miércoles, 13 de mayo de 2015

El gallo Quiquiriqui
El granjero Bonachón tenía una granja en la que todos los animales hacían exactamente lo que les apetecía. Las vacas se paseaban por el prado y charlaban con los caballos, y los cerdos dormían muy contentos en sus pocilgas. Pero las más alegres eran las gallinas. Había cinco: Enriqueta, Filomena, la vieja tía Copete, Beatriz, que se sentía muy orgullosa porque era bonita, y Bonifacia, la jefa de las gallinas, la más menuda de todas ellas, que se aposentaba en su percha y tocaba un flautín mientras el resto de las gallinas ponían huevos en sus nidales.
Cada vez que el granjero Bonachón quería tomar un huevo para desayunar, no tenía más que asomarse a la ventana de la granja y gritar: "Toca el flautín, Bonifacia", e inmediatamente las gallinas ponían huevos.
Una mañana, el granjero Bonachón reunió a todos los animales de la granja. Las gallinas se sentaron delante de los patos, y los demás animales permanecieron agrupados detrás de ellos.
—Tengo malas noticias —dijo el granjero Bonachón—. Lo siento, amigos, pero me he visto obligado a vender la granja. A partir de mañana trabajaréis para don Cascarrabias.
—Vaya por Dios —se dijeron los animales—. Esperemos que nos trate con amabilidad.
Los animales andaban preocupados cuando a la mañana siguiente se presentó don Cascarrabias para inspeccionar la granja. Era un hombre delgado y feo que jamás sonreía. Llevaba unas relucientes botas y un grueso bastón. A ninguno de los animales le cayó simpático. Primero habló a los cerdos: —¡Qué pocilga más sucia! ¡Buscad cepillos y agua y limpiadla en seguida! Luego se dirigió a los caballos: —Estáis todos demasiado gordos. Pronto os pondré en forma haciendo que tiréis de la carreta hasta el mercado.
Luego riñó a las vacas por su aspecto adormilado. Por último visitó el gallinero, donde las gallinas estaban sentadas tranquilamente en sus nidales esperando a que Bonifacia tocara su flautín. Al ver a Bonifacia, don Cascarrabias se encolerizó: —¡Esto es un gallinero, no un concierto! Vete, Bonifacia. No quiero veros ni a ti ni a tu flautín en esta granja nunca más. Mañana vendrá otro jefe a espabilaros! ¡Holgazanas, más que holgazanas!
Así que Bonifacia hizo su maletín y abandonó la granja. A la mañana siguiente, temprano, Enriqueta miró por la ventana y vio a un enorme y joven gallo paseándose arriba y abajo. Tenía una cresta colorada, largos y relucientes espolones y portaba bajo el ala un bastón ligero con la punta de bronce.
—Me llamo Quiquiriquí, y estoy aquí para meteros en cintura —cacareó muy fuerte—. Con que ya podéis iros espabilando. Es hora de levantarse y poner huevos.
Las gallinas se pusieron en fila para que Quiquiriquí las inspeccionara. Primero le gritó a Enriqueta:
—Hoy no has aseado tus plumas. Están que dan asco.
Luego le tocó el turno a Filomena: —Mañana, a primera hora, debes pulir tus uñas. Son una vergüenza.
A continuación estuvo de lo más grosero con la pobre tía Copete:
