EL TERRIBLE VIKINGO
Habitaba
una vez en las lejanas tierras del norte, un pueblo de Vikingos.
Era
un pueblo guerrero y muy fiero, que era respetado y temido por todos los demás.
De
entre todos destacaba uno, Alf Gandallsen, que era el más terrible y más fuerte
de los vikingos.
Alto
como un oso y fuerte como un león, con sus propios brazos era capaz de luchar
contra un toro y vencerle en unos pocos segundos. Y para que todos le
conocieran y le temieran, llevaba en su casco y su capa los trofeos de sus
victorias: más de cincuenta abalorios sobre la cabeza y cientos de esmeraldas
colgando de su capa, una por cada uno de los enemigos derrotados.
Alf
nunca se quitaba su casco y su capa, le gustaba que todos vieran su logros.
En
su pueblo todos se apartaban cuando el pasaba, por temor a despertar su ira,
pero cierto día, un joven que leía despistado y sin mirar por donde iba, se cruzó en su camino, le hizo tropezar y
cayó con lo grande que era, enterito en un gran charco.
Furioso,
Alf le increpó y le desafió a una carrera a muerte hasta el pico más alto de
una montaña cercana y al volver el ganador podría ejecutar al perdedor, esa era
la forma en que los habitantes de ese pueblo arreglaban sus disputas. El
delgaducho joven no tenía elección, pues así eran las costumbres de su pueblo,
así que sólo puso una condición.
-
Puesto que mañana salgo de viaje, tenemos que hacer la carrera ahora mismo.
Alf
lanzó una risotada y aceptó orgulloso y sorprendido aquella estúpida condición,
y sin mediar otra palabra, empezó a correr hacia la cima de la montaña. El
chico, aunque delgado, era terriblemente ágil y muy rápido, y empezó a seguir
al gran guerrero a cierta distancia.. Según iba pasando el tiempo, cada vez el
gigantón iba más lento y más agotado, durante todo el ascenso y descenso el
joven fue siguiendo al gigante, pero en su caso como era más delgado y no
llevaba ni casco y capa, apenas estaba cansado, y en los últimos metros cuando
iban llegando al pueblo el joven adelanto al gigante y llego el primero.
Entonces
el joven estudiante, les explicó a todos que el orgullo, la ostentación y la
soberbia del vikingo fueron las causas para que llegara en segundo lugar y
totalmente exhausto, pues el tremendo peso que tenía el casco y la capa,
hicieron que Alf se agotase completamente.
Alf,
como buen guerrero, aceptó su derrota y se puso a disposición del joven, el
cual le perdonó la vida, el gigante se quedó impresionado de la inteligencia y
la táctica del joven, haciéndose desde ese mismo momento amigo suyo.
Desde
entonces cambió los símbolos inútiles y superfluos por la austeridad, pasando
en todas partes como uno de tantos.
En
todas, menos en el campo de batalla, donde no se le reconocía por cuernos,
espadas o capas, sino por una fiereza y valor sin igual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario