sábado, 29 de agosto de 2015

El campesino en el cielo

El campesino en el cielo 



Una vez hace un tiempo, un campesino piadoso pobre murió, y llegó ante la puerta del cielo. Al mismo tiempo un señor muy rico y poderoso pero también piadoso, vino allí y  también pidió entrar en el cielo. 

Entonces San Pedro vino con la llave, y abrió la puerta, y dejó entrar al gran hombre, pero por lo visto no vio al campesino, y cerró la puerta otra vez. Y ahora el campesino estando afuera, oía como el gran hombre fue recibido en el cielo con toda clase de alegrías, y cómo le tocaban música, y le cantaban. 

Al cabo de un rato todos se tranquilizaron de nuevo, y San Pedro vino y abrió otra vez la puerta de cielo, y dejó entrar al campesino. El campesino, sin embargo, esperó que también le tocarían música y cantarían cuando él entrara, pero todos permanecieron completamente tranquilos; él fue recibido con gran afecto, es cierto, y los ángeles vinieron para encontrarlo, pero nadie cantó. Entonces el campesino preguntó a San Pedro cómo es que no hubo cantos para él y que sin embargo sí hubo cuando el hombre rico entró, y dijo que le parecía que allí en el cielo las cosas son hechas con tanta parcialidad como en la tierra. 


Entonces dijo San Pedro, 
-"De ningún modo mi querido hermano, tu eres tan querido por nosotros como todo piadoso, y vas a disfrutar de cada placer divino igual a como el hombre rico disfrutará, pero almas tan humildes y piadosas como tú, vienen por miles al cielo cada día, pero un hombre rico y a la vez piadoso como este no viene más que una vez en cien años."-

Enseñanza:
Los casos excepcionales son siempre motivo de gran atención. 

viernes, 28 de agosto de 2015

El águila y el escarabajo

El águila y el escarabajo



Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara.
Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.
Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.
Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.

El águila, el cuervo y el pastor

El águila, el cuervo y el pastor


Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.
La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.    
Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.
Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les dijo:
- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.
  
Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.

jueves, 27 de agosto de 2015

EL GATO CHOFER

EL GATO CHOFER



Don Angel, había sido uno de los primeros pobladores de Catriló. Además de conocido y querido por todos, era todo un personaje; había venido de chico desde su Italia natal y a pesar de los años siempre habló “cocoliche”, a media lengua, y sobre todo cuando se calentaba con alguien y la salía “la tanada”...entonces hablaba en “tano puro”.

Dueño con su hermano de la “Herrería La Lumbre”, afilaban rejas de arado, arreglaban rastra de discos, rastrones, sembradoras, aguadas y molinos. Para hacer los arreglos en el campo, don Angel sabía andar en una Chevrolet 60, amarillita, que era una joya. De “palanca al volante”, rodado del 16 y motor de seis cilindros, podía arrastrar un arado de cuatro rejas. Como a veces le costaba un poco hacerla regular, le había pedido Febo Cestac, se la dejáse “media aceleradita”.

Una vez que tuvo que ir de molinero a “La Púa”, arrancó don Ángel temprano, y como no consiguió quien lo acompañara, cargó al “barcino” en la cabina, como para tener con quien conversar. El barcino era gato grandote... casero pero bastante retobado.

Cuando entraron al campo, como el tano iba “casi solo”, además de hacer de chofer se tenía que bajar a abrir las tranqueras....y el “barcino” por atrás de él... se le bajaba de la cabina en todas las tranqueras. Empezó a renegar contra el gato que le hacia perder tiempo, porque una vez que bajaba le mañereaba para dejarse agarrar de nuevo y si bajaba con el gato alzado en brazos, le costaba desenganchar la cadena; para colmo ya se le habían hecho como las diez de la mañana, y no habían pasado ni la tercer tranquera. Cuando estaban por cruzar la cuarta, se baja el tano y antes de ir a abrir la tranquera lo quiere dejar el gato arriba, y como para convencerlo al barcino, le dice “no te bacare” – y lo sujetaba contra el asiento – “no te bacare”, le repetía, hasta que le pegó el portazo y lo dejó adentro de la cabina...¡¡¡¿para que?!!!....cuando el barcino se vió “como gato encerrado” con todos los vidrios levantados, le agarró un ataque de cabinofobia.

Entró a saltar como loco el gato, adentro de la cabina. Saltaba del piso al respaldo, y de ahí nomás, pasaba en el aire del respaldo al torpedo... y hasta del espejo retrovisor se le colgó. Peor todavía...porque cuando el barcino se vio en el espejo, habrá pensado que había un intruso, y se puso más malo todavía. Saltaba por todos lados enloquecido hasta que en uno de los saltos cae encima de la palanca de “cambios al volante”, y como estaba “media aceleradita”, cuando le entró la primera salió escarbando la chata....y no le dio tiempo a nada; pasó la tranquera con cadena y todo...¡y con el gato de chofer!

