viernes, 28 de agosto de 2015

El águila y el escarabajo

El águila y el escarabajo



Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara.
Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.
Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.
Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.

El águila, el cuervo y el pastor

El águila, el cuervo y el pastor


Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.
La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.    
Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.
Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les dijo:
- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.
  
Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.

jueves, 27 de agosto de 2015

EL GATO CHOFER

EL GATO CHOFER



Don Angel, había sido uno de los primeros pobladores de Catriló. Además de conocido y querido por todos, era todo un personaje; había venido de chico desde su Italia natal y a pesar de los años siempre habló “cocoliche”, a media lengua, y sobre todo cuando se calentaba con alguien y la salía “la tanada”...entonces hablaba en “tano puro”.

Dueño con su hermano de la “Herrería La Lumbre”, afilaban rejas de arado, arreglaban rastra de discos, rastrones, sembradoras, aguadas y molinos. Para hacer los arreglos en el campo, don Angel sabía andar en una Chevrolet 60, amarillita, que era una joya. De “palanca al volante”, rodado del 16 y motor de seis cilindros, podía arrastrar un arado de cuatro rejas. Como a veces le costaba un poco hacerla regular, le había pedido Febo Cestac, se la dejáse “media aceleradita”.

Una vez que tuvo que ir de molinero a “La Púa”, arrancó don Ángel temprano, y como no consiguió quien lo acompañara, cargó al “barcino” en la cabina, como para tener con quien conversar. El barcino era gato grandote... casero pero bastante retobado.

Cuando entraron al campo, como el tano iba “casi solo”, además de hacer de chofer se tenía que bajar a abrir las tranqueras....y el “barcino” por atrás de él... se le bajaba de la cabina en todas las tranqueras. Empezó a renegar contra el gato que le hacia perder tiempo, porque una vez que bajaba le mañereaba para dejarse agarrar de nuevo y si bajaba con el gato alzado en brazos, le costaba desenganchar la cadena; para colmo ya se le habían hecho como las diez de la mañana, y no habían pasado ni la tercer tranquera. Cuando estaban por cruzar la cuarta, se baja el tano y antes de ir a abrir la tranquera lo quiere dejar el gato arriba, y como para convencerlo al barcino, le dice “no te bacare” – y lo sujetaba contra el asiento – “no te bacare”, le repetía, hasta que le pegó el portazo y lo dejó adentro de la cabina...¡¡¡¿para que?!!!....cuando el barcino se vió “como gato encerrado” con todos los vidrios levantados, le agarró un ataque de cabinofobia.

Entró a saltar como loco el gato, adentro de la cabina. Saltaba del piso al respaldo, y de ahí nomás, pasaba en el aire del respaldo al torpedo... y hasta del espejo retrovisor se le colgó. Peor todavía...porque cuando el barcino se vio en el espejo, habrá pensado que había un intruso, y se puso más malo todavía. Saltaba por todos lados enloquecido hasta que en uno de los saltos cae encima de la palanca de “cambios al volante”, y como estaba “media aceleradita”, cuando le entró la primera salió escarbando la chata....y no le dio tiempo a nada; pasó la tranquera con cadena y todo...¡y con el gato de chofer!

Un corazón bravo

Un corazón bravo


Fiesta en el rancho
El sargento Liendo es uno de tantos tipos de infinita bravura que cruza por las filas de nuestro Ejército dejando en todas partes el rastro de su sangre y de su carne, y la leyenda de sus hechos heroicos que sólo conocen y comentan los compañeros de cuadra.  Liendo es uno de tantos tipos heroicos que marchan por el mundo a impulsos del propio corazón, y sin pensar un momento en los beneficios remotos que sus hazañas pueden traerles.

El sargento Flores, borrachón insigne, que salvó a Julio Dantas arrancando su cuerpo exánime de entre los paraguayos, cuando había sido abandonado por sus compañeros, no obró por cálculo.  Con el cariño que le inspiraba su oficial se lanza al centro del peligro porque le parece una cobardía abandonar su cadáver: es esta la única fuerza que lo impulsa.  Y así cruzan, pasan y mueren estos héroes silenciosos, sin aspirar a más recompensa que a la satisfacción del deber cumplido.

El sargento Liendo es uno de tantos: hay un rasgo de su corazón que lo levanta al nivel del caballero más rígido y cumplido.  Se hallaba herido en la sala de presos del Hospital General.  Se había batido con un compañero y habían cambiado un tajo.

Por su calidad de preso, no podía salir de aquella sala guardada por un centinela.  Pero llegó un día en que Liendo tuvo necesidad de salir: se casaba un compañero y él quería asistir al casamiento y el baile, al que había sido invitado.  Pero no había forma de realizar su deseo; estaba preso y el centinela no lo dejaría pasar.

