viernes, 22 de mayo de 2015

LA LEYENDA DEL PALO BORRACHO

LA LEYENDA DEL PALO BORRACHO


El palo borracho fue apreciado por los indios de las márgenes del río Pilcomayo porque con su tronco enorme en forma de botellón hacían canoas, bateas y "Cachiveo", especie de embarcación liviana y resistente; recipientes para la aloja y para amasar la harina. Sirve para yesca, moldes, etcétera. El salteño le llama "yucan", el guaraní "samohú", y los tobas le dan el nombre de "copadalick" . Su nombre clásico es "schorissia", sus flores son rosas, amarillas, blancas o lilas. No se le conocen cualidades curativas, pero su sombra es codiciada por el perímetro que abarcan sus ramajes.
Se da en clima cálido y seco, y se tiene entendido que mientras más lejos se encuentra el agua, más desarrolla su tronco. Su pulpa fofa, va almacenando la humedad de la tierra, el rocío que cae en sus ramas y tronco se conserva en la enorme "botella". Su fruto es una vaina más grande que una nuez y al madurar se abre, brota de él una cantidad de semilla y copos de algodón suave.
La leyenda del palo borracho es una de las más hermosas concepciones de la mente indígena. Contrariamente a lo que cabe suponer por la forma del árbol, el hombre criado en la selva cree que éste representa el cuerpo de una mujer; cuerpo que se va formando en tres períodos de vida: la juventud, en la que el árbol muestra su tronco con la esbeltez, de una doncella; el de la plenitud, en el que el mismo muestra las formas de la mujer en su vigor espiritual y físico, y la vejez, en la que el árbol muestra las formas maduras de la matrona, reposada, que se convierte en "madre nuestra pegada a la tierra" ... Pegada a la tierra por la fuerza de un designio.
En los tiempos en que la luna bañaba su precioso disco en las aguas de los grandes ríos aprisionados en la floresta, existía una tribu de indios cuyos hombres eran de un valor, extraordinario, y sus mujeres de mágica hermosura.
Una de ellas sobresalía de todas por su exquisita bondad que se unía a sus nobles condiciones para completar un digno marco de atracción y de alabanzas. Muchos guerreros ambicionaban llevarla a su tienda por compañera, y muchas estrellas fueron testigos de las rondas y canciones que le prodigaban al son de instrumentales de sonoros acordes. La joven india, que había rendido las pruebas que se exigían a las mujeres de su tribu llegadas a la pubertad, tenía su elegido en uno de los indios de su pueblo, Era un esbelto guerrero que en más de una ocasión había puesto a prueba su coraje. El amor los fue uniendo hasta que quiso la fatalidad que la tribu se trabara en lucha con otras enemigas.
Partió el amante con sus compañeros, no sin antes solicitar de los labios de la amada la fidelidad que guardaría durante su ausencia. Ella le prometió un amor eterno y juré sobre los huesos de sus abuelos que no unirla su cuerpo a otro que no fuera el que había elegido y amado con extraño frenesí. Su espera sería eterna, hasta que las, sombras la arrojaran en medio de la noche y la muerte le diera el sosiego a su espíritu dolorido.
Transcurrieron muchas lunas sin que los guerreros ofrecieran noticias. Cuando la convicción de la muerte se extendió por la tribu, la india, desposeída de su bien amado por el triste designio, escuchó indiferente palabras de amor de bizarros hombres del pueblo. A ninguno hizo caso, porque en su corazón se habla abierto una herida profunda causada por el dolor y que no se restañaría por largo tiempo.
Desesperada se hundió en la selva para dejarse morir en ella. Poco tiempo resistió el peso de la vida su físico debilitado. Una mañana, a la llegada de la primavera, los indios que se dirigían a cazar, la encontraron muerta entre los matorrales. Decidieron llevarla hasta el pueblo; pero, en momentos de cargarla sobre una parihuela, notaron que sus brazos se alargaban en forma de ramas y que su cuerpo se redondeaba tomando, la forma de un árbol de extraña configuración. Su cabeza se doblegó hacia el naciente, sobre el tronco, y de los dedos: empezaron a brotar flores blancas de gran hermosura. Los indios retornaron impresionados a su tribu y allí contaron lo que habían visto.
Sólo algunos días después se animaron a volver al lugar donde se hallaba la india muerta, convertida en árbol. Al llegar comprobaron que las flores se habían teñido de un ligero color rosado y que ya no había quedado ningún vestigio, de humanidad. El árbol se levantaba seguro sobre su robusto tronco y su ramaje florecido', se desparramaba en su graciosa copa.
Termina la leyenda diciendo que las flores blancas son los suspiros de amor y las lágrimas de la india que se tiñen de rosa por la sangre derramada en el campo de batalla, y que las raíces del árbol absorben de la tierra para llevarla a las corolas.


Extraído de: "El mito, la leyenda y el hombre - Usos y costumbres del folklore", Félix Molina-Tellez, Editorial Claridad, Primera edición, Buenos Aires 1947. 

