Un cuento para pensar
Vivía una vez en un pueblecito pesquero una joven de origen pobre, pero
que era increíblemente hermosa, famosa en todo el reino por su belleza. Ella,
conocedora de su belleza y de la admiración que despertaba entre los jóvenes
del reino, rechazaba a todos los pretendientes que se acercaban a pedir su
mano, y le decía con total seguridad a su madre “Tranquila mamá, que pronto
vendrá un apuesto príncipe, que se enamorará de mí y me pedirá en matrimonio”.
De pronto a lomos de un impresionante corcel llegó al pueblo un guapísimo
príncipe y éste,nada más verla, se enamoró perdidamente de ella y empezó a
enviar regalos y dedicarle maravillosas poesías, hasta que consiguió que la
joven dijera que sí . La boda fue grandiosa y espectacular, y todos comentaban
que hacían una pareja perfecta.
Pero cuando la boda se acabó y las fiestas terminaron, ella se dió
cuenta que su maravilloso príncipe no era tan maravilloso como ella pensaba.
Era un terrible tirano con su pueblo, la presentaba como de un trofeo de caza,
alardeando de su gran belleza y era egoísta y mezquino. Cuando descubrió que
todo en su marido era una falsa apariencia, con la que había conseguido
conquistarla, no dudó en decírselo, pero él con una gran y cínica sonrisa
le respondió de forma similar, “ te recuerdo que sólo me casé contigo por
tu belleza, y que tú misma podrías haber elegido a otros muchos antes que a mí,
que seguramente estaban enamorados de tí, tanto de tu belleza como de tu interior,
de no haberte dejado llevar por la ambición y tus ganas de vivir en un
palacio”.
La princesa lloró durante muchos días, sobre todo al darse cuenta de la
enorme verdad de las palabras de su cruel marido. Y se acordaba de tantos y
tantos jóvenes buenos y honrados a quienes había rechazado sólo por convertirse
en una princesa.
Desesperada la princesa trató de huir de palacio, pero el príncipe se
dió cuenta y no lo consintió, pues todos los nobles de su reino y de los reinos
vecinos, hablaban de la extraordinaria belleza de su esposa, y con eso
aumentaba su fama de hombre excepcional, cosa que le producía un enorme placer
y un gran orgullo. Tantas veces intentó la princesa escapar, que este acabó por
encerrarla y puso varios guardias que la vigilaban constantemente.
Tras pasar un tiempo encerrada, uno de los guardias empezó a sentir
lástima por la princesa, y en sus encierros trataba de animarla y darle
conversación. Así de esta forma, con el paso del tiempo se fueron haciendo
buenos amigos. Un día la princesa pidió a su guardián, que dada la
amistad que les unía, que por favor que la dejara escapar. Pero el soldado, que
era noble y leal a su rey, no accedió a la petición de la princesa. Sin
embargo, le respondió:
– Si deseáis tanto huir de aquí, yo sé una forma de hacerlo, pero le
advierto princesa que el sacrificio por vuestra parte va a ser enorme.
La princesa accedió, confirmando que estaba dispuesta a cualquier cosa,
y el soldado continuo:
– Ya que el príncipe sólo os quiere por vuestra belleza, si os desfiguráis
el rostro, ya no le servireis para presumir y sacar pecho ante los demás
príncipes y para evitar que nadie os vea seguro que os enviará lejos de
palacio, y borrará cualquier rastro de vuestra presencia. Ya sabemos lo cruel y
miserable que puede llegar a ser.
La princesa poniendo las manos en su rostro respondió sollozando:
– ¿Desfigurar mi bella cara? ¿Y a dónde iré después? ¿No te das cuenta
que mi belleza es lo único que tengo? ¿Nadie querrá saber nada de una mujer
horrible, fea e inútil como yo?
– Yo lo haré – respondió el soldado hincando su rodilla en el suelo,
pues en el trato diario con la princesa había terminado enamorándose de ella –
Para mí sois aún más bella por dentro que por fuera.
Y entonces la princesa se dió cuenta que también amaba a aquel honrado y
leal soldado. LLorando amargamente, tomó la mano del soldado, y empuñando
juntos un puñal, hicieron en su rostro dos largos y profundos cortes.
Cuando el príncipe fué a visitar a la princesa contempló horrorizado el
rostro de su esposa, y tuvo la reacción que el guardían había previsto. Le dijo
que no quería verla nunca más y que se fuera lo más lejos que pudiera, además
se inventó una heroica historia sobre la muerte de la princesa que hizo que su
leyenda sobre su belleza y bondad fuera más popular entre la gente. Mando al
guardia que la acompañara y escoltara lo más lejos que pudiera.
De esa manera partieron los dos completamente felices y alegres, y la
joven del bello rostro pudo por fin ser feliz junto a su maravilloso soldado,
la única persona del mundo que no apartaba la mirada al ver su rostro,
pues a través de él podía ver siempre su corazón.