martes, 30 de junio de 2015

La Viga

La Viga  


Había una vez un artista que se ganaba honestamente la vida haciendo presentaciones de magia o encantamientos, como lo llamaban en ese entonces, y estaba un día en medio de un gran grupo de personas haciendo sus presentaciones. Entre ellas presentaba a un gallo cargando una pesada viga, llevándola como si fuera una pluma más. 
Pero entre todos los que miraban se encontraba presente una joven que hacía poco se había encontrado un trébol de cuatro hojas, y esto la había hecho tan perspicaz que ninguna ilusión óptica podía vencerla fácilmente, y por eso ella veía que la tal viga no era más que una astilla. De modo que gritó: 
-"¡Hey ustedes!, ¡fíjense bien y verán que lo que lleva el gallo no es más que una astilla y no una viga!-"
Inmediatamente el truco se desvaneció, y la gente vio lo que realmente era, y echó al mago lejos lleno de vergüenza y desgracia. Él, sin embargo, cargado interiormente de dolor, se dijo:
-"Pronto tendré otra oportunidad."-
Algunos días después llegó el día de la boda de la joven, y ella fue ataviada bellamente y llevada en procesión por los campos hacia el lugar donde estaba la capilla. De pronto creyó encontrarse  frente a un arroyo que lo veía crecido y no se encontraba ningún puente o tablón para cruzarlo. Entonces la novia hábilmente se levantó al máximo sus ropas para vadearlo. Y justo cuando ella creía que estaba entrando en las aguas, un hombre, que por cierto era el mago o encantador, le gritó jocosamente:
-"¡Ajá! ¿Dónde tienes los ojos, que tomas esto por agua?".-

Enseguida sus ojos se aclararon, y vio que ella tenía sus ropas bien subidas en medio de un sembradío que se veía azul por motivo de las flores de su cultivo que era lino azul.
Entonces toda la gente que vio lo sucedido, la ahuyentó con risas y ridiculizándola.


Enseñanza:

A quien honradamente se gana su pan diario, no se le debe entorpecer su honesta actividad.

Las Tres Plumas   


Hubo una vez un rico hacendado que tenía tres hijos, de los cuales los dos mayores eran muy hábiles e  inteligentes, pero el tercero no hablaba mucho y era humilde, y lo llamaban Sencillón. Cuando el hacendado se avejentó y debilitó, empezó a pensar sobre su final, y no sabía a cual de los hijos dejarle la hacienda. Entonces los llamó y les dijo:
-"Vayan afuera, y aquél que me traiga la alfombra más bella, será mi sucesor de la hacienda."-
Y como no hubo disputa entre ellos, los llevó fuera del palacio, lanzó tres plumas al aire y dijo:
-"Irán en la dirección hacia donde vayan las plumas."-
Una voló hacia el este, otra al oeste, pero la tercera voló hacia arriba y sin recorrer mayor distancia, cayó de nuevo al suelo. Entonces uno de los mayores cogió hacia el este, y el otro hacia el oeste, y se burlaron de Sencillón, que no le quedó más que quedarse donde había caído la tercera pluma. Él se sentó en el suelo todo triste, pero en eso vió que cerca de la pluma, en el suelo, se encontraba una puerta levadiza. Levantándola la abrió, encontró unas gradas, y bajó por ellas. Abajo llegó a otra puerta, tocó en ella y escuchó una voz adentro que decía:
-"Verdecita doncellita,    
saltando aquí y allá,
salta hacia la puerta,
para ver quien será."-
La puerta se abrió, y encontró a  una grande y gorda rana, y a su alrededor un montón de pequeñas ranitas. La gorda rana le preguntó que quería. Él le dijo:
-"Me gustaría obtener la alfombra más bella y fina del mundo."-
Entonces ella llamó a una de las pequeñas y dijo:
-"Verdecita doncellita,     
saltando aquí y allá,  
salta pronto y tráeme,  
la gran caja hasta acá."-
La ranita trajo la caja, y la rana gorda la abrió, y le dio a Sencillón una alfombra tan fina y tan bella, que en el mundo entero nadie podría tejer otra igual. Entonces le agradeció el obsequio y subió de nuevo. Los otros hermanos, sin embargo, juzgaron a su hermano tan ingenuo que creyeron que del todo no llevaría nada.
-"¿Por qué nos vamos a molestar buscando tanto?"- se dijeron, y tomaron algunos pañuelos rústicos hechos por las esposas de pastores que encontraron en el camino, y las llevaron a casa del padre. 
Al mismo tiempo llegó Sencillón trayendo la bellísima alfombra, y al verla, el hacendado quedó sorprendido, y dijo:
-"Si hay que ser justo, la hacienda pertenecerá al menor."-
Pero los otros dos no dejaban a su padre en paz, diciendo que era imposible que Sencillón, quien era torpe en muchas otras cosas, pudiera llegar a ser el nuevo hacendado, y lo convencieron para que hiciera un nuevo acuerdo con ellos. Entonces el padre dijo:
-"Aquél que me traiga el anillo más bello, heredará mi hacienda."-
Y los llevó afuera, lanzó las tres plumas al aire y les indicó que las siguieran. Las de los dos mayores fueron hacia el este y el oeste, y la de Sencillón subió y cayó de nuevo al suelo, cerca de la puerta que ya conocía. Entonces bajo de nuevo donde la rana gorda, y le dijo que deseaba el anillo más bello. De inmediato ella ordenó traer la caja grande, y sacó de ella un hermoso anillo con brillantes joyas, y era tan bello que ningún joyero sería capaz de hacer algo semejante.
    