El Diablo con los Tres Pelos de Oro

El Diablo con los Tres Pelos de Oro


Había una vez una pobre mujer que dio a luz a un pequeño niño, y como el niño nació con una membrana sobre su cabeza, le predijeron que en su decimocuarto año él tendría a la hija del rey por esposa. Sucedió que poco después el rey bajó a la villa, y nadie sabía que era el rey, y cuando preguntó a la gente que noticias nuevas había, contestaban:
-"Acaba de nacer un niño con una membrana en su cabeza, y quien quiera que nazca con eso tendrá muy buena suerte. Y le han profetizado, también, que cuando cumpla sus catorce años, obtendrá a la hija del rey por esposa."-
El rey, quien tenía un duro corazón, se enojó con lo de la profecía, fue donde los padres de la creatura, y aparentando gran amistad dijo:
-"Ustedes, pobre gente, permítanme tener a su niño y yo cuidaré de él."-
Al principio ellos rechazaron la oferta, pero cuando el extraño les ofreció una gran cantidad de oro, pensaron:
-"Es un niño con suerte, y cualquier suceso siempre se tornará a su favor."-
Y al fin consintieron y le dieron al niño.
El rey lo puso en una cesta y viajó con él hasta llegar a un profundo río. Entonces tiró el cesto al agua y pensó:
-"He librado a mi hija de su inesperado pretendiente."-
Sin embargo el cesto no se hundió, y flotó como un bote, y ni una gota de agua entró en él. Y navegó como dos leguas más abajo hasta llegar a un molino donde entró en una de las tomas de agua del molino. Un joven que trabajaba en el molino, que por casualidad estaba por ahí en ese momento, lo vio, y con un gancho lo jaló y lo sacó del agua, pensando que contenía un gran tesoro, pero cuando lo abrió encontró al precioso niño adentro vivito y contento. Se lo llevó entonces al molinero y su esposa, y como ellos no tenían niños se complacieron y dijeron:
-"Dios nos lo ha enviado -"
Y ellos cuidaron adecuadamente al niño, quien creció lleno de cariño.
Sucedió que años mas tarde, en una gira del rey, éste llegó al molino, y le preguntó al molinero y su esposa si ese alto joven era su hijo.
-"No"- contestaron, -"Él fue encontrado. Hace catorce años él flotaba sobre las aguas del río en un cesto y llegó al molino. Mi ayudante lo jaló y sacó del agua.
Entonces el rey supo que ese no era ni más ni menos que el niño con suerte que él había tirado al agua, y dijo:
-"Mi buena gente, ¿no podría ese muchacho llevarle una carta a la reina, y yo le pagaré con dos piezas de oro?"-
-"Cómo mande el rey."- contestaron ellos, y le dijeron al joven que se alistara.
El rey escribió una carta a la reina, en la que decía:
-"Tan pronto como este muchacho llegue con la carta, mátenlo y entiérrenlo. Todo debe estar cumplido antes de que yo regrese."-
El muchacho partió con la carta, pero perdió el camino, y al anochecer llegó a un gran bosque. En la oscuridad él vio una pequeña luz, y avanzó hacia ella hasta llegar a un rancho. Él entró, y vio a una vieja mujer que estaba sentada sola junto al fogón. Cuando ella vio al joven, dijo:
-"¿De dónde vienes, y hacia dónde te diriges?"-
-"Vengo del molino"- contestó, -"y deseo llegar donde la reina, para quien le llevo una carta, pero he perdido el camino en esta foresta y agradecería poder quedarme aquí la noche."-
-"¡Oh pobre muchacho!"- dijo la mujer, -"has llegado a una cueva de ladrones, y cuando vengan, de seguro te matarán."-
-"Deja que vengan"- dijo el joven, -"no estoy asustado, pero estoy tan cansado que no puedo avanzar más."- y se acomodó sobre una banca y se quedó dormido.
Muy pronto llegaron los ladrones, y molestos preguntaron quien era ese extraño muchacho durmiendo allí.
-"¡Ah!"- dijo la vieja mujer, -"es un inocente muchacho que se perdió en el bosque, y por piedad lo dejé entrar. Él debe de llevar una carta a la reina"-
Los ladrones abrieron la carta y la leyeron, y en ella decía que en cuanto el joven llegara debía ser muerto. Entonces los duros ladrones sintieron lástima, y su líder la rompió y escribió otra diciendo que tan pronto el muchacho llegara, debía ser casado al instante con la hija del rey. Y lo dejaron dormir tranquilamente hasta la siguiente mañana. Y cuando despertó le dieron la carta, y le indicaron el camino correcto.
La reina, cuando recibió la carta y la leyó, hizo lo que estaba escrito en ella, y preparó una espléndida fiesta de boda, y la hija del rey fue casada con el joven de la suerte, y como el joven era apuesto y colaborador, ella vivió con él felizmente.
Tiempo después el rey retornó de su gira a palacio y vio que la profecía se había cumplido, y que el joven de la suerte se había casado con su hija.
-"¿Cómo habrá sucedido eso?"- dijo él, -"Yo di otras instrucciones en mi carta"-
Así pues que la reina le entregó la carta, y le dijo que podía ver personalmente lo que en ella estaba escrito. El rey examinó la carta y vio muy bien que había sido cambiada por la otra. Él le preguntó al joven que qué había sido de la carta que él le confió, y que por qué había traído otra en su lugar.
-"No sé nada de ello"- contestó, -"pudo haber sido cambiada en la noche, cuando dormí en la foresta."- 
El rey dijo molesto:
-"No vas a tener todo tranquilamente a tu manera, quien se casa con mi hija debe traerme del infierno tres pelos de oro de la cabeza del diablo. Dame lo que te pido, y podrás continuar con mi hija."-
De este modo esperaba el rey deshacerse del muchacho para siempre. Pero el chico de la suerte contestó:
-"Conseguiré los pelos de oro, no le temo al diablo"- y se alejó de ellos para comenzar su gira.
El camino lo llevó a un gran pueblo, donde el guardián de las puertas le preguntó a que venía y que conocimientos tenía.
-"Yo sé de todo"- contestó el joven.
-"Entonces puedes hacernos un favor"- dijo el guardián, -"si nos puedes decir por qué nuestra fuente del mercado, que una vez fluía vino, se ha secado, y desde entonces ni siquiera nos da agua."-
-"Ya lo sabrán"- contestó, -"sólo esperen a mi regreso."-
Y siguió su camino y llegó a otra ciudad, y allí también el guardián de las puertas le preguntó a qué venía y qué sabía.
-"Sé de todo"- contestó.
-"Entonces podrás hacernos un favor y decirnos ¿por qué un árbol en nuestro pueblo, que una vez daba manzanas de oro, ahora ni siquiera echa hojas?"-
-"Ya lo sabrán"- contestó, -"sólo esperen a mi regreso"-
Entonces prosiguió y llegó a un ancho río que debía atravesar. El botero le preguntó a qué venía y qué sabía él.
-"Sé de todo"- contestó.
-"Entonces podrás hacerme un favor"- dijo el botero, -"dime ¿por qué debo estar siempre yendo y viniendo y nunca quedar libre de esta labor?"-
-"Ya lo sabrás"- contestó, -"sólo espera a mi regreso"-
Cuando había cruzado el río encontró la entrada al infierno. Era negra y llena de hollín, y el diablo no se encontraba en casa, pero la abuela estaba sentada en una gran mecedora.

