jarra de cerveza. Entonces él condujo a su vaca por delante a lo largo del camino al pueblo de su madre.
Cuando el mediodía estaba en su máximo punto y el calor era más opresivo, Hans se encontró sobre un páramo que tomaría  aproximadamente una hora para cruzarlo. Él lo sintió muy caliente y su lengua se resecaba con la sed. 
-"Puedo encontrar una cura para esto,"- pensó Hans; "ordeñaré a la vaca ahora y me refrescaré con la leche."-
 Él la ató a un árbol seco, y como no tenía ningún balde, puso su gorra de cuero debajo; pero por más que lo intentó, ni una gota de leche salió. Y como él se puso a trabajar de un modo torpe, la bestia se impacientó y por fin le dio tal golpe en su cabeza con su pie trasero, que él cayó en la tierra, y durante mucho rato no pudo pensar donde era que estaba.
Por fortuna en ese momento venía un carnicero por el camino con una carretilla, en la cual traía atado a un cerdo joven. 
-"¿Qué está pasando aquí?"- gritó él, y ayudó al bueno de Hans. 
Hans le dijo lo que había pasado. El carnicero le dio su matraz y le dijo, 
-"Tome de la bebida y refrésquese. La vaca no dará seguramente ninguna leche, es una vieja bestia; en el mejor de los casos es sólo adecuada para el arado, o para el carnicero."-
"-¿Bien, pues"- dijo Hans, mientras se acariciaba su pelo en su cabeza, -"quién lo habría pensado? Ciertamente es una cosa fina cuando uno puede matar a una bestia así en casa; ¡qué carne obtiene uno! Pero no se me antoja mucho la carne de vaca, no es bastante jugosa para mí. Un cerdo joven como ese es lo que me  gustaría tener, sabe completamente diferente; ¡y luego hay salchichas!"-
-"Oye Hans," dijo el carnicero, -"por el aprecio que le tengo, aceptaré el cambio, y le dejaré tener al cerdo por la vaca."-
-"¡Que el cielo le reembolse su bondad!"- dijo Hans cuando le dejaba a la vaca, mientras el cerdo era desatado de la carretilla, y la cuerda por la cual estaba atado, fue puesta en su mano.


Hans continuó su camino, y pensaba como todo iba saliendo como él deseaba; cómo cada vez que se encontraba realmente con algo  inconveniente, era inmediatamente puesto a derecho. En ese momento se encontró con un joven que llevaba un ganso blanco fino bajo su brazo. Ellos se dijeron buenos días el uno al otro, y Hans comenzó a contar de su buena suerte, y como él siempre hacía tales buenos tratos. El muchacho le dijo que él llevaba al ganso a un banquete de bautizo. 
-"Sólo levántelo,"- añadió él, y lo sostuvo por las alas; -"vea como pesa, pues ha sido engordado durante las ocho semanas pasadas. Quienquiera que pruebe un poco de él cuando esté asado, tendrá que limpiar la grasa de ambos lados de su boca."-
-"Sí,"- dijo Hans, cuando él sintió su pesó en una mano, -"es un peso muy bueno, pero mi cerdo no es nada malo."-
Mientras tanto el joven miró con recelo de un lado al otro, y sacudió su cabeza. 
-"Mire Ud.,"- dijo con mucho detalle, -"puede que no todo esté bien con su cerdo. En el pueblo por el cual pasé, el Alcalde mismo acababa de tener un robo en su pocilga. Temo, temo que usted llegue a ser sospechoso del acto allí. Ellos han enviado a algunas personas y sería un mal negocio si ellos lo agarraran con el cerdo; por lo menos, usted sería encerrado en el agujero oscuro."-
El bueno de Hans se aterrorizó. ¡"Oh, Dios!", dijo, -"ayúdeme Ud. a arreglar todo esto; usted que sabe más sobre este lugar que yo, tome a mi cerdo y déjeme su ganso."-
-"Arriesgaré algo en este asunto,"- contestó el muchacho, -"pero no seré la causa de que a Ud. lo metan en el problema."-
 Entonces él tomó la cuerda del cerdo en su mano, y corrió con el cerdo rápidamente a lo largo del camino.
El buen Hans, ya despreocupado, siguió adelante con el ganso bajo su brazo. -
"Cuando lo medito correctamente,"- se dijo él mismo, -"me ha ido muy bien con este cambio; primero habrá buena carne asada, luego  la cantidad de grasa que goteará de ella, y que me dará para mi pan durante un cuarto de año, y finalmente las plumas blancas hermosas; que servirán para llenar mi almohada, y por ello en efecto iré a dormir plácidamente. ¡Qué alegre se pondrá mi madre!"-
Cuando Hans pasaba por el último pueblo, allí estaba un afilador de tijeras con su carretilla; y mientras éste hacía girar a su rueda de afilar, cantaba:
-"Afilo tijeras y rápido afilo con mi piedra,
Mi abrigo se levanta con el viento de atrás."

