CALEUCHE: LA BARCA DE LAS ÁNIMAS DEL LAGO LÁCAR
Pero a mí no me parecía árbol, sino una barca, que tenía dos palos y clarito se veían los hombres que remaban. Pesada andaba, despacio, no tenía nada de raro; cualquiera podía ver que iba hacia el Sur. Cuando yo, contento, les hice señas, ni me miraron; parecía que descansaban no más, sin hacer ruido casi, y miraban alrededor sin preocuparse. Yo sabía que en el lago no hay barcas, solamente una que otra canoa. Conocía las barcas, que una vez, cuando fui en un malón que hicimos en Bahía Blanca, vi muchas cosas nuevas y también estas barcas. Y lo que me parecía ya tan antiguo, resultó de repente muy cerca: una barca en el Lácar. Relucía todo, parecía que la barca se agrandaba y que quería subirse en el aire, igual que una nube clarita. Grité y les hice señas. Hice ondear mi trarülonko entre los arbustos. Me parecía conocer las caras de la gente, que movían los remos todos por igual. Eran caras satisfechas, tranquilas, que saludaban al sol. Tan cerca estaba de ellos, que el ruido de los remos en el agua lo escuchaba lo más bien. Todo ahí era luz; alegre era eso. Tuve como un escalofrío y quería estar con los amigos. Quería correr hasta la playa. Una barca de los espíritus sería; serían los antiguos que se atrevían a andar en pleno día y sin viento. Pero todavía quise esperar a ver qué iba a hacer la barca, si seguiría para el Sur... Linda se la veía, cómo iba bajo el sol, sobre el lago limpito. Entonces parecía que querían dar vuelta. Pero al contrario. Remaban para el centro del lago, donde se había ido formando una mancha oscura, azul, alrededor. La mancha se hacía más grande y la barca se achicaba.
De repente, cambió todo: los que remaban se volvieron gaviotas. Volaban en círculo como para orientarse y al fin decidieron nadar. Mucho rato todavía se veían sus alas y se escuchaba su risa: jü, jü, jü. Pero el otro que me hizo acordar a un malle, que hace rato se reunió con los antepasados, se volvió un gran ketrú. Chapoteaba fuerte; haciendo mucho ruido nadaba y dejó una mancha espumosa detrás, que se veía como un trarülonko que flotaba en el lago. La barca se había vuelto un tronco de leña, y el tronco se deshizo en muchos pedacitos grandes y chicos. Sobre el agua flotaban y se hundieron al rato, después. Fuerte estaba todavía la luz del sol. Nada se oscurecía con sombra. La barca se había ido para siempre y yo estaba seguro de haber visto un "cambio". Uno de ésos de que hablan en la tribu desde antiguo, desde muchísimo tiempo atrás. De los cambios que cuentan los viejos, como hablan del uampú. Cómo no voy a creer en el "tronco" que muchos lo han visto. Nguluches, que hay que creerles, chilenos, que saben muy bien lo que es un uampú. A veces parece como cacique y hasta muestra el hacha de mando. También sabe cabalgar sobre una gigantesca raíz, que hace pedazos lo que se le pone por delante en las noches de tormentas. Todo eso significa desgracia, hay que cuidarse. El "tronco" o "cacique", saben llamarlo, no es tan rico y poderoso como Shompallue. Éste sí es poderoso; éste tiene en el fondo del lago casas y vasijas de oro y las mujeres más lindas. Los viejos cuentan que vive solo en la ciudad que está hundida en el lago. La ciudad que desapareció, que por eso se llama Lácar el lago; quiere decir: la ciudad muerta. Así que él está viviendo en la ciudad, mientras el "tronco" o "cacique" anda siempre sobre el agua, cuidando el lago. Puede cambiarse en lo que más le guste, no hace nada malo, al revés que Shompallue, que a veces no es muy bueno. Ahora, claro que también el "tronco" mata, cuando lo hacen enojar. Le gusta remar contra la corriente y contra el viento, porque es muy fuerte. Su uampú es más grande y más pesado que otros, pero muchas veces se deja ver como tronco de árbol y no como canoa.
La historia de Caleuche ha inspirado la realización de la película "LA NAVE DE LOS LOCOS" (Ricardo Wullicher - 1996). Esta coproducción argentino-española, comprendida en el denominado "realismo mágico latinoamericano", nos habla sobre la defensa de la tierra y el ecologismo. Fue rodada en la Patagonia, y narra el enfrentamiento entre una comunidad de indios Mapuches que se niegan a abandonar las tierras sagradas de sus antepasados y unos constructores que quieren levantar en el lugar un complejo turístico de alto nivel. Un cacique, obrando dentro de la ley de su pueblo, incendia el lugar para proteger las tierras, e involuntariamente provoca la muerte de un joven. Una vez llevado a juicio se niega a defenderse, y espera un acontecimiento mágico: la llegada de Caleuche, la nave de los locos.
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