EL COLOR DEL CHURRINCHE
Ulian
era un indiecito que tenía la capacidad de hablar con las plantas y los
animales del bosque, y cierto día encontró un pequeño pajarito gris llorando
tan desconsolado que quiso saber qué le pasaba. El churrinche, tal era el nombre
de la solitaria ave, le dijo que se sentía triste, feo y avergonzado porque
todo su plumaje era gris y los demás pájaros lo consideraban insignificante.
Ulian trató de convencerlo de que era tan útil y bello como los demás pájaros,
pero el churrinche no quería creerle.
Mientras
ambos conversaban, desde la espesura del bosque los observaba un gigante
malvado que hacía tiempo codiciaba las habilidades mágicas de Ulian. El ogro
sentía tanto el odio y envidia por los poderes del indiecito que había decidido
matarlo. En un abrir y cerrar de ojos capturó al niño, lo llevó a una cueva,
tapó la entrada con una gran piedra.
Todo
parecía anunciar un triste final para la vida de Ulian, pero el churrinche
encontró una pequeña hendidura sin tapar, y por allí se coló al interior de la
caverna. Con su débil pico intentó desatar las cuerdas que inmovilizaban al
prisionero, pero tenía tan poca fuerza que no pudo conseguir nada. Cuando el
gigante se dio cuenta de su presencia, lanzó un rugido tan fuerte que le
arrancó todas las plumas del copete. Ulian le pidió que buscara la ayuda de los
habitantes del bosque, y el pajarito escapó raudamente. Cuando llegó a un claro
en el que se reunían los animales, olvidó su vergüenza y les contó lo que
pasaba.
Los
animales rápidamente idearon un plan para rescatar a su amigo: el tucutuco
cavaría un túnel desde su guarida hasta la cueva y por él sacarían a Ulian.
Cuando se hizo de noche el tucutuco comenzó a cavar, y los demás animales le
ayudaron a sacar la tierra y despejar el túnel. Cuando por fin llegaron a las
paredes de la caverna, escucharon unos golpecitos que Ulian pegaba con los
talones para indicar su posición y, en el mayor silencio, el tucutuco cavó un
gran orificio.
El
churrinche, mientras tanto, se había vuelto a meter en la cueva para hacerle
compañía a Ulian. Los animales decidieron arrastrar al prisionero, todavía
atado y amordazado, por el túnel recién cavado. Cuando estaban por iniciar la
marcha, el gigante despertó y lanzó un feroz rugido. El churrinche se asustó mucho
pero pensó que debía dar aviso a sus amigos, así que intentó gritar tan fuerte
como el gigante. El ogro se enfureció tanto con ese ruido que arrojó una gruesa
espina que se clavó profundamente en el pecho del pájaro, y luego se dedicó a
perseguirlo. Los demás animales aprovecharon para proseguir con el rescate, y
cuando estuvo seguro de que Ulian estaba a salvo, el churrinche voló hasta un
chañar donde cayó desmayado.
Una calandria lo recogió y lo llevó
ante Ulian que, con unos pocos pases mágicos, lo curó. Era tanta la gratitud
que el indiecito sentía por el sacrificio del pajarito que decidió embellecerlo
con el color de la sangre que había brotado del pequeño pecho, en clara muestra
de su coraje y valentía. Y así, desde ese día, el churrinche de triste plumaje
gris tiene un brillante color rojo que es la envidia de las demás aves.
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