Hans se estuvo quieto y lo miró; y cuando por fin le habló le dijo, 
-"Todo se ve muy bien con usted, al estar tan alegre con su trabajo."-
-"Sí,"- contestó el afilador de tijeras, -"el comercio es una fuente de oro. Un verdadero afilador es un hombre que en cuanto pone su mano en el bolsillo encuentra allí el oro. ¿Pero dónde compró usted a ese ganso tan fino?"
-"Yo no lo compré, lo cambié por mi cerdo."-
-"Y el cerdo?"-
-"Lo conseguí por una vaca."-
-"¿Y la vaca?"-
-"La obtuve en lugar de un caballo."-
-"¿Y el caballo?"-
-"Por él di una piedra de oro del tamaño de mi cabeza."-
-"¿Y el oro?"-
-"Bueno, esa fue mi remuneración por siete años de trabajo."-
-"Usted ha sabido cuidar de sus transacciones cada vez,"- dijo el afilador. -"Si usted sólo pudiera avanzar a fin de oír el tintineo de dinero en su bolsillo cada vez que usted se levante, habrá hecho una  fortuna."
-"¿Y cómo podría llegar a eso?"- dijo Hans. 
-"Usted tiene que ser un afilador, como lo soy yo;"- contestó el afilador -" y no es necesario nada más que una piedra de afilar, el resto llega solo. Yo tengo una aquí; cierto que está un poco gastada, pero no tendría que darme dinero por ella, no más que su ganso; ¿lo haría usted?"
-"¿Cómo puede dudarlo?"- contestó Hans. -"Seré el tipo más afortunado en la tierra si tengo el dinero cada vez que yo ponga mi mano en el bolsillo, ¿qué necesidad hay de que yo me preocupe por más tiempo?"- y él le dio el ganso y recibió la piedra a cambio. 
-"Ahora"-, dijo el afilador, mientras tomaba una piedra pesada ordinaria que estba en el suelo cerca de él, -"aquí tiene otra piedra fuerte, de gran oportunidad para usted, con la que podrá afilar  muy  bien con ella, y hasta enderezar clavos doblados. Llévesela y guárdela con cuidado."-
Hans cargó con las piedras, y siguió con su corazón contento y sus ojos brillaban con alegría. 
-"Debo haber nacido con un gran amuleto,"- se decía a sí mismo; -"todo lo que quiero me pasa justo como si yo fuera un niño consentido."-
Mientras tanto, como él había estado caminando desde el amanecer, comenzó a sentirse cansado. El hambre también lo atormentó, ya que en su alegría cuando hizo el trato por el cual él consiguió a la vaca, se había comido por completo toda la reserva  del alimento que llevaba. Por último, ya sólo podía seguir con gran dificultad, y se sentía obligado a pararse cada minuto; además, las piedras lo sobrecargaban terriblemente. Entonces solamente podía  pensar que agradable sería si él no tuviera que llevarlas en ese momento.
Ya muy cansado, él se arrastró como un caracol a un pozo de agua en un terreno, y allí él pensó que descansaría y se refrescaría con el agua fresca, pero a fin de que él no pudiera perjudicar a las piedras al sentarse, las puso con cuidado a su lado en el borde del pozo.  

Entonces él se sentó, y cuando debía inclinarse para beber, tubo un resbalón, golpeándose contra las piedras, y haciendo que ambas  cayeran en el fondo del pozo. Cuando Hans vio con sus propios ojos que se iban al fondo, brincó de alegría, y luego se arrodilló, y con lágrimas en sus ojos agradeció a Dios por haberle dado este favor también, y haberlo puesto en tan buen camino, y no tuvo  necesidad de reprocharse a sí mismo por nada de lo ocurrido, ya que aquellas piedras pesadas habían sido las únicas cosas que lo preocuparon.
-"¡No hay ningún hombre bajo el sol tan afortunado como yo!"-  grito con fuerza. 
Con un corazón alivianado y libre de toda carga, ahora él pudo correr felizmente hasta estar en casa con su madre.

Enseñanza:
1- Cuando de transacciones se trata, primero debe de estarse informado de los valores relativos de las cosas, de lo contrario, se llegará a pérdidas irreparables.
2- La ingenuidad e inocencia, por lo general son fuente de felicidad de quien las posee.