—Deja de sonreír, estúpida, o te sacudiré con mi bastón.
Luego las obligó a todas a desfilar por el corral hasta quedar extenuadas. Es decir, a todas menos a Beatriz, pues Quiquiriquí se había encaprichado de ella.
—Tú no te muevas, querida —dijo—. Eres demasiado bonita para cansarte caminando arriba y abajo.
Las demás gallinas marchaban detrás de Quiquiriquí. "Izquierda, derecha, izquierda, derecha, media vuelta, izquierda, derecha", gritaba. Ninguna de las gallinas tenía costumbre de desfilar a paso de marcha. Filomena se torció la pata, Enriqueta se metió en el establo por error, y la pobre tía Copete se sentó a descansar entre las coles y se quedó dormida como un tronco.
A la mañana siguiente, al despuntar el día, las gallinas se despertaron al oír a Quiquiriquí cacareando a voz en grito: —¿Cuántos huevos habéis puesto esta mañana? Nadie desayunará hasta no haber puesto por lo menos un huevo.
Cuando regresó a los diez minutos, no halló ningún huevo.
—Todo el mundo al corral, haremos otra larga marcha, esta vez subiremos a la cima de la colina y volveremos a bajar.
Todas se pusieron en marcha, excepto Beatriz, que se quedó comiendo maíz de un gran saco.
Cuando Quiquiriquí entró más tarde en los nidales, no había un solo huevo. ¡Las gallinas estaban tan asustadas que no podían poner huevos!
Bonifacia se puso a pensar en algún medio para ayudar a las gallinas y le pidió consejo al buho Oliverio.
—No digas nada y vigila —dijo éste.
Entonces, una mañana, Bonifacia oyó a don Cascarrabias gritarle a Quiquiriquí:
—Como no obtengas un huevo muy pronto, tendrás que irte. Buscaré a otro gallo para que se ocupe de las gallinas.
Quiquiriquí estaba muy cariacontecido.
—Déme otra oportunidad, señor —rogó—. Le prometo que mañana temprano pondrán huevos. ¡Por favor!
Aquella tarde, Bonifacia siguió a Quiquiriquí cuando éste se dirigió al estanque y robó todos los huevos de pata que encontró. Con mucho sigilo, los depositó en los nidales mientras dormían las gallinas.
Dijo Quiquiriquí - don Cascarrabias que por fin las gallinas habían comenzado a poner huevos.
—Bien —dijo don Cascarrabias-. Mañana temprano inspeccionaré los nidos. Si hay suficientes huevos, conservarás tu empleo.
Cuando Quiquiriquí se acostó, Bonifacia fue a ver a su amigo el viejo gorrión.
—¿Puedes prestarme cuatro huevos de gorrión muy pequeños por esta noche? Mañana por la mañana te los devolveré.
—Por supuesto -dijo el gorrión, y le entregó cuatro diminutos huevos. Sin ser vistos, retiraron entre ambos los huevos de pata y colocaron en su lugar los huevos de gorrión. Después durmieron hasta el amanecer, cuando toda la granja se despertó con el ufano cacareo de Quiquiriquí:
—A levantarse todo el mundo. Esta mañana vendrá don Cascarrabias en persona a inspeccionar los huevos.
Antes de que las gallinas tuvieran tiempo de meterse en los nidales, entró en el gallinero don Cascarrabias.
—Bien, veamos esos huevos.
Lo siguiente que oyeron todos fue un potente alarido.