 
Mientras tanto los dos hermanos mayores, gozaban de imaginarse a Sencillón en busca de un anillo dorado. Y ellos no se molestaron demasiado. Tomaron el primer anillo que encontraron en una tienda del pueblo y se lo llevaron al padre. Pero cuando Sencillón presentó el anillo que él llevaba, el padre dijo de nuevo:
-"La hacienda será para Sencillón."-
Los dos mayores no se rendían de atormentar al padre para que pusiera una tercera condición, que sería dar la hacienda a quien trajera la mujer más hermosa a casa. Al fin cedió, y de nuevo lanzó las tres plumas al aire, las que volaron como antes.
Entonces Sencillón, sin más que hacer, bajó donde la rana gorda y le dijo:
-"Ahora tengo que llevar a la mujer más bella a casa."-
-"¡Oh!"- contestó la rana, -"¡La mujer más bella! A ella no la tengo a mano en este momento, pero de todas maneras siempre la tendrás."-
La rana le dió un nabo ahuecado, y tirando de él, estaban seis ratones con sus arneses. Entonces Sencillón preguntó, un poco confundido:
-"Pero, ¿qué puedo yo hacer con eso?"-
La rana contestó:
-"Simplemente pon una de mis ranitas dentro del nabo."-
Y tomando al azar una de las ranitas que la rodeaban, la puso dentro del nabo. No más se había sentado la ranita cuando el nabo se convirtió en un lujoso coche, y los ratones en briosos caballos, y la ranita pasó a ser una bellísima doncella. Entonces Sencillón la besó, y salió en el coche junto con ella a la casa del padre. 
Los hermanos llegaron al rato, quienes no trabajaron mucho buscando bellas muchachas. Traían consigo a las primeras campesinas que encontraron en el camino. Cuando el hacendado las vio a todas dijo:
-"Después de mi muerte, la hacienda será de mi hijo menor."-
Sin embargo los dos mayores insistieron en algo más diciendo:
-"No podemos consentir tan fácilmente que Sencillón sea el heredero. Queremos que aquél cuya esposa pueda saltar a través de un anillo que cuelgue en el centro del salón, sea finalmente el escogido."-
Porque ellos pensaban:
-"Nuestras mujeres campesinas lo podrán hacer con facilidad, mientras que la refinada doncella se caerá y se quebrará."-

El padre aceptó esta última propuesta. Entonces las dos campesinas saltaron a través del anillo, pero eran tan corpulentas que cayeron y se maltrataron los brazos y las piernas. Entonces, cuando le tocó el turno a la bella doncella que trajo Sencillón, ella saltó, y saltó tan hábilmente como una rana sin sufrir el menor percance. 
Entonces ya los mayores no pusieron más oposición. Y Sencillón recibió la hacienda, y la supo manejar con total acierto por el resto de su vida. Sus hermanos lo aceptaron como el patrón, y vivieron en adelante en paz.

Enseñanza:

Nunca se debe juzgar por las apariencias. Dentro de un espíritu aparentemente sencillo, puede hallarse una inmensa grandeza.