La Boda de Hans

La Boda de Hans


Había una vez un joven campesino llamado a Hans, cuyo tío quiso encontrarle una esposa rica. Él por lo tanto sentó a Hans detrás de la estufa, la que estaba muy caliente. Entonces  le trajo un vaso de leche y mucho pan blanco, le dio una brillante recién acuñada moneda en su mano, y le dijo, 
-"Hans, sostén esa moneda fuertemente, desmiga el pan blanco en la leche, y permanece  donde estás, y no te muevas de este sitio antes de que yo vuelva."-
- "Sí,"- dijo Hans, -"haré todo eso"-
 Entonces el tío se puso un viejo pantalón remendado con parches, fue a donde  la hija de un campesino rico en el pueblo vecino, y le dijo, 
-"¿No se casaría usted con mi sobrino Hans?, usted conseguiría a un hombre honesto y sensible que le satisfaría."
El padre codicioso preguntó, 
-"¿Cómo está el en cuanto a sus medios? ¿Tiene pan para compartir?"-
-"Querido amigo,"- contestó el tío, -"mi sobrino joven tiene un asiento cómodo, un trozo agradable de dinero en la mano, y mucho pan para compartir, además él tiene completamente tantos parches  como tengo yo," (y al hablar, daba palmadas a los parches en su pantalón, pero en aquellos caseríos, las parcelas de tierra eran también llamados "parches".) "Si usted sacara el rato para ir a casa conmigo, usted verá inmediatamente que todo es como le he dicho."-


Entonces el avaro padre no quiso perder esta buena oportunidad, y dijo, 
-"Si así es el caso, no tengo nada más que hablar para contradecir el matrimonio."-
Así la boda fue celebrada durante el día designado, y cuando la joven esposa salió al aire libre para ver la propiedad del novio, Hans se quitó su abrigo de domingo y se puso su vestido de trabajo  remendado con parches y dijo, 
-"Se me podría estropear mi abrigo bueno."-
Entonces ellos salieron juntos y dondequiera que una división  viniera a la vista, o los campos y los prados se vieran separados el uno del otro, Hans señalaba con su dedo y luego daba palmadas a un parche grande o a uno pequeño que hubiera en su remiendo en su vestido de trabajo, y decía, 
"Este parche es mío, y ese otro también, mi muy querida esposa, sólo míralo,"- suponiendo así que su esposa no debería contemplar la amplia tierra, sino su ropa, la que sí era realmente de su propiedad.
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Y tú lector, me preguntas: 
-"¿De veras estuviste en la boda?", 
-"Sí, por supuesto que estuve, y con traje completo. Mi sombrero era de nieve (por decir blanco), pero vino el sol y lo derritió. Mi abrigo era de telas de araña (por decir de finos hilos), pero tuve que pasar entre unas espinas y me lo rasgaron. Mi zapatos eran de cristal (por decir muy brillantes), y cuando tropecé con una piedra, hicieron "clic" y se quebraron en dos."-  

 Enseñanza:

Nunca debe de hablarse con doble significado o doble sentido en las frases y palabras. Es mejor dejar siempre bien claro lo que se dice, sin tratar de engañar a nadie. 