 

                                           

-"¿Qué es lo que quieres?"- le preguntó.
Pero ella no parecía ser malvada.
-"Me gustaría tener tres pelos de oro de la cabeza del diablo"- le contestó. -"De lo contrario no podría conservar a mi esposa."-
-"Eso es un buen trabajo para solicitar."- dijo ella, -"Si el diablo llega y te encuentra, te costará la vida, pero como te tengo piedad, veré si te puedo ayudar."-
Ella lo convirtió en hormiga y dijo:
-"Métete entre los dobleces de mi vestido, allí estarás seguro."-
-"Sí"- contestó él, -"hasta ahora todo bien. Pero hay tres cosas además que debo de saber: ¿por qué una fuente que una vez fluía vino se ha secado, y ahora ni siquiera echa agua; por qué un árbol que una vez daba manzanas de oro, ahora ni siquiera da hojas; y por qué un botero debe de estar siempre yendo y viniendo, y nunca queda libre?
-"Esas son preguntas difíciles"- contestó ella, -"pero solamente quédate en silencio y quieto y pon atención a lo que diga el diablo cuando yo le arranque los tres pelos de oro."-
Cuando llegó el anochecer, el diablo regresó. No más había entrado cuando notó un cambio en el aire.
-"Me huele a carne humana"- dijo él, -"algo no está bien aquí."- 
Entonces él revisó cada rincón, y buscó y buscó, pero no encontró nada. Su abuela lo increpó:
-"Acabo de terminar de barrer y puse todo en orden, y ya estás desordenando todo otra vez; tú siempre tienes carne humana en tu nariz. Siéntate y come tu cena."-
Cuando ya hubo cenado y bebido, se sintió cansado, y reposó su cabeza en el regazo de su abuela, y al poco rato quedó profundamente dormido, roncando y respirando hondo. Entonces la vieja mujer agarró un pelo de oro, lo jaló y lo puso abajo cerca de ella.
-"¡Ay!"- gritó el diablo, -"¿Qué estás haciendo?"-
-"He tenido un mal sueño"- contestó la abuela, -"por eso me sostuve de tu pelo."-
-"¿Y cómo era el sueño?"- dijo el diablo.
-"Soñaba que en una plaza de mercado había una fuente que una vez echaba vino, pero se secó y ahora no echa ni agua. ¿Que podría haber ocurrido?"-
-"¡Ah já! ¡si lo supieran!"- contestó el diablo, -"Hay un enorme sapo sentado sobre una piedra en el pozo. Si lo mataran, el vino regresaría de nuevo."-
Él se durmió de nuevo, y roncaba que hasta las ventanas vibraban. Entonces ella desprendió el segundo pelo.
-"¡Hey, que estás haciendo!"-, gritó el diablo incómodo.
-"No lo tomes mal."- dijo ella, -"Lo hacía en un sueño."-
-"¿Y qué has soñado ahora?- preguntó él.
-"Soñaba que en cierto reino había un manzano que una vez daba manzanas de oro, pero ahora no da ni hojas. ¿Cuál crees que pueda ser la razón?"- 
-"¡Oh! ¡si lo supieran!"- contestó el diablo, -"Un ratón está mordiendo la raíz, si lo mataran, tendrían de nuevo manzanas de oro. Pero si sigue mordiendo más tiempo, el árbol entero se moriría. Pero déjame sólo con tus sueños: si me vuelves a molestar en mi dormir te jalaré las orejas."
La abuela le habló suavemente hasta que de nuevo se durmió y roncó. Entonces ella arrancó el tercer pelo de oro. El diablo saltó, rugió fuertemente, y la hubiera regañado si ella no lo hubiera tranquilizado una vez más diciéndole:
-"¿Quien podría solventar malos sueños?"-
-"¿Cuál fue el sueño, entonces?"- preguntó él, un poco intrigado.
-"Soñaba que había un botero que se quejaba de que siempre tenía que ir de uno al otro lado del río, y nunca podía liberarse. ¿Cuál sería la solución?"-
-"¡Ah, el tontito!"- contestó el diablo, -"cuando alguien llegue y desee cruzar el río, él debe poner los remos en sus manos, y este otro hombre tendrá que seguir haciendo el transporte y él quedará libre."-
En cuanto la abuela hubo arrancado los tres pelos de oro, y los tres enigmas resueltos, lo dejó tranquilo durmiendo hasta el amanecer.
Cuando el diablo salió de nuevo, la vieja mujer tomó a la hormiga de los pliegues de su vestido, y le dio al joven de la suerte su forma humana de nuevo.
-"Aquí tienes los tres pelos de oro para tí"- dijo ella, -"Supongo que oíste lo que dijo el diablo sobre tus tres preguntas"-
-"¡Sí, claro!"- contestó él, -"sí lo oí, y tendré cuidado de recordarlo."-
-"Ya tienes lo que querías"- dijo ella, -"y ahora puedes partir."-
Él le agradeció haberlo ayudado en su necesidad, y dejó el infierno muy contento de que todo salió afortunadamente bien.
Cuando volvió al río, el botero esperaba ansioso la respuesta prometida. 
-"Pásame primero"- dijo el joven con suerte, -"y entonces te diré como liberarte."-
Y cuando llegaron a la orilla contraria, le dijo el consejo del diablo:
-"La próxima vez que venga alguien que desee cruzar el río, solamente ponle los remos en sus manos"-
Siguió adelante hasta el pueblo donde estaba el manzano improductivo, y allí también el guardián esperaba la respuesta. Él le dijo lo que escuchó del diablo:
-"Maten al ratón que está mordiendo su raíz, y de nuevo dará manzanas de oro."-
Entonces el guardián le agradeció dándole dos burros cargados con oro, que siguieron tras él.
De último llegó al pueblo donde la fuente se había secado. Él le dijo al guardián lo que dijo el diablo:
-"Un gran sapo está en el pozo sobre una piedra. Deben de encontrarlo y matarlo, y el pozo de nuevo fluirá vino en cantidad."-
El guardián le agradeció, dándole también dos burros cargados de oro.
Al fin el joven de la suerte llegó a casa con su esposa, que estuvo feliz de corazón por verlo de nuevo, y de oír cuan bien había prosperado en todo. Al rey él le llevó lo que había pedido: los tres pelos de oro del diablo, y cuando el rey vio a los cuatro burros cargados con oro se puso muy contento y dijo:
-"Ahora que has cumplido con todas las condiciones, puedes quedarte con mi hija. Pero dime, querido yerno, ¿de dónde sacaste todo ese oro? ¡Es una enorme riqueza!"-
-"Remando, yo atravesé un río"- contestó, -"y allá, en la otra orilla, yacía oro en vez de arena."-
-"¿Podría yo traer también?"- dijo el rey, muy ansioso por conseguirlo.
-"Tanto como quiera."- contestó el joven.
-"Hay un botero en el río, pídale que lo pase al otro lado, y podrá llenar sus sacos."-

El voraz rey salió a toda prisa, y cuando llegó al río le pidió al botero que lo pasara. El botero se acercó y le pidió que subiera. Y cuando llegaron a la otra orilla, le puso los remos en las manos y saltó. Y de ahí en adelante, el rey tuvo que seguir remando, como un castigo a sus pecados.
¿Estará aún ahí de botero? Si lo está, es porque nadie le ha tomado aún los remos. 


Enseñanza:

Quien lanza un mal, contra él mismo retorna.

jueves, 21 de mayo de 2015

LEYENDA DE LA MUTISIA

LEYENDA DE LA MUTISIA



Painemilla era un cacique mapuche altanero y violento que pretendía imponer su dominio sobre todas las tribus vecinas. Los que no se le sometían eran sus enemigos irreconciliables y con ellos mantenía frecuentes guerras. Tal era el caso de Huenumán, quien no se doblegaba a las pretensiones de su vecino y seguía luchando por su independencia y autonomía.
Pero el destino les jugaría una mala pasada. Millaray, la joven hija de Painemilla, se enamoró locamente de Ñancumil, el hijo del cacique Huenumán. Los jóvenes decidieron luchar por su amor, y se vieron muchas veces a escondidas por temor al odio entre sus padres.
En cierta ocasión en que la tribu de Painemilla estaba reunida celebrando un Nguillatún, un potente graznido rompió el silencio nocturno: era el Pun Triuque, el chimango de la noche, quien con su grito de alerta presagia desgracias. La machi comenzó a buscar el motivo de la alerta, y pudo descubrir a los jóvenes amantes escondidos en las sombras. La machi decidió consultar con los dioses la actitud que debía tomar, y ellos le dijeron que debía contar lo sucedido al cacique.
La machi fue hasta el toldo del cacique y relató lo que había visto, pero inmediatamente se arrepintió de haberlo hecho porque volvió a escuchar el alarmante graznido del Pun Triuque.
Painemilla, muy enojado, ordenó que capturaran a los jóvenes y los llevaran ante él. La bella Millaray pidió piedad a su padre, pero de nada le sirvió explicar que querían casarse respetando todos los rituales de la tribu y que nada malo hacían a los demás al no odiarse como lo hacían sus mayores. El cacique no deseaba parecer débil ante su pueblo y ordenó que ejecutasen a los amantes, y en el mismo momento que pronunciaba su sentencia volvió a oírse el afligido y doliente grito del Pun Triuque. Ambos jóvenes fueron atados a un poste, y luego de darles muerte a lanzazos, sus cuerpos fueron abandonados en el lugar.
A la mañana siguiente, en el mismo lugar donde habían dejado los cuerpos de los jóvenes, la tribu descubrió unas hermosas flores nunca vistas hasta entonces. Tenían largos pétalos anaranjados y se aferraban al poste del sacrificio igual que una enredadera, como dos amantes en un abrazo interminable.
Todos fueron a ver al prodigio y, avergonzados, comenzaron a venerarla por representar el recuerdo de un amor puro. Las almas de los jóvenes, amparadas por el Futa Chao (padre grande) en el país del cielo, se amarán por siempre mientras esa delicada flor de pétalos encendidos nos recuerde su injusto martirio.