—¡Has querido engañarme, Quiquiriquí! Estos huevos son de gorrión, no de gallina. Vete de mi granja inmediatamente. ¡Cómo te atreves a burlarte de mí!
Quiquiriquí salió huyendo de la granja y todos los animales rompieron a reír de gozo. Entonces la pequeña Bonifacia salió de detrás del gallinero y se puso a tocar su flautín, y en el acto todas las gallinas se metieron en sus nidales y empezaron a poner huevos.
—Pero si esto es estupendo —dijo don Cascarrabias, sonriendo por primera vez al ver cinco huevos frescos—. Te devuelvo tu puesto de jefa de las gallinas. De ahora en adelante puedes seguir tocando tu flautín para que las gallinas pongan huevos. ¡Tendréis música mientras trabajáis y raciones dobles de desayuno!
Las gallinas cloquearon alegremente, las vacas mugieron satisfechas, los caballos relincharon y Bonifacia, la jefa musical de las gallinas, tocó su flautín entusiasmada.

lunes, 11 de mayo de 2015

"La Flor de Lirolay"

"La Flor de Lirolay"


 Este era un rey ciego que tenía tres hijos. Una enfermedad desconocida le había quitado la vista y ningún remedio de cuantos le aplicaron pudo curarlo. Inútilmente habían sido consultados sabios más famosos.  
 Un día llegó al palacio, desde un país remoto, un viejo mago conocedor de la desventura del soberano. Le observó, y dijo que sólo la flor del lirolay, aplicada a sus ojos, obraría el milagro. La flor del lirolay se abría en tierras muy lejanas y eran tantas y tales las dificultades del viaje y de la búsqueda que resultaba casi imposible conseguirla.  
 Los tres hijos del rey se ofrecieron para realizar la hazaña. El padre prometió legar la corona del reino al que conquistara la flor del lirolay.
Los tres hermanos partieron juntos. Llegaron a un lugar en el que se abrían tres caminos y se separaron, tomando cada cual por el suyo. Se marcharon con el compromiso de reunirse allí mismo el día en que se cumpliera un año, cualquiera fuese el resultado de la empresa.
 Los tres llegaron a las puertas de las tierras de la flor del lirolay, que daban sobre rumbos distintos, y los tres se sometieron, como correspondía a normas idénticas.
Fueron tantas y tan terribles las pruebas exigidas, que ninguno de los dos hermanos mayores la resistió, y regresaron sin haber conseguido la flor.
 El menor, que era mucho más valeroso que ellos, y amaba entrañablemente a su padre, mediante continuos sacrificios y con grande riesgo de la vida, consiguió apoderarse de la flor extraordinaria, casi al término del año estipulado.
 El día de la cita, los tres hermanos se reunieron en la encrucijada de los tres caminos.
 Cuando los hermanos mayores vieron llegar al menor con la flor de lirolay, se sintieron humillados. La conquista no sólo daría al joven fama de héroe, sino que también le aseguraría la corona. La envidia les mordió el corazón y se pusieron de acuerdo para quitarlo de en medio.
 Poco antes de llegar al palacio, se apartaron del camino y cavaron un pozo profundo. Allí arrojaron al hermano menor, después de quitarle la flor milagrosa, y lo cubrieron con tierra.
 Llegaron los impostores alardeando de su proeza ante el padre ciego, quien recuperó la vista así que pasó por los ojos la flor de lirolay. Pero, su alegría se transformó en nueva pena al saber que su hijo había muerto por su causa en aquella aventura.
De la cabellera del príncipe enterrado brotó un lozano cañaveral.
 Al pasar por allí un pastor con su rebaño, le pareció espléndida ocasión para hacerse una flauta y cortó una caña.  
 Cuando el pastor probó modular en el flamante instrumento un aire de la tierra, la flauta dijo estas palabras:
No me toques, pastorcito,
ni me dejes tocar;
mis hermanos me mataron
por la flor de lirolay.  
 La fama de la flauta mágica llegó a oídos del Rey que la quiso probar por sí mismo; sopló en la flauta, y oyó estas palabras:
No me toques, padre mío,
ni me dejes tocar;
mis hermanos me mataron
por la flor de lirolay.
Mandó entonces a sus hijos que tocaran la flauta, y esta vez el canto fue así:
No me toquen, hermanitos,
ni me dejen tocar;
porque ustedes me mataron
por la flor de lirolay.  
 Llevando el pastor al lugar donde había cortado la caña de su flauta, mostró el lozano cañaveral. Cavaron al pie y el príncipe vivió aún, salió desprendiéndose de las raíces.
 Descubierta toda la verdad, el Rey condenó a muerte a sus hijos mayores.
 El joven príncipe, no sólo los perdonó sino que, con sus ruegos, consiguió que el Rey también los perdonara.
 El conquistador de la flor de lirolay fue rey, y su familia y su reino vivieron largos años de paz y de abundancia.  


LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO


HABÍA UNA VEZ UN GRANJERO MUY POBRE LLAMADO EDUARDO, QUE SE PASABA TODO EL DÍA SOÑANDO CON HACERSE MUY RICO. UNA MAÑANA ESTABA EN EL ESTABLO -SOÑANDO QUE TENÍA UN GRAN REBAÑO DE VACAS- CUANDO OYÓ QUE SU MUJER LO LLAMABA.
-¡EDUARDO, VEN A VER LO QUE HE ENCONTRADO! ¡OH, ÉSTE ES EL DÍA MÁS MARAVILLOSO DE NUESTRAS VIDAS!
AL VOLVERSE A MIRAR A SU MUJER, EDUARDO SE FROTÓ LOS OJOS, SIN CREER LO QUE VEÍA. ALLÍ ESTABA SU ESPOSA, CON UNA GALLINA BAJO EL BRAZO Y UN HUEVO DE ORO PERFECTO EN LA OTRA MANO. LA BUENA MUJER REÍA CONTENTA MIENTRAS LE DECÍA:
-NO, NO ESTÁS SOÑANDO. ES VERDAD QUE TENEMOS UNA GALLINA QUE PONE HUEVOS DE ORO. ¡PIENSA EN LO RICOS QUE SEREMOS SI PONE UN HUEVO COMO ÉSTE TODOS LOS DÍAS! DEBEMOS TRATARLA MUY BIEN.
DURANTE LAS SEMANAS SIGUIENTES, CUMPLIERON ESTOS PROPÓSITOS AL PIE DE LA LETRA. LA LLEVABAN TODOS LOS DÍAS HASTA LA HIERBA VERDE QUE CRECÍA ¡UNTO AL ESTANQUE DEL PUEBLO, Y TODAS LAS NOCHES LA ACOSTABAN EN UNA CAMA DE PAJA, EN UN RINCÓN CALIENTE DE LA COCINA. NO PASABA MAÑANA SIN QUE APARECIERA UN HUEVO DE ORO.
EDUARDO COMPRÓ MÁS TIERRAS Y MÁS VACAS. PERO SABÍA QUE TENÍA QUE ESPERAR MUCHO TIEMPO ANTES DE LLEGAR A SER MUY RICO.
-ES DEMASIADO TIEMPO -ANUNCIÓ UNA MAÑANA-,ESTOY CANSADO DE ESPERAR. ESTÁ CLARO QUE NUESTRA GALLINA TIENE DENTRO MUCHOS HUEVOS DE ORO. ¡CREO QUE TENDRÍAMOS QUE SACARLOS AHORA!

SU MUJER ESTUVO DE ACUERDO. YA NO SE ACORDABA DE LO CONTENTA QUE SE HABÍA PUESTO EL DÍA EN QUE HABÍA DESCUBIERTO EL PRIMER HUEVO DE ORO. LE DIO UN CUCHILLO Y EN POCOS SEGUNDOS EDUARDO MATÓ A LA GALLINA Y LA ABRIÓ.
SE FROTÓ OTRA VEZ LOS OJOS, SIN CREER LO QUE ESTABA VIENDO. PERO ESTA VEZ, SU MUJER NO SE RIÓ, PORQUE LA GALLINA MUERTA NO TENÍA NI UN SOLO HUEVO.
-¡OH, EDUARDO! -GIMIÓ- ¿POR QUÉ HABREMOS SIDO TAN AVARICIOSOS? AHORA NUNCA LLEGAREMOS A SER RICOS, POR MUCHO QUE ESPEREMOS.
Y DESDE AQUEL DÍA, EDUARDO YA NO VOLVIÓ A SOÑAR CON HACERSE RICO