Las Tres Hojas de la Serpiente

Las Tres Hojas de la Serpiente  


Había una vez un hombre pobre, que ya no podía apoyar más a su único hijo. Entonces dijo el hijo, 
-"Querido padre, las cosas van tan mal con nuestra economía, que soy una carga para usted. Yo prefiero marcharme y ver como puedo ganarme mi pan."-
Entonces el padre le dio su bendición, y con gran pena se despidió de él. En este tiempo el rey del país estaba en guerra, y el joven tomó el servicio con el rey, por lo que se inscribió para luchar.
Y cuándo se presentaron frente al enemigo, hubo una gran batalla, y mucho peligro, y llovió tanto fuego que sus compañeros caían por todos  lados, y cuando el líder también fue matado, aquellos que quedaban estuvieron a punto de darse a la fuga, pero el joven se puso adelante, les habló vigorosamente, y gritó, 
-"¡No dejaremos a nuestra patria ser arruinada!"-
Entonces los demás lo siguieron, y él siguió adelante y al fin triunfó frente al enemigo. Cuando el rey oyó que a él sólo le debía la victoria, el  rey lo levantó sobre todos los demás, le dio grandes tesoros, y lo hizo el primero en el reino.
El Rey tenía a una hija que era muy hermosa, pero también era muy extraña. Ella había hecho un voto de no tomar a nadie como su señor y marido si no prometía dejarse ser sepultado vivo con ella si ella muriera primero. 
-"¿Si él me amara con todo su corazón,"- dijo ella, -"de qué le servirá la vida a él después?"- 
Por su parte ella haría lo mismo, si él muriera primero, bajaría a la tumba con él. Este juramento extraño había espantado hasta este tiempo a todo pretendiente, pero el joven se encantó tanto con su belleza que no le importaba ninguna otra cosa, y la pidió a su padre como esposa. 
-"¿Pero ya sabes bien que es lo que debes prometer?"- preguntó el rey. 
-"Debo ser sepultado con ella,"- contestó él, -"si la sobrevivo, pero mi amor es tan grande que no me importa el riesgo."
 Entonces el rey consintió, y la boda fue solemnizada con gran esplendor.
Ellos vivieron un tiempo muy felices y contentos el uno con el otro, pero luego aconteció que la joven reina fue atacada por una enfermedad severa, y ningún médico pudo salvarla. Y cuando ella yacía allí muerta, el rey joven recordó lo que él había prometido, y  se horrorizó al pensar en la obligación de acostarse vivo en la tumba, pero no cabía ninguna fuga. El rey padre había colocado a centinelas en todas las puertas, y no era posible evitar su destino. Cuando vino el día en que el cadáver debía ser sepultado, él fue bajado a la bóveda real con ella, y luego la puerta fue cerrada y echado el cerrojo.
Cerca del ataúd estaba una mesa en la cual había cuatro velas, cuatro bollos de pan, y cuatro botellas de vino, y cuando esta provisión llegara a su final, él tendría que morir de hambre. Y él se sentó allí lleno de dolor y de pena, comió cada día sólo un trocito del pan, bebió sólo un traguito de vino, y vio la muerte diariamente acercándose cada vez más cerca. Mientras él estaba así miró fijamente una esquina, y vio que por un hueco venía saliendo una serpiente con intenciones de acercarse al cadáver. Y cuando él pensó que venía  para morderla, él sacó su espada y dijo, 
-"¡Mientras yo viva, no la tocarás!"- y cortó a  la serpiente en tres pedazos.
Al poco rato, una segunda serpiente se arrastró por el agujero, y cuando vio a la otra serpiente muerta y cortada en pedazos, se  devolvió, pero pronto regresó con tres hojas verdes en su boca. Entonces ella tomó los tres pedazos de la serpiente muerta, los puso juntos, justo donde deberían ir, y colocó una de las hojas en cada herida. Inmediatamente las partes cortadas se juntaron, la serpiente se movió, volvió a la vida otra vez, y ambas apresuradamente se alejaron juntas. Las hojas fueron dejadas en la tierra, y un deseo entró en la mente del infeliz hombre que había estado mirando todo esto: saber si el poder maravilloso de las hojas que habían traído a la serpiente a la vida otra vez, no podrían servir igualmente a un ser humano.
Entonces él recogió las hojas y puso a una de ellas en la boca de su esposa muerta, y los otros dos en sus ojos. Y apenas había él hecho eso, cuando la sangre se movió en sus venas, se elevó a su cara pálida, y se llenó de color otra vez. Entonces ella recuperó el aliento, abrió sus ojos, y dijo, 
-"Oh, Dios, ¿dónde estoy yo?"
-"Estás conmigo, querida esposa,"- contestó él, y le dijo como había pasado todo, y como él la había devuelto otra vez a la vida. Entonces él le dio un poco de su vino y del pan, y cuando ella había recobrado su fuerza, él la levantó y fueron a la puerta y llamaron, y llamaron en voz tan alta que los centinelas los oyeron, y se lo dijeron al rey. El rey bajó y abrió la puerta, y allí los encontró tanto fuertes como bien en todo, y se alegró con ellos que ahora toda la pena había terminado. El rey joven tomó las tres hojas de serpiente con él, se las dio a un criado fiel y le dijo, 
-"Guárdalas para mí con cuidado, y llévalas constantemente contigo; ¡quién sabe de que problema ellas podrían sacarnos aún!"-
Sin embargo, un cambio había tenido lugar en su esposa. Después de haber sido restablecida a la vida, parecía que todo su amor por su esposo había desaparecido de su corazón. Tiempo más tarde, una vez que el joven quiso hacer un viaje por mar para visitar a sus padres, después de abordar la nave, ella fue indiferente al gran amor y fidelidad que él le había mostrado a ella, y que fueron los motivos para rescatarla de la muerte, contrayendo una malévola inclinación hacia el capitán del navío. Y una vez, cuando el rey joven estaba dormido, ella llamó al capitán y ella agarró al joven por la cabeza, y el capitán lo tomó por los pies, y lo lanzaron hacia abajo al mar.
Cuando el vergonzoso hecho fue ejecutado, ella dijo, 
-"Ahora déjanos volver a casa, y diremos que él murió durante el viaje. Te alabaré y elogiaré tanto ante mi padre que él te casará conmigo, y te hará el heredero de su corona."-
Pero el criado fiel que, sin que lo notaran, había visto todo lo que ellos hicieron, desató un pequeño bote del barco, entró en él, y salió en el bote en busca de su patrón, y dejó a los traidores continuar su camino. Él alcanzó y sacó el cadáver, y por la ayuda de las tres hojas de la serpiente, las cuales él llevó siempre consigo, las que puso en los ojos y boca del joven, devolviendo  afortunadamente al joven rey a la vida.
Ambos remaron con toda su fuerza de día de y noche, y su pequeño bote navegó tan rápidamente que ellos llegaron donde el viejo rey antes de que los demás lo hicieran. Él se sorprendió  cuando los vio venir solos, y preguntó qué les había pasado. Cuando él supo de la maldad de su hija dijo, 
-"No puedo creer que ella se haya comportado tan malvadamente, pero la verdad saldrá a luz muy pronto,"- y pidió a ambos entrar en una cámara secreta para mantenerse debidamente escondidos de toda persona.
Poco después el gran barco llegó, y la mujer descarriada apareció ante su padre fingiendo un semblante preocupado. Él preguntó,
-"¿Por qué regresas sola? ¿Dónde está tu marido?" 
-"Ay, querido padre,"- contestó ella, -"vengo a casa otra vez con una gran pena; durante el viaje, mi marido enfermó de repente y murió, y si el buen capitán no me hubiera dado su ayuda, todo  habría ido el mal conmigo. Él estuvo presente en su muerte, y lo  puede atestiguar a todos ustedes."-

El rey entonces dijo, 
-"Traeré a los muertos a la vida otra vez,"- y abrió la cámara, y pidió a  los dos salir.
Cuando la mujer vio a su marido, quedó atónita, y cayó en sus rodillas y pidió piedad. El rey dijo, 
-"No habrá ninguna piedad. Él estaba dispuesto a morir contigo y te restauró a la vida otra vez, pero tú lo asesinaste mientras dormía, y deben recibir la recompensa que eso genera."-
Entonces ella fue colocada junto con su cómplice en un bote y enviados al mar, de donde nunca más se volvió a saber de ellos.

Enseñanza:

La respuesta a una gran fidelidad, debe ser siempre otra gran fidelidad recíproca, nunca la traición. 

El Ratón y el Gato Asociados

El Ratón y el Gato Asociados  

Cierto gato conoció una vez a un ratón, y le habló tanto sobre el gran amor y amistad que él le sentía, que por fin el ratón aceptó que podrían vivir y manejar la casa juntos.

-"Pero debemos hacer una provisión para el invierno, o si no  sufriremos hambre,"- dijo el gato, -"y tú, ratoncito, no debes arriesgarte en todo lado, pues puedes ser agarrado por una trampa algún día"-
El buen consejo fue aceptado, y compraron una vasija de grasa, pero no sabían donde ponerla.
Al fin, después de mucha consideración, el gato dijo, 
-"No sé de ningún otro lugar donde sería mejor almacenado que en la iglesia, ya que nadie se atrevería a llevarse nada de allí. Lo pondremos bajo el altar, y no lo tocaremos hasta que realmente lo necesitemos."-
Así la vasija fue colocada en lugar seguro. Pero no pasó mucho tiempo para que el gato sintiera gran ansiedad por la grasa,  y dijo al ratón, 
-"Quiero decirte algo, ratoncito; mi primo ha traído un pequeño hijo al mundo, y me ha pedido ser su padrino; él es blanco con puntos marrones, y debo sostenerlo sobre la fuente en el bautizo. Permíteme salir hoy, y tu te encargas del cuido de la casa".-
-"Sí, sí,"- contestó el ratón -"por supuesto, ve, y si consigues algo bueno, piensa en mí, me gustaría una gota de vino bautismal rojo y dulce."-