Un corazón bravo

Un corazón bravo


Fiesta en el rancho
El sargento Liendo es uno de tantos tipos de infinita bravura que cruza por las filas de nuestro Ejército dejando en todas partes el rastro de su sangre y de su carne, y la leyenda de sus hechos heroicos que sólo conocen y comentan los compañeros de cuadra.  Liendo es uno de tantos tipos heroicos que marchan por el mundo a impulsos del propio corazón, y sin pensar un momento en los beneficios remotos que sus hazañas pueden traerles.

El sargento Flores, borrachón insigne, que salvó a Julio Dantas arrancando su cuerpo exánime de entre los paraguayos, cuando había sido abandonado por sus compañeros, no obró por cálculo.  Con el cariño que le inspiraba su oficial se lanza al centro del peligro porque le parece una cobardía abandonar su cadáver: es esta la única fuerza que lo impulsa.  Y así cruzan, pasan y mueren estos héroes silenciosos, sin aspirar a más recompensa que a la satisfacción del deber cumplido.

El sargento Liendo es uno de tantos: hay un rasgo de su corazón que lo levanta al nivel del caballero más rígido y cumplido.  Se hallaba herido en la sala de presos del Hospital General.  Se había batido con un compañero y habían cambiado un tajo.

Por su calidad de preso, no podía salir de aquella sala guardada por un centinela.  Pero llegó un día en que Liendo tuvo necesidad de salir: se casaba un compañero y él quería asistir al casamiento y el baile, al que había sido invitado.  Pero no había forma de realizar su deseo; estaba preso y el centinela no lo dejaría pasar.

Liendo llamó al cabo de cuarto, viejo compañero de armas, y le comunicó su deseo:

- Es preciso que me dejes salir –le dijo-; tengo que salir y sólo tú puedes hacerme este servicio.

- y ¿Cómo voy yo a hacer eso?  Si me pillan pierdo la jineta y me rompen el alma a palos; ya ves que esto no se arriesga así no más.

- Es que no te pillarán porque yo vuelvo antes de la diana, te lo juro.

- Ese es tu propósito, pero nadie sabe lo que puede suceder; en los bailes todos son compromisos, una copa de más hace olvidar los mejores propósitos, y por una pelea interviene la policía, se sabe que Liendo ha andado de parranda, y quien paga el pato somos mi jineta y yo.

- Yo te juro que no te he de comprometer y que he de volver antes de diana; ya sabes que lo que Liendo ofrece, lo cumple hasta la muerte.

El cabo pensó un momento, se rascó la pelada y concluyó por conceder el permiso.

- Está bien –le dijo-, ya sabes que si te pillan afuera, o me comprometes, habré perdido la jineta y de yapa recibido una paliza de mi flor.

El sargento Liendo se acicaló aquella tarde como para una recepción diplomática.  Se metió en el pelo del mismo bálsamo tranquilo que se ponía en la herida, se perfumó el pañuelo con aguardiente de quemar, y se untó sebo en la barba y los botines, quedando hecho un soberbio mozo.  Así acicalado y llevando la bayoneta en la cintura, por todo evento, salió de la sala de presos, bajo la responsabilidad del cabo de cuarto.

- Ya sabes, hermanito –le dijo éste-, cuidado con perderme.

- No tengas cuidado, ya sabes que Liendo no ha faltado nunca a su palabra.

Y así se trasladó a lo de su amigo el cabo Lobo, que era el del casamiento.  A pesar de su fuerte tufo a bálsamo tranquilo, las mozas recibieron a Liendo con mil agasajos y demostraciones de cariño.  Es que Liendo era una pierna famosa para este género de diversiones, pues sumamente alegre y travieso, era capaz de hacer reír a la concurrencia durante toda la noche.

En cuanto entró se puso en baile y ya no se volvió a sentar más.  Todas se lo disputaban, todas lo llamaban, y él, sudando la gota gorda y despidiendo su tufo a bálsamo tranquilo, a todas atendía con igual solicitud.

Llegó la hora de las tortas fritas y del cordero al asador, pero Liendo anunció gravemente su retirada; no quería que la diana lo sorprendiera fuera del hospital.  Un inmenso clamoreo se levantó entonces de entre las muchachas pidiendo a Liendo que se quedara un momento más.