domingo, 10 de mayo de 2015

CALEUCHE: LA BARCA DE LAS ÁNIMAS DEL LAGO LÁCAR

CALEUCHE: LA BARCA DE LAS ÁNIMAS DEL LAGO LÁCAR


Parecía que iba a ser un día nublado, pero cuando me fui a eso del mediodía al Lácar, para ver mis majadas que pastaban cerca del peñasco llamado la Bandurria, el sol se había comido la neblina, había iluminado todo. Como aceite se veía el agua, que se movía suavecito. En el cielo no se veían nubes grises ni oscuras; ni siquiera "plumitas" de color se veían. Cuando mire otra vez el vallecito que está a la derecha de la Bandurria, vi que algunos de mis animales miraban furiosos hacia el lago. Y allí fue que vi el "palo", el árbol de los espíritus, que es del lago.
Pero a mí no me parecía árbol, sino una barca, que tenía dos palos y clarito se veían los hombres que remaban. Pesada andaba, despacio, no tenía nada de raro; cualquiera podía ver que iba hacia el Sur. Cuando yo, contento, les hice señas, ni me miraron; parecía que descansaban no más, sin hacer ruido casi, y miraban alrededor sin preocuparse. Yo sabía que en el lago no hay barcas, solamente una que otra canoa. Conocía las barcas, que una vez, cuando fui en un malón que hicimos en Bahía Blanca, vi muchas cosas nuevas y también estas barcas. Y lo que me parecía ya tan antiguo, resultó de repente muy cerca: una barca en el Lácar. Relucía todo, parecía que la barca se agrandaba y que quería subirse en el aire, igual que una nube clarita. Grité y les hice señas. Hice ondear mi trarülonko entre los arbustos. Me parecía conocer las caras de la gente, que movían los remos todos por igual. Eran caras satisfechas, tranquilas, que saludaban al sol. Tan cerca estaba de ellos, que el ruido de los remos en el agua lo escuchaba lo más bien. Todo ahí era luz; alegre era eso. Tuve como un escalofrío y quería estar con los amigos. Quería correr hasta la playa. Una barca de los espíritus sería; serían los antiguos que se atrevían a andar en pleno día y sin viento. Pero todavía quise esperar a ver qué iba a hacer la barca, si seguiría para el Sur... Linda se la veía, cómo iba bajo el sol, sobre el lago limpito. Entonces parecía que querían dar vuelta. Pero al contrario. Remaban para el centro del lago, donde se había ido formando una mancha oscura, azul, alrededor. La mancha se hacía más grande y la barca se achicaba.
De repente, cambió todo: los que remaban se volvieron gaviotas. Volaban en círculo como para orientarse y al fin decidieron nadar. Mucho rato todavía se veían sus alas y se escuchaba su risa: jü, jü, jü. Pero el otro que me hizo acordar a un malle, que hace rato se reunió con los antepasados, se volvió un gran ketrú. Chapoteaba fuerte; haciendo mucho ruido nadaba y dejó una mancha espumosa detrás, que se veía como un trarülonko que flotaba en el lago. La barca se había vuelto un tronco de leña, y el tronco se deshizo en muchos pedacitos grandes y chicos. Sobre el agua flotaban y se hundieron al rato, después. Fuerte estaba todavía la luz del sol. Nada se oscurecía con sombra. La barca se había ido para siempre y yo estaba seguro de haber visto un "cambio". Uno de ésos de que hablan en la tribu desde antiguo, desde muchísimo tiempo atrás. De los cambios que cuentan los viejos, como hablan del uampú. Cómo no voy a creer en el "tronco" que muchos lo han visto. Nguluches, que hay que creerles, chilenos, que saben muy bien lo que es un uampú. A veces parece como cacique y hasta muestra el hacha de mando. También sabe cabalgar sobre una gigantesca raíz, que hace pedazos lo que se le pone por delante en las noches de tormentas. Todo eso significa desgracia, hay que cuidarse. El "tronco" o "cacique", saben llamarlo, no es tan rico y poderoso como Shompallue. Éste sí es poderoso; éste tiene en el fondo del lago casas y vasijas de oro y las mujeres más lindas. Los viejos cuentan que vive solo en la ciudad que está hundida en el lago. La ciudad que desapareció, que por eso se llama Lácar el lago; quiere decir: la ciudad muerta. Así que él está viviendo en la ciudad, mientras el "tronco" o "cacique" anda siempre sobre el agua, cuidando el lago. Puede cambiarse en lo que más le guste, no hace nada malo, al revés que Shompallue, que a veces no es muy bueno. Ahora, claro que también el "tronco" mata, cuando lo hacen enojar. Le gusta remar contra la corriente y contra el viento, porque es muy fuerte. Su uampú es más grande y más pesado que otros, pero muchas veces se deja ver como tronco de árbol y no como canoa.

La historia de Caleuche ha inspirado la realización de la película "LA NAVE DE LOS LOCOS" (Ricardo Wullicher - 1996). Esta coproducción argentino-española, comprendida en el denominado "realismo mágico latinoamericano", nos habla sobre la defensa de la tierra y el ecologismo. Fue rodada en la Patagonia, y narra el enfrentamiento entre una comunidad de indios Mapuches que se niegan a abandonar las tierras sagradas de sus antepasados y unos constructores que quieren levantar en el lugar un complejo turístico de alto nivel. Un cacique, obrando dentro de la ley de su pueblo, incendia el lugar para proteger las tierras, e involuntariamente provoca la muerte de un joven. Una vez llevado a juicio se niega a defenderse, y espera un acontecimiento mágico: la llegada de Caleuche, la nave de los locos.


El mago Merlín

El mago Merlín



Hace muchos años, cuando Inglaterra no era más que un puñado de reinos que batallaban entre sí, vino al mundo Arturo, hijo del rey Uther.
La madre del niño murió al poco de nacer éste, y el padre se lo entregó al mago Merlín con el fin de que lo educara. El mago Merlín decidió llevar al pequeño al castillo de un noble, quien, además, tenía un hijo de corta edad llamado Kay. Para garantizar la seguridad del príncipe Arturo, Merlín no descubrió sus orígenes.
Cada día Merlín explicaba al pequeño Arturo todas las ciencias conocidas y, como era mago, incluso le enseñaba algunas cosas de las ciencias del futuro y ciertas fórmulas mágicas.
Los años fueron pasando y el rey Uther murió sin que nadie le conociera descendencia. Los nobles acudieron a Merlín para encontrar al monarca sucesor. Merlín hizo aparecer sobre una roca una espada firmemente clavada a un yunque de hierro, con una leyenda que decía:
"Esta es la espada Excalibur. Quien consiga sacarla de este yunque, será rey de Inglaterra"
Los nobles probaron fortuna pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no consiguieron mover la espada ni un milímetro. Arturo y Kay, que eran ya dos apuestos muchachos, habían ido a la ciudad para asistir a un torneo en el que Kay pensaba participar.
Cuando ya se aproximaba la hora, Arturo se dio cuenta de que había olvidado la espada de Kay en la posada. Salió corriendo a toda velocidad, pero cuando llegó allí, la puerta estaba cerrada.
Arturo no sabía qué hacer. Sin espada, Kay no podría participar en el torneo. En su desesperación, miró alrededor y descubrió la espada Excalibur. Acercándose a la roca, tiró del arma. En ese momento un rayo de luz blanca descendió sobre él y Arturo extrajo la espada sin encontrar la menor resistencia. Corrió hasta Kay y se la ofreció. Kay se extrañó al ver que no era su espada.
Arturo le explicó lo ocurrido. Kay vio la inscripción de "Excalibur" en la espada y se lo hizo saber a su padre. Éste ordenó a Arturo que la volviera a colocar en su lugar. Todos los nobles intentaron sacarla de nuevo, pero ninguno lo consiguió. Entonces Arturo tomó la empuñadura entre sus manos. Sobre su cabeza volvió a descender un rayo de luz blanca y Arturo extrajo la espada sin el menor esfuerzo.
Todos admitieron que aquel muchachito sin ningún título conocido debía llevar la corona de Inglaterra, y desfilaron ante su trono, jurándole fidelidad. Merlín, pensando que Arturo ya no le necesitaba, se retiró a su morada.
Pero no había transcurrido mucho tiempo cuando algunos nobles se alzaron en armas contra el rey Arturo. Merlín proclamó que Arturo era hijo del rey Uther, por lo que era rey legítimo. Pero los nobles siguieron en guerra hasta que, al fin, fueron derrotados gracias al valor de Arturo, ayudado por la magia de Merlín.
Para evitar que lo ocurrido volviera a repetirse, Arturo creó la Tabla Redonda, que estaba formada por todos los nobles leales al reino. Luego se casó con la princesa Ginebra, a lo que siguieron años de prosperidad y felicidad tanto para Inglaterra como para Arturo.
"Ya puedes seguir reinando sin necesidad de mis consejos -le dijo Merlín a Arturo-. Continúa siendo un rey justo y el futuro hablará de tí"

sábado, 9 de mayo de 2015

EL POMBERO - KARAI-PYHARÉ - Señor de la noche

EL POMBERO - KARAI-PYHARÉ - 

Señor de la noche



"El Pombero es uno de los genios de la naturaleza más difundidos en la región guaranítica. También ha variado diversificándose la creencia popular que lo explica y la concibe. La más antigua noticia que tenemos del Pombero es la del genio protector de los pájaros en la selva, que se presentaba a los niños cazadores como un hombre muy alto y delgado." 

"Las versiones modernas, en general, lo dan como a un hombre bajo y retacón que puede perjudicar, pero que puede hacerse amigo de los campesino que le ofrecen tabaco y algún alimento, y en ese caso les hace grandes servicios." 