Todo lo que dijo el gato, sin embargo, era falso. No había tal primo, y no había tal bautizo. Salió el gato de la casa hacia la iglesia, tomo la vasija de grasa y comenzó a lamerla y lamió la cumbre de la grasa. Y luego se dio un paseo por las azoteas de la ciudad, visitó amistades, tomó un rato de sol, y lamió sus labios siempre pensando en la vasija de grasa y regresó a casa antes del final de la tarde.
-"¡Oh, ya regresaste!"- dijo el ratón -"sin duda tuviste un día alegre."-
-"Todo salió muy bien."- contestó el gato.
-"¿Y que nombre le pusieron?"-
-"Rica Cumbre."- dijo el gato tranquilamente.
-"¿Rica Cumbre?"- gritó el ratón -"es un nombre muy raro y poco común, ¿es eso habitual en tu familia?
-"¿Y que significa eso?"- dijo el gato -"no es peor que Roba Migas, como llaman a tus ahijados."-
A los pocos días el gato fue atacado por el antojo otra vez. Y le dijo al ratón, 
-"Podrías hacerme un favor, y una vez más hacerte cargo de manejar tú solo la casa durante un día. Me piden otra vez ser el padrino, y, como el bebé tiene un aro blanco por su cuello, no puedo negarme."-
El buen ratón consintió, pero el gato se arrastró detrás de las paredes de la ciudad hasta llegar a la iglesia, y devoró la mitad de la vasija de grasa. 
-"Nada es nunca tan bueno como lo que uno guarda para uno,"-  dijo, y estuvo completamente satisfecho por el trabajo de ese día.
Cuándo llegó a casa el ratón preguntó, 
-"¿Y con qué nombre lo bautizaron?" 
-"Por La Mitad,"- contestó el gato. 
-"¡Por La Mitad! ¿Qué estás diciendo? ¡Nunca oí ese nombre en mi vida, apostaré algo a que no existe en el calendario!"-
Unos días después el gato tuvo de nuevo el antojo, y dijo:
-"Todo lo bueno viene de tres en tres. Me piden de nuevo ser padrino. El recién nacido es completamente negro, sólo tiene blancas las blancas, pero con esa excepción, no tiene ni un solo pelo blanco en su cuerpo entero; esto sólo pasa una vez cada pocos años, ¿me dejarás ir, verdad? 
-"¡Rica Cumbre,! ¡Por La Mitad!"- contestó el ratón, -"ellos son raros nombres, y me ponen muy pensativo."-
-"Tú te sientas en casa,"- dijo el gato, -"en tu abrigo de piel oscuro gris y larga cola, y estás lleno de fantasías, eso es porque no sales  en el día."-
Durante la ausencia del gato el ratón limpió la casa, y puso todo en orden, pero el gato avaro en cambio, vació completamente la vasija  de grasa. 
-"Cuando todo está comido por completo uno tiene un poco de paz,"- se dijo, y bien lleno y gordito no volvió a casa hasta la noche.
Al llegar, el ratón inmediatamente preguntó que nombre había sido dado al tercer bebé. 
-"De seguro no te complacerá más que los demás," dijo el gato -"Lo llamaron Todo Comido."-
-"¡Todo Comido!,"- gritó el ratón, -"¡es el nombre más sospechoso de todos! Nunca lo he visto en ningún libro. Todo Comido; ¿qué puede eso significar?"- y el gato sacudió su cabeza, se lamió, y se fue a dormir sin decir más palabras.
A partir de ese día nadie invitó al gato a ser padrino, pero cuando llegó el invierno y ya no se encontraba qué comer afuera, el ratón pensó en la provisión, y dijo, 
-"Ven gato, vamos a nuestra vasija de grasa que tenemos almacenada para nosotros, la disfrutaremos."- 
-"Sí, claro"- contestó el gato, -"vas a disfrutar tanto como cuando pegas esa lengua fina tuya por la ventana."
Y salieron hacia la iglesia, pero cuando llegaron, la vasija de grasa  estaba todavía en su lugar, pero estaba vacío. 
-"¡Ay!"- dijo el ratón, -"ahora veo lo que ha pasado, ahora esto sale a luz! ¡Verdaderamente eres un mal amigo! Has devorado todo  cada vez que venías de padrino. Primero Rica Cumbre, luego Por La Mitad, y por último..."-
-"Ya, ¡cállate la boca!,"- gritó el gato -"una palabra más y te comeré también."-
-"..Todo Comido"- terminó de salir de los labios del pobre ratón.

Y no más terminaron de escucharse aquellas palabras, cuando el gato saltó sobre él, lo agarró y se lo tragó.
Desdichadamente, así son atrapados los inocentes.

Enseñanza:

Nunca hay que asociarse con quien acostumbra ser nuestro gratuito enemigo. 