El Agua de la Vida

El Agua de la Vida  


Había una vez un rey que tuvo una enfermedad, y nadie creía que podría sobrevivir contra ella. Él tenía tres hijos quienes se preocuparon mucho al saber de su enfermedad, y bajaron a los jardines del palacio a lamentarse. Allí encontraron a un anciano que les preguntó la causa de su angustia. Ellos le dijeron que su padre estaba tan enfermo que pronto moriría, ya que no se sabía de nada que lo pudiera curar. Entonces el anciano les dijo:
-"Yo sí sé de un remedio, y es el agua de la vida. Sí el toma de ella, se curará, sólo que es muy difícil de encontrar."-
El hijo mayor dijo:
-"Yo iré a buscarla."-
Y fue donde el padre enfermo a rogarle que le dejara ir en busca del agua de la vida, pues era lo único que podría salvarle.
-"No"- dijo el padre, -"el peligro es demasiado grande. Prefiero morir."-
Pero el hijo le rogó tanto que al fin consintió. Él pensó en su corazón:
-"Si yo consigo traer el agua, entonces seré el preferido de mi padre, y me heredará su reino."-
Así que se puso en ruta, y cuando ya había recorrido un cierto trecho, un duende que estaba parado a la orilla del camino lo llamó y le dijo:
-"¿Hacia dónde vas tan apresurado?"-
-"Tonto camarón"- contestó despreciativamente el príncipe, -"no es nada que te importe."-, y siguió su camino.
Pero el pequeño duende se enojó, y le envió una maldición. Poco después de esto, el príncipe llegó a un estrecho paso entre las montañas, y a medida que avanzaba, más se cerraban las montañas, y al final, tanto se cerraron, que ya no pudo dar un paso más, y el caballo no podía girar en retorno, ni él se podía bajar de su silla, y quedó aprisionado entre las rocas.
El enfermo rey esperó largo tiempo por él, pero no regresaba. Entonces el segundo hijo dijo:
-"Padre, déjame a mí ir por el agua."-, y pensó para sí mismo:
-"Si mi hermano murió, entonces el reino me tocará a mí."-
Al principio el rey no le permitió ir, pero al final cedió, de modo que el segundo príncipe tomó la misma ruta que su hermano, y también se encontró con el duende, quien le preguntó que adónde iba con tanta prisa.
-"Tonto camarón"- contestó despreciativamente también el príncipe, -"no es nada que te importe."-, y siguió su camino sin volverlo siquiera a ver.
Pero el duende también se molestó y lo maldijo, y como sucedió con su hermano, llegó a un estrecho entre montañas y allí quedó atrapado. Así es el precio de la arrogancia.
Y como el segundo hijo tampoco regresaba, el más joven rogó para que se le permitiera ir a buscar el agua, y el rey se vio obligado a dejarlo ir.
Cuando él se encontró con el duende, quien le preguntó hacia dónde se dirigía con tanta prisa, él paró, le dio una explicación y le dijo:
-"Estoy buscando el agua de la vida, pues mi padre está enfermo de muerte."-
-"¿Y ya sabes, entonces, dónde encontrarla?"- preguntó el duende.
-"No"- dijo el príncipe.
-"Como has sido amable y cortés conmigo, y no grosero como tus hermanos, te daré la información y te diré como podrás obtener el agua de la vida. Ella mana de un manantial en los jardines de un castillo encantado, pero no podrás tomarla fácilmente, si no te doy una varita de hierro y dos pequeños bollos de pan. Golpea tres veces la varita en la puerta de hierro del castillo y ella se abrirá. Adentro encontrarás dos hambrientos leones con sus garras listas, pero tírales un bollo de pan a cada uno de ellos, y se calmarán. Entonces apresúrate a cargar el agua de la vida antes de que el reloj dé las doce campanadas, porque las puertas se cerrarán de nuevo y quedarías aprisionado."-
El príncipe le dio las gracias, tomó la varita y los panes, y continuó su camino. Cuando llegó al castillo, todo sucedió como lo dijo el duende. La puerta se abrió al tercer toque de la varita, y cuando hubo tranquilizado a los leones con los panes, entró al castillo, y llegó a una larga y espléndida sala, donde estaban sentadas algunas princesas encantadas, a quienes les quitó sus anillos de los dedos. Allí encontró una espada y un pan, que llevó consigo. Luego entró a una habitación en la que estaba una bella doncella, que se alegró al verlo, lo besó, y le dijo que él  había sido enviado a ella, y que obtendría la totalidad de su reino, y que si él retornaba en un año, celebrarían la boda. Además le indicó dónde estaba la fuente del agua de la vida, y que debería apresurarse y guardar la que necesitara antes de que sonaran las doce campanadas.
Entonces siguió adelante, y al final entró a un cuarto donde había una recién hecha y bellísima cama, y como estaba muy cansado, se sintió con deseos de descansar un rato. Así que se arrecostó y se durmió. Cuando se despertó, ya sonaban en el reloj un cuarto para las doce. Se levantó como un resorte, corrió a la fuente, llenó con agua un recipiente que estaba cerca, y se fue rápidamente. Pero justo cuando iba pasando por la puerta de hierro, el reloj dio las doce, y la puerta se cerró con tal violencia que le arrancó un pedazo de su talón. Él, sin embargo, muy feliz de haber recogido el agua de la vida, siguió su rumbo a casa, y de nuevo se encontró al duende. Cuando éste vio la espada y el pan, le dijo:
-"Con estos has ganado gran valor: la espada te permitirá vencer a ejércitos completos, y el pan nunca se acabará."-
Pero el príncipe no quería volver a casa de su padre sin sus hermanos, y dijo:
-"Querido duende, ¿no podrías decirme dónde están mis hermanos?, ellos salieron en busca del agua de la vida, y nunca volvieron."-
-"Ellos están aprisionados entre dos montañas."- dijo el duende, -"Yo los condené a estar allí, porque fueron muy groseros."-