Liendo llamó al cabo de cuarto, viejo compañero de armas, y le comunicó su deseo:

- Es preciso que me dejes salir –le dijo-; tengo que salir y sólo tú puedes hacerme este servicio.

- y ¿Cómo voy yo a hacer eso?  Si me pillan pierdo la jineta y me rompen el alma a palos; ya ves que esto no se arriesga así no más.

- Es que no te pillarán porque yo vuelvo antes de la diana, te lo juro.

- Ese es tu propósito, pero nadie sabe lo que puede suceder; en los bailes todos son compromisos, una copa de más hace olvidar los mejores propósitos, y por una pelea interviene la policía, se sabe que Liendo ha andado de parranda, y quien paga el pato somos mi jineta y yo.

- Yo te juro que no te he de comprometer y que he de volver antes de diana; ya sabes que lo que Liendo ofrece, lo cumple hasta la muerte.

El cabo pensó un momento, se rascó la pelada y concluyó por conceder el permiso.

- Está bien –le dijo-, ya sabes que si te pillan afuera, o me comprometes, habré perdido la jineta y de yapa recibido una paliza de mi flor.

El sargento Liendo se acicaló aquella tarde como para una recepción diplomática.  Se metió en el pelo del mismo bálsamo tranquilo que se ponía en la herida, se perfumó el pañuelo con aguardiente de quemar, y se untó sebo en la barba y los botines, quedando hecho un soberbio mozo.  Así acicalado y llevando la bayoneta en la cintura, por todo evento, salió de la sala de presos, bajo la responsabilidad del cabo de cuarto.

- Ya sabes, hermanito –le dijo éste-, cuidado con perderme.

- No tengas cuidado, ya sabes que Liendo no ha faltado nunca a su palabra.

Y así se trasladó a lo de su amigo el cabo Lobo, que era el del casamiento.  A pesar de su fuerte tufo a bálsamo tranquilo, las mozas recibieron a Liendo con mil agasajos y demostraciones de cariño.  Es que Liendo era una pierna famosa para este género de diversiones, pues sumamente alegre y travieso, era capaz de hacer reír a la concurrencia durante toda la noche.

En cuanto entró se puso en baile y ya no se volvió a sentar más.  Todas se lo disputaban, todas lo llamaban, y él, sudando la gota gorda y despidiendo su tufo a bálsamo tranquilo, a todas atendía con igual solicitud.

Llegó la hora de las tortas fritas y del cordero al asador, pero Liendo anunció gravemente su retirada; no quería que la diana lo sorprendiera fuera del hospital.  Un inmenso clamoreo se levantó entonces de entre las muchachas pidiendo a Liendo que se quedara un momento más.

- Eso sí que no -respondió el sargento-, si yo me quedo, le hago perder las jinetas al cabo Sosa y sabe Dios qué más le sucede.  Cuando salga en libertad será otra cosa; entonces me comprometo hasta engancharme con ustedes, ahora es imposible.

Y en vano fueron todos los pedidos y ruegos; Liendo, con gran dolor de su ánima, se despidió de sus compañeros y echó a andar hacia el hospital a paso de trote.  Pero era en la calle donde lo esperaba la prueba más dura.

Allí lo esperaba Flores, un tal Flores con quien había tenido antiguos resentimientos, y a quien la tranca le había dado esa noche por pelear a Liendo.

- ¡Párese maula! –le gritó cuatro cuadras antes de llegar al hospital., vengo a pelearle.

- Lo que es ahora no peleo ni por un queso –contestó Liendo-.  Mañana será otro día.

- Es que ha de ser hoy mismo –contestó Flores-, ahora mismo, porque es un puerco y un cobarde: saque, maula, sus armas.

- Hoy no puedo –contestó Liendo-, otro día no se irá sin que le haga el gusto.

- Es que tiene miedo, y el miedo ya se lo voy a hacer pasar a azotes, para que no sea flojo.

- Mire amigo –contestó Liendo gravemente- yo estoy preso en el hospital y he salido esta noche porque el cabo Sosa me lo ha permitido.  Si yo lo peleo a usted y le doy de puñaladas, porque usted no es hombre para mi, se mezclará la policía, se sabrá que yo he andado en la calle, y el cabo Sosa por mi causa perderá la jineta y sabe Dios qué más.  Déjeme salir en libertad y no se quedará con las ganas.

- Ahora mismo ha de ser, ¡o te he de sacar las caronas atajos! –contestó Flores.

Liendo vio que ya venía clareando el día, y temiendo faltar a su compromiso, quiso pasar y seguir apresuradamente su camino.  Liendo era capaz de pelear con veinte Flores, que al fin y al cabo no valía gran cosa; pero ¿y Sosa? ¿Cómo le evitaba el castigo y la vergüenza?