- Eso sí que no -respondió el sargento-, si yo me quedo, le hago perder las jinetas al cabo Sosa y sabe Dios qué más le sucede.  Cuando salga en libertad será otra cosa; entonces me comprometo hasta engancharme con ustedes, ahora es imposible.

Y en vano fueron todos los pedidos y ruegos; Liendo, con gran dolor de su ánima, se despidió de sus compañeros y echó a andar hacia el hospital a paso de trote.  Pero era en la calle donde lo esperaba la prueba más dura.

Allí lo esperaba Flores, un tal Flores con quien había tenido antiguos resentimientos, y a quien la tranca le había dado esa noche por pelear a Liendo.

- ¡Párese maula! –le gritó cuatro cuadras antes de llegar al hospital., vengo a pelearle.

- Lo que es ahora no peleo ni por un queso –contestó Liendo-.  Mañana será otro día.

- Es que ha de ser hoy mismo –contestó Flores-, ahora mismo, porque es un puerco y un cobarde: saque, maula, sus armas.

- Hoy no puedo –contestó Liendo-, otro día no se irá sin que le haga el gusto.

- Es que tiene miedo, y el miedo ya se lo voy a hacer pasar a azotes, para que no sea flojo.

- Mire amigo –contestó Liendo gravemente- yo estoy preso en el hospital y he salido esta noche porque el cabo Sosa me lo ha permitido.  Si yo lo peleo a usted y le doy de puñaladas, porque usted no es hombre para mi, se mezclará la policía, se sabrá que yo he andado en la calle, y el cabo Sosa por mi causa perderá la jineta y sabe Dios qué más.  Déjeme salir en libertad y no se quedará con las ganas.

- Ahora mismo ha de ser, ¡o te he de sacar las caronas atajos! –contestó Flores.

Liendo vio que ya venía clareando el día, y temiendo faltar a su compromiso, quiso pasar y seguir apresuradamente su camino.  Liendo era capaz de pelear con veinte Flores, que al fin y al cabo no valía gran cosa; pero ¿y Sosa? ¿Cómo le evitaba el castigo y la vergüenza?

Al ver que quería seguir marchando, Flores sacó una daga y se le fue encima:

- O peleas –le dijo en el colmo de la irritación-, o te mato como a un perro. –Y le dio un sopapo.

Liendo sintió agotada su paciencia ante la injuria y el golpe, no vio delante más que aquel enemigo fácil de vencer y echó mano a la bayoneta.  Pero en aquel momento se acordó de su compromiso, vio al cabo Sosa apaleado y sin jineta por su causa, y se contuvo.

- He dicho que hoy no peleo –exclamó-; mañana no será lo mismo –y dando un empujón a Flores siguió adelante.

Pero el milico lo corrió y le dio alcance; no había más remedio que pelear y comprometer a Sosa, o dejarse apuñalear y tratar de llegar al cuartel antes del día.  Liendo optó por lo segundo sin vacilar, y empezó a huir saltando hacia retaguardia y evitando con los brazos las puñaladas que le dirigían.

Flores, ciego por el deseo de matarlo, no cesaba un momento de tirarle terribles puñaladas.

- No seas cobarde –exclamaba Liendo-, retirándose siempre-; ¿no ves que no te puedo pelear?

- Pues morirás a mis manos, que al fin es lo mismo para mí.

Liendo podía sacar el machete y matarlo, pero entonces se sabría que fue él quien lo mató o le hirió, y Sosa quedaba colgado.  Sólo le faltaba media cuadra para llegar al hospital, pero ya había recibido muchas heridas y aquel trayecto le hubiera sido imposible salvarlo.  Ya vacilaba, debilitado por la pérdida de sangre, cuando alcanzó a ser visto por la guardia del hospital, que corrió en su socorro.  Al ver esto Flores se puso en fuga sin haber logrado su objeto, pero dejando a Liendo muy malherido.

Conducido al hospital y a su cama, sus compañeros recién se dieron cuenta de lo sucedido.  Liendo tenía tres puñaladas en el pecho y diez o doce en los brazos.

-Pero ¿cómo te has dejado poner así por Flores, que no vale nada? –le preguntó Sosa.

-¡Qué quieres! Si lo peleo y lo lastimo mal, el hubiera dicho quién lo lastimó y hubieras perdido tu jineta.  Yo juré no comprometerte, y ya ves que he cumplido.

Andando el tiempo, Liendo fue Sargento de policía, a las órdenes de su antiguo oficial, el comisario Dantas.  Una noche llevaron a la comisaría un borracho que apenas podía tenerse en pie.  Era Flores, el mismo que apuñaló a Liendo de la manera que hemos referido.  Cuando Liendo supo el nombre de aquel borracho se fue al calabozo y mirándolo, exclamo:

-Es verdad, es el mismo Flores.