Entonces el príncipe le rogó tanto que al fin los liberó, pero le advirtió, sin embargo, diciendo:
-"Ten cuidado con ellos, pues no tienen buen corazón."-
Cuando sus hermanos llegaron, él se regocijó, y les contó todo lo que había ocurrido con él, y que había encontrado el agua de la vida, y traía una vasija consigo, y que había rescatado a una bella princesa, quien esperaría un año por su retorno para celebrar la boda y entregarle todo un gran reino.
Tras el encuentro siguieron el viaje juntos, y llegaron a una tierra donde reinaban el hambre y la guerra, y el rey ya pensaba que perecería, por la escasez tan grande que había. Entonces el príncipe fue donde él y le dio el bollo de pan, con el cual se alimentó y satisfizo a todos los pobladores del reino. Además el príncipe le dio la espada con la cual pudo derrotar a sus enemigos y en adelante vivir en paz. Cumplida esa misión, el príncipe tomó de nuevo su pan y su espada, y los tres hermanos continuaron su viaje. 
Luego pasaron por otros dos reinos donde también abundaban el hambre y la guerra, y en cada caso el príncipe les prestó su bollo de pan y su espada. Con eso ya había sacado adelante a tres reinos, y continuaron su rumbo. Tomaron luego una nave y navegaron en el mar. Durante el viaje, los dos mayores conversaron aparte entre sí, diciendo:
-"Nuestro hermano menor consiguió el agua de la vida, y nosotros no, por lo que de seguro nuestro padre le dará a él el reino, que debería pertenecernos a nosotros, y además nos quitará toda nuestra fortuna."-
Entonces comenzaron a pensar que había que vengarse, y entre ellos planearon cómo deshacerse de él. Esperaron hasta encontrarlo bien dormido, entonces le vaciaron el recipiente con el agua de la vida, y la tomaron para ellos mismos, y al recipiente lo llenaron con agua salada del mar. 
Y cuando por fin llegaron a casa, el menor llevó su recipiente donde el enfermo rey para que bebiera el agua y se curara. Pero escasamente había tomado un sorbo del agua salada, cuando el rey se puso peor que antes. Mientras él se lamentaba por eso, llegaron los dos hermanos mayores y acusaron al hermano menor de querer envenenarlo, y le dijeron que ellos sí habían traído el agua de la vida, y se la pasaron. No más la había probado cuando sintió que su mal se retiraba, y se puso fuerte y saludable como en sus años de juventud.
Enseguida fueron donde el hermano menor, se burlaron de él y le dijeron:
-"Cierto que tú encontraste el agua de la vida, pero tú obtendrás la pérdida y nosotros la ganancia. Debiste haber sido cauteloso y mantener los ojos abiertos. Nosotros la tomamos mientras dormías en el mar, y cuando haya pasado el año, uno de nosotros irá por la princesa. Pero ten cuidado de no decirle esto a nuestro padre, pues él ya no confía en tí, y si le cuentas una sola palabra, de seguro perderás la vida en el asunto, pero si guardas silencio, guárdalo como un regalo."-
El viejo rey estaba enojado con su hijo menor, y creyó que había planeado quitarle la vida. Así que convocó a la corte, y sentenció sobre su hijo, que debería ser ejecutado secretamente. Y cuando el príncipe iba camino a una cacería, sin sospechar nada malo, el cazador del rey  iba con él, y cuando se encontraron solos dentro del bosque, el cazador estaba tan consternado, que el príncipe le preguntó:
-"Mi apreciado cazador, ¿qué es lo que te acongoja?"-
El cazador contestó:
-"No te lo puedo decir, aunque debería."-
Y el príncipe replicó:
-"Dilo francamente, yo te perdono cualquier cosa que sea."-
-"¡Caray!"- dijo el cazador, -"El rey me ha ordenado que te dé muerte, aquí en el bosque."-
Entonces el príncipe se conmocionó y le dijo:
-"Querido cazador, déjame vivir. Yo te daré toda mi indumentaria real, y a cambio tú me das la tuya."-
El cazador dijo:
-"Claro que lo haré, en verdad yo no hubiera sido capaz de matarte."-
Entonces intercambiaron las indumentarias, y el cazador regresó al palacio. El príncipe, sin embargo, se adentró en el bosque. Después de un tiempo, tres vagones cargados de oro y piedras preciosas le llegaron al rey para ser entregados a su hijo menor, los que venían de parte de los tres reinos que habían vencido a sus enemigos con la espada que les prestó, y que también habían saciado el hambre de sus habitantes con su bollo de pan, por lo que querían mostrar su gratitud hacia él. 
Entonces el viejo rey pensó:
-"¿Podría mi hijo menor ser inocente?"-, y dijo a su pueblo:
-"¡Si él estuviera aún vivo!, cómo me dolería y sufriría si estuviera muerto."-
-"¡Él aún vive!"- gritó el cazador, -"yo no tenía corazón suficiente para ejecutar su orden."-
Y le contó al rey lo que realmente sucedió. Entonces un gran peso se eliminó del corazón del rey, y proclamó en todo lugar que su hijo debía retornar y que tendría de nuevo todo a su favor.
La princesa, mientras tanto, había construido a la entrada de su palacio, un camino de oro todo brillante, y le comunicó a su pueblo que quien fuera que viniera directo a su puerta por el centro del sendero, ese sería el verdadero novio y debería ser admitido; y quien se acercara a la puerta, caminando a un lado del sendero, ese no sería el verdadero, y debería ser devuelto. 
 A medida que la hora del cumplimiento se acercaba, el mayor pensó que debía apurarse a ir donde la princesa, presentarse como el novio, llevarla a la boda, y tomar el poder del reino. Así que se dirigió allá, y cuando llegó al frente del palacio y vió aquel espléndido sendero de oro, pensó que sería un gran pecado pasar encima de él, por lo que decidió caminar a su orilla. Pero cuando llegó a la puerta, los sirvientes le dijeron que él no era el hombre esperado, y que debía regresar.
Pronto apareció también el segundo príncipe, y al llegar al sendero dorado, pensó de igual manera y avanzó a un lado del sendero. En igual forma, los sirvientes le dijeron que no era el hombre esperado y que debía de irse.