Pulgarcito

Pulgarcito 



Había una vez un pobre campesino que se sentaba al anochecer junto al hogar y lo encendía, y su esposa se sentaba e hilaba. Entonces dijo él:
-"¡Qué triste es que no tengamos niños! Con nosotros todo es tan calmo, y en otras casas hay bullicio y vida."-
-"Cierto"- replicó la esposa suspirando, -"aún si tuviéramos solamente uno, y si fuera pequeñito, tan grande como un pulgar, yo estaría satisfecha, y lo amaríamos con todo nuestro corazón."-
Y sucedió que la mujer quedó embarazada, y siete meses después dio a luz a un niño, que era perfecto en su forma, pero no más grande que un pulgar. Entonces ellos dijeron:
-"Es como deseamos que fuera, y será nuestro amado niño."-
Y por motivo de su tamaño, lo llamaron Pulgarcito. Ellos le proveyeron de todo alimento, pero el niño no crecía de talla, si no que seguía del mismo tamaño, pero tenía unos ojitos vivaces, y pronto mostró ser una creatura hábil y entendida, y todo lo captaba perfectamente.
Un día el campesino se preparó para ir al bosque a cortar leña, cuando pensando en voz alta dijo:
-"¡Cómo desearía que hubiera alguien que pudiera llevarme la carreta!"-  
-"Oh padre"- gritó Pulgarcito, -"enseguida yo te llevo la carreta, confía en eso, la tendrás en el bosque en el momento apropiado."-
El hombre sonrió y dijo:
-"¿Cómo podría ser, tú tan pequeño manejando los caballos con las riendas?"-
-"Eso no es problema, padre, si mi madre les pone los arreos, yo me sentaré en la oreja del caballo y le iré diciendo qué rumbo tomar."-
-"Bien"- dijo el hombre, -"por esta vez lo intentaremos"-
 Cuando llegó el momento, la madre alistó la carreta con el caballo, y colocó a Pulgarcito en la oreja del caballo. Y entonces la creatura gritó:
-"¡Arre! ¡Arre!"-  
Todo sucedió apropiadamente como si fuera manejada por el patrón, y la carreta iba por el camino correcto hacia el bosque. Y pasó que al doblar en una esquina, cuando el pequeño iba gritando -"¡Arre! ¡Arre!"- dos extraños hombres se acercaron. 
-"¡Por Dios! dijo uno de ellos, -"¿Qué es esto? ¡una carreta que va caminando, y se oye a un carretero arreando al caballo pero no se ve a nadie!"-
-"Algo no calza"- dijo el otro, -"sigamos a la carreta y veamos a donde para."-   
La carreta, sin embargo, se internó dentro del bosque, y llegó exactamente adonde la leña había sido cortada. Cuando Pulgarcito vio a su padre, le gritó:
-"Ves padre, aquí estoy con la carreta, bájame por favor."-
El padre sostuvo al caballo con su mano izquierda, y con la derecha sacó a su pequeño hijo de la oreja. Pulgarcito se sentó graciosamente en una rama, pero cuando los dos hombres lo vieron, no supieron que decir por el asombro. Entonces uno de ellos se acercó al otro y le dijo:
-"Hark, ese pequeñín puede traernos una gran fortuna si lo exhibimos en una gran ciudad por dinero. Comprémoslo."-
Ellos fueron donde el campesino y le dijeron:
-"Véndanos a ese hombrecito. Será bien tratado por nosotros."-
-"No"- replicó el padre, -"él es la luz de mis ojos, y ni todo el oro del mundo podría comprármelo."-
Pulgarcito, sin embargo, cuando oyó acerca del negocio, agarrándose de la tela del abrigo de su padre, subió hasta el hombro y le susurró en el oído:
-"Padre, déjame ir, y yo volveré pronto"-
Entonces el padre fue con él donde los dos hombres, y recibió un buen puñado de dinero.
-"¿Dónde te sentarás?"- preguntaron ellos.
-"Oh, simplemente ponme en el ala del sombrero, y desde allí yo podré ir hacia atrás o hacia adelante mirando el paisaje, y no me caeré."-  
Ellos lo hicieron tal como lo pidió. Y cuando Pulgarcito se despidió de su padre, ellos partieron con él. Caminaron hasta que oscureció, y entonces el pequeñín dijo:
-"Bájame por favor, necesito bajar."- 
El hombre se quitó el sombrero y puso al pequeño compañero en el suelo, a la orilla del camino, y él saltó y se arrastró entre la maleza, y repentinamente se deslizó en el hueco de una cueva de ratones que él había visto. 
-"¡Buenas tardes, caballeros, pueden irse a casa sin mí!"- le gritó a los hombres, y se burló de ellos. Ellos corrieron hacia él y metieron varillas dentro de la cueva de los ratones, pero fue una labor perdida. Pulgarcito se metió más adentro aún, y cuando ya oscureció completamente, los hombres se vieron forzados a regresar a sus casas con su pesadumbre y con los bolsillos vacíos.
En cuanto Pulgarcito vio que ellos se fueron, salió del pasaje subterráneo. 
-"Es tan peligroso caminar sobre el suelo en la oscuridad"- se dijo él, -"¡tan fácil que sería quebrarse un brazo o una pierna!"-
Afortunadamente tropezó contra una concha de caracol vacía.
-"¡Gracias a Dios!"- se dijo, -"Dentro de esto puedo pasar la noche sin peligro"- y se metió en ella.
Al poco rato, cuando ya estaba a punto de dormirse, oyó a dos hombres que pasaban por allí, y uno de ellos decía:
-"¿Cómo podríamos hacer para sacarle al rico pastor su oro y su plata?"-  
-"Yo te puedo decir"- gritó pulgarcito, interrumpiéndolo.
-"¿Qué fue eso?"- dijo uno de los ladrones asustado, -"Escuché a alguien hablando."-
Ellos se mantuvieron escuchando, y Pulgarcito dijo de nuevo:
-"Llévenme con ustedes, y les ayudaré."-
-"¿Pero dónde estás?"- preguntaron.
-"Justo en el suelo, y observen de donde viene mi voz."- contestó.
Por fin los ladrones lo encontraron y lo levantaron.




-"¿Tú, pequeño duende, cómo tú nos vas a ayudar?"- dijeron.
-"Tengo un modo."- respondió él. -"Yo entraré a la habitación del pastor metiéndome entre las rejas, y les pasaré a ustedes lo que deseen tener."
-"Entonces ven con nosotros"- dijeron, -"y veremos que puedes hacer"-
Cuando llegaron a la casa del pastor, Pulgarcito se arrastró a la habitación, e inmediatamente gritó lo más fuerte que pudo:
-"¿Quieren tener todo lo que hay aquí?"-
Los ladrones se alarmaron, y dijeron:
-"Pero habla bajito, no vayas a despertar a alguien."-
Pulgarcito, sin embargo, actuó como si no hubiera entendido, y gritó de nuevo:
-"¿Qué es lo que quieren? ¿Quieren ustedes todo lo que hay aquí?"-
La criada, que dormía en la habitación contigua, oyó aquello y se sentó en la cama, y siguió escuchando. Los ladrones sin embargo, con su temor se habían alejado un poco, pero al final tomaron coraje y pensaron:
-"Ese pequeño pícaro quiere burlarse de nosotros."-
Ellos regresaron y le susurraron:
-"Ven, sé serio, y pásanos algo a nosotros."-
Entonces Pulgarcito de nuevo gritó tan fuerte como pudo:
-"¡En verdad que les voy a dar todo, sólo extiendan las manos!"-
La criada, que estaba escuchando, oyó eso claramente, y saltó de la cama y fue a la puerta. Los ladrones volaron, corriendo como si los persiguiera el Cazador Salvaje, pero como la criada no podía ver nada, fue a encender una luz. Cuando volvió con la luz, Pulgarcito, sin que fuera percibido, se fue al granero, y la criada, después de examinar cada rincón y no encontrar nada, se acostó de nuevo en su cama, y pensó, que después de todo, sólo había estado soñando con los ojos y oídos abiertos.
Pulgarcito había escalado en el heno y encontró un lindo lugar donde dormir. Allí intentó descansar hasta el amanecer, y luego regresar a casa donde sus padres. Pero debía pasar por otras cosas. 
¡De veras que hay mucha aflicción y miseria en este mundo! Cuando el sol salió, la criada se levantó de su cama para ir a alimentar las vacas. Su primera caminata fue dentro del pajar, donde ella tomó una paca de heno, y precisamente era en la que Pulgarcito dormía. Sin embargo, él estaba tan profundamente dormido que no se dio cuenta de nada, y no se despertó hasta que estuvo en la boca de la vaca, que lo había tomado junto al bocado de heno. 
-"¡Oh cielos!"- gritó el, -"¿Cómo sería que llegué hasta este molino?"-
Pero inmediatamente descubrió donde estaba. Entonces fue necesario tener mucho cuidado, no fuera a caer entre los dientes y ser descuartizado, pero inevitablemente fue forzado a resbalar dentro del estómago junto con el heno.
-"En esta habitación olvidaron las ventanas"- decía, -"y el sol no brilla, y ni siquiera hay una candela"- 
El cuarto no le era nada placentero, y lo peor era que, más y más heno entraba por la puerta, y el espacio se reducía más y más. Entonces, confundido en su angustia, gritó tan fuerte como pudo:
-"¡No quiero más hierba, no quiero más hierba!"-
La criada estaba en ese momento ordeñando la vaca, y cuando oyó que alguien hablaba, y no vio a nadie, y acató que era la misma voz que había escuchado en la noche, se aterrorizó tanto que saltó de su banquillo y desparramó la leche. Corrió ella donde su patrón, y dijo:
-"¡Por los cielos, pastor, la vaca está hablando!
-"¡Estás loca!"- respondió el pastor. 
Pero decidió ir él personalmente a ver que era lo que pasaba allá. Y no terminaba de llegar cuando Pulgarcito gritó de nuevo:
-"¡No quiero más hierba, no quiero más hierba!"-
Entonces el mismo pastor se alarmó, y pensó que un espíritu endemoniado se había apoderado de la vaca, y ordenó matarla. Y fue matada, pero el estómago, donde estaba Pulgarcito, fue tirado a la basura.
Pulgarcito tuvo gran dificultad en salir del paso, sin embargo tuvo éxito en hacerse de más espacio, pero justo cuando iba sacando la cabeza, una nueva dificultad se presentó. Un lobo hambriento corrió hacia allá, y se tragó el estómago de un sólo bocado. Pulgarcito no perdió el coraje.
-"Quizás"- pensó él, -"el lobo tendrá que oír lo que tengo que decirle."-
Y lo llamó desde adentro de su estómago:
 -"Querido lobo, yo sé de una magnífica fiesta para ti."-
-"¿Y adonde es que va a tener lugar?"-
-"En una casa que te indicaré. Tienes que arrastrarte por el fregadero de la cocina, y encontrarás pasteles y tocino y salchichas, y muchas otras cosas que podrás comer a tu gusto"-, y le describió exactamente la casa de su padre. 
Al lobo no hubo que repetirle eso dos veces, se estrujó lo más que pudo y entró a la casa por el vertedero, y comió hasta quedar contento de gordo. Cuando hubo terminado con todo, quiso salir de nuevo, pero había engordado tanto que no podía usar la misma vía por donde entró. 
Pulgarcito sabía que eso iba a suceder, y ahora comenzó a hacer violentos ruidos en el cuerpo del lobo, y gritaba y gritaba tan fuerte como podía. 
-"¡Haz silencio!"- decía el lobo, -"¡vas a despertar a la gente!"-
-"¿Y qué?"- replicó el pequeñín, -"has comido hasta llenarte, y yo haré también mi fiesta"-
Y una vez más comenzó a gritar con furor. Por fin, su padre y madre fueron despertados por los ruidos, corrieron al cuarto y se asomaron por la ventanilla de la puerta. Cuando vieron que había un lobo adentro, se alejaron, y el esposo trajo su hacha, y la esposa la guadaña.
 -"Ponte detrás"- dijo el hombre cuando entraron al cuarto. -"Cuando yo dé el primer golpe, si no queda muerto, córtalo y divídelo en piezas."- 
Entonces Pulgarcito que oyó las voces de su padre, gritó:
-"¡Querido padre, yo estoy aquí, dentro del cuerpo de lobo!"-

