miércoles, 20 de mayo de 2015

EL GIRASOL

EL GIRASOL


Cuenta una leyenda guaraní que la vida de esta planta comenzó en un lugar a orillas del río Paraná, donde vivían dos tribus vecinas. Los caciques de ambas tribus, Pirayú y Mandió, eran muy buenos amigos, y sus pueblos intercambiaban pacíficamente artesanías y alimentos. Un día, a Mandió se le ocurrió unir las dos tribus, y para ello pidió en matrimonio a la hija de Pirayú. Pero éste le dijo que eso era algo imposible, y le contó que su hija no se casaría con ningún hombre porque había ofrecido su vida al Dios Sol.
Mandió se encolerizó, y Pirayú trató de explicarle, de la mejor manera posible, que la joven Carandaí pasaba horas al Sol desde muy pequeña y vivía únicamente para él, y que los días nublados la ponían muy triste.
- ¡Esto es peor que un desprecio! -grito Mandió, y se alejó prometiendo venganza.
Pirayú se quedó muy triste y preocupado, porque pensaba que su amigo castigaría a su pueblo. Y por desgracia, al cabo de varios días, sucedió lo tan temido. Carandaí se desplazaba en su canoa por el río, contemplando la caída del sol, cuando de pronto vio resplandores de fuego sobre su aldea. Llena de angustia remó con todas sus fuerzas hacia la orilla pero, al saltar a tierra, una trampa hecha con gruesas barras de madera cayó sobre ella y la inmovilizó.
- Ahora tendrás: que pedirle a tu dios que te libere de mi venganza -dijo Mandió, riendo con expresión cruel.
- ¡Oh, Kuarahí, mi querido Sol -susurró Carandaí. -¡No permitas que Mandió acabe conmigo y con mi pueblo! ¡No lo permitas!

Casi no había terminado de hablar cuando Kuarahí envió a la joven un remolino de potentes rayos, que la envolvieron haciéndola desaparecer de la vista de Mandió. Y en el lugar donde había estado Carandaí brotó una planta esbelta, con una flor dorada que, al igual que la princesa, se mantiene siempre con su cara al cielo, siguiendo los derroteros del Sol.


La Luz Azul

La Luz Azul 


Había una vez en tiempos de guerras, un soldado que por muchos años sirvió a su rey fielmente. Pero cuando acabaron las guerras, ya no pudo servir más a causa de las muchas heridas que había recibido.  El rey le dijo:
-"Debes volver a tu casa, ya no te necesito más, y no vas a recibir ninguna paga adicional, pues solamente se da el salario mientras se está en servicio."-
Entonces el soldado, que no sabía de que otra manera ganarse la vida, se fue totalmente frustrado, y caminó todo el día, hasta que llegó a un bosque y entró en él. Cuando oscureció, vio una luz, y se dirigió a ella, y llegó a una choza donde vivía una bruja. 
-"Por favor, dame posada por una noche, y un poquito de comida y bebida"- le dijo él a ella, -"o moriré de hambre."- 
-"¡Ajá!"- contestó ella, -"¿Quien le daría algo a un soldado despedido? Te tendré compasión y te dejaré entrar, si haces lo que deseo"-
-"¿Y qué es lo que deseas?"- respondió el soldado.
 -"Que mañana me arregles totalmente mi jardín."- dijo la bruja.
El soldado consintió, y al día siguiente trabajó con todas sus fuerzas, pero no pudo terminar todo al llegar el atardecer. 
-"Veo muy bien" dijo la bruja, -"que por hoy ya no puedes hacer más, pero te daré otra noche, y en pago por ello, mañana me picarás una carga de leña haciéndola compacta."- 
El soldado gastó todo el día haciéndolo, y al atardecer la bruja le propuso quedarse una noche más.
-"Mañana solamente deberás hacerme un trabajito muy pequeñito. Atrás de mi casa hay un viejo pozo seco, donde ha caído mi linterna. Ella alumbra azul, y nunca se apaga, y debes traérmela de regreso."- dijo ella.
Al día siguiente la vieja lo llevó al pozo, y lo bajó en una canasta. Él encontró la luz azul, y le hizo una señal a ella para que lo subiera. Ella jaló la cuerda hacia arriba, pero cuando ya estaba cerca del borde, ella estiró la mano tratando de coger la luz azul, quitándosela a él. 
-"¡No!"- dijo él, percibiendo su mala intención, -"No te daré la luz, hasta tanto no esté afuera con mis dos pies sobre el suelo."-
La bruja se molestó, soltó la cuerda y se marchó. El pobre soldado cayó sobre el húmedo fondo, sin herirse, y la luz azul seguía iluminando, pero, ¿De qué le serviría eso? Vio él que no podría escapar de la muerte. Se sentó por un rato muy acongojado, y de pronto exploró  su bolsillo y encontró su pipa de tabaco, que aún estaba a medio llenar.
-"Este será mi último placer."- pensó.
La sacó, la encendió con la luz azul y comenzó a fumarla. Cuando el humo había circulado por toda la caverna, súbitamente apareció un duende negro parado frente a él, que le dijo:



