LA LEYENDA DE LA PIEDRA MOVEDIZA DE TANDIL
Los hijos del Sol y la Luna fueron los primeros hombres que caminaron sobre la tierra, y sus padres les regalaron la pampa para que allí tuviesen su morada. Después crearon a los animales para que acompañaran a sus hijos, y aunque les dieron permiso de cazarlos para que tuvieran comida en abundancia, también les encargaron su cuidado. Y sus hijos aprendieron a manejar el arco y la flecha, y a usar el fuego para calentarse y preparar sus comidas.
Y así sus hijos dominaron toda la pampa, viviendo felices en las tierras que les habían regalado. El Sol y la Luna vivieron con ellos por un tiempo, pero un día decidieron regresar al cielo. Sus hijos se entristecieron al pensar que ya no los verían, pero ambos prometieron que se turnarían durante el día y la noche para vigilarlos desde el cielo.
Durante siglos la armonía reinó en la pampa. Los hombres no conocían necesidades, y diariamente agradecían a sus padres celestiales por proveerles todo lo que necesitaban. Pero un atardecer ocurrió algo inesperado: el Sol empalideció y perdió gradualmente su brillante luz. Los hombres sintieron temor por su Padre, y más aún cuando descubrieron que un gigantesco puma había logrado trepar hasta el firmamento y estaba persiguiendo al Sol que se encontraba extenuado luego de recorrer el cielo durante todo el día. En el preciso momento en que Sol quedó atrapado en el horizonte, justo antes de desaparecer, el puma se acercó y abrió sus fauces para devorarlo.
Los hombres hijos acudieron en ayuda del Sol, y miles de flechas volaron hacia el cielo. Una de las saetas traspasó a la fiera, que cayó a la tierra malherida. Nadie se atrevía a acercarse para matarlo del todo. Mientras tanto, el Sol volvió a mostrarse en todo su esplendor, y antes de hundirse tras el horizonte, enrojeció de orgullo ante la valentía demostrada por sus hijos.
Luna, completamente enfurecida, buscó por todas partes al animal que había intentado devorar a su esposo. Pronto lo divisó, y se sorprendió al ver que el puma no sólo no había muerto, sino que rugía con rabia y elevaba sus garras al cielo. Luna, desesperada al no encontrar nada en el cielo que pudiese arrojarle, arrancó trozos de su propio rostro y, luego de transformarlos en piedras, los lanzó sobre la bestia hasta cubrirla por completo.
Fue así como el rostro de la Luna quedó marcado para siempre y se formaron las sierras de Tandil. La última piedra que arrojó Luna cayó encima de una flecha y por eso siguió moviéndose durante siglos, y parece que el animal tampoco murió, porque en el momento en que Sol se elevaba la piedra comenzaba a temblar.
Nota:
La piedra movediza de Tandil se desplomó el Jueves 29 de febrero de 1912, entre
las 5 y las 6 de la tarde. Era una mole de granito en equilibrio cuyo peso
estimado superaba las 385 toneladas.
La imagen es un mural de la ciudad de Tandil efectuado por el centenario de la caida de la piedra
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