Los Seis Cisnes

Los Seis Cisnes


Hace mucho tiempo, un rey cazaba en un gran bosque, y persiguió a una bestia salvaje con tanta impaciencia que ninguno de sus asistentes podía seguirlo. Cuando la tarde finalizaba, él se paró y miró alrededor, y se dio cuenta de que había perdido su camino. Buscó una salida, pero no podía encontrar ninguna. Entonces se topó con una mujer anciana con una cabeza que se movía  permanentemente, la que vino hacia él, pero no sabía que era una bruja.
-"Buena mujer,"- le dijo él, -"¿podría usted mostrarme el camino por el bosque?" 
-"Ah, sí, señor rey,"- contestó ella, -"seguramente que puedo, pero con una condición, y si usted no la cumple, usted nunca saldrá del bosque, y morirá de hambre dentro de él."
-"¿Qué tipo de condición es esa?"- preguntó el rey.
-"Tengo a una hija,"- dijo la anciana, -"quien es tan hermosa como nada en el mundo, y bien merece ser su consorte, y si usted la hace  su reina, le mostraré la salida del bosque."-
En la angustia de su corazón el rey consintió, y la anciana lo condujo a su pequeña choza, donde su hija se sentaba al lado del fuego. Ella recibió al rey como si ella hubiera estado esperándolo, y él vio que ella era muy hermosa, pero de todos modos ella no fue de su complacencia, y él no podía mirarla sin sentir un horror secreto. Después de que él había montado a la doncella en su caballo, la anciana le mostró el camino, y el rey alcanzó su palacio real otra vez, donde la boda fue celebrada.
El rey era viudo, había estado casado ya una vez, y tenía con su primera esposa, siete hijos, seis muchachos y una muchacha, que él amaba más que cualquier cosa en el mundo. Cuando él ahora temió que la nueva madrastra no pudiera tratarlos bien, y hasta hacerles algún daño, los llevó a un castillo solitario que estaba asentado  en medio de un bosque. Estaba tan oculto, y el camino era tan difícil de encontrar que él él mismo no lo habría encontrado, si una mujer sabia no le hubiera dado un ovillo de hilo con maravillosas propiedades. Cuando lo lanzaba hacia abajo delante de él, el ovillo se desenrollaba y le mostraba el camino.
El rey, sin embargo, se alejaba con tanta frecuencia a ver a sus queridos hijos que la reina observó su ausencia. Ella era curiosa y quiso saber que era lo que él hacía cuando andaba completamente solo en el bosque. Ella les ofreció mucho dinero a sus criados, y ellos, faltando a su fidelidad al rey, le dijeron el secreto, y le comentaron además igualmente sobre el ovillo que podía indicar el camino. Y ahora no descansó hasta que averiguó donde el rey guardaba el ovillo de hilo. Luego hizo pequeñas camisas de seda blanca, y como ella había aprendido el arte de brujería de su madre, cosió un encanto dentro de ellas. Y un día, cuando el Rey había salido de caza en su caballo, ella tomó las pequeñas camisas y entró en el bosque, y el ovillo le mostró el camino.
Los jóvenes, que vieron a la distancia que alguien se acercaba, pensaron que su querido padre venía, y llenos de alegría, corrieron  para encontrarlo. Entonces ella lanzó las pequeñas camisas sobre cada uno de ellos, y apenas las camisas tocaron sus cuerpos, fueron convertidos en cisnes, y se fueron volando sobre el bosque. La reina se fue a casa completamente satisfecha, y pensó que ella se había librado de sus hijastros, pero la muchacha no había salido corriendo con sus hermanos, y la reina no sabía nada sobre ella. Al día siguiente el rey fue a visitar a sus hijos, pero él no encontró a nadie, excepto a la joven.
"¿Dónde están tus hermanos?",- preguntó el rey 
"¡Ay, querido padre,"- contestó ella, -"ellos se han marchado y me han dejado sola!"
Y ella le dijo que había visto desde su pequeña ventana como sus hermanos se habían ido volando sobre el bosque en forma de cisnes, y le mostró las plumas que ellos habían dejado caer en el patio, y que ella había recogido. El rey se afligió, y no se imaginó que la reina había hecho toda esta maldad, y cuando él temió que la muchacha también fuera robada y alejada de él, quiso llevársela consigo. Pero ella tuvo miedo de su madrastra, y suplicó al rey que la dejara permanecer solamente esta noche más en el castillo forestal.
La pobre muchacha pensó, 
-"Ya no puedo quedarme aquí. Iré y buscaré a mis hermanos."-
Y cuando llegó la noche, salió y fue directamente hacia el bosque. Ella anduvo la noche entera, y el día siguiente también sin parar, hasta que ya no pudo ir más lejos por el cansancio.


Entonces vio una choza en el bosque, y entrando en ella  encontró un cuarto con seis pequeñas camas, pero ella no se aventuró a meterse en una de ellas, sino que se arrastró debajo de  una, y se acostó en la dura tierra, teniendo la intención de pasar la noche allí. Justo antes de la puesta del sol, ella oyó un crujido, y vio seis cisnes que venían llegando volando hacia la choza.
Ellos se posaron en la tierra y se soplaron el uno al otro, y se quitaron todas las plumas y las pieles de su forma de cisne como quien se quita una camisa. Entonces la joven los miró y reconoció a todos sus hermanos, se alegró y se arrastró hacia adelante desde debajo de la cama hacia donde estaban ellos. Los hermanos no estuvieron menos encantados de ver a su hermana, pero su alegría sería de corta duración. 
-"Aquí no puedes permanecer,"- le dijeron ellos. -"Este es un refugio de ladrones, si ellos vienen y te encuentran, te matarán. 
-"¿Pero no pueden ustedes protegerme?"- preguntó la hermana.
-"No,"- contestaron, -"sólo durante un cuarto de hora cada tarde podemos dejar a un lado las pieles de cisne y tener durante ese tiempo nuestra forma humana; después de eso, somos una vez más convertidos en cisnes."-
La hermana lloró y dijo, 
-"¿Y no podrían ser puestos en libertad?"-
-"¡Ay, no,"- contestaron ellos, -"las condiciones son demasiado difíciles! Durante seis años tú no debes ni hablar ni reír, y durante ese tiempo debes coser seis pequeñas camisas de paja del bosque  para nosotros. Y si una simple palabra sale de tus labios, todo el trabajo se habrá perdido."-
 Y cuando los hermanos habían dicho esto, el cuarto de hora terminó, y ellos volaron por la ventana otra vez como cisnes. La doncella, sin embargo, firmemente resolvió salvar a sus hermanos, aun si esto le costara su vida. Ella dejó la choza, entró en el medio del bosque, se acomodó en un árbol, y allí pasó la noche.
A la mañana siguiente ella salió y juntó paja del bosque y comenzó a coser. Ella no podía hablarle a nadie, y no tenía ninguna inclinación de reírse; se sentó y miró solamente a su trabajo. Cuando ya había pasado mucho tiempo allí, acertó a pasar el rey de ese territorio que andaba de caza en el bosque, y sus cazadores vinieron al árbol en el cual se encontraba la doncella. Ellos la llamaron y dijeron, 
-"¿Quién eres tú?"- Pero ella no dio ninguna respuesta. 
-"Baja y ven con nosotros,"- dijeron ellos. -"no te haremos daño."-
Pero sólo sacudió su cabeza. Cuando ellos la presionaron con más preguntas, les lanzó su collar de oro, y pensó que así los contentaría.
Ellos, sin embargo, no cesaron, y luego ella les lanzó su faja, y como esto tampoco no era ningún objetivo, siguió con sus ligas, y poco a poco todo lo que ella tenía, hasta quedar únicamente con su vestido. Los cazadores, no se dejaron ser desmotivados por eso, y subieron el árbol y trajeron a la doncella abajo y la condujeron ante el rey. El rey preguntó, 
-"¿Quién eres tú? ¿Qué estás haciendo subida en el árbol?"-
 Pero ella no contestó. Él hizo la pregunta en cada lengua que él sabía, pero ella permaneció tan muda como un pescado.
Como era tan hermosa, el corazón del rey fue tocado, y un gran amor nació por ella. Él puso su capa sobre ella, la montó en su caballo, y la llevó a su castillo. Entonces él hizo que fuera vestida en ricas ropas, y brilló en su belleza como la luz del día, pero ninguna palabra podría ser sacada de ella. Él la colocó a su lado en la mesa, y su porte modesto y su cortesía lo complacieron tanto que él dijo, -"Es con ella con quien deseo casarme, y no con ninguna otra mujer en el mundo."-
Y después de algunos días él la tomó en matrimonio.
Este rey, tenía a una malvada madrastra que estuvo descontenta con el  matrimonio y habló mal de la joven reina. 
-"¿Quién sabe,"- dijo ella, -"de dónde viene esa criatura que no puede hablar? ¡Ella no es digna de un rey!"- 
Después de que había pasado un año, cuando la reina trajo a su primer niño al mundo, la anciana madrastra del rey, mientras la joven dormía, tomó al niño, y le untó su boca con sangre. Entonces ella fue al rey y acusó a la Reina de ser una caníbal. El rey no lo creería, y no permitiría que fuera maltratada.
La reina, continuamente seguía con la costura de las camisas, y no se preocupaba por nada más. La siguiente vez, cuando ella trajo al mundo otro niño hermoso, la vieja madrastra del rey usó la misma artimaña, pero el rey no dio crédito a sus palabras. Él dijo, 
-"Mi esposa es demasiado piadosa y buena para hacer algo de esa  clase;  y si ella no fuera muda, podría defenderse, y su inocencia saldría a luz."-
Pero cuando la anciana hizo lo mismo con el tercer niño, y acusó a la reina, quien no pronunció una palabra en su propia defensa, el rey no pudo hacer más que la entregasen a la justicia, y ella fue condenada a sufrir la muerte en la hoguera.
Cuando llegó el día de ser ejecutada la sentencia, era el mismo día en que se cumplían los seis años durante los cuales ella no debía hablar o reír, y así ella había logrado librar a sus queridos hermanos del poder del encanto. Las seis camisas estaban listas, sólo la manga izquierda del sexto faltaba. Cuando ella era conducida al poste de la hoguera, puso las camisas en su brazo, y cuando estaba de pie en lo alto y el fuego ya iba a ser encendido, ella miró a su alrededor y vio a los seis cisnes volando por el aire hacia ella. Entonces supo  que su liberación estaba cerca, y su corazón saltó con alegría.

Los cisnes volaron hacia ella y se colocaron abajo, de modo que ella pudiera lanzar las camisas sobre ellos, y cuando fueron tocados por las camisas, las pieles de cisne cayeron, y sus hermanos quedaron de pie en su propia forma corporal frente a ella, y eran vigorosos y hermosos. El más joven sólo careció de su brazo izquierdo, y tenía en su lugar el ala de un cisne en su hombro. Ellos se abrazaron y besaron el uno al otro, y la reina fue donde el rey, quien estaba  enormemente emocionado, y comenzando a hablar ella le  dijo, 
-"Mi muy amado esposo, ahora ya puedo decirte y declarar a ti que soy inocente, y falsamente acusada."-
Y ella le contó de la artimaña de la anciana quien se había llevado a sus tres niños y los había escondido. Entonces para gran alegría del rey los trajeron allí, y como castigo, la mala madrastra pasó a ser juzgada y condenada según las leyes del reino.
Y el rey y la reina con sus seis hermanos y sus hijos, vivieron muchos años en felicidad y paz.

Enseñanza:

La firme decisión de realizar una tarea, y la perseverancia para llevarla a cabo a pesar de las adversidades, conducen al éxito.