-"Señor, ¿Cuáles son tus órdenes?"-
-"¿Y que órdenes tengo que darte?"- replicó el soldado, bastante confundido.
-"¿Y que órdenes tengo que darte?"- replicó el soldado, bastante confundido.
-"Yo debo hacer cualquier cosa que me pidas"- dijo el hombrecito.
-"Bien"- dijo el soldado, -"en primer lugar, sácame de este pozo."
El hombrecito lo tomó de la mano y lo llevó por un pasaje subterráneo, pero no olvidó de llevarse la luz azul consigo. En el camino, el duende le mostró los tesoros que la bruja había colectado y escondido allí, y el soldado tomó tanto oro como podía cargar. Cuando llegaron arriba, él le dijo al hombrecito:
-"Ve ahora y atas a la bruja, y la llevas ante la justicia."- 
En unos momentos, pasó la bruja, tan rápido como el viento, dando escalofriantes gritos como un gato salvaje, e inmediatamente reapareció el hombrecito. 
-"Todo está hecho"- dijo él, -" y la bruja ya cuelga en el cadalso. ¿Qué más se te ofrece, mi señor?"-
-"Por ahora, nada más."- contestó el soldado, -"Debes retornar a tu hogar, pero mantente  siempre disponible a mi alcance, por si te convoco."-
-"No necesitas más que encender tu pipa con la luz azul, y yo apareceré ante ti de nuevo."- dijo el duende, y desapareció de su vista.
El soldado retornó al pueblo de donde había venido. Fue a la mejor posada, ordenó los mejores vestidos, y pidió al propietario que le alistara una habitación tan preciosa como fuera posible. Cuando ya estuvo lista y el soldado había tomado posesión de ella, invocó al pequeño negrito y le dijo:
-"Mira, yo serví muy fielmente a mi rey, pero el me despreció, y me dejó hambriento, y ahora es mi turno de tomar mi acción."-
-"¿Qué debo hacer?"- preguntó el hombrecito. 
-"Cuando ya esté entrada la noche, y la hija del rey esté en su cama, tráela dormida, y ella hará el trabajo de servidumbre para mí."- contestó.
-"Eso es algo muy fácil para mí, pero algo muy peligroso para ti, porque si eres descubierto, te podría costar un buen disgusto."- dijo el duende.
Cuando sonaron las doce de la noche, la puerta se abrió, y el hombrecito traía a la princesa.
-"¡Aja!, ¿Eres tú?"- gritó el soldado a la princesa, -"¡Ponte a trabajar de inmediato! Toma la escoba y barre la recámara."-
Cuando hubo terminado esto, él le ordenó acercarse a la silla, y estiró sus piernas y dijo:
-"¡Quítame las botas!"-
Y enseguida las tiró al suelo enfrente de su cara, e hizo que las recogiera de nuevo, las limpiara y les diera brillo. Ella, sin embargo, hizo todo lo que le pidió, sin oposición, en silencio y con los ojos a medio cerrar.  Y cuando cantó el primer gallo, el duende la llevó de regreso al palacio y la colocó en su cama.
En la mañana, cuando la princesa se levantó, fue donde su padre y le contó que había tenido un muy extraño sueño.
-"Yo era llevada volando por las calles con la rapidez del relámpago"- decía ella, -"y puesta en la habitación de un soldado, y yo tenía que trabajarle como una sirviente, barrer su alcoba, limpiar sus botas y hacer todos los trabajos misceláneos. Fue sólo un sueño, pero me siento tan cansada como si realmente hubiera hecho todo aquello."-
-"El sueño podría haber sido real."- dijo el rey, -"Te daré una pequeña ayuda. Llena tu bolso de guisantes, y hazle un pequeño hueco al bolso, y entonces, si de nuevo eres llevada en vuelo, los guisantes irán cayendo y dejando un rastro en las calles."-
Pero, sin que hubiera sido notado por el rey, el duende estaba a su lado cuando él decía eso, y oyó todo al respecto. En la noche, cuando la princesa era llevada de nuevo por las calles, ciertamente algunos guisantes cayeron del bolso, pero no pudieron dejar un rastro, pues el hombrecito había regado guisantes en todas las calles. Y de nuevo la princesa fue obligada a hacer el trabajo de sirviente hasta el canto del gallo.
 A la mañana siguiente, el rey mandó a su gente a buscar el rastro, pero todo fue en vano, pues en cada calle, los niños pobres recogían los guisantes diciendo:
-"Debe de haber llovido guisantes, anoche."-
-"Tenemos que pensar en algo más."- dijo el rey.-" 
-"Déjate los zapatos puestos cuando te vayas a la cama, y antes de que regreses del lugar a donde has sido llevada, esconde uno de ellos ahí, y yo pronto idearé el medio para encontrarlo."-
El duende escuchó el nuevo plan, y en la noche, cuando el soldado le ordenó de nuevo traer a la princesa, se lo reveló, y además le dijo que no sabía de ningún método para contrarrestar esa estrategia, y que si el zapato era encontrado en su habitación, le podría ir muy mal.
-"Haz lo que te pido."- replicó el soldado. Y de nuevo esta tercera noche la princesa fue obligada a trabajar como sirviente, pero antes de partir a palacio, escondió su zapato bajo la cama del soldado.
A la mañana siguiente, el rey tenía al pueblo entero buscando el zapato de su hija. Y fue encontrado donde el soldado, y el mismo soldado, que por ruego del enano se había alejado de la casa, fue pronto capturado y llevado a prisión. En su huída, había olvidado su más preciada  posesión, la luz azul y el oro, y solamente le quedaba un ducado en su bolsillo. Y ahora cargado de cadenas, estaba parado junto a la ventana de su calabozo, cuando tuvo la suerte de ver a uno de sus antiguos colegas pasar por ahí. El soldado golpeó en la ventana, y cuando el colega se acercó, le dijo:
-"¿Serías tan amable de traerme un pequeño envoltorio que dejé en la posada olvidado?, yo te daré un ducado por el mandado"-
El camarada corrió hacia allá y le trajo lo solicitado. Tan pronto como el soldado quedó solo de nuevo, encendió su pipa e invocó al negro duende.
-"No temas."- le dijo éste. -"Ve adonde te lleven, y déjalos hacer lo que quieran, solamente mantén contigo la luz azul."-
Al día siguiente el soldado fue llevado a juicio, y aunque alegó que no había hecho nada malo, fue condenado a muerte. Cuando era llevado al cadalso, le pidió al rey un último favor.
-"¿Y qué es?"- preguntó el rey.
-"Que pueda fumar una vez más mi pipa en el camino."- dijo el soldado.
-"Puedes fumarla hasta tres veces más"- contestó el rey, -"pero no imagines que te perdonaré la vida." 
Entonces el soldado sacó su pipa y la encendió con la luz azul, y apenas subieron unas pocas roscas de humo apareció el duende con un pequeño látigo en la mano diciendo:
-"¿Qué deseas mi señor?"- 
-"Castiga con el látigo hasta hacer caer al suelo a esos falsos jueces, y a su comisario, y no pongas reparos en el rey que tan mal me ha tratado."-