Y dijo el padre lleno de gozo:
-"¡Gracias a Dios que nuestro hijo nos ha encontrado de nuevo!"-
Y le pidió a la mujer dejar la guadaña, para que Pulgarcito no resultara herido. El hombre levantó su brazo, y dio tan certero golpe a la cabeza del lobo que éste cayó muerto. Entonces trajeron navajas y tijeras, cortaron su cuerpo y sacaron al pequeñín para afuera.
-"¡Ah!"- dijo el padre, -"que preocupación hemos tenido pensando en tu suerte."-
-"Sí padre, anduve por el mundo en tantas situaciones. ¡Gracias al cielo, ya respiro aire fresco de nuevo.!"-
-"¿Dónde estuviste, entonces?"-
-"Ay padre, estuve en una cueva de ratones, en el estómago de una vaca, y luego en el de un lobo. Ahora ya estaré con ustedes."-
-"Ya no te volveremos a vender, ni por todas las riquezas del mundo"- dijeron sus padres.
Y abrazaron y besaron a su amado Pulgarcito. Le dieron de comer y beber, y lo vistieron con trajes nuevos que habían hecho para él, pues los que llevaba se estropearon en su viaje.

Enseñanza:

Ningún tesoro puede sustituir lo que se ama profundamente.

miércoles, 20 de mayo de 2015

EL GIRASOL

EL GIRASOL


Cuenta una leyenda guaraní que la vida de esta planta comenzó en un lugar a orillas del río Paraná, donde vivían dos tribus vecinas. Los caciques de ambas tribus, Pirayú y Mandió, eran muy buenos amigos, y sus pueblos intercambiaban pacíficamente artesanías y alimentos. Un día, a Mandió se le ocurrió unir las dos tribus, y para ello pidió en matrimonio a la hija de Pirayú. Pero éste le dijo que eso era algo imposible, y le contó que su hija no se casaría con ningún hombre porque había ofrecido su vida al Dios Sol.
Mandió se encolerizó, y Pirayú trató de explicarle, de la mejor manera posible, que la joven Carandaí pasaba horas al Sol desde muy pequeña y vivía únicamente para él, y que los días nublados la ponían muy triste.
- ¡Esto es peor que un desprecio! -grito Mandió, y se alejó prometiendo venganza.
Pirayú se quedó muy triste y preocupado, porque pensaba que su amigo castigaría a su pueblo. Y por desgracia, al cabo de varios días, sucedió lo tan temido. Carandaí se desplazaba en su canoa por el río, contemplando la caída del sol, cuando de pronto vio resplandores de fuego sobre su aldea. Llena de angustia remó con todas sus fuerzas hacia la orilla pero, al saltar a tierra, una trampa hecha con gruesas barras de madera cayó sobre ella y la inmovilizó.
- Ahora tendrás: que pedirle a tu dios que te libere de mi venganza -dijo Mandió, riendo con expresión cruel.
- ¡Oh, Kuarahí, mi querido Sol -susurró Carandaí. -¡No permitas que Mandió acabe conmigo y con mi pueblo! ¡No lo permitas!

Casi no había terminado de hablar cuando Kuarahí envió a la joven un remolino de potentes rayos, que la envolvieron haciéndola desaparecer de la vista de Mandió. Y en el lugar donde había estado Carandaí brotó una planta esbelta, con una flor dorada que, al igual que la princesa, se mantiene siempre con su cara al cielo, siguiendo los derroteros del Sol.