Al ver que quería seguir marchando, Flores sacó una daga y se le fue encima:

- O peleas –le dijo en el colmo de la irritación-, o te mato como a un perro. –Y le dio un sopapo.

Liendo sintió agotada su paciencia ante la injuria y el golpe, no vio delante más que aquel enemigo fácil de vencer y echó mano a la bayoneta.  Pero en aquel momento se acordó de su compromiso, vio al cabo Sosa apaleado y sin jineta por su causa, y se contuvo.

- He dicho que hoy no peleo –exclamó-; mañana no será lo mismo –y dando un empujón a Flores siguió adelante.

Pero el milico lo corrió y le dio alcance; no había más remedio que pelear y comprometer a Sosa, o dejarse apuñalear y tratar de llegar al cuartel antes del día.  Liendo optó por lo segundo sin vacilar, y empezó a huir saltando hacia retaguardia y evitando con los brazos las puñaladas que le dirigían.

Flores, ciego por el deseo de matarlo, no cesaba un momento de tirarle terribles puñaladas.

- No seas cobarde –exclamaba Liendo-, retirándose siempre-; ¿no ves que no te puedo pelear?

- Pues morirás a mis manos, que al fin es lo mismo para mí.

Liendo podía sacar el machete y matarlo, pero entonces se sabría que fue él quien lo mató o le hirió, y Sosa quedaba colgado.  Sólo le faltaba media cuadra para llegar al hospital, pero ya había recibido muchas heridas y aquel trayecto le hubiera sido imposible salvarlo.  Ya vacilaba, debilitado por la pérdida de sangre, cuando alcanzó a ser visto por la guardia del hospital, que corrió en su socorro.  Al ver esto Flores se puso en fuga sin haber logrado su objeto, pero dejando a Liendo muy malherido.

Conducido al hospital y a su cama, sus compañeros recién se dieron cuenta de lo sucedido.  Liendo tenía tres puñaladas en el pecho y diez o doce en los brazos.

-Pero ¿cómo te has dejado poner así por Flores, que no vale nada? –le preguntó Sosa.

-¡Qué quieres! Si lo peleo y lo lastimo mal, el hubiera dicho quién lo lastimó y hubieras perdido tu jineta.  Yo juré no comprometerte, y ya ves que he cumplido.

Andando el tiempo, Liendo fue Sargento de policía, a las órdenes de su antiguo oficial, el comisario Dantas.  Una noche llevaron a la comisaría un borracho que apenas podía tenerse en pie.  Era Flores, el mismo que apuñaló a Liendo de la manera que hemos referido.  Cuando Liendo supo el nombre de aquel borracho se fue al calabozo y mirándolo, exclamo:

-Es verdad, es el mismo Flores.

Y dándole con el pie dijo a sus compañeros:

-Esta basura es el mismo que me dio de puñaladas valido de la ocasión.

Y sonrió con una expresión magnánima.

Fuente
Gutiérrez, Eduardo – Croquis y siluetas militares – Ed. Edivérn – Buenos Aires (2005).

Se permite la reproducción citando la fuente: www.revisionistas.com.ar ¡Gracias!

miércoles, 26 de agosto de 2015

Madre Nieve

Madre Nieve


Había una vez una viuda que tenía dos hijas - una de ellas era linda y laboriosa, mientras la otra era fea y ociosa. Pero la viuda era muy cariñosa con la fea y ociosa, porque era su propia hija; y la otra, quién era una hijastra, era  obligada a hacer todo el trabajo y ser la Cenicienta de la casa. Cada día la pobre muchacha tenía que sentarse en el camino junto a un pozo a hilar con el huso, y girar y girar hasta ver sus dedos sangrados.
Ahora resultó que un día el huso se manchó con su sangre, y entonces para limpiarlo lo introdujo en el pozo, pero resbaló de su mano y cayó al fondo del pozo. Ella comenzó a llorar, y corrió donde su madrastra y le contó la desgracia. Pero ella la reprendió bruscamente, y fue muy despiadada al decirle, 
-"Ya que usted ha dejado caer el huso, usted debe sacarlo de allí."-
Entonces la muchacha volvió al pozo, y no sabía que hacer; y con la pena en su corazón, brincó dentro del pozo para conseguir el huso. Ella perdió sus sentidos; y cuando despertó volviendo en sí, se vio en un prado encantador donde el sol brillaba y miles de flores crecían. Corrió a lo largo de esta pradera, y por fin llegó a un horno de panadería lleno de pan, y el pan gritaba, 
-"¡Hey, sáqueme! ¡sáqueme o me quemaré!; ¡he sido horneado mucho tiempo!"- 
Entonces se acercó, y sacó todos los panes uno tras otro con la pala del pan. Después de esto continuó hasta llegar a un árbol cubierto de manzanas, que la llamaron, 
-"¡Hey, sacúdame! ¡sacúdame! ¡estamos todas maduras!"-
Y sacudió el árbol hasta que las manzanas cayeron como la lluvia, y continúo sacudiendo para que todas vinieran abajo, y luego de amontonarlas, continuó su camino.
Por fin llegó a una pequeña casa, en la cual vio a una anciana; pero tenía tales dientes tan grandes que la muchacha se asustó, y estuvo a punto de salir corriendo.
                



Pero la anciana la llamó, 

-"¿De qué tienes miedo, querida niña? Permanece  conmigo; si haces todo el trabajo en la casa correctamente, estarás mejor por eso. Sólo debes tener cuidado de hacer bien mi cama, y sacudirla a fondo hasta que las plumas vuelen; entonces habrá nieve en la tierra. Soy la Madre Nieve."-
Como la anciana le habló tan amablemente, la muchacha tomó valor y consintió en entrar en su servicio. Ella se ocupó de atender satisfactoriamente todo lo que le solicitaba su patrona, y siempre sacudía su cama tan enérgicamente que las plumas volaban parecidas a copos de nieve. Entonces ella tenía una vida agradable con ella; nunca una palabra enojada; y hervían o asaban carne cada día.
Ella se quedó algún tiempo con la Madre Nieve, pero al cabo de algún tiempo se sintió triste. Al principio no sabía lo que le sucedía, pero al fin reconoció  que era la nostalgia: aunque ella estuviera miles de veces mejor aquí que en casa, de todos modos ella tenía un deseo de volver allá. Por fin le dijo a la anciana, 
-"Tengo un gran deseo de ir a casa; y a pesar de estar muy bien aquí abajo, no puedo quedarme más tiempo; debo subir otra vez donde mi propia gente."-
La Madre Nieve dijo, 
-"Estoy contenta que quieras volver a tu casa otra vez, y como me has servido tan correctamente, yo misma te llevaré de regreso."-
Con eso ella la tomó de la mano, y la condujo a una puerta grande. La puerta se abrió, y como la doncella estaba de pie bajo la entrada, una gran lluvia de oro  cayó, y todo el oro se le adhería a ella, de modo que quedó completamente cubierta con él.
-"Tendrás esto porque has sido muy laboriosa"-, dijo la Madre Nieve, y al mismo tiempo le devolvió el huso que se le había caído en el pozo. 
Con eso la puerta se cerró, y la doncella se encontró encima sobre la tierra, no lejos de la casa de su madrastra.
Y cuando entraba al predio, el gallo que estaba junto al pozo gritó:
-"¡Quiquiriquí!"-
-"¡Su niña bonita está aquí!"-
Entonces fue donde la madrastra, y cuando llegó así cubierta de oro, fue muy bien acogida, tanto por ella como por su hermana.

La muchacha contó todo que le había pasado; y tan pronto como la madre oyó como había adquirido tanta riqueza, quedó muy ansiosa por obtener la misma buena suerte para la hija fea y perezosa. Ella tenía que sentarse por el pozo e hilar; y con el fin de que su huso pudiera quedar manchado con sangre, pegó su mano en un arbusto de espinas y pinchó su dedo. Entonces lanzó el huso en el pozo, y luego brincó detrás de él.
Llegó, como la otra, al prado hermoso y anduvo a lo largo del mismo camino. Cuándo ella llegó al horno con el pan, éste estaba otra vez gritando, 
-"¡Hey, sáqueme! ¡sáqueme! o me quemaré!; ¡he sido horneado mucho tiempo!"-
Pero la perezosa contestó, 
-"¿Acaso tengo algún deseo de ensuciarme?"- y se fue. 
Pronto llegó al manzano, que gritó, 
-"¡Hey, sacúdame! ¡sacúdame! ¡las manzanas estamos todas maduras!"- 
Pero ella contestó, 
-"¡Las prefiero allí! una de ustedes podría caerse en mi cabeza."- y continuó su camino.
Cuando llegó a la casa de la Madre Nieve no tuvo miedo, ya que había oído de sus dientes grandes, y entonces se puso a su servicio inmediatamente.

El primer día ella se dedicó a trabajar diligentemente, y obedeció a la Madre Nieve cuando ella le pedía hacer algo, ya que pensaba en todo el oro que le daría. Pero durante el segundo día comenzó a ser perezosa, y durante el tercer día todavía más, y luego no despertaría por la mañana en absoluto. Tampoco hizo la cama de la Madre Nieve como debería, y no la sacudió haciendo volar las plumas. La Madre Nieve se cansó de su proceder, y le dio su aviso para que se marchara. La muchacha perezosa estuvo deseosa de irse, y pensó que ahora vendría la lluvia de oro. La Madre Nieve la condujo también a la gran puerta; pero mientras estaba de pie bajo ella, en vez del oro, una gran olla de barro fue vaciada sobre ella. 