Entonces el duende cayó sobre ellos, castigándolos, dándoles aquí y allá, y quienquiera fuera tocado por el látigo, caía al suelo, y no se aventuraba a levantarse de nuevo. El rey estaba aterrorizado. Y él mismo le pidió piedad al soldado, que lo dejara vivir, y le dio todo su reino, y a la princesa por esposa.
Enseñanza:

Toda mala acción contra el prójimo, tarde o temprano regresa al actor. Y con creces.

lunes, 18 de mayo de 2015

LOS FLAMENCOS ROSADOS DE MAR CHIQUITA

LOS FLAMENCOS ROSADOS 

DE MAR CHIQUITA



Al norte de la provincia de Córdoba encontramos la bella laguna Mar Chiquita, un espejo de agua salada que cubre una superficie de aproximadamente 2800 km2. Es en esta zona de aguas curativas, poblada de pájaros, donde todavía se relata una bella historia de amor que nos revela el origen de los flamencos rosados.
Cuentan que Ansenuza, la diosa que habitaba en aquellas aguas, era una mujer bellísima, pero extremadamente cruel con aquellos que entraban en sus dominios.  Un día, mientras recorría la laguna, Ansenuza encontró sobre la arena el cuerpo de un indio sanavirón. Su primera reacción fue atacar al intruso y destruirlo, pero al percatarse de su inmovilidad, se acercó lentamente a él. El fuerte cuerpo del indio indicaba claramente que era un guerrero, pero se encontraba gravemente herido, tendido en un sueño de agonía y muerte.
Ansenuza, observando al guerrero, sintió como su corazón comenzaba a latir  con mayor fuerza, y por primera vez sintió que se enamoraba perdidamente. Pero inmediatamente se dio cuenta de que no podría salvarle la vida, y entonces comenzó a llorar. Sus lágrimas cayeron en torrente y bañaron el cuerpo del hombre muerto. Tanto lloró que sus lágrimas tornaron saladas las aguas, y ante tanto dolor los demás dioses se apiadaron de ella.
El padre de los dioses decidió dar una oportunidad al amor que había nacido en el corazón de Ansenuza, devolviendo la vida al joven guerrero. Del cielo cayó un rayo que iluminó el cuerpo inmóvil, y lo transformó en una hermosa y esbelta ave de plumas rosadas.

Desde ese momento el flamenco habitó las aguas salobres de Ansenuza, que es como los lugareños llamaban a la laguna Mar Chiquita. Aguas a las que los dioses dieron propiedades curativas para que ya nunca deba llorarse por la pérdida de un amor. 

Los Siete Cuervos

Los Siete Cuervos


Había una vez un hombre que tenía siete hijos, y no tenía ninguna hija, aunque deseaba tener una. A los días su esposa le dio la noticia de la próxima llegada de un nuevo hijo. Y sucedió que por fin fue una niña. La dicha fue inmensa, pero la niña era pequeña y enfermiza, y tuvieron que bautizarla privadamente por motivo de su debilidad. El padre envió a uno de sus muchachos con una jarra a que fuera de prisa al pozo para que trajera agua para el bautizo. Los otros seis lo acompañaron, y como cada uno quería ser el primero en llenarla, discutiendo se les cayó la jarra en el pozo.  
Se quedaron paralizados, y no sabían que hacer, y ninguno quería volver a la casa. Como ellos no retornaban, el padre se impacientó y dijo:
-"¡De seguro se quedaron jugando y olvidaron su deber, esos irresponsables muchachos!"-
Él se atemorizó tanto de que la niña muriera sin ser bautizada, que en su angustia gritó:
-"¡Desearía que todos esos muchachos se convirtieran en cuervos!"- 
No había terminado de pronunciar esas palabras cuando escuchó un escandaloso ruido de alas en el aire sobre su cabeza, miró hacia arriba y vio a siete negros cuervos alejándose. Los padres no podían creer aquello, y muy tristes con la pérdida de sus siete hijos, se consolaban con la existencia de su pequeña hija, que pronto se restableció y fue creciendo sana y bondadosa.  
Por un largo tiempo, ella no supo que tenía hermanos, pues sus padres se cuidaban de no mencionarlo en su presencia. Pero un día, accidentalmente escuchó a otra gente hablando de ella:
-"Que la  muchacha era ciertamente encantadora, pero que en realidad era la culpable de la mala fortuna que habían tenido sus siete hermanos."-  
Entonces ella se sintió acongojada, y fue donde sus padres y preguntó si era cierto que ella tenía hermanos, y que qué había sido de ellos. Los padres no pudieron ocultar más el secreto, pero que lo que les había sucedido a sus hermanos fue la voluntad del cielo, y que su nacimiento solamente fue una causa inocente de aquello.
Pero la joven tomó todo eso a pecho diariamente, y pensó que tenía que salvar a sus hermanos. Ella no tenía descanso ni paz hasta que secretamente se fue, y salió hacia el ancho mundo para encontrar la pista de sus hermanos y liberarlos, le costara lo que fuera. No llevaba nada con ella, a excepción de un pequeño anillo de sus padres como amuleto, un bollo de pan contra el hambre, una pequeña botella de agua contra la sed y una pequeña silla como provisión contra el cansancio.
Y ella avanzaba continuamente hacia adelante, lejos y más lejos, hacia el puro final del mundo. Y llegó hasta donde el sol, pero era muy caliente y terrible, y devoraba a los niños pequeños. Rápidamente ella corrió, y fue hacia la luna, pero era muy helada, y también horrible y maliciosa, y cuando la vio a ella, dijo: 
-"Me huele, me huele a carne humana."- 
Con eso ella escapó velozmente y llegó hasta las estrellas, que fueron amables y buenas con ella, y cada una de ellas estaba sentada en su propia sillita particular. Pero la estrella matutina se levantó, y le dio el hueso de una pata de pollo, y dijo:  
-"Si tú no tienes ese hueso, no podrás abrir la Montaña de Cristal, y es en esa montaña donde están tus hermanos."-
La joven tomó el hueso, lo envolvió cuidadosamente en una manta, y siguió adelante hasta llegar a la Montaña de Cristal. La puerta estaba cerrada, y pensó que debería sacar el hueso, pero cuando desenvolvió la manta, estaba vacía, y se dio cuenta de que había perdido el regalo de la buena estrella.
¿Qué debería hacer ahora? Ella deseaba rescatar a sus hermanos, y no tenía la llave de la Montaña de Cristal. La buena hermana tomó un cuchillo, cortó uno de sus pequeños dedos, lo puso en la puerta y exitosamente se abrió. En cuanto ella entró, un pequeño enano se le acercó, quien le dijo:



-"Mi muchachita, ¿que andas buscando?"- 
-"Busco a mis hermanos, los siete cuervos."- replicó ella.
El enano dijo:
-"Los señores cuervos no están en casa, pero si quieres esperar hasta que regresen, pasa adelante."-
Enseguida el pequeño enano trajo la comida de los cuervos, en siete platitos, y siete vasitos, y la pequeña hermana comió una pizca de cada plato, y un pequeñito sorbo de cada vaso, pero en el último vaso dejó caer el anillo que ella había cargado consigo.
De pronto ella oyó el aleteo de alas y un zumbido por el aire, y entonces el pequeño enano dijo:
-"Ahora los señores cuervos están llegando a casa."-  
Y ellos llegaron, y querían comer y beber, y buscaron sus pequeños platos y vasos. Entonces se dijeron unos a otros:
-"¿Quien habrá comido algo de mi plato? ¿Quien habrá bebido algo de mi vaso? Es la huella de una boca humana."-
Y cuando el séptimo llegó al fondo de su vaso, el anillo rodó contra su boca. Entonces lo miró, y vio que era el anillo que pertenecía a su padre y madre, y dijo:
-"Dios nos ha otorgado que nuestra hermana pueda estar aquí, y entonces quedaremos libres."-

Cuando la joven, que se había quedado observando detrás de la puerta, escuchó el deseo, avanzó hacia adelante, y en ese instante los cuervos retornaron a su forma humana de nuevo. Y se abrazaron y besaron, y regresaron felizmente a su casa.
Enseñanza:

Nunca debe de tomarse determinaciones, ni hacer amenazas, bajo un estado de enojo.

domingo, 17 de mayo de 2015

ANDALUCITA LEYENDA ARAUCANA

ANDALUCITA


LEYENDA ARAUCANA  
Una leyenda nos relata que los Araucanos, indígenas orgullosos y aguerridos, opusieron gran resistencia a la conquista española, negándose a ser esclavos y cuidando a la madre tierra de los invasores.
Las cruces típicas de la Andalucita, eran para estos indígenas, las almas de los guerreros muertos por los españoles, que dieron su vida por sus hermanos y su tierra.
Una leyenda popular nos cuenta que luego de un malón, un guerrero (TOQUI), capturó a una joven española.
La llevo a su toldería al sur de Concepción, la joven fue bien tratada, con el tiempo fue aprendiendo las costumbres de sus captores. De a poco fue naciendo entre ella y su captor, un amor real, profundo y sincero.
A los demás guerreros, y pobladores de la tribu no les gusto esta unión, se opusieron a ello.
Pese a todo siguieron juntos, pero luego de unos días, no regresó el joven guerrero.
Lo habían secuestrado, ocultándolo en una caverna hasta que decidiera abandonar a la a mujer blanca.
Una noche que volvían de un malón le dicen a la cautiva que su pareja había muerto junto a un lejano bosque, a orillas de un arroyo. Presa por el dolor y la desesperación, huyo de la toldería, busco durante horas a su amor, llorando y rezándole a DIOS por su amado. Milagrosamente, sus lágrimas se convirtieron en las gemas de los Araucanos, las cruces de piedra. La madre tierra se había apiadado de su dolor, uniéndose a ella recordando a sus hijos caídos en batalla contra los invasores...
Al ver este milagro de amor los demás Indios perdonaron a la cautiva, y con una MACHI (chamana araucana)
Juntaron las lágrimas, convertidas en piedras, Llenando una calabaza ritual.
Después de perdonar a los amantes, al sonar el CULTRUM, (tambor ritual) las gemas comenzaron a saltar dentro de la calabaza de la Chamana, ordenando la liberación del guerrero.
Finalmente les permitieron que vivan en paz.
En América esta gema es usada como amuleto, para protección, como gema par invocar a los elementales, por su símbolo natural e la cruz, (simboliza el conjuro de las 5 fuerzas del cosmos), es una gema que transmite mucha energía, es utilizada como amuleto para lograr el éxito, en causas imposibles y para recuperar afectos sinceros. También es llamada Andalucita en honor a la provincia española donde es muy abundante, y también es buscada como gema para amuletos y protección




Cenicienta

Cenicienta


La esposa de un rico hombre cayó enferma, y sintiendo que ya estaba en sus últimos días, llamó a su única hija a su lado y le dijo:
-"Mi querida hija, se siempre buena y piadosa, y así el buen Dios te protegerá todos los días, y yo también velaré por ti desde el cielo y estaré cerca de ti."-
Momentos después la buena señora cerró sus ojos y partió al reino de Dios. Todos los días la joven visitaba la tumba de su madre, y lloraba, y se comportaba buena y piadosa. Cuando llegó el invierno, una gran capa de nieve se formó sobre la tumba, y cuando el sol del verano la derritió, su padre tomó a otra mujer por esposa.
La nueva mujer llegó a la casa con dos hijas, las cuales eran guapas y de lindas caras, pero viles y de negro corazón. Allí empezaron los malos tiempos para la pobre hija del señor. 
-"¿Pero se va a sentar esa estúpida gansa con nosotras en la sala?"- decían ellas, -"Si alguien quiere comer pan, que se lo gane. Que se vaya para la cocina."-
Ellas le quitaron los lindos vestidos que tenía, le pusieron un viejo delantal gris, y le dieron unos zapatos de madera.
-"¡Sólo mira a la orgullosa princesa, qué compuesta que está!"- gritaban y reían, y la llevaron a la cocina.
Allí ella tenía que hacer trabajos duros desde la mañana hasta la noche, levantarse antes del amanecer, traer el agua, encender los fuegos, limpiar, cocinar y lavar. Además de todo eso, las dos hermanas le hacían las mayores groserías que podían imaginarse - la imitaban burlonamente, le vaciaban los guisantes y las lentejas dentro de las cenizas para que tuviera que recogerlas una a una de nuevo -, y así muchas otras cosas más. Al anochecer, después de todo el trabajo que la dejaba rendida de cansancio, no tenía cama a donde ir a dormir, por lo que se acostaba entre las cenizas junto al fuego. Su padre, casi siempre ausente de la casa por su trabajo, no percibía lo que pasaba. Y como la joven siempre andaba sucia y tiznada por la ceniza, ellas le pusieron el sobrenombre de "Cenicienta".
Sucedió que un día, en uno de los viajes que el padre acostumbraba hacer, le preguntó a las hijastras si querían que les trajera algo al regreso.
-"Bellos vestidos."- dijo una.
-"Perlas y joyas."- dijo la otra.
-"¿Y tú, que deseas para ti?"- le preguntó el padre a Cenicienta.
-"Padre, corta para mí, la primer rama que te golpee el sombrero cuando vengas de regreso."-
Así pues, él compró bellos vestidos, perlas y joyas para las dos hijastras, y cuando venía para su casa, pasando por un tupido bosque, una rama de avellano pegó en su sombrero y se lo botó. Entonces cortó la rama y la cargo con él.
Al llegar a casa, dio a las hijastras lo que le pidieron, y a Cenicienta la rama del avellano. Cenicienta se lo agradeció, fue a la tumba de su madre y plantó la rama allí, y lloró tanto que las lágrimas cayeron sobre la rama y la humedeció. Y la rama creció, llegando a ser un frondoso árbol. Tres veces al día, Cenicienta iba y se sentaba bajo él, y lloraba y rezaba, y un pequeño pajarito blanco venía siempre al árbol, y si Cenicienta expresaba algún deseo, el pajarito le dejaba caer lo que ella había deseado.
Sucedió sin embargo, que el rey organizó un festival que duraría tres días, y al cual invitaba a todas la bellas muchachas del país, para que su hijo pudiera escoger a una de ellas por esposa. 
Cuando las dos hermanastras oyeron que ellas estarían en la lista, se sintieron muy complacidas, y llamaron a Cenicienta diciéndole:
-"Péinanos el cabello, cepilla nuestros zapatos y sujeta nuestras hebillas, porque vamos para el festival en el palacio del rey."-
Cenicienta obedecía, pero lloraba, porque también le gustaría poder ir con ellas al baile. Y le rogaba a su madrastra que lo hiciera.
Pero su madrastra, que no era buena ni cariñosa, como sí lo son la mayoría de las madrastras, le dijo:
-"¿Ir tú, Cenicienta? ¿Tú, que estás toda sucia y asquerosa, pretendes ir al festival?, ¡tú que no tienes vestidos ni zapatos adecuados, y pretendes ir a bailar!"- 
Sin embargo tanto insistía Cenicienta en pedirlo, que al fin dijo la madrastra:
-"He vaciado un plato de lentejas entre las cenizas para tí. Si en dos horas las has recogido todas, podrás ir con nosotras."-
La joven Cenicienta corrió hacia la puerta trasera que da al jardín, y llamó:
-"¡Hola!, ustedes mansas palomitas, ustedes pequeñas tortolitas, y ustedes pajaritos del cielo, vengan y me ayudan a recoger lentejas:
        " Las buenas al tazón,
          las malas al montón." "- 

Entonces dos palomas blancas entraron por la ventana de la cocina, y detrás las tortolitas, y por último todos los pajaritos que volaban cerca, y llegaron zumbando y en tropel y se colocaron junto a las cenizas. Y las palomas movían sus cabezas y comenzó el pic, pic, pic. Y todos los demás también estaban con el pic, pic, pic, y recogieron todos los granos y los colocaron en el plato.
Difícilmente había transcurrido una hora cuando ya habían terminado, y salieron de la cocina. Entonces Cenicienta llevó el plato donde la madrastra, e iba contenta, pensando que ahora sí que la dejaría ir al festival. Pero la madrastra dijo:
 -"¡Ah no, Cenicienta!, tú no tienes vestidos y así no puedes bailar. Sólo serías motivo de risas."-
Y como Cenicienta lloró por eso, la madrastra dijo:
-"Si puedes sacar de las cenizas otros dos platos de lentejas que tienen mezcladas, y me las muestras en menos de una hora, podrías ir con nosotras."-
Y la madrastra pensó para sí:
-"¡Eso sí que no lo podrá hacer!"
En cuanto la madrastra mezcló los dos platos de lentejas con la ceniza, la joven corrió de nuevo a la puerta que da al jardín y gritó:
-"¡Hola!, ustedes mansas palomitas, ustedes pequeñas tortolitas, y ustedes pajaritos del cielo, vengan y me ayudan a recoger lentejas:
        " Las buenas al tazón,
          las malas al montón." "-

Entonces dos palomas blancas entraron por la ventana de la cocina, y detrás las tortolitas, y por último todos los pajaritos que volaban cerca, y llegaron zumbando y en tropel y se colocaron junto a las cenizas. Y las palomas movían sus cabezas y comenzó el pic, pic, pic Y todos los demás también estaban con el pic, pic, pic, y recogieron todos los granos y los colocaron en el plato, y antes de media hora habían terminado y volaron hacia afuera de nuevo. Entonces la joven llevó los platos a la madrastra, y toda contenta pensando que ahora sí iría al festival con ellas. Pero la madrastra dijo:
-"¡Nada de eso te ayudará, no irás con nosotras, ya que no tienes vestidos para bailar, y nos avergonzaríamos de ti!"-
Y volvió la espalda a Cenicienta, y salió presurosa junto con su dos orgullosas hijas.
Como ya no había nadie más en la casa, Cenicienta fue a la tumba de su madre bajo el árbol de avellanas, y gritó:
-"Tirita y tiembla, arbolito, te lo pido a tí,
   oro y plata tírame a mí."-

Entonces un pájaro le tiró un vestido de oro y plata, con bordados de fina seda. Y ella se colocó el vestido y corrió al festival. Sus hermanastras y su madrastra no la reconocieron, y creyeron que sería una princesa extranjera, ya que se veía tan bella con aquel vestido de oro y plata. Ellas nunca la relacionaron con Cenicienta, y más bien la imaginaban sentada en la cocina de la casa, toda sucia, recogiendo lentejas de las cenizas.
El príncipe fue a conocerla, la tomó de la mano y bailó con ella. El no quiso bailar con ninguna otra joven, y nunca le soltó la mano, y si alguien venía a invitarla, él decía:


-"Ésta es mi compañera."- 
Ella bailó hasta el atardecer, y entonces quiso regresar a casa. Pero el hijo del rey le dijo:
-"Yo iré contigo y te acompañaré."-, pues quería saber a que familia pertenecía la bella joven.
Sin embargo ella logró escabullirse de él, y se metió en un palomar. El hijo del rey esperó a que llegara un leñador que había llamado, y entonces le contó que la extraña joven había saltado hacia el palomar.   El viejo hombre pensó:
-"¿Quién podrá ser?"
Y mandó a que le trajeran un hacha y un pico, y él tiró en pedazos el palomar, pero no encontraron a nadie adentro. Y cuando todos llegaron a la casa, Cenicienta yacía en sus sucios vestidos, y una débil lámpara de aceite alumbraba la habitación, pues Cenicienta había saltado rápidamente por la parte trasera del palomar y corrió al arbolito de avellanas, y allí se quitó el vestido de oro y plata y lo colocó sobre la bóveda, y la paloma se lo llevó de allí. Luego ella se fue a la cocina y se colocó entre las cenizas con su usual gris vestimenta.
Al día siguiente, cuando el festival comenzó de nuevo, y su madrastra y hermanas se habían marchado, Cenicienta fue al avellano y dijo:
 -"Tirita y tiembla, arbolito, te lo pido a ti,
   oro y plata tírame a mí."- "-

Entonces el pájaro le tiró ahora un vestido mucho más bonito que el del día anterior. Y cuando Cenicienta apareció en el festival con ese vestido, todo el mundo quedó maravillado de su presentación. El hijo del rey había esperado hasta que ella llegara, e inmediatamente tomó su mano y bailó únicamente con ella. Cuando alguien venía a invitarla, él decía:
-"Ésta es mi compañera."-  
Cuando llegó el atardecer ella quiso retirarse, y el hijo del rey la siguió, pues quería ver en que casa se introducía. Pero ella se escapó rápido de él, y entró a un jardín detrás de una casa. Había allí un bello y alto árbol del cual colgaban magníficas peras. Ella subió tan ágilmente las ramas como una ardilla, que el hijo del rey no pudo saber exactamente por dónde se fue. Y esperó a que llegara otra vez el leñador, y entonces le contó que creía que la extraña joven había subido al árbol de peras. El viejo hombre pensó:
-"¿Quién podrá ser?"
Y tomando el pico y el hacha, derribó al árbol, pero no había nadie allí. Y en casa de Cenicienta, cuando todos llegaron a la cocina, Cenicienta estaba allí, entre las cenizas, como siempre, ya que ella había saltado por el lado opuesto del peral, y entregado el bello vestido a la paloma en el avellano, y puesto sus grises ropas de nuevo.
 Al tercer día, cuando todos se habían marchado, Cenicienta fue otra vez más a la tumba de su madre y dijo al árbol:
 -"Tirita y tiembla, arbolito, te lo pido a ti,
   oro y plata tírame a mí."-

Y ahora el pájaro le tiró otro vestido aún más esplendoroso y lujoso que jamás hubiera tenido, y las zapatillas eran de oro. Y cuando llegó al festival con aquella vestimenta, todo el mundo quedó mudo de la impresión. El hijo del rey de nuevo sólo bailó con ella, y si alguien llegaba a invitarla, le decía:
-"Ella es mi compañera."-  
Al llegar otra vez el atardecer, Cenicienta quiso retirarse, y el hijo del rey estaba ansioso de acompañarla, pero ella escapó tan rápido que no pudo seguirla. Sin embargo, el hijo del rey, había pensado en una estrategia, y había llenado las escaleras con resina, y cuando ella bajaba las gradas, la zapatilla izquierda se quedó pegada. El hijo del rey la recogió, y era pequeña y fina, toda de oro.   Al día siguiente fue donde el rey y le dijo:
-"Ninguna joven, sino solamente aquella a quien le calce esta zapatilla de oro podrá ser mi esposa."-
Al saberse la noticia, las dos hermanas se regocijaron, pues tenían un bonito pie. Cuando el hijo del rey, en su recorrido, llegó a la casa de Cenicienta, la mayor fue a su habitación con la zapatilla a tratar de colocársela, y su madre estaba con ella. Pero le fue imposible ajustar el dedo gordo del pie, y la zapatilla era demasiado pequeña para ella. Entonces su madre trajo un cuchillo y le dijo:
-"Córtate el dedo, que cuando seas la reina, no necesitarás andar más a pie."-
La muchacha se cortó el dedo,    y forzó el pie dentro de la zapatilla, y soportando el dolor, fue donde el hijo del rey. Entonces él la montó en su caballo como novia, y salió con ella. Pero sin embargo, tenían que pasar por la tumba, y allí, en el avellano, estaban las dos palomas que gritaban:
-"Voltea y vuelve a ver,
   hay sangre en el zapato,
   muy grande es el pie,
   y en casa está aún tu mujer"- 

Entonces el bajó la mirada y vio cómo salía sangre del zapato. Volteó hacia atrás a su caballo, y llevó a la falsa novia de regreso a su casa, y dijo que esa no era la verdadera, y que la otra hermana debería medirse la zapatilla. Entonces ella fue a su habitación y sus dedos calzaban bien en la zapatilla, pero su talón era demasiado largo. Y su madre de nuevo tomó el cuchillo y le dijo:
-"Córtate un poco ese talón, pues cuando seas reina, no necesitarás andar más a pie."- 
 La hija se cortó un pedazo del talón, soportó el dolor, y fue a la presencia del hijo del rey. Y la montó en su caballo como su novia, y se fue con ella. Pero cuando pasaban el avellano, las dos palomas sentadas en él, gritaron:
-"Voltea y vuelve a ver,
   hay sangre en el zapato,
   muy grande es el pie,
   y en casa está aún tu mujer"- 

Él miró hacia abajo al pie de ella y vio cómo salía sangre de la zapatilla y cómo le había manchado su media blanca. Entonces giró a su caballo y llevó a la falsa novia de nuevo a su casa.
-"Ésta no es la correcta"- dijo él, -"¿No tienes otra hija?"- preguntó al padre.
-"Bueno..."- dijo el hombre, -" hay aún una pequeña y tímida hija en la cocina, que mi anterior esposa me dejó, pero es imposible que ella pueda ser la novia."- 
El hijo de rey dijo que fueran por ella, pero la mujer exclamó:
-"¡Oh, no, ella está muy sucia, y no puede presentarse así!"-
El insistió decididamente, y tuvieron que llamar a Cenicienta. Ella primero se lavó sus manos y su cara, y entonces se reverenció ante el hijo del rey, quien le dio la zapatilla de oro. Ella se sentó serenamente en una banca, sacó su pie del pesado zapato de madera y lo puso en la zapatilla, que calzó como un guante.
Y cuando ella se levantó y el hijo del rey la miró a la cara, reconoció a la bella joven que bailó con él y gritó entusiasmado:
-"¡Ésta es la verdadera novia!"-
Y además, Cenicienta sacó la otra zapatilla que guardaba en su delantal y se lo puso emocionadamente.
La madrastra y las dos hijas quedaron aterrorizadas y se pusieron pálidas y rabiosas. Él, sin más que hacer, montó a Cenicienta en su corcel, y salió con ella. Cuando pasaban por el avellano, las dos palomas cantaron:
-"Voltea y vuelve a ver,
   no hay sangre en el zapato,
   muy exacto es el pie,
   y contigo viaja tu mujer"- 

y una vez que dijeron eso, las dos palomas volaron hacia ellos y se posaron en los hombros de Cenicienta, una a la derecha, otra a la izquierda, y allí siguieron todo el viaje.

Cuando llegó el día de celebrar la boda del hijo del rey, las dos hermanastras llegaron y buscaron obtener el favor de Cenicienta y compartir su buena fortuna. Y cuando la pareja de novios iba hacia la iglesia, la mayor se colocó al lado derecho y la menor al lado izquierdo de Cenicienta, pero entonces las palomas empezaron a picotearlas y a ensuciarlas sin descanso. De ese modo castigaron a las hermanas por su maldad y falsedad, quedando ellas con las cicatrices por muchos días.   Sin embargo, por tener gran corazón, Cenicienta las perdonó sinceramente y las ayudó a llevar una vida digna, junto con su padre y su madrastra.


Enseñanza:

No se debe despreciar al humilde, siempre tiene tesoros que no se ven.

sábado, 16 de mayo de 2015

LA LEYENDA DEL AMANCAY

LA LEYENDA DEL AMANCAY



En la orilla derecha del río Manso y hasta su nacimiento en el valle del Lolol Mahuida, vivían los indios Vuriloches.
Quintral, hijo del cacique, gustaba recorrer cazando y pescando en la orilla del río y así llegaba hasta Co-carí (lago Mascardi}. Fue en uno de esos paseos que conoció a Amancay, quién se enamoró de aquel joven apuesto y valiente, llegando a convertirse este sentimiento en el amor irrealizable por ser ella de humilde origen. De esta manera fue pasando el tiempo, hasta que un día llegó hasta ellos una epidemia que comenzó a diezmar la tribu, cayendo enfermo el joven indígena.
Ante la imposibilidad de lograr su mejoría, enterada Amancay consultó a una Machi (hechicera), a quien le confió el secreto para obtener el remedio. El mismo consistía en una infusión preparada con una flor que crecía en la cumbre helada del Lolol Mahuida a sabiendas del peligro que corría, pero impulsada por su amor hacía el joven, lanzóse Amancay a la terneraria empresa, logrando su fin.
Ya en el descanso, feliz por haber logrado su cometido, al pie de una hermosa cascada, vio cernirse sobre ella la amenazante figura del cóndor, quien le exigió abandonara la preciada flor. Ante la negativa de Amancay propuso a esta que le dejase en cambio su corazón, lo cual aceptó la joven sin titubear. 
Alejóse el rey de las alturas con el pequeño corazón entre sus garras, emprendiendo vuelo hacia su morada, tiñendo de gotas rojas su camino con la sangre que manaba del corazón. 

Y en aquellos lugares regados y vivificados con la sangre de aquella indiecita, fue floreciendo una preciosa flor de varios pétalos, bella como su origen, teñida con gotas rojas de la sangre que había sido derramada en ofrenda de aquel sentimiento, queriendo pregonar de esta manera, un mensaje de amor por todos los valles y montañas del Co-carí.

La pintura es de ALICIA BARBOZA SERIE LEYENDAS ARGENTINA