Cuando por fin realmente expiró el año, el tercer hijo también deseó salir del bosque y dirigirse a su amada, y con ella olvidar sus tristezas. Se puso en camino, y como pensaba mucho en ella, y tanto deseaba encontrarla pronto, no notó en absoluto el sendero de oro, y encaminó su caballo por el centro de él hasta la puerta del palacio. Entonces le abrieron las puertas y la princesa lo recibió con mucho júbilo, y proclamó que él era su libertador y el señor del reino. Y la boda se celebró con gran festividad. Cuando terminó, ella le contó que su padre le pedía perdón y que volviera con él. Así que se dirigió allá, y le contó todo lo realmente sucedido, cómo sus hermanos se burlaron de él, y cómo lo obligaron a guardar silencio.
El viejo rey quiso castigarlos, pero ya se habían hecho a la mar y nunca más se volvió a saber de ellos.

 Enseñanza:

El respeto al prójimo y la honestidad son dos invencibles fortalezas.

La Comadre Loba y el Zorro

La Comadre Loba y el Zorro 


Una Señora loba tuvo a su pequeño hijo, e invitó al Señor Zorro para que fuera su padrino.
-"Después de todo, es un pariente cercano de nosotras"- dijo ella, -"es muy entendido y con mucha astucia, así que podrá muy bien instruir a mi hijo, y ayudarlo a desarrollarse en el mundo."-
El zorro, también, se presentó aparentando mucha honestidad, y dijo:
-"Mi querida Señora Comadre, te agradezco el honor que me haces, y además, me conduciré en tal forma que serás grandemente recompensada por ello."-
Él disfrutó y gozó mucho de la fiesta, y luego dijo:
-"Mi querida Señora Comadre, es nuestro deber tomar cuidado del lobato, quien debe alimentarse bien para que llegue a ser fuerte. Yo conozco una finca donde hay un rebaño de ovejas, con el cual podremos tener una buena despensa."-
La loba quedó complacida con la sugerencia, y fue con el zorro al campo. Él le señaló a lo lejos el establo donde estaba el  rebaño, y le dijo:
-"Tú podrás acercarte tranquilamente sin que seas vista, y mientras tanto yo iré por el otro lado a ver si capturo algún pollo."-
Sin embargo, él en realidad no fue allá, sino que se sentó a la entrada del bosque, estiró sus piernas y descansó. La loba, por su parte, ingresó al establo. Pero había allí un perro que hizo tan gran escándalo, que los campesinos llegaron corriendo, cogieron a la Comadre Loba, y le rociaron sobre su piel una quemante mezcla que tenían para la limpieza. Al final ella logró escapar, arrastrándose hasta la salida. 
              

Cerca de allí se encontró al zorro, quien simulaba quejarse, y decía:
-"¡Ay, mi querida Comadre Loba!, cómo he sufrido, los campesinos cayeron sobre mí, y me quebraron las costillas. Si no quieres que me quede donde estoy y me muera, sácame de aquí."-
La loba sólo se sentía capaz de moverse lentamente ella misma, pero estaba tan preocupada por lo que le dijo el zorro, que tomó fuerzas y se lo echó al hombro, y muy despaciosamente lo llevó totalmente seguro hasta su casa. Entonces el zorro se levantó y le gritó:

-"¡Hasta la vista mi querida Comadre Loba, que el ejercicio que has hecho hoy te sea de gran provecho!"-, y riéndose a carcajadas frente a ella, salió rápidamente de allí.

Enseñanza:

Quien se asocia con timadores, de seguro también saldrá timado. 

La Serpiente Blanca

La Serpiente Blanca  


Hace mucho tiempo vivía un rey, famoso en todo el país por su sabiduría. Nada le era oculto; y parecía que por el aire le llegaban las noticias de las cosas más desconocidas  y secretas. Pero tenía una extraña  costumbre. Todos los días, después de la cena, cuando la mesa había sido retirada y cuando nadie se hallaba presente, un criado de confianza le servía un plato más. Estaba tapado, y ni siquiera el criado sabía lo que contenía, pues el Rey no lo descubría ni lo comía hasta encontrarse completamente solo.
Las cosas siguieron así durante mucho tiempo, hasta que un día al criado que retiraba el plato, le entró una curiosidad irresistible, y después de retirar el plato, lo llevó a su propia habitación. Cerró la puerta con todo cuidado, levantó la tapadera y vio que en la bandeja yacía una serpiente blanca. No pudo resistir el antojo de probarla, cortó un pedacito y se lo llevó a la boca.
Apenas lo hubo tocado con la lengua, cuando oyó un extraño susurro de suaves voces que venían de afuera de la ventana. Él fue y escuchó con detenimiento, y observó que eran gorriones que hablaban entre sí, contándose mil cosas que vieran en los campos y bosques. Al comer aquel pedacito de serpiente había recibido el don de entender el lenguaje de los animales.

Sucedió que aquel mismo día se extravió la sortija más valiosa de la Reina, y la sospecha del robo recayó sobre el fiel criado que tenía acceso a todo lugar del palacio. El Rey le mandó comparecer a su presencia, y con duras palabras le amenazó,  diciéndole que si para el día siguiente no lograba descubrir al ladrón, la culpa recaería en él y sería severamente castigado. En vano argumentó su inocencia; y fue retirado sin lograr una mejor respuesta.
Con su problema y angustia, bajó al patio, pensando en la manera de salir del apuro. En eso algunos patos descansaban  tranquilamente en el arroyo, y mientras se alisaban las plumas con el pico, sostenían  una animada conversación. El criado se detuvo a escucharlos. 
Conversaban sobre dónde habían pasado la mañana y lo que habían encontrado para comer. Uno de ellos dijo algo disgustado:
-"Siento muy pesado el estómago. Por estar comiendo de prisa, me tragué una sortija que estaba al pie de la ventana de la Reina."-
Inmediatamente, el criado lo agarró por el cuello, lo llevó a la cocina y dijo al cocinero:
- Éste es un buen pato, que ya está en buena condición para la cena."-
- "Cierto"- dijo el cocinero sopesándolo con la mano, -"él no ha tenido reparo en engordar por sí mismo, y hace días que estaba esperando ir al asador."-
El cocinero lo empezó a preparar, y cuando lo estaba adobando, apareció en su estómago el anillo de la reina.
Ahora el fiel criado pudo probar su inocencia, y el rey, queriendo rectificar su error, le ofreció el mejor puesto que quisiera dentro de la corte. 
El criado declinó este honor y solamente pidió un caballo y algún dinero para viajar, pues deseaba ver el mundo y pasarse un tiempo recorriéndole. 
Otorgada su petición, se puso en camino y un día llegó a un estanque, donde observó tres peces que habían quedado aprisionados entre cañas y luchaban por volver al agua. Ahora, aunque se diga que los peces son mudos, el hombre entendió los miserables lamentos de aquellos animales, por verse condenados a una muerte tan miserable,  y como él era de corazón compasivo, se apeó de su caballo y devolvió los tres peces al agua. Ellos saltaban de alegría, y asomando las cabezas, le dijeron:
-" Nos acordaremos de tí, y ya te pagaremos por salvarnos."-
Siguió cabalgando, y al cabo de un rato le pareció oír  una voz en la arena a sus pies. Escuchó con atención, y oyó a la reina de un hormiguero que se quejaba:
         
             
- "¿Por qué esos hombres, con sus torpes bestias, no nos dejan de maltratar tanto? Ese caballo estúpido, con sus pesados cascos, está aplastando sin compasión a mi gente."-
Entonces él se hizo a un lado del camino, y la reina de las hormigas le gritó:

-" ¡Nos acordaremos de ti, una buena acción, depara otra!"-

El camino lo condujo a un bosque, y allí vio una pareja de cuervos a la orilla de su nido, que arrojaban de él a sus hijos:
- ¡Fuera de aquí, vagabundos, buenos para nada!"- les gritaban. -"No podemos seguir alimentándolos. Ya están bastante grandecitos para proveerse por sí mismos."-
Pero los pobres polluelos quedaban
 en el suelo, agitando sus alitas y lloriqueando:

- "¡Oh, que desdichados somos,  que debemos de buscarnos la comida y todavía no sabemos volar! ¿Qué más podremos hacer, sino morirnos de hambre?"-
Se bajó el joven, mató al caballo con su espada  y dejó su cuerpo para alimento de los pequeños cuervos, los cuales se acercaron a saltos sobre la presa y, una vez satisfechos, dijeron:
- ¡Nos acordaremos de tí y te lo pagaremos!
El criado tubo que seguir su viaje a pie, y después de caminar un largo trecho, llegó a una gran ciudad. Había gran ruido y multitud de gente en las calles, y un hombre venía montado a caballo, gritando en voz alta:
-"La hija del rey desea un esposo, pero quien pretenda su mano debe cumplir una dura tarea, y si no lo logra será severamente castigado."-
Muchos ya habían hecho el intento, pero en vano. Sin embargo, cuando el joven vio a la princesa, fue cautivado por su belleza, y olvidando cualquier peligro, fue donde el rey y se declaró como pretendiente.
Entonces lo condujeron mar adentro, y en su presencia arrojaron al fondo un anillo. El Rey le ordenó que trajese el anillo del fondo del mar, y añadió:
-"Si vuelves sin ella, serás precipitado al mar y abandonado a tu suerte."-
Todos los presentes se compadecieron del apuesto mozo, y se retiraron dejando al joven solo en la playa. Él se quedó allí, considerando lo que debía de hacer, cuando de pronto vio tres peces que se le acercaban, y que no eran sino aquellos tres que él había salvado. El que venía en medio llevaba en la boca una concha, que depositó en la playa, a los pies del joven. Él la recogió y la abrió, y en su interior estaba  el anillo de oro.
Lleno de alegría lo llevó al rey, esperando  que le concediese la prometida recompensa. 

Pero la orgullosa princesa, al saber que su pretendiente no era más que un simple criado, lo rechazó, exigiéndole la realización de una nueva tarea. Salió al jardín, y con sus propias manos esparció entre la hierba diez sacos llenos de semilla de mijo y dijo:
- "Mañana, antes de que salga el sol, debes haberlo recogido todo, sin que falte un solo  grano."-
El joven se sentó en el jardín pensando  sobre como podría cumplir aquella tarea. Pero no se le ocurría nada, y se sentó muy triste pensando que a la mañana siguiente le sería impuesto un terrible castigo. Pero cuando los primeros rayos del sol iluminaron el jardín, encontró los diez sacos  completamente llenos, uno al lado del otro, sin que faltase un solo grano. Por la noche había acudido la reina de las hormigas con sus miles y miles de súbditos, y los agradecidos animalitos habían recogido el mijo muy diligentemente, y lo habían depositado en los sacos.
Bajó la princesa en persona al jardín y pudo ver muy asombrada que el joven había hecho la tarea encomendada. Pero su corazón orgulloso no estaba saciado aún, y dijo:
-"Aunque él haya realizado las dos tareas,  no será mi esposo hasta que me traiga una manzana del Árbol de la Vida."-
El pretendiente ignoraba dónde crecía aquel árbol, pero se puso en camino, dispuesto a no detenerse mientras lo sostuvieran sus  piernas, aunque no abrigaba esperanza alguna de encontrar lo. Después de haber  recorrido ya tres reinos, un atardecer llegó a un bosque y se tendió a dormir debajo de un árbol. Pero él oyó un rumor entre las ramas, y al instante una manzana dorada cayó en sus manos. En ese mismo momento bajaron volando tres cuervos, que se posaron sobre sus rodillas, y le dijeron:
-"Somos aquellos cuervos pequeñitos que salvaste de morir de hambre. Ahora, ya crecidos, supimos que andabas en busca de la manzana del Árbol de la Vida, entonces cruzamos  volando el mar y llegamos hasta el confín del mundo, donde crece el Árbol de la Vida, y te hemos traído la manzana"-

El joven, con todo júbilo, reemprendió el camino de regreso, y llevó la manzana dorada a la bella princesa, la cual no puso ya más excusas. Ellos partieron la manzana de la vida en dos mitades y se la comieron juntos. De inmediato en el corazón de la princesa brotó un sincero y gran amor por el joven, y vivieron muy felices hasta el fin de sus vidas.