"Es común a la tradición popular del Paraguay. Su nombre guaraní es Cuarahú-Yara; la traducción de este nombre es Dueño del Sol, común en la Argentina, como sinónimo de Pombero." (Extraido del libro de Berta Vidal de Battini)
Jorge Martínez, por su parte señala que "En la sociedad paraguaya y guaraní, el Pombero tiene una significación mayor: él es el responsable del nacimiento de los niños extramatrimoniales, visto desde el lado "occidental". El relato de cualquier paraguayo es que el Pombero llega de noche a la casa donde existen mujeres solas, y que si ellas no les dan un cigarrillo y un poco de vino, con sólo tocarles el vientre las embarazan. Es por eso que en una canción popular, como es María va, se dice Temor pombero, cual madre espero... "
"Lo cierto es que además, dicho mito, sigue en este año 2000, existiendo y no sólo entre la gente sin estudios, sino incluso entre estudiantes universitarios a los que he analizado. "
"Hace menos de un mes, a uno de ellos le referí la historia del Pombero como un mito, y se ofendió, diciéndome que él mismo lo había visto y que así como embaraza a las mujeres, con los hombres puede ser un juerguista insoportable o un aliado valioso, tanto en las cosechas como en sus propias relaciones con las mujeres. La sensación que me transmitió del Pombero fue tan vívida, que por poco me lo creí."
"Creo que un error que a veces podemos cometer es pensar en los mitos como en algo que pasó, no como algo viviente, que hoy en día sigue sustentándose a partir de experiencias como las que acabo de relatar."
"Si bien mi conocimiento del Pombero, comenzó hace casi 20 años a través de una empleada doméstica paraguaya, cuando me fui internando en la cultura de ese país por otros fines (el estudio de la esposa -o amante, como quiera decirse- del Mariscal Francisco Solano López, Lady Elisa Linch), descubrí que tiene una presencia casi tan importante como el Espíritu Santo dentro de la mitología católica."

Otra versión del Pombero

Pombero es un duende antropomorfo, un hombre, feo, más bien bajo, fornido, retacón, moreno, con manos y pies velludos, cuyas pisadas no se sienten, talvez un indio Guaikurú. Lo describen también andrajoso, cubierto con sombrero de paja y con una bolsa al hombro (confusión con Kari-Vosá). Habita en el bosque o en casas o rozados abandonados, en taperas. Anda de noche, viajando por todas partes.
Tiene habilidades tales como mimetizarse con facilidad, hacerse invisible cuando quiere y hacerse sentir por un toque, con sus manos velludas, que producen pirî (escalofrío); puede deslizarse por los espacios más estrechos, pasar por el ojo de una cerradura, correr de cuatro patas, imitar el canto de las aves, especialmente las nocturnas, el silbido de los hombres y de las víboras, el grito de animales, aullidos, el piar de los pollitos, etc. Lo describen, también, como ventrílocuo.
Tiene ocurrencias y es travieso; suelta los animales del corral o dispersa tropas o manadas de animales salvajes o domésticos; roba tabaco del perchel, desparrama el maíz amontonado y el popî (mandioca mondada), roba miel, gallinas, huevos, echa del caballo al jinete andante, asusta a la cabalgadura.
Es sensual. Despierta a las mujeres con el suave roce o caricia de sus manos velludas, especialmente a las que duerman afuera en las noches de verano. A veces las posee, y se cuenta de mujeres embarazadas por el Pombero, cuyo hijo nace muy parecido a éste. Se cuenta, también, de jóvenes raptadas por Pombero, que después de saciarse en ellas, las deja sueltas, a veces embarazadas.
Para granjearse su amistad o simpatía, su buena voluntad, hay que hacerle regalos. La gente suele dejarle un poco de tabaco, miel u otras ofrendas, como una botella de caña, etc., en lugar accesible, en un sobrado, sobre algún apyka (banco o silleta), en el okupe (atrás de la casa), cerca del rancho, pronunciando una corta oración, rogándole no cometa más fechorías. Ganando su simpatía, el Pombero cuida de la casa del que le regaló, de sus animales, de sus cosas y hasta se dice que retribuye atenciones, apareciendo en la casa frutas, huevos, etc.
Si se habla mal de él o no se le hace regalos puede vengarse persiguiendo a las moradores de la casa; asusta al que habla mal de él o mediante un simple toque le deja con ataques o mudo (ñe'engu) o zonzo (tavy) o tembleque (marachachâ). Nuestra gente [gram: la gente paraguaya] se guarda muy bien de pronunciar el nombre del Pombero, particularmente en las reuniones nocturnas, y a él se refieren como Karai-pyhare, "el señor de la noche", porque puede aparecer cuando se lo nombra, como acudiendo a un llamado.
Fuente: 
Diccionario de Mitos y Leyendas - Equipo NAyA