Y dándole con el pie dijo a sus compañeros:

-Esta basura es el mismo que me dio de puñaladas valido de la ocasión.

Y sonrió con una expresión magnánima.

Fuente
Gutiérrez, Eduardo – Croquis y siluetas militares – Ed. Edivérn – Buenos Aires (2005).

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar ¡Gracias!

miércoles, 26 de agosto de 2015

Madre Nieve

Madre Nieve


Había una vez una viuda que tenía dos hijas - una de ellas era linda y laboriosa, mientras la otra era fea y ociosa. Pero la viuda era muy cariñosa con la fea y ociosa, porque era su propia hija; y la otra, quién era una hijastra, era  obligada a hacer todo el trabajo y ser la Cenicienta de la casa. Cada día la pobre muchacha tenía que sentarse en el camino junto a un pozo a hilar con el huso, y girar y girar hasta ver sus dedos sangrados.
Ahora resultó que un día el huso se manchó con su sangre, y entonces para limpiarlo lo introdujo en el pozo, pero resbaló de su mano y cayó al fondo del pozo. Ella comenzó a llorar, y corrió donde su madrastra y le contó la desgracia. Pero ella la reprendió bruscamente, y fue muy despiadada al decirle, 
-"Ya que usted ha dejado caer el huso, usted debe sacarlo de allí."-
Entonces la muchacha volvió al pozo, y no sabía que hacer; y con la pena en su corazón, brincó dentro del pozo para conseguir el huso. Ella perdió sus sentidos; y cuando despertó volviendo en sí, se vio en un prado encantador donde el sol brillaba y miles de flores crecían. Corrió a lo largo de esta pradera, y por fin llegó a un horno de panadería lleno de pan, y el pan gritaba, 
-"¡Hey, sáqueme! ¡sáqueme o me quemaré!; ¡he sido horneado mucho tiempo!"- 
Entonces se acercó, y sacó todos los panes uno tras otro con la pala del pan. Después de esto continuó hasta llegar a un árbol cubierto de manzanas, que la llamaron, 
-"¡Hey, sacúdame! ¡sacúdame! ¡estamos todas maduras!"-
Y sacudió el árbol hasta que las manzanas cayeron como la lluvia, y continúo sacudiendo para que todas vinieran abajo, y luego de amontonarlas, continuó su camino.
Por fin llegó a una pequeña casa, en la cual vio a una anciana; pero tenía tales dientes tan grandes que la muchacha se asustó, y estuvo a punto de salir corriendo.
                



Pero la anciana la llamó, 

-"¿De qué tienes miedo, querida niña? Permanece  conmigo; si haces todo el trabajo en la casa correctamente, estarás mejor por eso. Sólo debes tener cuidado de hacer bien mi cama, y sacudirla a fondo hasta que las plumas vuelen; entonces habrá nieve en la tierra. Soy la Madre Nieve."-
Como la anciana le habló tan amablemente, la muchacha tomó valor y consintió en entrar en su servicio. Ella se ocupó de atender satisfactoriamente todo lo que le solicitaba su patrona, y siempre sacudía su cama tan enérgicamente que las plumas volaban parecidas a copos de nieve. Entonces ella tenía una vida agradable con ella; nunca una palabra enojada; y hervían o asaban carne cada día.
Ella se quedó algún tiempo con la Madre Nieve, pero al cabo de algún tiempo se sintió triste. Al principio no sabía lo que le sucedía, pero al fin reconoció  que era la nostalgia: aunque ella estuviera miles de veces mejor aquí que en casa, de todos modos ella tenía un deseo de volver allá. Por fin le dijo a la anciana, 
-"Tengo un gran deseo de ir a casa; y a pesar de estar muy bien aquí abajo, no puedo quedarme más tiempo; debo subir otra vez donde mi propia gente."-
La Madre Nieve dijo, 
-"Estoy contenta que quieras volver a tu casa otra vez, y como me has servido tan correctamente, yo misma te llevaré de regreso."-
Con eso ella la tomó de la mano, y la condujo a una puerta grande. La puerta se abrió, y como la doncella estaba de pie bajo la entrada, una gran lluvia de oro  cayó, y todo el oro se le adhería a ella, de modo que quedó completamente cubierta con él.
-"Tendrás esto porque has sido muy laboriosa"-, dijo la Madre Nieve, y al mismo tiempo le devolvió el huso que se le había caído en el pozo. 
Con eso la puerta se cerró, y la doncella se encontró encima sobre la tierra, no lejos de la casa de su madrastra.
Y cuando entraba al predio, el gallo que estaba junto al pozo gritó:
-"¡Quiquiriquí!"-
-"¡Su niña bonita está aquí!"-
Entonces fue donde la madrastra, y cuando llegó así cubierta de oro, fue muy bien acogida, tanto por ella como por su hermana.

La muchacha contó todo que le había pasado; y tan pronto como la madre oyó como había adquirido tanta riqueza, quedó muy ansiosa por obtener la misma buena suerte para la hija fea y perezosa. Ella tenía que sentarse por el pozo e hilar; y con el fin de que su huso pudiera quedar manchado con sangre, pegó su mano en un arbusto de espinas y pinchó su dedo. Entonces lanzó el huso en el pozo, y luego brincó detrás de él.
Llegó, como la otra, al prado hermoso y anduvo a lo largo del mismo camino. Cuándo ella llegó al horno con el pan, éste estaba otra vez gritando, 
-"¡Hey, sáqueme! ¡sáqueme! o me quemaré!; ¡he sido horneado mucho tiempo!"-
Pero la perezosa contestó, 
-"¿Acaso tengo algún deseo de ensuciarme?"- y se fue. 
Pronto llegó al manzano, que gritó, 
-"¡Hey, sacúdame! ¡sacúdame! ¡las manzanas estamos todas maduras!"- 
Pero ella contestó, 
-"¡Las prefiero allí! una de ustedes podría caerse en mi cabeza."- y continuó su camino.
Cuando llegó a la casa de la Madre Nieve no tuvo miedo, ya que había oído de sus dientes grandes, y entonces se puso a su servicio inmediatamente.

El primer día ella se dedicó a trabajar diligentemente, y obedeció a la Madre Nieve cuando ella le pedía hacer algo, ya que pensaba en todo el oro que le daría. Pero durante el segundo día comenzó a ser perezosa, y durante el tercer día todavía más, y luego no despertaría por la mañana en absoluto. Tampoco hizo la cama de la Madre Nieve como debería, y no la sacudió haciendo volar las plumas. La Madre Nieve se cansó de su proceder, y le dio su aviso para que se marchara. La muchacha perezosa estuvo deseosa de irse, y pensó que ahora vendría la lluvia de oro. La Madre Nieve la condujo también a la gran puerta; pero mientras estaba de pie bajo ella, en vez del oro, una gran olla de barro fue vaciada sobre ella. 

-"Esta es la recompensa por su servicio"-, dijo la Madre Nieve, y cerró la puerta.
Entonces la muchacha perezosa se fue a casa; pero iba completamente cubierta de barro, y el gallo que estaba por el pozo, tan pronto como la vio, gritó,

-"¡Quiquiriquí!"-
-"¡Su muchacha sucia está aquí!"-
Y el barro se pegó rápido a ella, y no le pudo ser quitado mientras vivió.


Enseñanza:

Imitar a quien ha tenido éxito, debe de hacerse con mucho cuidado y sin errores, pues de lo contrario la imitación puede convertirse en fracaso. 

Los Tres Holgazanes

Los Tres Holgazanes  



Un cierto Rey tenía a tres hijos que eran todos igualmente queridos por él, y no sabía a cual de ellos designar como su sucesor después de su propia muerte. Cuando el tiempo vino en que él estaba a punto de morir,  los convocó a su lado de la cama y dijo, 

-
"Queridos hijos, he estado pensando en algo que les  declararé; aquel de ustedes que imagine y me diga cómo ser el más perezoso tendrá el reino."-

El mayor dijo, 
-"Entonces, padre, el reino es mío, ya que soy tan ocioso que si me acuesto para descansar, y una gota cae en mi ojo, no lo abriré para poder dormir."-

El segundo dijo; 
"Padre, el reino me pertenece, ya que soy tan ocioso que cuando me siento al lado del fuego para calentarme, prefiero dejar que mi talón se queme a tener que mover mi pierna."-

El tercero dijo, 
-"Padre, el reino es el mío, ya que soy tan ocioso que si yo fuera a ser ahorcado, y tengo la cuerda ya alrededor de mi cuello, y alguien pusiera un cuchillo filoso en mi mano con el cual yo podría cortar la cuerda, prefiero dejarme ahorcar a levantar mi mano hacia la cuerda."-

Cuando el padre oyó aquello, dijo, 

-"Tú eres el que lo llevaste más lejos, y serás el Rey."

Enseñanza:


Recordemos que el ocio es la madre de todos los vicios. En este cuento los hijos solamente hacen una práctica intelectual sobre la ociosidad, pero realmente nunca la practicarían.