Enseñanza:

Siempre, en el momento que fuese más oportuno, deben retribuirse los favores recibidos. 

El Manto

El Manto


Hubo una vez una madre que tenía un niño de siete años, quien era tan tierno y bondadoso que todo aquél que lo conocía, no podía dejar de amarlo, y ella lo adoraba sobre todas las cosas del mundo.
Y sucedió que repentinamente él se enfermó, y Dios lo llamó a su lado, y desde entonces su madre no encontró consuelo y lloraba por él día y noche. Pero poco después de que el niño había sido sepultado, aparecía por las noches en los sitios que él acostumbraba jugar y estar cuando vivió, y si su madre lloraba, él también lloraba, y al llegar el amanecer, él desaparecía.
Y como la madre no dejaba de llorar, él llegó una noche envuelto en su manto blanco con el que había sido enterrado, y con una corona de flores sobre su cabeza, y se sentó en la cama a los pies de su madre y le dijo:
-"Oh madre, por favor deja de llorar, o nunca podré llegar felizmente al reino de Dios, pues mi manto no se seca a causa de tus muchas lágrimas, que caen sobre él."-

La madre se atemorizó cuando escuchó aquello, y ya no lloró más. 
A la noche siguiente el niño vino de nuevo, y sostenía una pequeña luz en mano y le dijo:
-"Mira, mamá, mi manto ya está seco y ahora puedo partir felizmente a la casa de Dios."-
Entonces la madre entregó su dolor en las manos de Dios, y tuvo tranquilidad y paciencia, y el niño ya no volvió más, quien ahora estaba feliz en su nuevo hogar celestial.


Enseñanza:

Ante lo que es imposible de cambiar, lo mejor es la comprensión, la amorosa resignación y la aceptación de la voluntad Divina. 

El Azote del Cielo

El Azote del Cielo


Un campesino salió cierto día a arar llevando un par de bueyes. Cuando llegó al campo, los cuernos de los bueyes empezaron a crecer y crecer, y cuando tuvo que regresar a casa, los cuernos estaban tan grandes que no podían pasar por la puerta del establo.
Por buena suerte un carnicero pasaba por ahí, y llamándolo se los ofreció en venta, y finalizó el trato de la siguiente manera: 
que él le daría al carnicero una taza de medida llena de semillas de nabo, y que el carnicero le daría tantas monedas de Brabant como semillas de nabo hubiera en la taza.
¡A eso llamó yo un buen negocio!
El campesino entonces fue a su casa y trajo de regreso la taza con las semillas de nabo. Sin embargo, en el camino una semilla se cayó de la taza. El carnicero le pagó lo acordado, y si el campesino no hubiera perdido esa semilla, tendría una moneda más.
Mientras tanto, cuando el campesino regresaba a casa, la semilla había nacido y crecido hasta convertirse en un árbol, tan alto que llegaba hasta el cielo. Entonces el campesino pensó:
-"Ahora que tienes la oportunidad, puedes ver que están haciendo los ángeles allá arriba, y por al menos esta vez, los tendrás frente a tus ojos."-
Así que trepó al árbol, y vio que los ángeles estaban azotando las espigas de avena, y se quedó mirando. 
  
                                
Y mientras miraba, notó que el árbol sobre el cual estaba subido, empezó a vibrar,  y se asomó hacia abajo y vio que alguien estaba tratando de cortarlo.
 -"Si yo caigo desde aquí, eso será algo muy malo."- pensó.
Y en su apuro, para salvarse no pensó en otra cosa que tomar tallos de avena que estaban amontonados en grupos, trenzarlos y así hacerse de una cuerda. De igual forma, tomó un azadón y un azote de los que se usan para azotar los cereales y que estaban a su alcance, y empezó a bajar por medio de la cuerda que recién había hecho.

Pero al llegar a la tierra, cayó exactamente en un enorme hueco, muy hondo. Fue una verdadera suerte que hubiera traído el azadón, porque con él fue cavando gradas hasta que salió a la superficie. Y subió consigo también el azote como prueba de su verdad, para que así, viéndolo en su mano, nadie intentara dudar de su historia.

Enseñanza:

La amenaza es con lo que actúan siempre quienes quieren imponer "su verdad", con menosprecio de lo que piensen los demás.