-"Esta es la recompensa por su servicio"-, dijo la Madre Nieve, y cerró la puerta.
Entonces la muchacha perezosa se fue a casa; pero iba completamente cubierta de barro, y el gallo que estaba por el pozo, tan pronto como la vio, gritó,

-"¡Quiquiriquí!"-
-"¡Su muchacha sucia está aquí!"-
Y el barro se pegó rápido a ella, y no le pudo ser quitado mientras vivió.


Enseñanza:

Imitar a quien ha tenido éxito, debe de hacerse con mucho cuidado y sin errores, pues de lo contrario la imitación puede convertirse en fracaso. 

Los Tres Holgazanes

Los Tres Holgazanes  



Un cierto Rey tenía a tres hijos que eran todos igualmente queridos por él, y no sabía a cual de ellos designar como su sucesor después de su propia muerte. Cuando el tiempo vino en que él estaba a punto de morir,  los convocó a su lado de la cama y dijo, 

-
"Queridos hijos, he estado pensando en algo que les  declararé; aquel de ustedes que imagine y me diga cómo ser el más perezoso tendrá el reino."-

El mayor dijo, 
-"Entonces, padre, el reino es mío, ya que soy tan ocioso que si me acuesto para descansar, y una gota cae en mi ojo, no lo abriré para poder dormir."-

El segundo dijo; 
"Padre, el reino me pertenece, ya que soy tan ocioso que cuando me siento al lado del fuego para calentarme, prefiero dejar que mi talón se queme a tener que mover mi pierna."-

El tercero dijo, 
-"Padre, el reino es el mío, ya que soy tan ocioso que si yo fuera a ser ahorcado, y tengo la cuerda ya alrededor de mi cuello, y alguien pusiera un cuchillo filoso en mi mano con el cual yo podría cortar la cuerda, prefiero dejarme ahorcar a levantar mi mano hacia la cuerda."-

Cuando el padre oyó aquello, dijo, 

-"Tú eres el que lo llevaste más lejos, y serás el Rey."

Enseñanza:


Recordemos que el ocio es la madre de todos los vicios. En este cuento los hijos solamente hacen una práctica intelectual sobre la ociosidad, pero realmente nunca la practicarían.   

martes, 25 de agosto de 2015

Los Seis Sirvientes

Los Seis Sirvientes 



En tiempos pasados vivía una Reina anciana que era muy malvada, y su hija era la doncella más hermosa bajo el sol. La anciana, sin embargo, no tenía ningún otro pensamiento que como llevar a la humanidad a la destrucción, y cuando un pretendiente aparecía, ella decía que quienquiera deseara tener a su hija, debe realizar primero una tarea que ella asigne, y si falla, trabajar como su esclavo por el resto de su vida.
Muchos habían sido deslumbrados por la belleza de la hija, y realmente se habían arriesgado, pero nunca pudieron llevar a cabo lo que la anciana los impuso para hacer, y ella no tuvo ninguna piedad para nadie;  tuvieron que quedar para siempre al servicio de la anciana como esclavos. El hijo de un cierto Rey que también había oído de la belleza de la doncella, dijo a su padre, 

-"Déjame a mí ir allá, quiero pedirla en matrimonio."-

-"Nunca,"- contestó el Rey; -"Si llegaras a ir, eso sería tu esclavitud."-

Por ello el hijo cayó en cama y estaba gravemente enfermo, y durante siete años estuvo así, y ningún médico podía curarlo. Cuando el padre percibió que no había ninguna esperanza, con un corazón muy triste le dijo, 

-"Bien, ve allá, e intenta tu suerte, ya que no sé de ningún otro remedio para tu mal."-

Cuando el hijo oyó aquello, se levantó de su cama y sintiéndose bien  otra vez, con júbilo salió a su camino. Y sucedió que cuando guiaba a su caballo a través de un brezal, vio desde lejos algo como un gran montón de heno sobre la tierra, y cuando estuvo más cerca, pudo ver que era el estómago de un hombre, que se había acostado allí, pero su estómago parecía una pequeña montaña. Cuando el hombre grande y gordo vio al viajero, se levantó y dijo, 

-"Si usted necesita algún ayudante, tómeme en su servicio."- 

El príncipe contestó, 

-"¿Y qué podría hacer con un hombre tan grande como tú?"-

-"Ah,"- dijo él -"eso no es nada, cuando me estiro bien, soy tres mil veces más gordo."-

-"Si ese es el caso,"- dijo el príncipe, -"puedo hacer uso de ti, ven conmigo."-

Entonces el hombre grande siguió al príncipe, y al ratito ellos encontraron a otro hombre que yacía en tierra con su oído puesto sobre el césped. 

-"¿Qué estás haciendo?"- preguntó el hijo del Rey. 

-"Escucho,"- contestó el hombre. 

-"¿Y qué estás escuchando tan atentamente?"-

-"Escucho todo lo que sucede en el mundo, ya que nada evita mis oídos; hasta oigo el crecimiento de hierba."-

-"Díme,"- dijo el príncipe, -"¿qué oyes en la corte de la vieja Reina que tiene a la hermosa hija?"-

Entonces él contestó, 

-"Oigo zumbar el látigo que golpea la espalda de un pretendiente."-

El hijo del Rey dijo, 

-"Puedes servirme, ven conmigo."-

Y siguieron adelante.  Luego vieron yaciendo un par de pies y parte de un par de piernas, pero no podían ver el resto del cuerpo. Cuando habían andado una gran distancia, llegaron al tronco del cuerpo, y por fin a la cabeza también. 

-"¡Caray!", dijo el príncipe, -"¡qué tipo tan alto eres!"-

-"Ah,"- contestó el hombre alto, -"no es nada en absoluto aún; cuando realmente estiro mis miembros, soy tres mil veces más alto, y más alto que la montaña más alta en la tierra. Entraré de buena gana en su servicio, si usted me acepta."-

-"Ven conmigo,"- dijo el príncipe, -"puedes servirme bien."- 

Y continuaron adelante y encontraron luego a un hombre sentado en el camino quién tenía cubiertos sus ojos. El príncipe le preguntó, 

-"¿Tiene ojos débiles que no puedes mirar la luz?"-

-"No,"- contestó al hombre, ."pero no debo quitarme la venda, pues lo que miro con mis ojos, se rompe en pedazos, ya que mi vista es demasiado poderosa. Si usted puede usar eso, me alegraré de servirle."-

-"Ven conmigo,"- contestó el hijo del Rey, -"podré hacer uso de ti."

Ellos siguieron adelante y encontraron a un hombre que yacía en la caliente luz del sol, temblando y temblando de frío por todas partes de su cuerpo, sin un miembro que se estuviera quieto. 

-"¿Cómo puedes temblar cuando el sol brilla tan caliente?"- dijo el hijo del Rey.

- "Alack"-, contestó el hombre, -"soy de una naturaleza completamente diferente. Entre más calor haya, más frío estoy yo, y el hielo penetra por todos mis huesos; y entre más frío haya, más caliente me pongo. En medio del frío, no puedo soportar mi calor, y en medio del calor, no puedo soportar mi frío."-

-"Realmente eres un compañero extraño,"- dijo el príncipe, -"pero si quieres  entrar en mi servicio, sígueme." 

Y siguieron adelante, y encontraron a un hombre de pie quién estiraba un largo cuello y miraba alrededor de él, y podría ver sobre todas las montañas. 

-"¿Qué estás mirando con tanto interés?"- preguntó el hijo del Rey. 

El hombre contestó, 

-"Tengo ojos tan agudos que puedo ver dentro de cada bosque y campo, y colina y valle, por todo el mundo."-

El príncipe dijo,
 -"Ven conmigo si es tu voluntad, ya que también puedo necesitar a alguien así."-

Y ahora el hijo del Rey y sus seis criados llegaron a la ciudad donde la Reina anciana moraba. Él no le contó quien era él, pero dijo, 

-"Si usted me da a su hija hermosa, realizaré cualquier tarea usted me ponga."-

La bruja estuvo encantada de atrapar a tan galán joven como este en su red, y dijo, 

-"Te pondré tres tareas, y si eres capaz de realizar todas ellas, tú serás el marido y el patrón de mi hija."-

-"¿Cuál es la primera?"-

-"Debes traerme mi anillo que se me cayó en el Mar Rojo."-

Entonces el hijo del Rey se fue a casa, se reunió con sus criados y dijo,

-"La primera tarea no es fácil. Un anillo debe ser sacado del Mar Rojo. Vengan, encuentren algún modo de hacerlo."-

Entonces el hombre con la vista aguda dijo, 

-"Veré donde está,"- y miró hacia abajo en el agua y dijo, -"Está pegado allí, en una piedra puntiaguda."-

El hombre alto los llevó allá, y dijo, 

-"Yo lo sacaría pronto, si sólo pudiera verlo."-

-"¡Ah!, ¿es eso todo?"- gritó el hombre grande.

Y se acostó y puso su boca en el agua, hacia donde todas las olas se dirigieron, justo como si aquello fuera un remolino, y él terminó de beber el mar entero de modo que quedó tan seco como un prado. El hombre alto se inclinó un poco, y sacó el anillo con su mano. Entonces el hijo del Rey se alegró cuando ya tenía el anillo, y lo llevó a la vieja Reina. Ella quedó sorprendida, y dijo, 

-"Sí, éste es el anillo correcto. Has realizado sin peligro la primera tarea, pero ahora viene la  segunda. ¿Ves el prado delante de mi palacio? Trescientos bueyes gordos se alimentan allí, y deberás comerlos todos completos, carne, piel, pelo, huesos, cuernos y todo, y luego, abajo en mi sótano hay trescientos barriles de vino, y debes de beberlos todos también. Y si un pelo de los bueyes, o una pequeña gota del vino es dejada, quedarás esclavizado inmediatamente".-





-"¿Puedo invitar a alguien a esta comida?"- preguntó el príncipe, -"ninguna comida está bien sin alguna compañía."-

La anciana se rió con malevolencia, y contestó, 

-"Puedes tener un invitado por compañerismo, pero no más."-

El hijo del Rey fue a donde sus criados y dijo al hombre grande, 

-"Tu serás mi invitado hoy, y comerás intensamente."-

En ese momento el hombre grande se estiró y comió a los trescientos bueyes sin dejar un solo pelo, y luego preguntó si solamente iba a tener eso de desayuno. Él entonces bebió el vino directamente de los barriles sin sentir cualquier necesidad de un vaso, y lamió la última gota de sus uñas. Cuando la comida estuvo  terminada, el príncipe fue donde la anciana, y le dijo que la segunda tarea también ya fue realizada.
Ella se extrañó de eso y dijo, 

-"Nadie ha hecho nunca tanto antes, pero todavía queda una tarea,"- 

Y ella pensó para sí, 

-"¡No te me escaparás, y no te quedarás sin ser mi esclavo!"-

Y entonces le dijo al príncipe,

-"Esta noche,"- dijo ella, -"traeré a mi hija a tu cámara, y pondrás tus brazos alrededor de ella, pero cuando se sienten juntos, evita el dormirse. Cuando den las doce, vendré, y si ella no está entonces en tus brazos, estás perdido."-

El príncipe pensó, 

-"La tarea es fácil, definitivamente mantendré mis ojos abiertos."

Sin embargo él llamó a sus criados, les dijo lo que la anciana había dicho, y comentó, 

-"Quién sabe qué traición estará al acecho detrás de eso. La previsión es una cosa buena de mantener en cuenta, y tener cuidado de que la doncella no vaya a salir de mi cuarto otra vez."-

Cuando la noche cayó, la anciana vino con su hija, y la dejó en los brazos del  príncipe. Entonces el hombre alto rodeó a los dos en un círculo, y el hombre grande se colocó en la puerta, de modo que ninguna criatura viva pudiera entrar.
Allí estuvieron los dos sentados, y la doncella no dijo nunca una palabra, pero la luna brillaba por la ventana en su cara, y el príncipe podría contemplar su belleza maravillosa. Realmente él miraba fijamente solamente a ella, y se sintió  lleno de amor y felicidad, y sus ojos nunca se sintieron cansados. Así duró hasta las once, cuando la anciana dijo unas palabras mágicas sobre todos ellos para dormirlos, y en ese mismísimo momento la doncella fue sacada.
Entonces todos ellos durmieron profundamente hasta las doce menos cuarto, cuando la magia perdió su poder, y todos despertaron de nuevo. 

-"¡Ah, miseria y desgracia!"- gritó el príncipe, -"¡ahora estoy perdido!"-

Los fieles criados también comenzaron a lamentarse, pero el hombre oyente dijo, 

-"Silencio, quiero escuchar."-

Entonces él escuchó durante un instante y dijo, 

-"Ella está en una roca, a trescientas leguas de aquí, lamentando su destino.  Solo tú, hombre alto, puedes ayudarla; si te levantas bien alto, estarás allí en un par de pasos."- 

-"Sí,"- contestó el hombre alto, -"pero el de los ojos poderosos debe ir conmigo, así podremos destruir la roca."-

Entonces el hombre alto montó al de los ojos vendados en su espalda, y en un parpadear de ojos estaban en la roca encantada. El hombre alto inmediatamente quitó la venda de los ojos del otro, y él no hizo más que mirar  alrededor, y la roca estalló en mil pedazos.
Entonces el hombre alto tomó la doncella en sus brazos, la regresó en un segundo, luego trajo a su compañero con la misma rapidez, y antes de que fueran las doce todos ellos se sentaron como se habían sentado antes, completamente alegres y felices. Cuándo dieron las doce, la bruja anciana vino mostrando una cara malévola, que parecía decir, 

-"Ahora ya él es mío!"- ya que ella creyó que su hija estaba en la roca a trescientas leguas lejos.