La Luz Azul

La Luz Azul 


Había una vez en tiempos de guerras, un soldado que por muchos años sirvió a su rey fielmente. Pero cuando acabaron las guerras, ya no pudo servir más a causa de las muchas heridas que había recibido.  El rey le dijo:
-"Debes volver a tu casa, ya no te necesito más, y no vas a recibir ninguna paga adicional, pues solamente se da el salario mientras se está en servicio."-
Entonces el soldado, que no sabía de que otra manera ganarse la vida, se fue totalmente frustrado, y caminó todo el día, hasta que llegó a un bosque y entró en él. Cuando oscureció, vio una luz, y se dirigió a ella, y llegó a una choza donde vivía una bruja. 
-"Por favor, dame posada por una noche, y un poquito de comida y bebida"- le dijo él a ella, -"o moriré de hambre."- 
-"¡Ajá!"- contestó ella, -"¿Quien le daría algo a un soldado despedido? Te tendré compasión y te dejaré entrar, si haces lo que deseo"-
-"¿Y qué es lo que deseas?"- respondió el soldado.
 -"Que mañana me arregles totalmente mi jardín."- dijo la bruja.
El soldado consintió, y al día siguiente trabajó con todas sus fuerzas, pero no pudo terminar todo al llegar el atardecer. 
-"Veo muy bien" dijo la bruja, -"que por hoy ya no puedes hacer más, pero te daré otra noche, y en pago por ello, mañana me picarás una carga de leña haciéndola compacta."- 
El soldado gastó todo el día haciéndolo, y al atardecer la bruja le propuso quedarse una noche más.
-"Mañana solamente deberás hacerme un trabajito muy pequeñito. Atrás de mi casa hay un viejo pozo seco, donde ha caído mi linterna. Ella alumbra azul, y nunca se apaga, y debes traérmela de regreso."- dijo ella.
Al día siguiente la vieja lo llevó al pozo, y lo bajó en una canasta. Él encontró la luz azul, y le hizo una señal a ella para que lo subiera. Ella jaló la cuerda hacia arriba, pero cuando ya estaba cerca del borde, ella estiró la mano tratando de coger la luz azul, quitándosela a él. 
-"¡No!"- dijo él, percibiendo su mala intención, -"No te daré la luz, hasta tanto no esté afuera con mis dos pies sobre el suelo."-
La bruja se molestó, soltó la cuerda y se marchó. El pobre soldado cayó sobre el húmedo fondo, sin herirse, y la luz azul seguía iluminando, pero, ¿De qué le serviría eso? Vio él que no podría escapar de la muerte. Se sentó por un rato muy acongojado, y de pronto exploró  su bolsillo y encontró su pipa de tabaco, que aún estaba a medio llenar.
-"Este será mi último placer."- pensó.
La sacó, la encendió con la luz azul y comenzó a fumarla. Cuando el humo había circulado por toda la caverna, súbitamente apareció un duende negro parado frente a él, que le dijo:



-"Señor, ¿Cuáles son tus órdenes?"-
-"¿Y que órdenes tengo que darte?"- replicó el soldado, bastante confundido.
-"¿Y que órdenes tengo que darte?"- replicó el soldado, bastante confundido.
-"Yo debo hacer cualquier cosa que me pidas"- dijo el hombrecito.
-"Bien"- dijo el soldado, -"en primer lugar, sácame de este pozo."
El hombrecito lo tomó de la mano y lo llevó por un pasaje subterráneo, pero no olvidó de llevarse la luz azul consigo. En el camino, el duende le mostró los tesoros que la bruja había colectado y escondido allí, y el soldado tomó tanto oro como podía cargar. Cuando llegaron arriba, él le dijo al hombrecito:
-"Ve ahora y atas a la bruja, y la llevas ante la justicia."- 
En unos momentos, pasó la bruja, tan rápido como el viento, dando escalofriantes gritos como un gato salvaje, e inmediatamente reapareció el hombrecito. 
-"Todo está hecho"- dijo él, -" y la bruja ya cuelga en el cadalso. ¿Qué más se te ofrece, mi señor?"-
-"Por ahora, nada más."- contestó el soldado, -"Debes retornar a tu hogar, pero mantente  siempre disponible a mi alcance, por si te convoco."-
-"No necesitas más que encender tu pipa con la luz azul, y yo apareceré ante ti de nuevo."- dijo el duende, y desapareció de su vista.
El soldado retornó al pueblo de donde había venido. Fue a la mejor posada, ordenó los mejores vestidos, y pidió al propietario que le alistara una habitación tan preciosa como fuera posible. Cuando ya estuvo lista y el soldado había tomado posesión de ella, invocó al pequeño negrito y le dijo:
-"Mira, yo serví muy fielmente a mi rey, pero el me despreció, y me dejó hambriento, y ahora es mi turno de tomar mi acción."-
-"¿Qué debo hacer?"- preguntó el hombrecito. 
-"Cuando ya esté entrada la noche, y la hija del rey esté en su cama, tráela dormida, y ella hará el trabajo de servidumbre para mí."- contestó.
-"Eso es algo muy fácil para mí, pero algo muy peligroso para ti, porque si eres descubierto, te podría costar un buen disgusto."- dijo el duende.
Cuando sonaron las doce de la noche, la puerta se abrió, y el hombrecito traía a la princesa.
-"¡Aja!, ¿Eres tú?"- gritó el soldado a la princesa, -"¡Ponte a trabajar de inmediato! Toma la escoba y barre la recámara."-
Cuando hubo terminado esto, él le ordenó acercarse a la silla, y estiró sus piernas y dijo:
-"¡Quítame las botas!"-
Y enseguida las tiró al suelo enfrente de su cara, e hizo que las recogiera de nuevo, las limpiara y les diera brillo. Ella, sin embargo, hizo todo lo que le pidió, sin oposición, en silencio y con los ojos a medio cerrar.  Y cuando cantó el primer gallo, el duende la llevó de regreso al palacio y la colocó en su cama.
En la mañana, cuando la princesa se levantó, fue donde su padre y le contó que había tenido un muy extraño sueño.
-"Yo era llevada volando por las calles con la rapidez del relámpago"- decía ella, -"y puesta en la habitación de un soldado, y yo tenía que trabajarle como una sirviente, barrer su alcoba, limpiar sus botas y hacer todos los trabajos misceláneos. Fue sólo un sueño, pero me siento tan cansada como si realmente hubiera hecho todo aquello."-
-"El sueño podría haber sido real."- dijo el rey, -"Te daré una pequeña ayuda. Llena tu bolso de guisantes, y hazle un pequeño hueco al bolso, y entonces, si de nuevo eres llevada en vuelo, los guisantes irán cayendo y dejando un rastro en las calles."-
Pero, sin que hubiera sido notado por el rey, el duende estaba a su lado cuando él decía eso, y oyó todo al respecto. En la noche, cuando la princesa era llevada de nuevo por las calles, ciertamente algunos guisantes cayeron del bolso, pero no pudieron dejar un rastro, pues el hombrecito había regado guisantes en todas las calles. Y de nuevo la princesa fue obligada a hacer el trabajo de sirviente hasta el canto del gallo.
 A la mañana siguiente, el rey mandó a su gente a buscar el rastro, pero todo fue en vano, pues en cada calle, los niños pobres recogían los guisantes diciendo:
-"Debe de haber llovido guisantes, anoche."-
-"Tenemos que pensar en algo más."- dijo el rey.-" 
-"Déjate los zapatos puestos cuando te vayas a la cama, y antes de que regreses del lugar a donde has sido llevada, esconde uno de ellos ahí, y yo pronto idearé el medio para encontrarlo."-
El duende escuchó el nuevo plan, y en la noche, cuando el soldado le ordenó de nuevo traer a la princesa, se lo reveló, y además le dijo que no sabía de ningún método para contrarrestar esa estrategia, y que si el zapato era encontrado en su habitación, le podría ir muy mal.
-"Haz lo que te pido."- replicó el soldado. Y de nuevo esta tercera noche la princesa fue obligada a trabajar como sirviente, pero antes de partir a palacio, escondió su zapato bajo la cama del soldado.
A la mañana siguiente, el rey tenía al pueblo entero buscando el zapato de su hija. Y fue encontrado donde el soldado, y el mismo soldado, que por ruego del enano se había alejado de la casa, fue pronto capturado y llevado a prisión. En su huída, había olvidado su más preciada  posesión, la luz azul y el oro, y solamente le quedaba un ducado en su bolsillo. Y ahora cargado de cadenas, estaba parado junto a la ventana de su calabozo, cuando tuvo la suerte de ver a uno de sus antiguos colegas pasar por ahí. El soldado golpeó en la ventana, y cuando el colega se acercó, le dijo:
-"¿Serías tan amable de traerme un pequeño envoltorio que dejé en la posada olvidado?, yo te daré un ducado por el mandado"-
El camarada corrió hacia allá y le trajo lo solicitado. Tan pronto como el soldado quedó solo de nuevo, encendió su pipa e invocó al negro duende.
-"No temas."- le dijo éste. -"Ve adonde te lleven, y déjalos hacer lo que quieran, solamente mantén contigo la luz azul."-
Al día siguiente el soldado fue llevado a juicio, y aunque alegó que no había hecho nada malo, fue condenado a muerte. Cuando era llevado al cadalso, le pidió al rey un último favor.
-"¿Y qué es?"- preguntó el rey.
-"Que pueda fumar una vez más mi pipa en el camino."- dijo el soldado.
-"Puedes fumarla hasta tres veces más"- contestó el rey, -"pero no imagines que te perdonaré la vida." 
Entonces el soldado sacó su pipa y la encendió con la luz azul, y apenas subieron unas pocas roscas de humo apareció el duende con un pequeño látigo en la mano diciendo:
-"¿Qué deseas mi señor?"- 
-"Castiga con el látigo hasta hacer caer al suelo a esos falsos jueces, y a su comisario, y no pongas reparos en el rey que tan mal me ha tratado."-

Entonces el duende cayó sobre ellos, castigándolos, dándoles aquí y allá, y quienquiera fuera tocado por el látigo, caía al suelo, y no se aventuraba a levantarse de nuevo. El rey estaba aterrorizado. Y él mismo le pidió piedad al soldado, que lo dejara vivir, y le dio todo su reino, y a la princesa por esposa.
Enseñanza:

Toda mala acción contra el prójimo, tarde o temprano regresa al actor. Y con creces.

lunes, 18 de mayo de 2015

LOS FLAMENCOS ROSADOS DE MAR CHIQUITA

LOS FLAMENCOS ROSADOS 

DE MAR CHIQUITA



Al norte de la provincia de Córdoba encontramos la bella laguna Mar Chiquita, un espejo de agua salada que cubre una superficie de aproximadamente 2800 km2. Es en esta zona de aguas curativas, poblada de pájaros, donde todavía se relata una bella historia de amor que nos revela el origen de los flamencos rosados.
Cuentan que Ansenuza, la diosa que habitaba en aquellas aguas, era una mujer bellísima, pero extremadamente cruel con aquellos que entraban en sus dominios.  Un día, mientras recorría la laguna, Ansenuza encontró sobre la arena el cuerpo de un indio sanavirón. Su primera reacción fue atacar al intruso y destruirlo, pero al percatarse de su inmovilidad, se acercó lentamente a él. El fuerte cuerpo del indio indicaba claramente que era un guerrero, pero se encontraba gravemente herido, tendido en un sueño de agonía y muerte.
Ansenuza, observando al guerrero, sintió como su corazón comenzaba a latir  con mayor fuerza, y por primera vez sintió que se enamoraba perdidamente. Pero inmediatamente se dio cuenta de que no podría salvarle la vida, y entonces comenzó a llorar. Sus lágrimas cayeron en torrente y bañaron el cuerpo del hombre muerto. Tanto lloró que sus lágrimas tornaron saladas las aguas, y ante tanto dolor los demás dioses se apiadaron de ella.
El padre de los dioses decidió dar una oportunidad al amor que había nacido en el corazón de Ansenuza, devolviendo la vida al joven guerrero. Del cielo cayó un rayo que iluminó el cuerpo inmóvil, y lo transformó en una hermosa y esbelta ave de plumas rosadas.

Desde ese momento el flamenco habitó las aguas salobres de Ansenuza, que es como los lugareños llamaban a la laguna Mar Chiquita. Aguas a las que los dioses dieron propiedades curativas para que ya nunca deba llorarse por la pérdida de un amor.