miércoles, 19 de agosto de 2015

LA LEYENDA DE LA NIÑA ENCANTADA

LA LEYENDA DE LA NIÑA ENCANTADA


Existe en la provincia de Mendoza una laguna, que es como un engarce mágico en las alturas de las montañas. Fue en tiempos antiquísimos el cráter de un volcán, y por encantamiento su comba dorada por el fuego se convirtió en una pequeña laguna que es prodigio de belleza. De ella se desprende como hilo de plata un pequeño arroyuelo que bajando de la cumbre va a unirse al Salado después de recorrer un largo trecho entre peñascos bravíos. Los indios la llamaban" Alhué pichitrequen lauquen" (pequeña laguna. de Dios que se hiela).
El poético encantamiento del paisaje hace que se justifique la leyenda que narran los paisanos, y cohíbe al hombre buscar una explicación racional de aquel misterio.
"Elchá Chiamal Cané" (doncella de la túnica verde) fue entregada como prenda de paz por su derrotado padre al viejo cacique Calilué, quien la toma por esposa. La hermosa india acepta el sacrificio por la ' ventura de su pueblo, y la concordia reina' entre las dos tribus enemigas. Sucedió entonces que al morir un cacique amigo de Calilué le encarga .cuide de su apuesto hijo, llamado Cantipán, y lo tenga por suyo.
Elchá y Cantipán se enamoran desde el primer encuentro; por lealtad hacia su padre adoptivo, el joven quiere huir de la que ama, pero Elchá no lo deja hasta que promete la hará raptar y escaparán juntos.
Una noche, huyen los enamorados, y Calilué, en su desesperación, recurre a su hermana, la cacica Ghulcán, quien vanamente ha pretendido el amor de Cantipán. La despechada con el auxilio de la bruja Quetrupillán, parte en persecución de los jóvenes. Guiada por la bruja llegan a la. laguna, en una de cuyas grutas se habían refugiado
Elchá y Cantipán; para sorprenderlos, la perversa hermana de Calilué es transformada en lechuza, que lleva en sus manos un ramo de lirios-rosas" engualichados" por Quetrupillán.
Junto a la orilla los enamorados deslizan su vida; la lechuza se acerca y arroja sus flores en el regazo de Elchá, quien alborozada, las coloca sobre su pecho y corre a contemplarse en las tersas aguas. Pero en cuanto lo hace queda transformada en piedra. Lleno de asombro y horror, Cantipán trata de volverla a la vida besándola apasionadamente. Ante la inutilidad. de sus esfuerzos y enloquecido de dolor se arroja a la laguna.
La cacica Ghulcán recobra la forma humana y suplica a la bruja salve al hermoso joven, de cuyo amor no puede desprenderse; mas como la bruja tarda en encontrar .el sortilegio necesario, se arroja a la laguna para tratar de rescatarlo. Preparado el ungüento mágico, la bruja saca los cadáveres y los vuelve a la vida. Cantipán corre a abrazar la petrificada figura de su amada; Ghulcán, loca de celos, se interpone 'y le enrostra su deslealtad para con Calilué, y sollozando le pide perdón, pues la culpable de todas sus desgracias es la bruja Quetrupillán. Esta, al verse descubierta quiere huir; recoge el ramo de lirios-rosas y, sin desearlo, se contempla en el agua: instantáneamente obra el sortilegio y desaparece en las aguas con las flores engualichadas, "convertida en una roca negra". Cantipán, estupefacto, comprende que en el ramo lirio está el encantamiento, y para recuperado y, volver a la vida a Elchá se arroja de nuevo a la laguna. Ghulcán, ante el fracaso, sigue al que amó inútilmente hacia el desconocido fondo del cual nunca regresarán...
En las noches de luna se escucha la queja lastimera de los enamorados, mientras con sus ojuelos vivaces, una lechuza, donde refugióse el alma de la bruja, ronda, presa del encantamiento...

Y así corre entre los paisanos de la tierra de los huarpes esta tierna leyenda. Hay quienes refieren que la laguna en noches silenciosas emite en el cabrilleo de sus aguas, un lamento suave y profundo. Son las voces de Elchá y Cantipán que aun esperan alguien que los despierte del encantamiento.

martes, 18 de agosto de 2015

LA SANDALIA DE NITOCRIS

LA SANDALIA DE NITOCRIS


En un pequeño pueblo del Bajo Egipto vivía una joven de veinte años cuya belleza se asimilaba a la de una diosa. Su nombre era Nitocris.
Le gustaba ayudar a su padre que trabajaba como escriba de rebaños, contando cabezas de ganado y evitando las discusiones entre los ganaderos.          
Nitocris sabía leer, escribir y contar, y cuando su padre se jubilara, le sustituiría.
Todos los chicos del pueblo y de los alrededores deseaban casarse con Nitocris, pero ella sólo compartiría su vida con un hombre al que amara con todo el corazón. Los jóvenes seguían insistiendo pero ella los rechazaba tajantemente. Su padre se extrañaba, incluso le proponía casamiento con el apuesto hijo del alcalde, pero ella no podía soportarle.
 
Sus padres sólo deseaban la felicidad de la hermosa joven:
- Nitocris, solamente tú puedes elegir al hombre al que amarás como esposo. La tarde estaba soleada y Nitocris salió a darse un baño al canal pensando que a esa hora nadie la molestaría. Se quitó las sandalias, se desvistió y se metió poco a poco en el agua que gozaba de una temperatura deliciosa. Estuvo nadando durante mucho tiempo.

Por allí cerca, los chicos cazaban o jugaban a la pelota. Cuando la joven volvió hacia la orilla, un chico le hizo señas con la mano ofreciéndole su ayuda para salir del agua. Se trataba del hijo del alcalde, que muy orgulloso, armado con un arco y unas flechas, le regalaba una liebre que había cazado.
- No quiero tus regalos. ¡Aléjate de mi! - dijo Nitocris.
- ¡Ni hablar! Deseo hablarte. Sabes que yo seré tu marido - contestó el joven.
- ¡Jamás! ¡Nunca me casaré contigo!      

Nitocris se fue en busca de sus sandalias, cuando escuchó el ruido de un aleteo. Un halcón bajó hacia el suelo a gran velocidad cogiendo una de sus sandalias con sus garras, y de nuevo subió al cielo.
Cuando el hijo del alcalde tensó su arco apuntando hacia el halcón, Nitocris gritó:
- ¡No tires! El halcón es el animal sagrado del dios Horus, el protector del faraón. Nadie puede matarlo.
     
El joven se fue muy avergonzado por su acción.      
Un poco más tarde se celebraba el consejo de ministros presidido por el faraón en el jardín del palacio. El rey continuaba soltero y esta situación no debía alargarse más. La Regla exigía que reinara junto a él una gran esposa real, pero ninguna le interesaba.
     
Estaba pensativo y no prestaba atención al ministro, cuando de repente, el halcón se abalanzó hacia el rey dejando caer algo en sus rodillas. Se trataba de una sandalia, la más bonita que jamás había visto. Rápidamente hizo llamar al jefe de guardia, y se dirigió a él enérgicamente:
     
- Envíe a sus hombres a todas las ciudades y pueblos y ordene que todas las muchachas se prueben la sandalia. ¡Encuentren a su dueña!      
El hijo del alcalde iba hacia la casa de Nitocris, cuando vio a dos guardias cumpliendo el encargo del faraón. No dudó en preguntar qué ocurría, a lo que le respondieron amablemente. Sólo les quedaba visitar la última casa del pueblo que se encontraba al final de la calle. El chico, al reconocer la sandalia de Nitocris, trató de evitar que la encontraran. Pero en ese momento, la muchacha salió de su casa portando un ramo de flores de loto. El guardia, al verla, quedó impresionado por su belleza, y al probarle la sandalia comprobó que era suya.      
Nitocris atravesó los inmensos jardines de tamariscos, sicomoros y palmeras, llegando a una enorme sala del palacio. El suelo estaba decorado con azulejos en forma de lotos y en las paredes se representaban preciosas pinturas con escenas de caza. Allí, en su trono, estaba sentado el faraón de Egipto.      
La joven se arrodilló ante el faraón como muestra de admiración y respeto. El rey, portando sus insignias reales, la tomó de la mano ayudándola a levantarse. Admirado por su belleza, el faraón le calzó la sandalia que le había hecho llegar el halcón. Nitocris era la esposa elegida por los dioses, y ella se había enamorado del faraón.      
- Reinarás en Egipto junto a mi como Gran Esposa Real. Mandaré construir para ti una pirámide que inmortalizará nuestro amor y hará brillar tu nombre para siempre.



El Huso, la Lanzadera y la Aguja

El Huso, la Lanzadera y la Aguja


Había una vez una muchacha cuyo padre y madre murieron mientras ella era todavía una pequeña niña. Absolutamente sola, en una cabaña al final del  pueblo, vivía su madrina, que se mantenía económicamente hilando, tejiendo, y cosiendo.  La anciana llevó a la niña huérfana a vivir con ella, la tuvo en su trabajo, y la educó en todo lo que estaba bien. Cuando la muchacha tenía quince años, la anciana enfermó, y la llamó a su lado de la cama, y le dijo, 

-"Querida hija, siento mi final acercándose. Te dejo a ti esta pequeña casa, que te protegerá del viento y del mal tiempo, y mi huso, lanzadera, y aguja, con los cuales podrás ganarte tu pan."-

Entonces ella puso sus manos en la cabeza de la muchacha, la bendijo, y continuó, 

-"Sólo conserva el amor de Dios en tu corazón, y todo irá bien contigo."-

Con eso ella cerró sus ojos, y cuando fue puesta en la tierra, la doncella siguió al ataúd, llorando amargamente, y le dio su última señal de respeto.
Y ahora la doncella vivió completamente sola en la pequeña casa, y era laboriosa y dedicada, tejió, y cosió, y la bendición de la buena anciana estaba en todo lo que ella hacía. Parecía como si el lino en el cuarto aumentaba por sí mismo, y siempre que ella tejía un pedazo de tela o alfombra, o hubiera hecho una camisa, inmediatamente encontraba un comprador que le pagaba  ampliamente por ello, de modo que ella no deseaba nada más, y hasta tenía  algo para compartir con otros.
Aproximadamente por ese tiempo, el hijo del Rey viajaba a lo largo del país en busca de una novia. Él no debía elegir una pobre, pero no quería tener una rica. Así que él pensó, 

-"Deberá ser mi esposa aquella que sea la más pobre, y al mismo tiempo la más rica."-

Cuándo él vino al pueblo donde la doncella vivía, él preguntó, como lo hacía  siempre dondequiera que él fuera, quién era la más rica y también la muchacha más pobre en el lugar. Primero le nombraron a la más rica; y la más pobre, dijeron, era la muchacha que vivía en la cabaña completamente al final del  pueblo.
La muchacha rica estaba sentada en todo su esplendor al frente de la puerta de su casa, y cuando el príncipe se acercó, ella se levantó, y fue a su encuentro haciendo una cortés reverencia. Él la miró, no dijo nada, y siguió en su caballo.. Cuando él llegó a la casa de la muchacha pobre, ella no estaba de pie en la puerta, sino sentada en su pequeño cuarto. Él paró su caballo, y vio por la ventana, la cual el brillante sol alumbraba, a la muchacha sentada en su rueca, afanosamente hilando. Ella alzó la vista, y cuando vio que el príncipe la miraba, ella se sonrojó en toda su faz, bajó sus ojos, y continuó hilando.
No sé si, sólo en aquel momento, el hilo iba correctamente parejo; pero ella continuó hilando hasta que el hijo del Rey se hubo marchado. Entonces ella fue a la ventana, la abrió, y dijo,





-"Está tan caliente este cuarto!"-

pero ella todavía lo miraba mientras podía distinguir las plumas blancas en su sombrero. Entonces se sentó para trabajar otra vez en su cuarto y siguió con su hilado, y un estribillo que la anciana a menudo repetía cuando ella se sentaba en su trabajo, entró en su mente, y ella cantó estas palabras para sí misma,

-"Huso, mi huso, apúrate, apúrate mucho,
Y tráeme aquí a mi casa al pretendiente, te lo ruego."-

¿Y qué piensa usted que sucedió? En un instante el huso saltó de su mano , y salió por la puerta, y cuando, en su asombro, ella se levantó y miró hacia el huso, vio que bailaba alegremente en la calle, y llevaba un brillante hilo de oro detrás de él. En pocos momentos, había desaparecido completamente de su vista. Como ella no tenía ahora ningún huso, tomó la lanzadera del tejedor en su mano, se sentó en su telar, y comenzó a tejer. El huso, sin embargo, bailó continuamente hacia adelante, y justo cuando el hilo llegaba a su final, alcanzó al príncipe. 

-"¿Qué veo?"- gritó el príncipe; -"¡el huso seguramente quiere mostrarme el camino!"-

Dio media vuelta a su caballo, y lo dirigió a lo largo del hilo de oro. La muchacha seguía sentada en su trabajo cantando,

-"Lanzadera, mi lanzadera, teje bien este día,
Y guía al pretendiente hacia mí, te lo ruego."-

Inmediatamente la lanzadera saltó de su mano y salió por la puerta. Antes del umbral de la casa, sin embargo, la lanzadera comenzó a tejer una alfombra que era la más hermosa que ojos de hombre hubieran contemplado aún alguna vez. Lirios y rosas florecían a ambos lados de la alfombra, y en un espacio de oro en el centro, ramas verdes subían, bajo las cuales saltaban liebres y conejos, venados y ciervos estiraban sus cabezas entre ellos, aves alegres de colores se sentaban sobre las ramas; y no carecían de nada, excepto de su bello canto. La lanzadera saltaba para acá y para allá, y todo parecía crecer por su propia voluntad. Como la lanzadera se había escapado, la muchacha se sentó a coser. Ella sostuvo la aguja en su mano y cantó,

-"Aguja, mi aguja, puntiaguda y fina,
Alista esta mi casa para un pretendiente."-

Entonces la aguja saltó de sus dedos, y voló hacia todas partes sobre el cuarto tan rápido como el relámpago. Era justo como si espíritus invisibles trabajaran; se cubrieron mesas y bancos con tela verde en un instante, y las sillas con  terciopelo, y se colgaron en las ventanas cortinas de seda. Apenas había terminado la aguja la última puntada cuando la doncella vio por la ventana las plumas blancas del príncipe, a quien el huso había traído allí por medio del hilo de oro.

Él bajó, pasó por encima de la alfombra y entró en la casa, y cuando entró en el cuarto, allí estaba la doncella en su pobres ropas, pero ella brillaba dentro de ellas como una rosa rodeada por hojas. 

-"Tú eres la más pobre y también la más rica,"- le dijo él. -"Ven conmigo, tienes que ser mi novia."-

Ella no habló, pero le dio su mano. Entonces él le dio un beso, la condujo adelante, la montó en su caballo, y la llevó al castillo real, donde la boda fue solemnizada con la gran alegría. El huso, la lanzadera, y la aguja fueron conservados en la cámara del tesoro, y cuidados con gran honor.

Enseñanza:


El trabajo cuando es realizado con dedicación, amor y responsabilidad, siempre produce enormes beneficios y bendiciones, y es la mayor riqueza con que se puede contar.

Un Buen Negocio

Un Buen Negocio 


Había una vez un campesino que había llevado su vaca a la feria, y la vendió por siete ducados. Por el camino a casa tenía que pasar por un estanque, y ya desde lejos oía el grito de las ranas que le parecían decir, "och, och, och."

-"Bien,"- se dijo él, "ellas hablan sin rima y sin razón, son siete los que he recibido, no ocho."-

Cuándo él llegó a la charca, les gritó, 

-"¡Estúpidos animales que son ustedes! ¿No saben contar mejor? Estos son siete ducados y no ocho, ocho, ocho."-

 Las ranas, sin embargo, siguieron con su , "och, och, och."

-"Vengan entonces si no lo creen, puedo contárselos."-

Y él sacó el dinero de su bolsillo y contó siete ducados. Las ranas, sin embargo, no prestaron ninguna atención a su cálculo, pero seguían gritando, "och, och, och."

-"¿Qué?,"- gritó el campesino, completamente enojado, -"ya que ustedes están determinadas a saber mejor que yo, cuéntelos ustedes mismas,"- y les lanzó todo el dinero en el agua.

Él se estuvo quieto y quiso esperar hasta que la cuenta estuviera hecha y le hubieran regresado su pertenencia otra vez, pero las ranas mantuvieron su opinión gritando continuamente,  "och, och, och" y además que no le devolvían  el dinero. Él todavía esperó mucho más tiempo hasta que el anochecer llegó y  fue obligado a irse a casa. Entonces él insultó a las ranas gritándoles, 

-"¡Ustedes salpicaderas de agua, ustedes bobaliconas, ustedes de ojos desorbitados, ustedes de grandes bocas y que pueden chillar hasta hacerle daño a los oídos de alguien, pero montón de inútiles que no son capaces de contar siete ducados! ¿Piensan ustedes que voy a estar de pie aquí hasta que les de la gana?"-

Y terminado su discurso, él se marchó, pero las ranas todavía gritaban, "och, och, och", detrás de él cuando iba a casa completamente enojado. 
Pronto él compró otra vaca, la que destazó, e hizo el cálculo de que si vendiera la carne, bien podría recobrar tanto dinero como valdrían las dos vacas sumadas, y tendría la piel además. 
Cuando él llegó a la ciudad con la carne, una gran tropa de perros estaba junto a la entrada, con un galgo grande a la cabeza de ellos, que saltó hacia la carne, se paró sobre ella y ladró, "guau, guau, guau."

Como no paraba de ladrar, el campesino le dijo, 

-"Sí, sí, sé completamente bien que estás diciendo, "guau, guau, guau," porque quieres un poco de la carne; pero no estaría bien para mí si te la diera."-

 El perro, sin embargo, contestaba solamente "guau, guau, guau."

-"¿Prometes entonces no devorar todo, y calmar a tus compañeros?" 

-"Guau, guau, guau."- volvió a decir el perro. 

-"Bien, si insistes en ello, te la daré; te conozco bien, y sé quién es tu dueño; pero te digo que debo tener mi dinero en tres días o te va a ir muy mal; sin falta  debes de traérmelo."

Con eso él descargó la carne y se regresó. Los perros cayeron sobre ella y en voz alta ladraron, "guau, guau, guau." El campesino, que los oyó desde lejos, se dijo, 

-"Escuche, ahora todos ellos quieren una parte, pero el grande es el responsable de mi paga."-

Cuando habían pasado tres días, el campesino pensó, 

-"Esta noche mi dinero estará en mi bolsillo,"- y estuvo completamente encantado. 

Pero nadie vendría a pagarle. 

-"Ya no se puede confiar en nadie ahora,"- dijo él; y por fin perdió la paciencia, y fue a la ciudad donde el carnicero y le exigió su dinero.

El carnicero pensó que eso era una broma, pero el campesino dijo,

 -"¡Bromeando aparte, deme mi dinero! ¿No le trajo el gran perro toda la vaca destazada hace tres días?"-

Entonces el carnicero se puso enojado, tomó un palo de escoba y lo sacó de la carnicería. 

-"¡Espere un momento!,"- dijo el campesino, "¡todavía hay alguna justicia en el mundo!"- y fue al palacio real y pidió por una audiencia. 

Él fue conducido ante el Rey, que estaba sentado junto con su hija, y le preguntó que problema tenía.

-"¡Ay!"- dijo él, -"las ranas y los perros han tomado de mí lo que es mío, y el carnicero me ha pagado por ello con un palo," y relató con detenimiento todo lo que había pasado. Con toda aquella historia la hija del Rey comenzó a reírse efusivamente, y el Rey le dijo, 

-"No puedo darle la justicia que espera en este caso, pero usted tendrá a mi hija como esposa por ello, ya que en su vida entera nunca se ha reído como lo ha hecho con usted, y se la he prometido a quien pudiera hacerla reír. ¡Debe  darle gracias a Dios por tan buena fortuna!"-




-"Oh,"- contestó el campesino, -"no la tendré, pues tengo ya una esposa, y con tan sólo ella es demasiado para mí; cuando estoy en casa, siento como si tuviera  a una esposa parada en cada esquina."-

Entonces el Rey se molestó, y dijo, 

-"Es usted un patán."-

-"Oh, Señor Rey,"- contestó el campesino, -"¿qué puede usted esperar de un buey, sino carne de buey?"- 

-"¡Un momento!"-, contestó el Rey, -"Podría darle otra recompensa. Márchese ahora, pero regrese en tres días y le daremos un total de quinientos."

Cuando el campesino salió por la puerta, el centinela le dijo, 

-"Tú haz logrado que la hija del Rey se riera, entonces seguramente que recibirás algo bueno."-

-"Sí, es lo que pienso,"- contestó el campesino; -"quinientos serán contados para mí."-

-"Escúchame,"- dijo el soldado, -"dame un poquito de todo eso. ¿Qué podrías hacer con toda esa cantidad?"-

-"Parte será tuya,"- dijo el campesino, -"tendrás doscientos; preséntate dentro de tres días ante el Rey, y dile que de los quinientos míos te dé doscientos a ti."-

Un comerciante inescrupuloso, que estaba por ahí cerca y había oído la conversación, persiguió al campesino, lo sostuvo por el abrigo, y le dijo, 

-"¡Ah, maravilla! ¡qué persona con suerte eres! Yo te cambiaré el pago. Lo  cambiaré para ti en pequeñas monedas, ¿qué podrías hacer con un pago tan grande?"-

-"Comerciante,"- dijo el campesino, -"trescientos ya los tiene sin duda; démelos  inmediatamente en moneda pequeña, y en tres días a partir de hoy, pídale al Rey que le dé los trescientos que me correspondían."-

El comerciante estuvo encantado por el negocio, y le dio monedas buenas y falsas, de cada tres sólo dos buenas.
Cuando habían pasado los tres días, según la orden del Rey, el campesino fue ante el Rey. 

-"Retírenle su abrigo,"- dijo el Rey, -"y tendrá sus quinientos."-

-"¡Ah!"- dijo el campesino, -"los quinientos ya no me pertenecen; le obsequié doscientos de ellos al centinela, y trescientos se los cambié al comerciante, y entonces, por honradez y en derecho, ninguno de los quinientos en absoluto me pertenece."-

Mientras tanto el soldado y el comerciante entraron y reclamaron lo que ellos habían obtenido del campesino, así que ellos recibieron los quinientos golpes estrictamente contados.
El soldado soportó el asunto con paciencia, pues ya sabía cómo era aquello, pero el comerciante decía dolorosamente, 

-"¡Ay, ay!, ¿son éstas las monedas grandes?"-

El Rey no podía menos de dejar de reírse frente al campesino, y cuando toda su cólera se disipó, le dijo al campesino, 

-"Como perdiste la recompensa antes de que llegara a ser realmente tuya, te daré algo en su lugar. Entra a mi cámara del tesoro y toma un poco de dinero para ti, tanto como puedas guardar en tus bolsas."-

El campesino no tuvo que ser dicho dos veces, y llenó sus bolsillos grandes en todo lo que pudo caberles.
Después el campesino se fue a una posada y contó su dinero. El comerciante lo siguió sigilosamente y oyó lo que murmuraba para sí mismo, 

-"Aquel pícaro del Rey me ha engañado después de todo, ¿por qué no podía  haberme dado el dinero exacto él mismo, y así habría sabido yo la cantidad verdadera? ¿Cómo puedo decir ahora si he tenido la suerte de tener en mis bolsillos la cantidad correcta o no?"-

-"¡Cielos!"- se dijo el comerciante, -"que cosas irrespetuosas de nuestro Señor  Rey dice este hombre, iré a la corte y le informaré, y así conseguiré una recompensa y él será castigado también."-


Cuando el Rey oyó lo que el comerciante dijo de las palabras del campesino,  se enfureció, y mandó al comerciante a que fuera a traer al ofensor. El comerciante corrió donde el campesino, 

-"Usted debe ir inmediatamente a donde el Rey con la misma ropa que usted tiene puesta ahora."-

-"Sé que lo correcto es algo mejor que esto,"- contestó el campesino, -"primero me haré un nuevo abrigo. ¿Cree usted que un hombre con tanto dinero en su bolsillo debe ir allí en su viejo abrigo remendado?"-

El comerciante, cuando vio que el campesino no se movería sin otro abrigo, y temiendo que la cólera del Rey se enfriara, y él mismo perdiera su recompensa, y el campesino su castigo, dijo, 

-"Porque soy un buen amigo te voy a prestar un nuevo abrigo por un corto tiempo. ¡Qué no hace la gente por amor!"-

El campesino quedó satisfecho y se puso el abrigo del comerciante, y se marchó con él. El Rey reprochó al campesino por lo que el comerciante le dijo que había murmurado de él. 

-"¡Ah"-, dijo el campesino, -"lo que un comerciante dice es siempre falso,  ninguna palabra verdadera sale alguna vez de su boca! Aquel bribón que está allá hasta es capaz de decir que traigo puesto un abrigo de él."-

-"¿Cómo es eso?"- reclamó el comerciante. -"¿Acaso no es el mío? ¿No te lo he prestado a ti por pura amistad, a fin de que pudieras aparecer ante el Señor Rey?"-

Cuando el Rey oyó eso, dijo, 

-"El comerciante ha engañado sin duda a uno o a otro de nosotros, a mí o al campesino,"-

y de nuevo ordenó que le fueran dados otros cuantos más. 

El campesino, sin embargo, se fue a casa con abrigo bueno y con dinero bueno en su bolsillo, y se dijo, 

-"Esta vez lo logré!"

Enseñanza:


Hay especiales ocasiones en que la ingenuidad produce algunos beneficios inesperados. 

lunes, 17 de agosto de 2015

El Árbol de Enebro

El Árbol de Enebro 


Fue hace mucho tiempo, unos siglos atrás, en que había un hombre rico que tenía una esposa hermosa y piadosa, y se amaban mucho. Ellos no tenían, sin embargo, ningun niño, aunque los deseaban para ellos muchísimo, y la mujer rezaba por ellos día y noche, pero de todos modos no llegaba ninguno. Ahora bien, había un patio delante de su casa en el cual había un árbol de enebro, y un día de invierno la mujer estaba de pie bajo él, pelando una manzana, y mientras  pelaba la manzana se cortó su dedo, y la sangre cayó en la nieve.

-"¡Ay!,"- dijo la mujer, y suspiró profundamente, y miró la sangre ante ella, y se sintió la más infeliz, -"¡Ay, si yo tuviera siquiera un niño tan rojo como la sangre y tan blanco como la nieve!"-

Y mientras así hablaba, de pronto se sintió completamente feliz en su mente, y sintió justo como si eso iba a pasar. Entonces entró en la casa y un mes después la nieve se había ido, y a los dos meses todo era verde, y a los tres meses, todas las flores salieron de la tierra, y tras cuatro meses, todos los árboles de  madera se pusieron más gruesos, y las ramas verdes quedaron todas estrechamente entrelazadas, y las aves cantaron hasta que la madera resonara y las flores se cayeron de los árboles, entonces el quinto mes pasó y ella se paró bajo el árbol de enebro, que olía tan dulcemente que su corazón saltaba, y ella cayó de rodillas y estaba fuera de sí llena de alegría, y cuando el sexto mes vino, la fruta era grande y fina, y ella llegaba allí siempre, y al séptimo mes ella intentó agarrar las enebrinas y las comió avariciosamente, entonces se puso enferma y dolorosa, y pasado el octavo mes, ella llamó a su marido, y lloró y le dijo, 

-"Si muero, entonces sepúltame bajo el árbol de enebro."-

Ella quedó completamente consolada y feliz hasta que el próximo mes hubo pasado, y tuvo a un niño tan blanco como la nieve y tan rojo como la sangre, y cuando ella lo contempló, estuvo tan encantada que ahí mismo murió.
Entonces su marido la sepultó bajo el árbol de enebro, y él comenzó a llorarla;  después de algún tiempo él se tranquilizó, y aunque él todavía la lloraba, podía aguantarlo, y después de otro tiempo más largo él tomó a otra esposa. Con la segunda esposa él tuvo a una hija, pero el niño de la primera esposa seguía siendo un niño tan rojo como la sangre y tan blanco como la nieve.
Cuando la mujer tuvo a su hija la amó muchísimo y la llamó Marlinchen, pero al mirar al pequeño muchacho le pareció partirle el corazón, ya que un celoso  pensamiento entró en su mente de que él siempre se interpondría en su camino, y ella contínuamente  pensaba como podría conseguir toda la fortuna para su hija, y el Diablo llenó su mente con todo eso hasta que ella se puso completamente furiosa con el pequeño muchacho, y le daba palmadas y lo abofeteaba, y el infeliz niño estuvo en un terror continuo, ya que cuando salía de la escuela no tenía ninguna paz en ningún momento.
Un día la mujer había ido arriba a su cuarto, y su pequeña hija subió también, y dijo, 

-"Madre, dame una manzana."-

-"Sí, hija,"- dijo la mujer, y le dio una manzana fina de un baúl.

Pero nadie sabía que el baúl tenía una gran especial cualidad: cualquier cosa que cayera completamente dentro de él, y al cerrarlo, se transformaba en un puñado de manzanas finas. 

-"¿Madre,"- dijo la pequeña hija, -"no podría mi hermano tener una también?"-

Esto hizo enojar a la mujer, quien dijo, 

-"Sí, cuando regrese de la escuela."-

Y cuando ella vio por la ventana que él ya venía, fue exactamente como si el Diablo hubiera entrado dentro de ella, y arrebató a su hija la manzana y dijo,

-"No vas a tener ninguna antes que tu hermano. Ve a la cocina y pon a calentar agua"-

Entonces ella lanzó la manzana al baúl, y lo cerró. En eso el muchacho llegó a la puerta, y el Diablo la hizo decir amablemente, 

-"Hijo, ¿Quieres manzana?"- y ella lo miró terriblemente. 

-"¡Madre"-, dijo el muchacho, "que terriblemente me mira usted! Sí, déme una manzana."-

Entonces pareció como si ella fuera obligada a decirle, 

-"Ven conmigo,"- y abrió la tapa del baúl y dijo, 

-"Saca una manzana para ti."- 

y mientras el pequeño muchacho se inclinaba hacia adentro, el Diablo la hizo empujarlo completamente, y ¡pum! cerró la tapa, y el baúl se llenó de exquisitas manzanas con su piel roja como la sangre y con su pulpa blanca como la nieve. Entonces ella reaccionó y quedó abrumada con el terror, y pensó, 

-"Debo buscar una excusa para esto."-

Entonces bajó a la cocina y le dijo a Marlinchen:

-"Tráeme una bolsa de manzanas. Voy a hacer un pastel."-

Ella subió y tomó las manzanas, pero no vio a su hermano y lo buscó pero no lo encontró por ningún lado. Entonces le preguntó a su madre sobre él, y le contestó,

-"El muy estúpido se agachó tanto dentro del baúl, que cayó completamente y al cerrarse la tapa, quedó convertido en manzanas."-

La niña, que en realidad lo amaba, se conmovió muchísimo y lloró y lloró amargamente.
Y la madre tomó las manzanas y junto con un poco de harina y miel, hizo un grande y dulce pastel de manzanas.
Entonces el padre regresó a casa, y se sentó a cenar y dijo, 

-"¿Pero dónde está mi hijo?"

Y la madre le sirvió un gran plato del pastel de manzanas, y Marlinchen lloró y lloró y no podía acabar. Entonces el padre otra vez dijo, 

-"¿Pero dónde está mi hijo?"-

-"Ah,"- dijo la madre, -"él se ha ido a través del país donde su tioabuelo materno; él se quedará allí un tiempo."-

-"¿Y qué va a hacer él allá? Ni siquiera me dijo hasta luego."-

-"Él quiso ir, y me preguntó si podría quedarse seis semanas, él será bien  cuidado allá."-

 -"Ah,"- dijo el hombre, -"me siento tan infeliz, no sea que todos no debieran tener razón. Él debería haberme dicho hasta luego."-

Con eso él comenzó a comer y dijo, 
-"Marlinchen, ¿por qué estás llorando? Tu hermano volverá seguramente."-

Entonces agregó, 

-"Oh, esposa, que delicioso es este pastel, dame un poco más."-

Y cuanto más comía, más apetecía, y dijo, 

-"Dame más, ustedes no tendrán ninguna pieza. Siento como si todo tiene que ser mío."

Y él comió y comió y lanzaba las migajas bajo la mesa, hasta que terminó con todo. Pero Marlinchen se marchó a su tocador, y tomó su mejor pañuelo de seda del ajuar, y recogió todas las migajas que estaban debajo de la mesa, y las amarró en su pañuelo de seda, y las llevó fuera de la puerta bajo el árbol de enebro, sollozando con lágrimas de sangre. Entonces el árbol de enebro comenzó a moverse, y las ramas se separaban y se juntaban, justo como si alguien estuviera alegre aplaudiendo con sus manos.
Al mismo tiempo una niebla pareció provenir del árbol, y en el centro de esta niebla había como un fuego que rodeó al pañuelo con las migajas, y una ave hermosa salió del fuego cantando  magníficamente, y voló alto en el aire, y cuando ya se había ido, el árbol de enebro quedó como había estado antes, y el pañuelo con las migajas ya no estaba allí. Marlinchen, sin embargo, se sintió alegre y feliz como si su hermano estuviera todavía vivo. Y entró alegremente en la casa, y se sentó a la mesa y comió tranquila.
Pero el ave que se fue volando se posó en el techo de la casa de un orfebre, y comenzó a cantar,

-"Mi madre me transformó,
Mi padre me comió,
Mi hermana, la pequeña Marlinchen,
Recogió todas mis migajas
Las ató en un pañuelo de seda,
Las puso bajo el árbol de enebro,
¡Kywitt, kywitt, qué ave tan hermosa soy yo! "

El orfebre estaba sentado en su taller haciendo una cadena de oro, cuando él oyó al ave que estaba sentada y cantando en su azotea, le pareció muy hermosa la canción. Él se levantó, pero cuando avanzó perdió una de sus zapatillas. Sin embargo siguió derecho hacia el centro de la calle con un zapato y un calcetín; él tenía su delantal puesto, y en una mano tenía la cadena de oro y en la otra las tenazas, y el sol brillaba esplendorosamente en la calle.
Entonces él fue directamente hacia el ave, y se estuvo quieto, y dijo al ave,

-"¡Ave, qué maravillosamente cantas! ¡Cántame esa pieza otra vez. ¡"-

-"No,"- dijo el ave, -"¡no la cantaré dos veces por nada a cambio! Dame la cadena de oro, y luego la cantaré otra vez para ti."-

-"Ahí la tienes"-, dijo que el orfebre, "ahí está la cadena de oro para ti, ahora cántame aquella canción otra vez."-




Entonces el ave vino y tomó la cadena de oro en su garra derecha, y fue y se sentó delante del orfebre, y cantó,
-"Mi madre me transformó,
Mi padre me comió,
Mi hermana, la pequeña Marlinchen,
Recogió todas mis migajas
Las ató en un pañuelo de seda,
Las puso bajo el árbol de enebro,
¡Kywitt, kywitt, qué ave tan hermosa soy yo! "

Entonces el ave se fue volando a donde un zapatero, se posó en su azotea y cantó,

-"Mi madre me transformó,
Mi padre me comió,
Mi hermana, la pequeña Marlinchen,
Recogió todas mis migajas
Las ató en un pañuelo de seda,
Las puso bajo el árbol de enebro,
¡Kywitt, kywitt, qué ave tan hermosa soy yo! "

El zapatero oyó aquello y corrió afuera en mangas de camisa, y alzó la vista hacia su azotea, y se vio obligado a sostener su mano ante sus ojos no sea que el sol pudiera cegarlo. 

-"¡Ave"-, dijo él, "qué maravillosamente cantas tú!" 

Entonces él llamó desde su puerta a su esposa, 

-"Esposa, sólo ven afuera, hay un ave, mira a aquella ave, simplemente canta precioso."
También llamó a su hija y demás niños, y aprendices, muchachos y muchachas, y todos ellos vinieron calle arriba a mirar al ave y ver lo hermoso que era, y que finas plumas rojas y verdes tenía, y su cuello era como oro verdadero, y como los ojos en su cabeza brillaban como estrellas. 

-"Ave"-, dijo el zapatero, -"ahora cántame aquella canción otra vez."-

 -"No,"- dijo la ave, -"no canto dos veces por nada a cambio; debes de darme algo."-

-"Esposa"-, dijo el hombre, -"ve al desván, sobre el anaquel superior hay un par de zapatos rojos, tráelos."

Entonces la esposa fue y trajo los zapatos. 

-"Ahí tienes, ave,"- dijo el hombre, -"ahora cántame esa pieza otra vez."-

 Entonces el ave vino y tomó los zapatos en su garra izquierda, y voló a la azotea, y cantó,

-"Mi madre me transformó,
Mi padre me comió,
Mi hermana, la pequeña Marlinchen,
Recogió todas mis migajas
Las ató en un pañuelo de seda,
Las puso bajo el árbol de enebro,
¡Kywitt, kywitt, qué ave tan hermosa soy yo! "

Y cuando hubo cantado todo se fue volando. En su garra derecha tenía la cadena y los zapatos en su izquierda, y entonces voló hacia un molino, y el molino sonaba, 

-"klipp klapp, klipp klapp, klipp klapp,"-

y en el molino estaban sentados veinte hombres del molinero que tallaban una piedra, y cortaban, y se oía,

-"hick hack, hick hack, hick hack,"-

y el molino seguía con su 

-"klipp klapp, klipp klapp, klipp klapp."-

Entonces el ave fue y se sentó en un limero agrio que estaba plantado delante del molino, y cantó,

- "Mi madre me transformó,"-

Entonces uno de los hombres paró su trabajo.

-"Mi padre me comió,"-

Y ahora dos más dejaron su trabajo para oír aquello.

-"Mi hermana, la pequeña Marlinchen,"-

Entonces cuatro más pararon

-"Recogió todas mis migajas
Las ató en un pañuelo de seda,"-

Ahora sólo ocho trabajaban,

-"Las puso bajo el árbol de enebro,"-

y ahora sólo laboran cuatro,

-"¡Kywitt, kywitt, qué ave tan hermosa soy yo!"-

entonces el que quedaba paró y oyó las últimas palabras.

-"¡Ave"-, dijo él, -"qué maravillosamente cantas! Permíteme también oírlo todo. Canta eso una vez más para mí."-

-"No,"- dijo el ave, -"no cantaré dos veces por nada a cambio. Déme la piedra de molino, y luego lo cantaré otra vez."-

-"Sí,"- dijo él, -"si sólo me perteneciera a mí, la tendrías."

-"Sí,"- dijeron los demás, -"si él canta otra vez la tendrá."-

Entonces el ave bajó, y los veinte molineros con una viga levantaron la piedra. Y el ave pasó su cuello por el agujero, y se puso la piedra como si fuera un collar, y voló al árbol otra vez, y cantó,

-"Mi madre me transformó,
Mi padre me comió,
Mi hermana, la pequeña Marlinchen,
Recogió todas mis migajas
Las ató en un pañuelo de seda,
Las puso bajo el árbol de enebro,
¡Kywitt, kywitt, qué ave tan hermosa soy yo! "

Y cuando hubo hecho el canto, extendió sus alas, y en su garra derecha tenía la cadena, y en su izquierda los zapatos, y alrededor de su cuello la piedra de molino, y voló lejos a la casa de su padre. Alrededor de la mesa estaban sentados el padre, la madre, y Marlinchen con la cena, y el padre dijo, 

-"¡Cuan sereno me siento, que feliz estoy!"-

-"Yo no,"- dijo la madre, "me siento tan incómoda, justo como si una tormenta pesada se aproximara."

Marlinchen, sin embargo, lloraba y lloraba, y en eso llegó volando el ave, y cuando se posó en la azotea el padre dijo, 

-"Ah, me siento tan realmente feliz, y el sol brilla maravillosamente afuera, siento justo como que estoy a punto de ver a algún viejo amigo otra vez."-

-"Yo no,"- dijo la mujer, -"me siento tan preocupada, mis dientes tiemblan, y parezco tener fuego en mis venas."-

Y ella rasgó sus ropas por la preocupación, pero Marlinchen se sentó llorando en una esquina, y sostenía su plato ante sus ojos y lloró hasta que él quedó  completamente mojado. Entonces el ave se sentó en el árbol de enebro y cantó,

-"Mi madre me transformó,"-

Entonces la madre detuvo sus oídos, y cerró sus ojos, y no veía ni oía, pero había un rugido en sus oídos como la tormenta más violenta, y sus ojos ardían y brillaban como relámpagos,

-"Mi padre me comió,"-

-"¡Oh, madre,"- dice el hombre, -"es una ave hermosa! Canta tan maravillosamente, y el sol brilla tan bello, y hay un olor justo como el de la  canela."-

-"Mi hermana, la pequeña Marlinchen,"-

Entonces Marlinchen puso su cabeza en sus rodillas y lloró sin cesar, y el hombre dijo, 

-"Iré afuera, debo ver al ave bien cerca."-

-"Oh no, yo no voy,"- dijo la mujer, -"siento como si la casa entera temblara y estuviera en llamas."-

 Pero el hombre salió y miró al ave:

-"Recogió todas mis migajas
Las ató en un pañuelo de seda,
Las puso bajo el árbol de enebro,
¡Kywitt, kywitt, qué ave tan hermosa soy yo! "

En esto el ave dejó caer la cadena de oro, y cayó exactamente alrededor del cuello del hombre, y tan exactamente que le calzó maravillosamente. Entonces él entró y dijo, 

-"¡Sólo miren qué ave tan fina es, y que bella cadena de oro me ha dado, y qué bello es él!"-

Pero la mujer estaba aterrorizada, y cayó al suelo, y su gorra se desprendió de su cabeza. Entonces el ave cantó una vez más,

-"Mi madre me transformó,"-

-"¡Estuviera yo mil pies bajo tierra para no oír esto!"- decia la mujer.
-"Mi padre me comió,"-

Entonces la mujer cayó al suelo otra vez como si estuviera muerta.

-"Mi hermana, la pequeña Marlinchen,"-

-"Ah,"- dijo Marlinchen, -"también saldré y veré si el ave me da algo,"- y salió.

-"Recogió todas mis migajas
Las ató en un pañuelo de seda,"-

Entonces él ave le lanzó los zapatos.

"Las puso bajo el árbol de enebro,
¡Kywitt, kywitt, qué ave tan hermosa soy yo! "

Entonces ella se puso alegre y feliz, y se puso los nuevos zapatos rojos, y bailó y saltó dentro de la casa. 

-"Ah"-, dijo ella, -"yo estaba tan triste cuando salí y ahora estoy tan alegre; ¡es una ave espléndida, él me ha dado un par de zapatos rojos!"-

-"Bien,"- dijo la mujer, y se paró sobre sus pies y su pelo se levantó como llamas de fuego, -"¡Siento como si el mundo viene a un final! También, saldré y veré si mi corazón se siente ligero."-


Y cuando ella salió a la puerta, ¡pun! el ave lanzó hacia abajo la piedra de molino sobre ella, y quedó toda maltratada. El padre y Marlinchen oyeron lo que había pasado, y humo, llamas, y fuego se elevaban del lugar, y cuando todo eso terminó, apareció vivo el pequeño hermano, y él tomó a su padre y a Marlinchen de la mano, recogieron y vendaron a la resquebrajada mujer, quien en adelante ya no pudo valerse por sí misma quedando totalmente arrepentida de sus actos, y padre, niño y niña quedaron felices y alegres, y entraron en la casa a la cena, y comieron serenamente. Y el baúl de las manzanas fue destruido.

 Enseñanza:


Nunca se debe de actuar mal con nadie, mucho menos con quienes dependen de nosotros.