Ricitos de oro

               Ricitos de oro


En un bosque florido y frondoso vivían tres ositos, un papá, una mamá y el pequeño osito. Un día, tras hacer todas las camas, limpiar la casa y hacer la sopa para la cena, los tres ositos fueron a pasear por el bosque para que el pequeño osito pudiera jugar y respirar aire puro. De repente, apareció una niña muy bien vestida llamada Ricitos de Oro. Cuando vio la casita de los tres ositos, se asomó a la ventana y le pareció muy curioso lo ordenada y coqueta que tenían la casa. A Ricitos de Oro se le olvidaron los modales que su mamá le había inculcado y decidió entrar en la casita de los tres ositos. "¡Oh! ¡Qué casita más bonita! ¡Qué limpia y ordenada tienen la casa la gente que vive aquí!". Mientras iba observando todo lo que había en la casa comenzó a sentir hambre, ya que le vino un olor muy sabroso a sopa . "¡Mmm...! ¡Qué hambre me ha entrado! Voy a ver que tendrán para cenar." Fue hacia la mesa y vio que había tres tazones. Un tazón pequeño, uno más grande y otro más y más grande que los otros dos anteriores. Ricitos de Oro siguió sin acordarse de los modales que su mamá le había enseñado y en vez de esperar a que los tres ositos volvieran a la casita y le invitaran a tomar un poco de la sopa que habían preparado, se lanzó directamente a probarla. Comenzó por el tazón más grande, pero al probarlo, la sopa estaba demasiado caliente. Entonces pasó al tazón mediano y al probarlo, la sopa estaba demasiado fría, pasándose a probar el tazón más pequeño que estaba como a ella le gustaba. "Está en su punto", dijo la niña. Cuando acabó la sopa se subió a la silla más grandota pero estaba demasiado dura y se pasó a la otra silla más mediana comprobando que estaba demasiado blanda, y entonces decidió sentarse en la silla más pequeña que estaba ni muy dura ni muy blanda; era comodísima. Pero la sillita estaba acostumbrada al peso tan ligero del osito y poco a poco el asiento fue cediendo y se rompió. Cuando Ricitos de Oro se levantó del suelo, subió a la habitación de los tres ositos y comenzó a probar las tres camas. Probó la cama grande pero estaba demasiado alta. Después probó la cama mediana pero estaba demasiado baja y por fin probó la cama pequeña que era tan mullidita y cómoda que se quedó totalmente dormida. Mientras Ricitos de Oro dormía profundamente, llegaron los tres ositos a la casa y nada más entrar el oso grande vio cómo su cuchara estaba dentro del tazón y dijo con su gran voz: "¡Alguien ha probado mi sopa!". Y mamá oso también vio su cuchara dentro del tazón y dijo: "¡Alguien ha probado también mi sopa!". Y el osito pequeño dijo con voz apesadumbrada: "¡Alguien se ha tomado mi sopa y se la ha comido toda entera!". Después pasaron al salón y dijo papá oso: "¡Alguien se ha sentado en mi silla!". Y mamá oso dijo: "¡Alguien se ha sentado también en mi silla!". Y el pequeño osito dijo con su voz aflautada: "¡Alguien se ha sentado en mi sillita y además me la ha roto!". Al ver que allí no había nadie, subieron a la habitación para ver si el ladrón de su comida se encontraba todavía en el interior de la casa. Al entrar en la habitación, papá oso dijo: "¡Alguien se ha acostado en mi cama!". Y mamá eso exclamó: "¡Alguien se ha acostado en mi cama también!". Y el osito pequeño dijo: "¡Alguien se ha acostado en ella...!". Ricitos de Oro, mientras dormía creía que la voz fuerte que había escuchado y que era papá oso, había sido un trueno, y que la voz de mamá oso había sido una voz que la hablaba en sueños pero la voz aflautada del osito la despertó. De un salto se sentó en la cama mientras los osos la observaban, y saltó hacia el otro lado saliendo por la ventana corriendo sin parar un solo instante, tanto, tanto que no daban los pies en el suelo. Desde ese momento, Ricitos de Oro nunca volvió a entrar en casa de nadie ajeno sin pedir permiso primero.