Pero cuándo ella la vio en los brazos del príncipe, se  alarmó, y dijo, 

-"Aquí hay uno que puede más que yo!"-

Ella no se atrevió a hacer cualquier oposición, y fue obligada a darle a su hija. Pero le susurró en su oído, 

-"Es una desgracia para ti tener que obedecer a gente común, y que no puedas  elegir a un marido a tu propio gusto."-

Con eso, el corazón orgulloso de la doncella se lleno de cólera, y meditó una  venganza. A la mañana siguiente ella hizo que trescientos grandes bultos de madera fueran reunidos juntos para una hoguera, y dijo al príncipe que aunque las tres tareas fueron realizadas, ella todavía no sería su esposa hasta que alguien estuviera listo a sentarse en medio de la madera encendida, y aguantar el fuego.
Ella pensó que ninguno de sus criados se dejaría ser quemado, sacrificándose  por él, y que por el amor por ella, él mismo se colocaría sobre el fuego, y así luego ella sería libre. Pero los criados dijeron, 

-"Cada uno de nosotros ha hecho algo excepto el hombre del frío-calor, ahora será su oportunidad."-

Y lo pusieron en medio del montón de madera, y prendieron el fuego. Entonces la madera comenzó a quemarse, y hubo fuego durante tres días hasta que toda la madera se consumió, y cuando las llamas se habían consumido, el hombre del frío-calor estaba ahí de pie entre las cenizas, temblando como una hoja de álamo temblón, y diciendo, 

-"Nunca sentí tal helada durante el curso entero de mi vida; ¡si esto hubiera durado mucho más, ya estaría entumecido!"- 

Como ya ningún otro pretexto podía ser encontrado, la hermosa doncella quedó ahora abligada a aceptar a aquel joven desconocido como su marido. Pero cuando iban para la ceremonia, la anciana se dijo, 

-"No puedo soportar esa desgracia,"-

y envió a sus guerreros tras ellos con órdenes de reducir a todo quién se les opusiera, y que le trajeran de regreso a su hija.
Pero el hombre oyente había afilado sus oídos, y había oído las órdenes de la anciana. 

-"¿Qué haremos?"- dijo el hombre grande. 

Pero ya él sabía que hacer, y escupió detrás del carro un par de veces un poco del agua de mar que había bebido, y un gran mar se levantó en el que los guerreros fueron atrapados y ahogados. Cuando la bruja vio lo sucedido, envió a sus caballeros armados; pero el hombre oyente oyó la agitación de las armaduras, y quitó la venda de un ojo del hombre de los ojos poderosos, quién miró un rato fijamente a las tropas del enemigo, y todas sus piezas saltaron en pedazos como el cristal.
Entonces el joven y la doncella continuaron su camino tranquilos, y cuando había terminado la ceremonia, los seis criados decidieron terminar sus servicios, y dijeron a su patrón, 

-"Sus deseos están satisfechos ahora, ya no nos necesita, seguiremos nuestro camino y buscaremos nuestras fortunas."-

El príncipe les pagó sus servicios y se fueron.
A media legua del palacio del padre del príncipe había un pueblo cerca del cual un porquero atendía su manada, y cuando llegaron allí el príncipe dijo a su esposa, 

-"¿Sabes quién soy realmente? No soy ningún príncipe, sino un pastor de cerdos, y el hombre que está allí con aquella manada, es mi padre. Nosotros dos tendremos que ponernos a trabajar también, y ayudarle."-

Entonces él bajó con ella a la posada, y en secreto pidió a los posaderos llevarse la indumentaria real durante la noche. Así que cuándo ella despertó por la mañana, no tenía nada para ponerse, y la esposa del posadero le dio un viejo vestido y un par de medias de estambre, lo que le pareció considerarlo un gran presente, y dijo, 

-"¡Si no fuera por el bien de su marido yo no le hubiera dado nada en absoluto!"-

Entonces la princesa creyó que él realmente era un porquero, y atendió la manada con él, y pensó, 

-"He merecido esto por mi altivez y orgullo."-

Esto duró toda una semana, y no pudo soportarlo más, ya que tenía llagas en sus pies. Luego llegó un par de personas que preguntaron si ella sabía quién era su marido. 

-"Sí"-, contestó, -"él es un porquero, y acaba de salir con cuerdas para tratar de realizar un pequeño trato."-

Pero ellos dijeron, 

-"Sólo venga con nosotros, y la llevaremos donde él," y ellos la llevaron hasta el palacio, y cuando ella entró en el salón, allí estaba su marido con su vestido real.

Pero ella no lo reconoció hasta que él la tomó en sus brazos, la besara, y dijera, 

-"Sufrí mucho por ti, y ahora tú también, has tenido que sufrir por mí."-

Y luego otra boda oficial real fue celebrada, y quien les ha contado todo esto, desea que él, también, esté presente en la fiesta.

 Enseñanza:


Cuando se hace una labor o trabajo, siempre hay que buscar y usar la herramienta que sea más útil para cada caso.